Usualmente las negrillas y subrayados son nuestros.

jueves, agosto 02, 2007

Finanzas, Salud y Economía Política

PARA UNA ECONOMIA POLITICA DE LA REFORMA EN SALUD EN EL SALVADOR

Carlos Evaristo Hernández, M.A.E.C.E.

I. CONTEXTO DE LA REFORMA EN SALUD

Estas reflexiones son producto de una investigación sobre un “Modelo de Financiamiento para la Reforma del Sector Salud Planteada por el Consejo Nacional de Reforma del Sector Salud” (en adelante, CONARE) en El Salvador.

El propósito inicial de la investigación era dimensionalmente “ascéptico”, susceptible de no ser altamente contaminado por intereses de grupos sociales, económicos y políticos, dado que se trataba de elaborar técnicamente un modelo de financiamiento que, a su vez, partía de un modelo cualitativo de la reforma en salud en El Salvador esbozado, consensuado y publicado, a finales del año 2000, por actores sociales protagónicos en el Consejo Nacional de Reforma del Sector Salud, CONARE.

Muy pronto confirmamos que nuestra suposición relativa a encuadrarnos en una dimensión predominantemente y menos exclusivamente técnica, no tenía bases para esta investigación de la reforma del sector salud en El Salvador. El problema de la reforma en salud en El Salvador, probablemente como en ningún otro país había sucedido, desató una confrontación social significativa, liderada por un sector profesional, el gremio médico. La confrontación social ha implicado dos huelgas nacionales en el sistema de salud; manifestaciones pacíficas y violentas; ocupación de instalaciones; despidos de empleados y médicos; instalación de comisiones para la resolución del conflicto; huelga de hambre por parte de la dirigencia del gremio médico; y recientemente, a finales del mes de abril, la ocupación de la Catedral Metropolitana por parte del Sindicato de Trabajadores del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, STISSS, hecho en cuyo contexto se generaron actos de violencia en el centro de la ciudad capital, San Salvador.

Cuando a mediados del año 2003 presentamos el proyecto de investigación sobre el modelo de financiamiento para la reforma del sector salud al Consejo de Investigaciones Científicas –CIC- de la Universidad de El Salvador, al cabo de un par de meses, se nos remitió una nota de aprobación del proyecto que en cuanto a la relevancia del tema sostenía que la propuesta de reforma integral de salud en El Salvador había conducido a una “discusión acalorada a nivel nacional, en comparación con procesos de reforma de otros países”. (Carta del 28 de Julio del 2003, Consejo de Investigaciones Científicas, Universidad de El Salvador).

La reforma en salud en El Salvador, ciertamente presentó, presenta y presentará discusiones acaloradas a nivel nacional, pero más que eso, nos parece, es la encrucijada de una serie de fenómenos económicos, sociales y políticos, que podrían puntualizarse así:

i. En lo económico: tendencia al agotamiento del modelo neoliberal, impulsado, desde 1989 en tres períodos (ahora en cuatro) presidenciales del Partido Alianza Republicana Nacionalista, ARENA. La elevación del costo del nivel de vida en general y de los servicios privatizados en particular, la tasa creciente de desempleo, la pérdida de capacidad adquisitiva de la población con la “dolarización”, el drenaje de recursos del Estado con la privatización y la corrupción y la crisis del modelo neoliberal en Argentina marcan el contexto de la tendencia al agotamiento del modelo neoliberal.

ii. En lo social: el proceso de privatización que implica el modelo neoliberal, que se ha concretado en la privatización de servicios de telecomunicaciones, energía eléctrica, pensiones, infraestructura portuaria llegó a un punto culminante en la confrontación con un sector mayoritario del gremio médico, que ha opuesto con movilizaciones sociales (huelgas, tomas de instalaciones, marchas, lucha de masas) y presiones políticas a la privatización de la salud en El Salvador. El repunte de la lucha de masas organizada lo retoma desde el punto de vista histórico-social un gremio de profesionales, médicos, que ha sufrido un significativo proceso de proletarización en las últimas tres décadas.

iii. En lo político se asiste al creciente apoyo popular que experimenta la oposición al partido ARENA. Este crecimiento de la oposición política se refleja en los procesos electorales en el incremento de la cantidad de adeptos y la consolidación como partido opositor del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN. Los dos partidos mencionados tienen concepciones confrontadas en el campo de la reforma de la salud: ARENA propicia la privatización de los servicios de salud, con diferentes matices, y sin matices, el FMLN sostiene que la Salud Pública es una función ineludible del Estado.

En la discusión de la reforma del sector salud en El Salvador, está presente, para iluminar y para ensombrecer las posiciones, la polémica entre las funciones del Estado y del Mercado en la sociedad. La problemática del Estado y del Mercado, su diferencia y sus relaciones internas y externas y el sentido hacia el desarrollo económico y social, son puntos de conflicto que se concretizan en la definición de la reforma de la salud en El Salvador y en el mundo. El grado en que la lucha social se expresa y la posibilidad de generación de tendencias hacia el consenso o el conflicto social, contiene discusiones sobre la participación del Estado diferenciado en la regulación el Mercado y viceversa, del Mercado en la cooptación y asunción de las funciones del Estado. Y esta problemática social no es parcial, se da en toda sociedad, con la diferencia de que en El Salvador llegó en el caso de la reforma de la salud, a niveles de violencia social. Esto no quiere decir que la violencia social deba necesariamente estar ausente en otros procesos de reforma.

El presente estudio no está, ni puede estarlo, alejado de la discusión de si el Estado o el Mercado deben dirigir el proceso de asignación de los recursos humanos, materiales y financieros en una reforma del sector salud en El Salvador. La opción aplicable sobre si el Estado o el Mercado dirigirá el sistema de salud, ciertamente, depende de la correlación de fuerzas políticas y la percepción de los políticos acerca de ella, pero más allá de las correlaciones de fuerzas, que tienen siempre temporalidad en términos históricos, es necesario auscultar una reforma al sistema de salud y su modelo de financiamiento que tienda a establecer sólidas bases de protección al recurso principal de los procesos productivos, el recurso humano. Y en perspectiva, lograr un modelo de financiamiento que potencie las posibilidades de consenso y no de conflicto social.

II. MARCO CONCEPTUAL

1. Concepto de Modelo de Financiamiento

Un modelo es un conjunto de elementos relevantes de un fenómeno que se han abstraído de la realidad y presentado teóricamente en sus articulaciones principales. Un modelo puede presentarse relevando elementos cualitativos, pero lo usual es la presentación de las relaciones de los fenómenos de manera cuantitativa; es más, un modelo cualitativo normalmente tiene un referente cuantitativo que lo complementa.

Si conceptualizamos el “modelo” como una modalidad de relaciones entre variables fundamentales de un fenómeno, al referirnos a la Propuesta de Reforma Integral de Salud planteada por el Consejo Nacional de Reforma del Sector Salud, en adelante, PRIS, nos estaremos refiriendo a la relación que existe entre los principales componentes del sistema de salud en El Salvador, y su impacto en la población. La expresión de los principales componentes del sistema de salud, es cualitativa y cuantitativa, si lo cuantitativo lo referimos a términos monetarios, tendremos un primer acercamiento al concepto de modelo de financiamiento.

El modelo de financiamiento de la PRIS, es pues, el relevamiento y expresión monetaria de los principales elementos y procesos relacionados al sistema de salud en El Salvador y su impacto en la población.

Al construir un modelo es necesario distinguir entre realidad e intencionalidad. Un modelo de financiamiento puede expresar la situación real o la situación proyectada. En nuestro caso, el modelo de financiamiento se refiere a una situación proyectada, a una propuesta, que ha sido esbozada en sus aspectos generales y cualitativos, pero falta la expresión relevada en forma de modelo, especialmente en lo financiero y lo jurídico. El cometido de la expresión financiera del modelo de la PRIS, es el objeto de esta investigación.

Nuestra metodología de investigación aplicada en la construcción de modelos de financiamiento para la PRIS, nos conduce a la formulación, en primera instancia, de un modelo cualitativo y en segunda instancia, de un modelo cuantitativo y financiero. Para la construcción de un modelo cualitativo es necesario, en primer lugar, realizar un análisis de contenido de la PRIS. La técnica del análisis de contenido implica un proceso de abstracción de la PRIS, que releva las variables principales y que posteriormente son sometidas a medición financiera.

2. Análisis del contenido principal de la Propuesta de Reforma Integral del Sector Salud (PRIS).

Siempre es necesario tener como referencia teórica en el estudio de fenómenos en donde estén implicadas entidades humanas, la rama de la Sociología correspondiente. Esto se debe a que los fenómenos que conllevan comportamientos humanos son hechos sociales y la Sociología, es desde Durkheim, una Ciencia cada vez más precisa, que trata del estudio de los hechos sociales. El problema de la salud, no es solamente un problema biológico o estrictamente médico, es un problema social. En esta dirección es necesario explorar y aplicar conceptos y teorías de la Sociología Médica, para caracterizar los elementos que forman parte de la PRIS. En este punto es cuando la Economía Política como ciencia de los intereses económicos de las clases sociales toma contacto estrecho con la Sociología y ésta transforma el hecho social en un hecho económico y político.

Un primer paso en la caracterización de la PRIS, es la identificación de los actores sociales. En la situación presente y la proyectada los actores principales en el sistema de salud son los siguientes:

i. La población. Es la razón de ser de la reforma, como se dice en la PRIS.

ii. Gobierno

iii. Los Trabajadores de Servicios de Salud y sus Organizaciones.

iv. Los Prestadores de Servicios Médicos.

v. Formadores de Recursos Humanos

vi. Organizaciones No Gubernamentales

Estas son las entidades que conforman el Consejo Nacional de Reforma para el Sector Salud, en adelante CONARE. Este organismo ha sido el autor de la PRIS; a su vez, la PRIS ha sido sancionada por el Presidente de la República y presentada en las instancias correspondientes para su discusión, aprobación y pasos para su implementación. En la actualidad el CONARE, continúa sus reuniones, con flujos y reflujos en el desarrollo teórico y aplicado de la PRIS.

Las relaciones entre los actores sociales de la PRIS, pueden clasificarse como primarias y secundarias de acuerdo al carácter de dependencia en la relación. Existen relaciones de dependencia entre todos los actores sociales del proceso de reforma de salud, pero se diferencian por el carácter principal o supeditado en las relaciones. La relación principal entre los actores sociales se presenta entre Gobierno y Población, debido a que las entidades gubernamentales, son por disposiciones constitucionales las encargadas de proporcionar salud a la población.

Las relaciones entre Gobierno y Población son mediadas, entre otros actores sociales, por los trabajadores de los servicios de salud y sus organizaciones. La mediación de los trabajadores llega en momentos a ser determinante, de protagonismo temporal, no solamente desde el punto de vista clínico o de mantenimiento o desarrollo de los servicios de salud, sino desde el punto de vista de conducción estratégica, de la fijación del rumbo del sistema de salud en su conjunto, si será predominantemente de responsabilidad de la empresa privada o será predominantemente responsabilidad del gobierno, si será el Estado o el Mercado el conductor del sistema de salud.

El resto de actores sociales también adoptan, de acuerdo a coyunturas, posiciones de protagonismo, aunque hasta el momento, ninguno de ellos ha tenido un protagonismo tan definido como los trabajadores de servicios de la salud y sus organizaciones gremiales en el conjunto de relaciones político sociales que conforman el sistema de salud. La lucha social que desarrollaron en contra de la tendencia hacia la privatización de los servicios de salud, implicó un grado de confrontación social evidente, con acciones de desobediencia civil, confrontación violenta, cierre y toma de instalaciones, despidos, huelgas nacionales, huelga de hambre, gestiones y presiones en organismos gubernamentales, etc. En este contexto, surgió la necesidad de conformación del CONARE y la PRIS, como una forma de habilitar el consenso social para resolver la confrontación en la reforma de salud en El Salvador. El accionar de los trabajadores de los servicios de salud y sus organizaciones gremiales, definió y correlacionó positiva o negativamente hacia la privatización de los servicios de salud, al resto de los actores sociales.

Como se sabe, desde Compte, la Sociedad evoluciona por la vía del consenso social o por la vía del conflicto social. Consenso y conflicto son dos polos opuestos de una relación, que por serlo, implica la coexistencia de los dos polos y la transformación de uno en otro, el conflicto puede llevar al consenso y viceversa. La tendencia dominante de una relación social, consensuada o conflictuada, depende en gran medida de la voluntad de dominio y la perspectiva de los actores sociales, que actúan en base a valores, principios y referencias teóricas, ideológicas y condiciones materiales de vida.

En el caso de la PRIS, formalmente se ha llegado a una valoración clave que se desprende del análisis de contenido de la propuesta. Esta se refiere a que la salud, como valor que inspira una reforma no debe ser considerada como una mercancía sino como un Derecho. Esto implica que en la Reforma se debe concretar el predominio del Estado sobre el Mercado en lo relacionado con la salud de la población.

Textualmente la PRIS dice:

...”se debe tomar en cuenta que los servicios de salud no deben ser una mercancía sujeta a las leyes del mercado y que la salud es un derecho”...

Los valores y principios de los actores sociales son concretados en entidades sociales, en instituciones y grupos de socialización. La valorización y principio de la salud como un Derecho, toma una forma concreta en la PRIS, con la disposición relacionada al Ministerio de Salud, la entidad gubernamental principal en el sistema de salud. Dos postulados destacan al respecto:

i. Fortalecer la capacidad rectora del Ministerio de Salud

ii. Elevar la eficiencia del Ministerio de Salud

Otro de las valoraciones integradas en el tratamiento de la reforma del sector salud, que manifiesta la voluntad política de los actores sociales hacia una reforma consensuada es que conciben el desarrollo de la reforma de manera gradual y no radical. La no radicalización como postulado de la PRIS, indica de manera suficiente la intencionalidad de los actores sociales de la búsqueda de consenso y del impulso de un proceso no traumático de la reforma de la salud en El Salvador. En el proceso técnico, digamos de la reforma del sector salud la no radicalización o la gradualización del proceso significa la división en dos períodos principales de la realización de la reforma: en el corto plazo, por un lado y por el otro lado, en el mediano y largo plazo.

Probablemente el impacto central en el proceso de reforma sea la ampliación de la cobertura. Naturalmente ampliación de la cobertura es un concepto asociado al principio de que es el Estado el responsable de la salud de la población como Derecho inalienable. Otro tipo de cobertura implicaría, precisamente, de acuerdo al principio de no tratar la salud como una mercancía, que en lugar de ampliar la cobertura se elimina, dejando a la población descubierta ante el mercado para lograr los servicios de salud que requiere. En la actualidad se considera que solamente el 20% de la población esta cubierta en lo que a servicios de salud se refiere, es decir, 1 millón 300 mil personas están cubiertas si consideramos una población de 6 millones y medio de habitantes. Están no cubiertos por los servicios de salud 5 millones 200 mil salvadoreños, aproximadamente o el 80% de la población.

Que 8 de cada 10 salvadoreños no están cubiertos significa que se tiene para el próximo período un desafío de gran magnitud, que tiene como centro el universalizar la prestación de los servicios de salud. En el plano de lo concreto esto tiene implicaciones tales como: extender los servicios al núcleo familiar de las personas que ya están cubiertas, ampliar la cobertura en los servicios hacia los trabajadores del campo y las empleadas domésticas y las amas de casa e integrar como población cubierta a otros segmentos de la población no considerados en los anteriores: infantes, tercera edad, huérfanos y ancianos sin familia.

Si se releva la ampliación de la cobertura como el impacto principal de una reforma de salud en El Salvador, se determinan como “cruces” básicos de la cobertura, el tiempo y los niveles de atención de la población no cubierta.

Son dos momentos (el corto y el mediano-largo plazo) y tres niveles de atención.

El primer nivel de atención está constituido por la “salud preventiva”, el segundo nivel por la “salud curativa” y el tercer nivel por la “salud rehabilitativa”. El concepto de totalidad social es aplicable en el caso de la reforma en salud, pues se trata de que la totalidad de la población tenga garantizados como un derecho inalienable la totalidad de los niveles de atención en los servicios de salud.

En el primer momento, en el corto plazo, la PRIS propone la extensión universal de la cobertura en el primer nivel, es decir, otorgar servicios generales de salud a toda la población no cubierta. En un segundo momento, en el mediano-largo plazo, se trata de que toda la población tenga toda la atención cubierta en los tres niveles: preventivo, curativo y rehabilitativo.

Se cuenta en principio, con lo que se ha denominado Sistema Nacional de Salud, SNS. El Sistema Nacional de Salud, tiene dos subdivisiones: el Sistema Nacional de Salud Público y el Sistema Nacional de Salud Privado. El Público cubre aproximadamente el 15% de la población y el Privado el 5%. Ya mencionamos arriba que el 80% de la población salvadoreña no está cubierta en servicios de salud.

En el corto plazo la PRIS no menciona la creación de nuevas entidades y procesos en el Sistema Nacional de Salud, excepto el de otorgar la atención en el primer nivel a toda la población no cubierta. Esta proposición de por sí ocasionaría, de realizarse, un profundo impacto en la población y en el Gobierno, y sería el principal problema a resolver en una reforma del sistema. Siempre en el corto plazo, el resto de indicaciones utilizan conceptos administrativos como los de “fortalecimiento”, “optimización”, “elevación”, “calidad”, “eficiencia”, “eficacia”, etc. para referirse al desarrollo de entidades y procesos del sistema de salud.

En el mediano-largo plazo un nuevo Sistema Nacional de Salud ha emergido y se plantea consolidarlo institucionalmente en todos los niveles de atención de salud para toda la población.

El tránsito entre el corto y el mediano-largo plazo se realiza a través de la configuración y el impulso de un NUEVO MODELO DE SALUD. La conformación y el desarrollo del nuevo modelo tiene en la PRIS, 9 lineamientos, que aunque se presenten aislados, se podrían exponer vinculados en forma de modelo, es decir, sintetizada en sus variables básicas, que posteriormente se cuantificarían financieramente, dando origen al modelo de financiamiento de la PRIS.

De manera que un intento de síntesis de los lineamientos en forma de modelo podrían presentarse así:

Para resolver el problema de la cobertura en servicios de salud de toda la población en todos los niveles de atención en salud, se necesita de la participación del sector público y del sector privado, lo cual es una realidad actual. La participación pública y privada en la prestación de servicios de salud, tipifica el carácter mixto del modelo actual con que se atiende a la población, pero no significa supeditación del sector público al privado, aunque sí del sector privado hacia el sector público. Insistimos, en el nuevo modelo de reforma integral de salud el sector público es el rector del sistema de salud, lo privado se supedita a lo público.

El enfoque de la participación social en la resolución de los problemas de salud, es central. Reduce costos y amplía la cobertura; pero tiene que ser apoyado con la dotación de recursos humanos, materiales y financieros que permitan promover y prevenir los problemas de salud a nivel de municipios, para lo cual es imprescindible la descentralización. La atención participativa en los diferentes niveles de salud, tendrá consecuencias directas en actividades de promoción para la prevención de la agudización de cuadros de salud poblacional graves, redundando en el uso de mayores recursos para capacitación de personal y coordinación intersectorial, con uso más eficaz y eficiente de los recursos.

3. Un resumen esquemático de la PRIS

Probablemente el "esqueleto" de la propuesta de reforma integral de salud, planteada por el consejo de reforma del sector salud esté constituido por sus principios, lineamientos y fases.

3.1. Principios y Valores

Aunque la propuesta no diferencia, sino que establece una similitud entre principios y valores, podría decirse, que hace referencia a los Derechos Humanos, relacionados con la salud. De igual forma, la propuesta no jerarquiza los principios, que sin embargo, partiendo de las necesidades inmediatas a las mediatas, de lo inmediatamente discutible y posible, a la mediatamente alcanzable, podrían jerarquizarse de acuerdo al siguiente ordenamiento:

i. Los relacionados con el contexto operativo de Derechos Humanos

a. Subsidiariedad

b. Ciudadanía

c. Accesibilidad

d. Solidaridad

e. Equidad

f. Universalidad

g. Humanismo

h. Democracia

ii. Los relacionados con el funcionamiento administrativo

a. Oportunidad

b. Eficiencia

c. Eficacia

d. Calidad

iii. Los relacionados con el vínculo social entre médico-paciente

a. Respeto

b. Calidez

c. Integralidad

d. Etica

Esta priorización intenta rescatar los elementos de lo urgente, factible, gradual y la intensidad realmente posible en la aplicación de los principios hasta llegar a concretizarlos.

3.2. Lineamientos

Responden a los principios arriba mencionados, una serie de 9 lineamientos, que para efectos de este análisis, relacionamos con la priorización expuesta en el numeral anterior. Los lineamientos se concentran en los principios vinculados al contexto de los Derechos Humanos y al funcionamiento administrativo, y aunque no se identifican lineamientos directamente referidos a la relación médico paciente, se suponen implícitos en los anteriores.

De manera que los lineamientos quedarían identificados como sigue:

i.Los relacionados con el contexto operativo de Derechos Humanos

a. Consolidar un Sistema Nacional de Salud

b. Consolidar un modelo de gestión basado en la rectoría del Ministerio de Salud

c. Garantizar los servicios esenciales de salud a toda la población

d. Consolidar un modelo de atención basado en la promoción, la prevención y la atención primaria en salud

e. Institucionalizar la participación social como eje transversal del sistema de salud

f. Fortalecer la intersectorialidad en la respuesta social organizada a los retos en salud

ii. Los relacionados con el funcionamiento administrativo

a. Promover la descentralización como eje transversal del sistema de salud

b. Invertir en recursos humanos para la salud

c. Consolidar un modelo de provisión mixta

Los lineamientos jerarquizados de esta manera, al igual que la enumeración de la PRIS son vinculantes, es decir, la consolidación de un modelo de provisión mixta, por ejemplo, no conlleva la privatización del sistema de salud, pues además de que la privatización no se menciona explícitamente en ninguna línea del texto, el documento es claro que el Ministerio Salud, público por su naturaleza, será el rector del Sistema Nacional de Salud, y se basa en el postulado de que ..."los servicios de salud no deben ser una mercancía sujeta a las leyes del mercado y que la salud es un derecho"...(p.7).

3.3. Fases

Las fases de implementación de la reforma integral de salud, contienen una serie de actividades que pueden ser enumeradas como sigue:

3.3.1. Fase I, corto plazo.

i. Actividades relacionadas con el contexto operativo Derechos Humanos

a. Formar una Comisión de Seguimiento de la Reforma

b. Análisis y reorganización administrativa del Ministerio de Salud en la dirección de su función de entidad rectora del Sistema de Salud

c. Iniciar el proceso de cobertura de servicios esenciales de salud a toda la población

d. Debate con fundamento científico-técnico sobre el contenido de los servicios esenciales de salud

e. La definición de los servicios esenciales de salud orienta prioridades de inversión y asignación de recursos financieros

f. Articulación entre diversas instituciones públicas

g. Organización de redes de servicios

h. Iniciar proceso de descentralización

i. Institucionalización de la promoción social de la salud

j. Creación de bases para las fases siguientes

ii. Actividades relacionadas con el funcionamiento administrativo

a. Debate público y elaboración de estudios, específicamente sobre el Modelo de Financiamiento de la Reforma en Salud y el Marco Jurídico.

b. Crear un sistema de capacitación continua

c. Política de armonización de relaciones laborales

d. Elaboración de planes para rehabilitación de entidades en todos los niveles atención, con especial referencia a la atención primaria.

3.3.2. Fases II y III, en el mediano y largo plazo.

En estas fases se trata de darle continuidad a lo iniciado en la fase I, y se dan recomendaciones generales que consisten en lo siguiente:

i. Consolidar la política de Reforma Integral de Salud, como Política de Estado

ii. Establecimiento de normas por la entidad rectora el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social

iii. Consolidar la descentralización del Sistema de Salud

iv. Institucionalización de la participación social

v. Consolidación del modelo mixto

vi. Evaluación objetiva y continua del impacto del proceso de reforma

III. ELEMENTOS BASICOS PARA UN MODELO DE FINANCIAMIENTO DE LA REFORMA DEL SECTOR SALUD EN EL SALVADOR

1. Ampliación de la cobertura

Si se toma como marco de referencia conceptual el análisis de contenido de la PRIS, destaca que el impacto principal será la ampliación de la cobertura. La universalización de los servicios de salud, en la atención primaria y preventiva en un primer momento histórico, en el corto plazo. En el corto plazo también se pretende mantener e iniciar la elevación gradual de la cantidad y la calidad de la atención en los otros niveles. En el mediano y largo plazo lograr y consolidar la atención universal, equitativa y de calidad a todos los niveles. De manera que en un primer momento el análisis se presenta en lo relacionado con la cobertura.

El debate entre los diferentes modelos de atención en salud a fin de lograr la cobertura de toda la población, sigue el curso de la discusión sobre la privatización o no del sistema de salud, y las diferentes formas de realizarla.

En este trabajo se parte de que el Estado debe mantener la conducción del sistema de salud y debe reformarse su funcionamiento en los términos de hacer más eficaz y eficiente la prestación de los servicios del Estado, pero no privatizando el servicio de salud.

Experiencias como la de Costa Rica, Chile y Colombia en América Latina, indican que los intentos de privatización, incluso, elevan costos aún cuando se concesionen la prestación de los servicios a entidades privadas sin fines de lucro como en Costa Rica y cuando ya se ha privatizado el servicio como en Chile y Colombia, la cobertura de la población se deteriora, encarece y se le restan posibilidades en recursos humanos, financieros y materiales al sector público para atender a la población desprotegida. Y la eficacia y la eficiencia del sector privado se torna dudosa pues baja la calidad de medicamentos, servicios e intervenciones, precisamente por el propósito de ahorrar costos a la empresas proveedoras de los servicios a la par de elevación de costos al sector público que compra los servicios.

Punto de partida del modelo de financiamiento: el costo de la cobertura universal

En todo caso un modelo de financiamiento tiene como punto de partida estimar el costo de la prestación del servicio de salud a toda la población.

La población de El Salvador, se estimó en 6.5 millones de habitantes para el año 2004. Esta cifra fue presentada como la proyección de la población para el año 2004 en un informe de la Organización Panamericana de la Salud y la manejaremos con cierta comodidad para efectos de cálculos, aunque ciertamente para el año 2004 la población podría estimase en 6.7 millones de habitantes. La cifra de 6.5 millones de habitantes puede ser utilizada para efectos de análisis y proyecciones porcentuales de aproximadamente unos cinco años debido a que las tendencias porcentuales no varían sustancialmente en el corto plazo, de manera que manejando esta cifra poblacional podría presentarse una hipótesis de modelo de financiamiento para el corto plazo, ajustable para períodos más largos.

Si consideramos el promedio de 5 personas por familia, que es el promedio generalmente aceptado y ratificado en las encuestas y censos de la composición cuantitativa de las familias en El Salvador, tendremos un conjunto de 1.3 millones de familias. Dicho sea de paso, la pobreza en 1997, según el Banco Mundial alcanzaba la cifra del 48.3%, lo cual releva el determinante criterio de la atención en el primer nivel, preventivo, porque entre los sectores empobrecidos de la población, la falta de educación en salud y de agua potable, por ejemplo, constituyen factores decisivos para la propagación de enfermedades.

En el año 2003 se estimó un presupuesto de salud de 240.6 millones de US$. Ciertamente el porcentaje del presupuesto nacional destinado a salud (9.7%), aparece alto en términos de que el presupuesto global fue de US$ 2,486.7 millones. Si dividimos los 240.6 millones de dólares entre 6.5 millones de habitantes que serían los habitantes del país en el 2003, tendríamos un paupérrimo presupuesto per cápita de 37 dólares para mantener la salud de cada ciudadano salvadoreño durante un año. 3 dólares por mes aproximadamente.

2. Planteamientos polémicos

A pesar de considerables diferencias en las interpretaciones y mecanismos para llevar a cabo la reforma, existen planteamientos generales, en los que, por la forma universal en que están redactados se puede establecer un consenso formal entre posiciones encontradas que privilegian la regulación del Estado o del Mercado en la prestación de los servicios de salud. Uno de estos planteamientos clave esta relacionado con el modelo de financiamiento, al respecto el MSPAS, dice:

"El Consejo se pronuncia por considerar el gasto en salud como una inversión estratégica del Estado para el desarrollo de las familias y del país. La política social y económica del país y la política nacional de salud deberá orientarse en este sentido. La reforma del sector salud en términos financieros debe cumplir los objetivos siguientes: aumentar la inversión pública en salud, incrementar los recursos financieros al primer nivel de atención, la racionalización del gasto en el segundo y tercer nivel, así como la reasignación de éstos para aumentar la calidad y lograr una distribución equitativa y eficiente."

Los puntos probables de contradicción están relacionados con el planteamiento de someter a mecanismos de mercado o propiciar la intensidad de la participación del sector privado en la provisión de servicios de salud que han sido dominio del sector público.

En ciertos planteamientos aflora la tendencia hacia la privatización. Por ejemplo existe una presente y futura contradicción al sostener, por un lado, que el sector público debe proveer de asistencia en salud gratuitamente a la población, independientemente de su capacidad de pago a sostener, por otro lado, que el sector público debe financiar a la población según su capacidad de pago en la prestación de los servicios de salud.

Es contradictorio con el espíritu de que la "salud no es una mercancía" como principio sentado en la PRIS, el planteamiento de que se brindará salud de acuerdo a la capacidad de pago. Y esto tiene implicaciones en el modelo de financiamiento. Nosotros hemos seguido lo más fielmente posible los planteamientos de la PRIS, que no expresan por ningún lado que la capacidad de pago determinará en que intensidad y forma el Estado brindará los servicios de salud.

Dice el MSPAS:

"El modelo de financiamiento debe responder a los principios de solidaridad y subsidiaridad, financiando a la población según su capacidad de pago EN SALUD e independientemente de su riesgo de salud de tal manera que la inversión contribuya al desarrollo humano sostenible."

3. Agregar un nivel más: el confortativo

Este apartado está destinado a justificar la proposición de que se introduzca un nivel más en la atención en salud. En la actualidad se reconocen solamente tres niveles (preventivo, curativo y rehabilitativo) incluyéndose el que denominamos confortativo en el curativo o, incluso, en el rehabilitativo. Por razones de crecimiento de la población de enfermos terminales, especialmente del VIH-SIDA y los recursos humanos, materiales y financieros y el impacto económico, social y ambiental que causará este fenómeno en la sociedad en su conjunto, es que consideramos necesario introducir un nuevo cuarto nivel de atención, el confortativo.

La Salud Pública es un hecho social que consiste en la resolución de la contradicción entre salud y enfermedad para la sociedad como totalidad, siendo esencialmente una función del Estado, no lucrativa, que tiene como propósitos básicos educar, prevenir, curar, rehabilitar y confortar a la población en su conjunto en procesos de enfermedad y salubridad.

La Salud Pública atiende la resolución de la contradicción entre salud y enfermedad para la sociedad global, a nuestro juicio, en cuatro niveles diferenciados operativamente y flexiblemente para efectos de este trabajo, que se pueden presentar de la manera siguiente:

1. Preventivo.

2. Curativo.

3. Rehabilitativo.

4. Confortativo (agregado por nosotros).


Un resumen del contenido de las divisiones y propósitos funcionales de los niveles de atención en salud, podrían ser los siguientes:

Nivel 1: preventivo

Consiste en el desarrollo de concepciones, estrategias y medidas relacionadas, como su nombre lo dice, con la previsión del surgimiento de la enfermedad individual o grupal y su transformación en enfermedad colectiva o social. Se previene que la enfermedad se convierta en epidemia (nacional, regional o continental) o pandemia (mundial o global).

En nuestra percepción, el nivel preventivo puede dividirse en preventivo indirecto y preventivo directo:

1.1. Preventivo indirecto

El nivel de atención preventivo indirecto, se trata de previsión y la toma de medidas relacionadas para controlar el potencial aparecimiento de la enfermedad en general y tiene los siguientes propósitos funcionales:

i. Control sanitario del medio ambiente.

ii. Control de la contaminación de los alimentos, suelo, agua, aire, sonido.

iii. Control sanitario del ambiente de trabajo y del transporte.

iv. Fomento de la salud en individuos y colectividades.

v. Educación sanitaria individual y colectiva.

vi. Promoción de estilos de vida sanos.

1.2. Preventivo directo.

Consiste en la conceptualización, lineamientos y acciones relacionados con la contención del surgimiento y expansión de enfermedades específicas. Se divide en preventivo directo primario y preventivo directo secundario y tiene los siguientes propósitos funcionales:

El preventivo primario atenúa las posbilidades de presencia de enfermedades específicas a través de vacunaciones y acciones sanitarias. El preventivo secundario atenúa la presencia de enfermedades específicas a través del diagnóstico temprano o precoz de las mismas y su tratamiento inicial.

Nivel 2: curativo.

Consiste en el desarrollo de conocimientos, métodos, técnicas y aplicaciones en la resolución de problemas de enfermedad que normalmente requieren hospitalización y diagnósticos de laboratorios de manera sistemática.

Nivel 3: rehabilitativo

Conjunto de conocimientos, métodos y técnicas para que las personas recuperen el funcionamiento físico, emocional y mental y se reintegren al proceso productivo y/o su función social.

Nivel 4: confortativo

Concepciones, lineamientos y medidas para que el proceso de enfermedades terminales sea menos doloroso biológica, psicológica e intelectualmente para las personas. Este nivel, a nuestro juicio, requerirá una consideración especial debido a la expansión en el siglo XXI de enfermedades terminales derivadas del proceso de industrialización automatizada y genetizada y de urbanización globalizada entre las cuales se incluyen la expansión de casos de enfermedades de población de la tercera edad como el cáncer terminal y el aparecimiento como pandemia de la enfermedad irreversible del VIH-SIDA. Estos niveles de atención son “cruzados” por otros elementos clasificatorios de la salud pública como son la tipología de las enfermedades, la edad y el género de las personas.

Sobre la pandemia del VIH-SIDA se ha dicho:

“Hace ya veinticinco años que la epidemia del sida se sigue propagando por todo el mundo. Hasta la fecha ha causado más de veinte millones de muertos. Tan sólo en el 2003 esta enfermedad acabó con la vida de tres millones de seres humanos y contaminó a otros cinco más. Infectando a una persona cada seis segundos. Hoy en día, entre 34 y 40 millones de habitantes de nuestro planeta son portadores del virus, y 20 millones de ellos viven en Africa”. Matsuura, Koichiro, Una alianza mundial contra el sida, La Prensa Gráfica, sábado 10 de julio del 2004, p 32.

IV. EL ESTADO Y LA SALUD PUBLICA EN LA HISTORIA

Las epidemias de peste negra, viruela, sarampión, cólera fueron flagelos incontrolables para la humanidad sobre todo en la edad media hasta el inicio de la bacteriología, como rama del conocimiento científico a finales del siglo XIX. Surgió la inmunología como hecho social; el saneamiento público y el tratamiento del agua de manera sistemática formaron parte de la nueva disciplina médica en desarrollo: la epidemiología.

Los avances de la medicina en el siglo XX, especialmente los descubrimientos de sulfas, penicilina y vacunas, posibilitaron el control de enfermedades epidémicas como la polio. La epidemias en el mundo actual se han complicado, virus y bacterias se han hecho más resistentes, mutantes, diversos, difusos y novedosos. La medicina, sociología, economía, política, administración y finanzas, como ciencias y aplicaciones, se entrelazan nacional e internacionalmente en un mundo globalizado para enfrentar los nuevos desafíos de la necesidad de una epidemiología mundial. La epidemia del VIH-SIDA es el más claro ejemplo de que los problemas epidemiológicos se están transformando de nacionales en mundiales.

La Salud Pública es pues un problema esencialmente social y la creación de los sistemas y la administración de los recursos humanos, materiales y financieros para atender la salud de la población en su conjunto ha sido desde sus orígenes una tarea del Estado.

A continuación construiremos una breve reseña de la evolución histórica de la relación entre Estado y Salud Pública.

Prehistoria

- El grupo social con el Estado como cuerpo social diferenciado reaccionaba protegiendo a sus integrantes contra infecciones por mordeduras, insectos, malaria, fiebre amarilla.

- El sedentarismo y los asentamientos humanos en general, conllevan enfermedades epidémicas como la fiebre tifoidea, la tuberculosis y la peste (transmitida por la pulga de las ratas); enfermedades transmitidas por la domesticación de los animales: lepra, difteria y otras.

Hacia 1500 años antes de Cristo, destacan dos culturas que nos legaron los "Papiros de Eber" y la "Ley Mosaica" que son considerados los primeros tratados de medicina pública.

Antiguo Egipto

- El Estado faraónico traza lineamientos públicos de higiene personal, pelo rapado en hombres y mujeres para evitar los piojos, depósito y canalización de aguas públicas, fórmulas farmaceuticas.

- “Papiros Eber’’, primer tratado de medicina. Se supervisaban las operaciones del cerebro (trepanaciones).

Hebreos Antiguos

- Ley Mosaica (primer Código de Higiene escrito): higiene personal, maternidad, tratamiento del agua.

Hacia 1200 años antes de Cristo, dos culturas marcaron la historia de la humanidad, la Griega y la Romana. En las dos el papel del Estado en la Salud Pública fué determinante. Grecia y Roma Antiguas tuvieron un régimen esclavista; en América Precolombina floreció una cultura con un Estado no esclavista, con característas de conducción comunitaria que dictó disposiciones para proteger condiciones ambientales de beneficio colectivo.

Grecia Antigua

- El Estado dicta normas de saneamiento ambiental, higiene personal, ejercicio físico, dieta alimenticia.

- Hipócrates (460 A.C.) revoluciona la medicina, estableciendo que la enfermedad era causada por un desorden del cuerpo, no por castigo de los dioses o designio sobrenatural.

Roma Antigua

- El Estado Romano emite lineamientos de higiene personal y desarrolla la construcción de baños públicos, ingeniería sanitaria, acueductos.

América Antigua

- Cultura Tehotihuacana: tratamiento de agua (canalización y desagues). Cultura Azteca: saneamiento ambiental para evitar la contaminación de las aguas del lago.

La Edad Media basa su contenido en el modo de producción feudal. Se puede ubicar como un punto de partida de la historia de la salud pública medioeval el siglo II después de Cristo, debido a que se tiene la primera descripción de la peste negra (por la pulga de la rata negra, que la transmite) que en el siglo XIV liquidó a 3 de cada 10 europeos. La salud pública medioeval se reputa incluso con retraso con relación a la salud pública Antigua.

Edad Media

- En general, retroceso en avances científicos de la medicina y salud pública con descuido en la higiene personal y el saneamiento público.

- Grandes epidemias: lepra y peste bubónica.

- Cuarentena, marginación y exterminio eran usuales como medidas de sanidad pública.

- Pero hubo avances también en la salud pública con el surgimiento de los hospitales en principio como enfermerías anexas de monasterios.

En el capitalismo se sistematiza como una necesidad la salud pública. Los obreros concentrados en las ciudades y la conquista imperial del mundo por medio de la navegación son factores que impulsan la preocupación por la salud social. En los siglos XVIII y XIX se puede ubicar la creación de las bases de los sistemas de salud pública actuales.

Europa

- La noción de Salud Pública inicia su desarrollo con la concepciones utilitaristas.

- Las monarquías ilustradas conciben la salud de los subditos como una razón de Estado.

- Primer uso del término vacunación (del latín vacca): Inglaterra, Edward Jenner, inoculando “viruela de vacas” (1798).

- Se descubren las vitaminas intentando evitar el escorbuto entre los marineros.

- Leyes de Salud Pública (Inglaterra, Edwin Chadwick): saneamiento ambiental sobre todo en ciudades industriales.

- Tratamiento epidemiológico del cólera (Inglaterra, John Snow).

- Seguridad Social en sus inicios (Alemania, Rudolf Virchov): en el contexto de las Revoluciones de 1848, “la política es medicina en gran escala”.

- Se considera que las enfermedades provienen de las suciedades y del exceso de trabajo entre los obreros y campesinos y no del contagio entre personas.

- Vacuna antirrábica (Francia, Luis Pasteur, 1818). Vacuna contra el cólera (Rusia, Hapfkine, 1892). Vacuna contra el tifus (Inglaterra, Wright, 1898).

- Descubrimiento de la anestesia (Estados Unidos, William Morton, 1844).

- Aspirina (Alemania, Karl Von Gherard, 1854. Redescubierta en 1893).

- Rayos X (Alemania, Wilhelm Roentgen, 1895).

- Asepcia (esterilización por ebullicicon, Francia, Pasteur) y Antisepcia (esterización de quirófano, Inglaterra, Joseph Lister, 1865), Esterilización por lavarse las manos (Austria, Ignaz Semmelweiz).

En el siglo XX se generan instituciones internacionales para el tratamiento de la salud pública y se desarrollan instituciones nacionales en los países periféricos con el modelo Europeo.

- Salud Pública basada en la expansión y consolidación de la teoría de los contagios por microorganismos (Koch).

- Desarrollo de la microbiologia y la epidemiología, como ramas de la Ciencia Médica.

- Descubrimiento de la penicilina (Inglaterra, Alexander Fleming, 1944).

- Primera transfusión de sangre exitosa, con anticoagulante (Argentina, Luis Agote, 1914).

- Creación de la Organización Panamericana de la Salud, OPS: erradicación de la viruela y la poliomelitis.(1902)

El Salvador

- Creación en El Salvador del Consejo Superior de Salubridad como dependencia del Ministerio de Gobernación, base del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, MSPAS.(1900)

- Creación del Ministerio de Asistencia Social y transformación en el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, MSPAS.(1948-1950).

- Creación del Instituto Salvadoreño del Seguro Social.(1954).

Desde finales del siglo XX hasta la fecha la humanidad confronta un esquema radicalmente diferente al que ha tenido en el devenir histórico con una determinante participación del Estado.

Concepción Neoliberal de la Salud Pública:

1. Medicalización: concepción de la Salud Pública centrada en el tratamiento médico, en las Ciencias Naturales y no en las Ciencias Sociales.

2. Privatización: aseguramiento, provisión, suministros, diagnóstico, intervención. Propicia la intervención privada de la industria médica.

3. Individualización. Es el ser humano individualmente considerado el responsible de la salud; los riesgos del desequilibrio entre salud y enfermedad, radican en el estilo de vida individual.

4. Mercantilización: los servicios y bienes médicos deben ser adquiridos en transacciones de compra y venta principalmente, no provistos por el Estado.

V. LINEAS BASICAS CUANTITATIVAS PARA UN MODELO DE FINANCIAMIENTO DE LA REFORMA EN SALUD

Como hemos visto, un Modelo de Financiamiento para la Reforma en Salud en El Salvador, conforme la Propuesta de Reforma Integral en Salud emanada de las discusiones del Consejo Nacional de Reforma en Salud y publicada a finales del año 2000 tiene uno de sus puntos gravitacionales en la necesidad de garantizar la cobertura de la población en dos dimensiones:

1. Demográfica: a todas las personas, de todas las edades, de todo género.

2. Médica: en todos los niveles de atención médica (preventiva, curativa, rehabilitativa y confortativa).

Es decir se trata de cubrir a toda la población en todos los niveles de atención médica. Sería para nosotros esta la esencia de la reforma en salud en El Salvador.

La fuente de financiamiento será en esta propuesta, el Estado. Partiendo en un primer momento de un financiamiento complementario, es decir, complementando el financiamiento que ya se realiza para, en un segundo momento, pasar a un financiamiento suplementario, es decir, suplir el financiamiento privado que realizan los hogares especialmente aquellos de bajos ingresos o con ingresos que estén por debajo de los necesarios para compensar la canasta de mercado.

La selección de la categoría “cobertura” como eje del modelo de financiamiento no es arbitraria. Esta claramente expresada la intencionalidad en la PRIS de lograr la cobertura de toda la población, al menos de manera formal. De manera que lo procedente una vez establecida la necesidad es la realización del cálculo monetario correspondiente.

Como en todo fenómeno existen diferentes procedimientos y métodos para acercarse a la realidad, en este caso, de la necesidad de financiamiento para la cobertura en salud de toda la población salvadoreña. Un procedimiento podría ser el de fijar un “tipo ideal” de asistencia en salud para un ser humano utilizando la metodología de los tipos ideales creada por Max Weber. Con el tipo ideal de asistencia en salud generar indicadores financieros de la situación actual y la esperada y al compararlos establecer las necesidades financieras por diferencias. Los métodos del cálculo del financiamiento pueden sofisticarse y generar un modelo de financiamiento para cada una de las propuestas de reforma del sector salud que emanaron de los distintos actores sociales. Siguiendo el método comparativo desarrollado por Emilio Durkheim se extraen conclusiones para genera un modelo de financiamiento comprensivo. También se puede partir de un análisis médico histórico de la evolución e incidencia de enfermedades por población estratificada por tipos de edad y región, realizando un análisis costo eficacia es decir del uso y la necesidad de los recursos para atender la salud pública complementado por un análisis costo beneficio que pondere las inversiones en salud pública por el beneficio económico y social que ocasiona por ejemplo la reversibilidad de las epidemias. Es decir existen diversas formas de generar el modelo de financiamiento para la reforma del sector salud en El Salvador.

Nuestro método ha sido simple, pero no por ello inconsistente. Muchas veces la consistencia está en la simplificación y no en la complicación de las cosas.

Metodológicamente partimos de un análisis de contenido relevando como dijimos, la variable central de la cobertura en salud para toda la población. El análisis de contenido se extendió al estudio financiero de las diversas estructuras del sector salud en El Salvador especialmente el relacionado con el flujo de fondos, ingresos y egresos, gastos totales y per cápita. También realizamos un diagnóstico administrativo del sistema de salud en El Salvador utilizando técnicas de “diagnóstico rápido”.

Básicamente a las conclusiones que llegamos y que tienen relación directa con el modelo de financiamiento que proponemos son las siguientes:

1. El Instituto Salvadoreño del Seguro Social, ISSS, es una institución que constantemente tiene superávit en su flujo de fondos. Es probablemente la única entidad en el Estado salvadoreño, junto a la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa, CEL, que tiene la situación de trabajar con superávit.

2. Las deficiencias administrativas del ISSS, al momento de la investigación se relacionaban con la parte ambulatoria: retrasos en las consultas, deficiencias en la entrega de medicinas, burocracia y mal trato a los pacientes. En la parte de hospitalización, en general las personas entrevistadas se referían con gratitud a la atención, a la eficiencia y eficacia y en general buen trato y competencia médica en procesos operatorios.

3. El ISSS atiende a todos sus afiliados y parejas en todos los niveles de salud pública.

De manera que incluso con el gasto administrativo actual el ISSS tiene la capacidad de realizar una reforma administrativa que multiplique su capacidad de atención a la población.

¿Cuánto dinero se necesita para darle cobertura a toda la población salvadoreña?

La respuesta a nuestro juicio, en un primer momento saldría de multiplicar la cantidad de habitantes de El Salvador por el gasto por cabeza, per cápita del ISSS, que es un dato usualmente proporcionado por el ISSS que repetimos es una entidad que atiende a toda su afiliación en todos los niveles de salubridad.

gisss pc = gasto del instituto salvadoreño del seguro social per cápita

pt = población total de El Salvador

gtcs = gasto total para la cobertura en salud de El Salvador

(1) gissspc * pt = gtcs

¿Cuánto dinero haría falta para darle cobertura total en salud a la población salvadoreña?

Es necesario considerar en un modelo de financiamiento que ya existen gastos en cobertura en salud. Que si bien se cubre en el mejor de los casos al 20% de la población, es cierto; pero es necesario descontar este gasto del que se propone como gasto total para la cobertura en salud.

Los gastos que ya se realizan son los siguientes:

gsgc = gasto en salud del gobierno central

gsisss = gasto en salud del instituto salvadoreño del seguro social

gssp = gasto en salud del sector privado

gsbm = gasto en salud de bienestar magisterial

gssm = gasto en salud de sanidad militar

De manera que tenemos:

grcs = gasto realizado en cobertura en salud

(2) grcs = gsgc + gsisss + gssp + gsbm + gssm

En consecuencia si queremos averiguar cuáles serían las necesidades de financiamiento para la cobertura total de la población simplemente tendríamos que realizar la sustracción de (1) menos (2), así:

nfct = necesidades de financiamiento para cobertura total

(3) nfct = gtcs - grcs

Todos los datos varían año con año. De ahí que se pueden realizar análisis más sofisticados que incluyan proyecciones y análisis matricial.

Cuando hicimos estos cálculos en el año 2004, encontrábamos que las necesidades de financiamiento para la cobertura en salud, eje de una reforma del sector, era de 500 millones de dólares aproximadamente. Cada año puede hacerse el cálculo.

Una solución permanente del problema del financiamiento de la cobertura de la población, base de toda reforma, se encuentra fuera del modelo de financiamiento: en una reforma fiscal en principio para recaudar lo que se debe recaudar y minimizar al máximo, valga la paradoja, los niveles de elusión y evasión fiscal, pero al mismo tiempo examinar e impulsar una reforma impositiva progresiva hasta en el sistema de cotización al ISSS.

Presentes están las palabras del médico Rudolf Virchov, que las dijo hace más de siglo y medio: “La política es medicina en gran escala”.

Principios programáticos universitarios

PARA UNA PROPUESTA PROGRAMATICA DE LUCHA UNIVERSITARIA

Compañeros y Compañeras Estudiantes y Docentes:

He sido, soy y seré un luchador por los grandes ideales de la Universidad de El Salvador y de la Facultad de Ciencias Económicas. Se ha valorado por parte de distintas fuerzas estudiantiles y docentes, la posibilidad de que mi persona contribuya al desarrollo de la Facultad, en calidad de candidato a Decano en el proceso electoral que se avecina. Creo que es mi deber contribuir en tal sentido, pero como candidato a Decano o no, considero que en la actual coyuntura de la Universidad y de la Facultad hay que luchar por los siguientes puntos que me parece son principios no negociables.

Les presento a Ustedes los 5 puntos centrales en que concentraría mi participación solicitándoles el apoyo respectivo para concretizarlos; es un programa de trabajo sintetizado en los 5 puntos siguientes:

1. Mantener la lucha sistemática contra los intentos de privatización de la UES que están presentes. Combatir los intentos de privatización disfrazados de "excelencia académica". Defensa, en consecuencia, de la Autonomía Universitaria, que es transgredida en la propuesta que se ha realizado y que se quiere revivir afectando el ejercicio autónomo las funciones básicas de la UES: docencia, investigación y proyección social.

2. Luchar a nivel nacional por un presupuesto del Estado, adecuado para la UES. Desarrollar formas de lucha apropiadas, no adocenadas, parlamentarias y sociales, encaminadas a lograr el 5% del Presupuesto Nacional para la Educación Superior de la única Universidad del Estado. En la UES luchar por una distribución equitativa de acuerdo a la cantidad de estudiantes que se atienden y al equipo e infraestructura que se requieren. Luchar contra la concentración burocrática del presupuesto en las oficinas centrales que usan casi el 50% del presupuesto y otras Facultades, como la de Economía, que tienen 7 mil estudiantes, la que más estudiantes tiene en toda la UES, no llega ni al 10%. Esta lucha por el Presupuesto implica una contra la corrupción administrativa.

3. Ingreso abierto. Por ello necesitamos como Universidad y como Facultad un mayor presupuesto. Todo estudiante que reúna requisitos de Bachillerato puede ingresar a la UES. En la actualidad hacemos examen de admisión y rechazamos una gran cantidad de estudiantes, a millares, que van a la desocupación, la delincuencia o en el mejor de los casos y dependiendo de sus posibilidades financieras hacia las Universidades Privadas. Nuestro aporte al recibir a todo y toda bachiller que solicite ingreso, incluso puede verse como una contribución a minimizar la delincuencia nacional.

4. Construcción física en toda la Universidad. Necesitamos más auditorios y aulas para atender a la creciente población estudiantil especialmente en las Facultades que tienen más demanda, como la de Ciencias Económicas, que es la única Facultad que no tiene auditorio y es la que más demanda de estudiantes recibe. Mantenimiento de aulas en condiciones apropiadas para la enseñanza.

5. Reforma Académica.
Partiendo de Seminarios hasta llegar a un Congreso de Reforma, examinar los siguientes planteamientos:

* Concentrar las áreas técnicas de las carreras en los dos primeros años para que los estudiantes puedan emplearse productivamente en los primeros años y ayuden económicamente a sus familias.
* Que los años de estudio contemplen la realización de su trabajo de tesis, para no emplear más tiempo al egresar.
* Abrir estudios de Maestría y Doctorado a un costo accesible (no más del 20% de un salario mínimo para los egresados de la UES).
* Conducción transparente, con mecanismos de orientación y fiscalización conjunta Docente Estudiantil de los procesos académicos y administrativos.
* Promoción del desarrollo de Centros e Institutos de Investigación en cada Facultad y la difusión de sus investigaciones para orientar a la población en todas las temáticas.

Plan de La Riqueza de las Naciones

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Las negrillas, citas en bloque y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Introducción y Plan de la Obra (1776)

El trabajo anual de cada nación es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente, y que consisten siempre en el producto inmediato de ese trabajo, o en lo que se compra con dicho producto a otras naciones. En consecuencia, la nación estará mejor o peor provista de todo lo necesario y cómodo que es capaz de conseguir según la proporción mayor o menor que ese producto, o lo que con él se compra, guarde con respecto al número de personas que lo consumen.

En toda nación, esa proporción depende de dos circunstancias distintas; primero, de la habilidad, destreza y juicio con que habitualmente se realiza el trabajo; y segundo, de la proporción entre el número de los que están empleados en un
trabajo útil
y los que no lo están.


Sean cuales fueren el suelo, clima o extensión territorial de cualquier nación en particular, la abundancia o escasez de su abastecimiento anual siempre depende, en cada caso particular, de esas dos circunstancias. Además, la abundancia o escasez de ese abastecimiento parece depender más de la primera circunstancia que de la segunda.

Entre las naciones salvajes de cazadores y pescadores, toda persona capaz de trabajar está ocupada en un trabajo más o menos útil, y procura conseguir, en la medida de sus posibilidades, las cosas necesarias y convenientes de la vida para sí misma o para aquellos miembros de su familia o tribu que son demasiado viejos, o demasiado jóvenes o demasiado débiles para ir a cazar o a pescar. Sin embargo, esas naciones son tan miserablemente pobres que por pura necesidad se ven obligadas, o creen que están obligadas a veces a matar y a veces a abandonar a sus niños, sus ancianos o a los que padecen enfermedades prolongadas, para que perezcan de hambre o sean devorados por animales salvajes.

Por el contrario, en las naciones civilizadas y prósperas, numerosas personas no trabajan en absoluto y muchas consumen la producción de diez veces y frecuentemente cien veces más trabajo que la mayoría de los ocupados; y sin embargo, la producción del trabajo total de la sociedad es tan grande que todos están a menudo provistos con abundancia, y un trabajador, incluso de la clase más baja y pobre, si es frugal y laborioso, puede disfrutar de una cantidad de cosas necesarias y cómodas para la vida mucho mayor de la que pueda conseguir cualquier salvaje.
Las causas de este progreso en la capacidad productiva del trabajo y la forma en que su producto se distribuye naturalmente entre las distintas clases y condiciones del hombre en la sociedad, son el objeto del Libro Primero de esta investigación.
Sea cual fuere el estado de la habilidad, la destreza y el juicio con que el trabajo es aplicado en cualquier nación, la abundancia o escasez de su producto anual debe depender, mientras perdure ese estado,
de la proporción entre el número de los que están anualmente ocupados en un trabajo útil y los que no lo están.
El número de trabajadores útiles y productivos, como se verá más adelante,
está en todas partes en proporción a la cantidad de capital destinada a darles ocupación,
y a la forma particular en que dicha cantidad se emplea.

El Libro Segundo, así, trata de
la naturaleza del capital,
de la manera en que gradualmente se acumula, y de las cantidades diferentes de trabajo que pone en movimiento según las distintas formas en que es empleado.

Las naciones aceptablemente avanzadas en lo que se refiere a habilidad, destreza y juicio en la aplicación del trabajo
han seguido planes muy distintos para conducirlo o dirigirlo,
y no todos esos planes han sido igualmente favorables para el incremento de su producción.

La política de algunas naciones ha estimulado extraordinariamente el trabajo en el campo; la de otras, el trabajo en las ciudades. Casi ninguna nación ha tratado de forma equitativa e imparcial a todas las actividades.
Desde la caída del Imperio Romano, la política de Europa ha sido más favorable a las artes, las manufacturas y el comercio, actividades de las ciudades, que a la agricultura, el quehacer del campo.
Las circunstancias que parecen haber introducido y fomentado esa política son explicadas en el Libro Tercero. Esos planes diferentes fueron probablemente establecidos debido a intereses y prejuicios privados de algunos estamentos particulares, sin consideración o previsión alguna de sus consecuencias sobre el bienestar general de la sociedad; sin embargo, han dado lugar a teorías muy distintas de economía política, algunas de las cuales magnifican la importancia de las actividades llevadas a cabo en las ciudades y otras la de las llevadas a cabo en el campo.

Dichas teorías han ejercido una considerable influencia, no sólo sobre las opiniones de las personas ilustradas sino también sobre la conducta pública de los príncipes y estados soberanos. He procurado, en el Libro Cuarto, explicar esas teorías de la forma más completa y precisa, y también los efectos más importantes que han producido en diferentes épocas y naciones.

El objeto de los primeros cuatro libros de esta obra es explicar en qué ha consistido la renta del conjunto de la población, o cuál ha sido la naturaleza de los fondos que en naciones y tiempos diferentes, han provisto su consumo anual.

El Libro Quinto y último aborda la renta del soberano o del estado. En este libro intento mostrar, en primer término, cuáles son los gastos necesarios del estado, cuáles de estos gastos deben ser sufragados por el conjunto de la sociedad y cuáles sólo por una parte específica o por unos miembros particulares de la misma; en segundo término, cuáles son los diversos métodos mediante los cuales se puede lograr que toda la sociedad contribuya a afrontar los pagos que corresponden a la sociedad en su conjunto, y cuáles son las ventajas e inconvenientes principales de cada uno de esos métodos; y, en tercer y último término, cuáles son las razones y causas que han inducido a casi todos los estados modernos a hipotecar una fracción de sus ingresos, o a contraer deudas, y cuáles han sido los efectos de tales deudas sobre la riqueza real, que es el producto anual de la tierra y el trabajo de la sociedad.

Los cuatro primeros capítulos de La Riqueza de las Naciones, en español, pueden leerse en:


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Obras de Adam Smith

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Una joya literaria es el compendio de La Riqueza de las Naciones, en español, del año 1807. Es impresionante el ser humano. La obra, un examen o compendio fué realizada por el Marqués de Condorcet y traducido al castellano (sic) por Carlos Martínez de Irujo. Puede leerse en:

http://fama2.us.es/fde//ocr/2006/compendioDeRiquezaDeLasNaciones.pdf

En inglés el texto completo de las Teoría de los Sentimientos Morales (1759) se encuentra en:

http://www.econlib.org/library/Smith/smMS.html

Un "abanico" de vínculos en inglés para el estudio de las obras y vida de Adam Smith, se localiza en:

http://cepa.newschool.edu/het/profiles/smith.htm

Interesante y poco relacionado en la literatura de Adam Smith son sus cartas sobre jurisprudencia. Las referiremos posteriormente.
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Adam Smith y Francois Quesnay

Hay que recordar como lo hace la biografía de Adam Smith de wikipedia, que éste recibió la influencia de David Hume y de los fisiócratas franceses especialmente Francois Quesnay y Robert Turgot, a quienes conoció personalmente cuando viajó por Francia como docente particular de uno de los potentados de la época.

La nota biográfica de wikipedia puede verse en:


Dice:

"Adam Smith

Nació en Kirkcaldy(Escocia) el 5 de junio 1723, estudió en las universidades de Glasgow y Oxford. De 1748 a 1751 fue profesor ayudante de retórica y literatura en Edimburgo. Durante este periodo estableció una estrecha amistad con el filósofo David Hume, amistad que influyó mucho sobre las teorías economistas y éticas de Smith.

En 1751 fue nombrado catedrático de lógica y en 1752 de filosofía moral en la universidad de Glasgow. En 1763 renunció a la universidad y se convirtió en el tutor del 3º Duque de Buccleuch, quien acompañó a un viaje por Suiza y Francia. En este viaje conoció a los fisiócratas franceses, que defendían la economía y política basada en la primacía de la ley natural, la riqueza y el orden. Smith se inspiró en esencia en las ideas de François Quesnay y Anne Robert Jacques Turgot para establecer su propia teoría, que establecería diferencias respecto a la de estos autores. De 1766 a 1776 vivió en Kirkcaldy. Fue nombrado director de Aduana en Edimburgo en 1778, puesto que desempeñó hasta su muerte en 1790. En 1787 fue nombrado rector honorífico de la universidad de Glasgow. Adam Smith el 17 de julio de 1790 muere debido a una enfermedad."

Biografía de Smith


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Me ha llamado la atención esta biografía de Smith, primero por el "portal" de donde proviene de enlaces para economistas latinoamericanos, segundo porque muy pocas notas biográficas empiezan indicando que las clases sociales son una preocupación teórica directa de Smith, tercero porque establece contactos entre la Teoría de los Sentimientos Morales y la Riqueza de las Naciones y cuarto porque establece el nexo para consultar la obra maestra de Smith, en inglés.

Nota biográfica de Adam Smith, que dice:

Economista y filósofo escocés. Es el fundador de la economía política. Analiza la ley del valor y enuncia la problemática de la división de clases.

Adam Smith considera el capitalismo como el estadio natural de las relaciones sociales. De hecho, fundó el liberalismo económico. En su obra principal "Investigaciones sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones" el laissez faire aparece como el motor del progreso económico.

EL PADRE DE LA ECONOMIA POLITICA

Adam Smith nació en 1723 en Escocia. Su padre, juez y oficial de aduanas, murió al nacer él. Su madre lo educó en Kilcardy. A los catorce años entró en la Universidad de Glasgow, donde tomó contacto con Francis Hutcheson, que también había sido profesor de David Hume. Hutcheson tuvo mucha influencia sobre Smith y le debe en gran parte sus ideas sobre la libertad política.

En 1740, Adam Smith ganó una beca para Oxford, pasando los años siguientes en el Balliol College. Oxford estaba en decadencia y, a pesar de que recibió poca educación formal, hizo un buen uso de su tiempo y leyó mucho.

En 1747 volvió a Kilcardy y, poco después, empezó a dar clases en la Universidad de Edimburgo. Pocos años después fue nombrado catedrático de Lógica de la Universidad de Glasgow, pasando a la Cátedra de Filosofía Moral cuando quedó vacante en 1752.

Sus clases en Glasgow dieron lugar a una de sus principales obras, The Theory of Moral Sentiments, que se publicó en 1759. Este libro tuvo mucho éxito y fue a parar a manos de Charles Townshend, el político, que quedó tan impresionado, que ofreció a Adam Smith el cargo de tutor del joven duque de Buccleuch. Smith aceptó la oferta, dimitió de su cátedra en 1764, iniciando un gran viaje alrededor de Europa con el duque.

En Toulouse desarrolló parte de sus conferencias de Glasgow; este fue el inicio de su obra principal, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations.

Volvió a Gran Bretaña en 1766, retirándose a Kilcardy para revisar y terminar su obra. Se publicó finalmente en 1776, y le valió una gran fama. El libro fue esencialmente, un estudio de la creación de la riqueza. De por sí no representaba nada nuevo, puesto que el tema ya había preocupado a los mercantilistas y a los fisiócratas, pero, mientras que los primeros creyeron que la riqueza derivaba de una balanza comercial favorable y los segundos de la tierra, Smith sostuvo que la riqueza procedía del trabajo.

Empezó con la celebrada descripción del trabajo que incrementa la riqueza debido a que aumenta la destreza de la fuerza de trabajo, ahorra tiempo, y permite el empleo de ingenios mecánicos. Los límites de la división del trabajo vienen determinados por el tamaño del mercado y del "stock de capital".

El problema del crecimiento económico lo desarrolló en su famoso Libro IV, en el cual Smith adelantó la tesis de que la libertad dentro de una sociedad llevaría a la máxima riqueza posible.

En muchos sentidos, el argumento se basa en The Theory of Moral Sentiments, debido a que la armonía social que exponía dependía, en muchos sentidos, del delicado equilibrio de los motivos en conflicto del hombre.

La búsqueda para satisfacer el propio interés beneficiaría a toda la sociedad y estará limitado por el propio interés en el prójimo. Los productores intentan obtener el máximo beneficio pero, para lograrlo, deben producir los bienes que desea la comunidad. Además, deben producirlos en las cantidades adecuadas, de lo contrario, un exceso daría lugar a un beneficio y precio bajo, mientras que una oferta demasiado pequeña originaría un aumento del precio y finalmente un aumento de la oferta.

El delicado mecanismo de la "mano invisible" entraba en juego también en el mercado de los factores de producción, asegurando la armonía siempre que los factores buscaran las rentas máximas posibles. Se producirían los bienes adecuados a los precios adecuados y el conjunto de la comunidad obtendría la máxima riqueza posible mientras rigiera la libre competencia; sin embargo, si se restringiese la libre competencia, la "mano invisible" dejaría de funcionar y la sociedad cargaría con las consecuencias.

El éxito inmediato del libro se debió a su brillante sistematización del pensamiento económico alrededor del concepto central de los mercados, y en la justificación intelectual que proporcionaba a los nuevos industriales que estaban interesados en librar a Gran Bretaña de los controles mercantilistas. En un corto tiempo, La Riqueza de Las Naciones entró en las estanterías de los políticos y economistas proporcionando el código del comportamiento económico que sirvió a Gran Bretaña durante la mayor parte del siglo siguiente, y cuyas brillantes perspectivas únicamente quedaron paliadas por las predicciones lúgubres del reverendo Thomas Malthus y David Ricardo. Adam Smith "persuadió a su propia generación y gobernó a la siguiente".

La referencia directa en:

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domingo, julio 29, 2007

Sentimientos Morales Fragmentos

La teoría de los sentimientos morales
Selección
Adam Smith


(I)

De la belleza que la apariencia de utilidad confiere a todas las producciones artísticas, y de la generalizada influencia de esta especie de belleza.

Que la utilidad es una de las principales fuentes de la belleza, es algo que ha sido observado por todo aquel que con cierta atención haya considerado lo que constituye la naturaleza de la belleza. La comodidad de una casa da placer al espectador, así como su regularidad, y asimismo le lastima advertir el defecto contrario, como cuando ve que las correspondientes ventanas son de forma distintas o que la puerta no está colocada exactamente en medio del edificio.

Que la idoneidad de cualquier sistema o máquina para alcanzar el fin de su destino, le confiere cierta propiedad y belleza al todo, y hace que su sola imagen y contemplación sean agradables, es algo tan obvio que nadie lo ha dejado de advertir.

También la causa por la que nos agrada lo útil ha sido señalada en últimas fechas por un ingenioso y ameno filósofo, que aúna gran profundidad de pensamiento a la más consumada elegancia de expresión, y que posee el singular y feliz talento de tratar los asuntos más abstrusos, no solamente con la mayor lucidez, sino con la más animada elocuencia.

Según él, la utilidad de cualquier objeto agrada al dueño, porque constantemente le sugiere el placer o comodidad que está destinado a procurar. Siempre que lo mira, le viene a la cabeza ese placer y de ese modo el objeto se convierte en fuente de perpetua satisfacción y goce.

El espectador comparte por simpatía el sentimiento del dueño, y necesariamente considera al objeto bajo el mismo aspecto de agrado.

Cuando visitamos los palacios de los encumbrados, no podemos menos que pensar en la satisfacción que nos daría ser dueños y poseedores de tan artística como ingeniosa traza de comodidades. Igual razón se da para explicar la causa de por qué la sola apariencia de incomodidad convierte a cualquier objeto en desagradable, tanto para su dueño como para el espectador.

Pero, que yo sepa, nadie antes ha reparado en que esa idoneidad, esa feliz disposición de toda producción artificiosa es con frecuencia más estimada que el fin que esos objetos están destinados a procurar; y asimismo que el exacto ajuste de los medios para obtener una comodidad o placer, es con frecuencia más apreciado que la comodidad o placer en cuyo logró parecería que consiste todo su mérito. Sin embargo, que así acontece a menudo, es algo que puede advertirse en mil casos en los más frívolos como importantes asuntos de la vida humana.

Cuando una persona entra a su recámara y encuentra que todas las sillas están en el centro del cuarto, se enoja con su criado, y antes de seguir viéndolas en ese desorden, se toma el trabajo, quizá, de colocarlas en su sitio con los respaldos contra la pared. La conveniencia de esta situación surge de la mayor comodidad de dejar el cuarto libre y sin estorbos.

Para lograr esa comodidad, se impuso voluntariamente más molestias que las hubiera ocasionado la falta de ella, puesto que nada era más fácil que sentarse en una de las sillas, que es lo que con toda probabilidad hará una vez terminado el arreglo. Por lo tanto, parece que, en realidad, deseaba, no tanto la comodidad cuanto el arreglo de las cosas que la procuran. Y, sin embargo, es esa comodidad lo que en última instancia recomienda ese arreglo y lo que comunica su conveniencia y belleza.
Mas no solamente respecto de cosas tan frívolas influye este principio en nuestra conducta: es muy a menudo el motivo secreto de las más serias e importantes ocupaciones de la vida, tanto privada como pública.



(II)

El hijo del desheredado, a quien el cielo castigó con la ambición, cuando comienza a mirar en torno suyo admira la condición del rico.


En su imaginación ve la vida de éste como la de un ser superior, y para alcanzarla se consagra en cuerpo y alma y por siempre a perseguir la riqueza y los honores. A fin de poder lograr las comodidades que estas cosas deparan, se sujeta durante el primer año, es más, durante el primer mes de su consagración, a mayores fatigas corporales y a mayor intranquilidad de alma que todas las que pudo sufrir durante su vida entera si no hubiese ambicionado aquéllas. Estudia, a fin de descollar en alguna ardua profesión. Con diligencia sin descanso, trabaja día y noche para adquirir merecimientos superiores a los de sus competidores. Después procura exhibir esos merecimientos a la vista pública, y con la acostumbrada asiduidad solicita toda oportunidad de empleo.

Para ese fin le hace la corte a todo el mundo, sirve a los que odia y es obsequioso con los que desprecia.

Durante toda su vida persigue la idea de una holgura artificiosa y galana, que quizá jamás logre, y por la que sacrifica una tranquilidad verdadera que en todo tiempo está a su alcance; holgura que, si en su más extrema senectud llega por fina realizar, descubrirá que en modo alguno es preferible a esa humilde seguridad y contentamiento que por ella abandonó.

Es hasta entonces, en los últimos trances de su vida, el cuerpo agotado por la fatiga y la enfermedad y el alma amargada con el recuerdo de mil injurias y desilusiones que se imagina proceden de la injusticia de sus enemigo o de la perfidia e ingratitud de sus amigos, cuando comienza por fin a caer en la cuenta de que las riquezas y los honores son meras chucherías de frívola utilidad, en nada más idóneas para procurar el alivio del cuerpo y la tranquilidad del alma, que puedan serlo las tenacillas de estuche del amante de fruslerías, y que como ellas, resultan más enfadosas para la persona que las porta, que cómodas por la suma de ventajas que pueden proporcionarle.

Si examinamos, sin embargo, por qué el espectador singulariza con tanta admiración la condición de los ricos y encumbrados, descubriremos que no obedece tanto a la holgura y placer que se supone disfrutan, cuanto a los innumerables artificiosos y galanos medios de que disponen para obtener esa holgura y placer.

En realidad, el espectador no piensa que gocen de mayor felicidad que las demás gentes; se imagina que son poseedores de mayor número de medios para alcanzarla.

Y la principal causa de su admiración estriba en la ingeniosa y acertada adaptación de esos medios a la finalidad para que fueron creados.

Pero en la postración de la enfermedad y en el hastío de la edad provecta, desaparecen los placeres de los vanos y quiméricos sueños de grandeza. Para quien se encuentre en tal situación, esos placeres no tienen ya el suficiente atractivo para recomendar los fatigosos desvelos que con anterioridad lo ocuparon. en el fondo de su alma maldice la ambición y en vano añora la despreocupación e indolencia de la juventud, placeres que insensatamente sacrificó por algo que, cuando lo posee, no le proporciona ninguna satisfacción verdadera. Tal es el lastimoso aspecto que ofrece la grandeza a todo aquel que, ya por tristeza, ya por enfermedad, se ve constreñido a observar atentamente su propia situación y a reflexionar sobre lo que, en realidad le hace falta para ser feliz.

Es entonces cuando el poder y la riqueza se ven tal como en verdad son: gigantescas y laboriosas máquinas destinadas a proporcionar unas cuantas insignificantes comodidades para el cuerpo, que consisten en resortes de lo más sutiles y delicados que deben tenerse en buen estado mediante una atención llena de ansiedades, y que, a pesar de toda nuestra solicitud, pueden en todo momento estallar en mil pedazos y aplastar entre sus ruinas a sus desdichado poseedor.

Son inmensos edificios que para levantarlos requieren la labor de toda una vida, y que en todo momento agobian a quien los habita y que mientras permanecen en pie si bien pueden ahorrarle algunas de las más pequeñas incomodidades, en nada pueden protegerlo contra las más severas inclemencias de la estación. Lo defienden del chubasco veraniego, no de la borrasca invernal; pero en todo tiempo lo dejan igualmente y a veces aún más expuesto que antes, a la ansiedad, al temor y al infortunio; a las enfermedades, a los peligros y a la muerte.

Mas aunque esta melancólica filosofía, para nadie extraña en tiempos de enfermedad y desdicha, menosprecia de un modo tan absoluto esos máximos objetos del deseo humano, cuando disfrutamos, en cambio, de mejor salud o de mejor humor, entonces jamás dejamos de considerarlos bajo un aspecto más placentero. Nuestra imaginación, que mientras sufrimos un dolor o una pena parece quedar confinada y encerrada dentro de los límites de nuestra propia persona, en época de holgura y prosperidad se extiende a todo lo que nos rodea.

Es entonces cuando nos fascina la belleza de las facilidades y acomodo que reina en los palacios y economía de los encumbrados, y admiramos la manera como todo concurre al fomento de su tranquilidad, a obviar sus necesidades, a complacer sus deseos y a divertir y obsequiar sus más frívolos caprichos. Si consideramos por sí solo la verdadera satisfacción que todas estas cosas son susceptibles de proporcionar, separada de la belleza de disposición calculada para suscitarla, siempre aparecerá en grado eminente despreciable e insignificante. Empero muy raras son las veces en que la miramos bajo esta abstracta y filosófica luz. De suyo la confundimos en nuestra imaginación con el orden, con el movimiento uniforme y armonioso del sistema, con la máquina o economía por cuyo medio se produce. Los placeres de la riqueza y de los honores, considerados desde este punto de vista ficticio, hieren la imaginación como si se tratase de algo grandioso, bello y noble por cuyo logro bien vale todo el afán y desvelo que tan dispuesto estamos a emplear en ello.

De la belleza que la apariencia de utilidad confiere al carácter y a los actos de los hombres; y hasta que punto la percepción de esa belleza debe considerarse como uno de los principios aprobatorios originales.

La índole de los hombres, así como los artefactos o las instituciones del gobierno civil, pueden servir o para fomentar o para perturbar la felicidad, tanto del individuo como de la sociedad.

El carácter prudente, equitativo, diligente, resuelto y sobrio, promete prosperidad y satisfacción, tanto para la persona como para todos los que están en relación con ella. Por el contrario, la arrebatada, la insolente, la perezosa, afeminada y voluptuosa, presagia la ruina al individuo y la desgracia a todos los que con él tengan tratos.

La primera de esta maneras de ser tiene, por lo bajo, toda la belleza que pudiera adornar a la máquina más perfecta que jamás se haya inventado para el fomento del fin más deseable; la segunda, toda la deformidad del más desmañado y torpe artefacto. ¿Acaso puede existir otra institución de gobierno más adecuada para fomentar la felicidad humana que la preponderancia de la sabiduría y de la virtud? Todo gobierno no es sino un remedio imperfecto a la falta de éstas. Por tanto, la belleza que pueda corresponder al gobierno civil a causa de su utilidad, necesariamente deberá corresponder en mucho mayor grado a la sabiduría y a la virtud. Por el contrario, ¿qué otro sistema político puede ser más ruinoso y destructivo que los vicios de los hombres? La única causa de los efectos fatales que acarrea un mal gobierno, es que no imparte suficiente protección contra los daños que da lugar la maldad de los hombres.

La belleza y deformidad que los distintos caracteres, por lo visto, derivan de su utilidad o falta de ella, propenden a impresionar de un modo peculiar a quienes en abstracto y filosóficamente consideran los actos y la conducta de los hombres. Cuando un filósofo examina por qué los sentimientos humanitarios reciben nuestra aprobación o por qué condenamos la crueldad, no siempre forma en su mente de un modo claro y preciso el concepto de un acto en particular, ya sea de humanitarismo, ya de crueldad, sino que comúnmente se conforma con la noción vaga e indeterminada que la general designación de esas cualidades le sugiere. Sin embargo, solamente en casos específicamente determinados es donde la propiedad o impropiedad, el merecimiento o desmerecimiento de los actos resultan cosas obvias y discernibles. Únicamente cuando se dan ejemplos particulares podemos percibir con distinción la concordia o la desavenencia entre nuestros propios afectos y los del agente, o bien sentir, en un caso, que brota una gratitud de solidaridad hacia él, o de resentimiento, en el otro. Cuando consideramos a la virtud y al vicio de un modo general y abstracto, aquellas cualidades que provocan esos diversos sentimientos parece que, en buena parte, desaparecen, y los sentimientos mismos se vuelven menos obvios y discernibles. Por lo contrario, los felices efectos, en un caso, y las fatales consecuencias, en el otro, parece que se yerguen ante nuestra mirada, y como quien dice se destacan y separan de todas las demás cualidades de uno y otro.
El mismo ingenioso y ameno autor que por vez primera explicó la causa del agrado de lo útil, se ha impresionado tanto con ese modo de ver las cosas, que ha reducido todo el sentimiento aprobatorio de la virtud a la simple percepción de esa especie de belleza que resulta de la apariencia de la utilidad. Ninguna cualidad espiritual, dice, es aprobada como virtuosa, sino aquellas que son útiles o placenteras, ya sea para la persona misma, ya para los otros, y ninguna cualidad da lugar a ser reprobada por viciosa, sino aquélla de contraria tendencia. Y, en verdad, al parecer la Naturaleza ha ajustado tan felizmente nuestros sentimientos de aprobación y reprobación a la conveniencia tanto del individuo como de la sociedad, que, previo el más riguroso examen, se descubrirá, creo yo, que se trata de una regla universal. Sin embargo, afirmo que no es el darse cuenta de la utilidad o perniciosidad aquello en que consiste la primera o principal fuente de nuestra aprobación o reprobación. Sin duda, estos sentimientos están realzados y avivados por la percepción de la belleza o deformidad que resulta de la utilidad o perniciosidad; pero, a pesar de ello, digo que son distintos original y esencialmente de tal percepción.
Ante todo, parece imposible que la aprobación de la virtud sea un sentimiento de la misma especie que aquel por medio del cual aprobamos un cómodo y bien trazado edificio; o que no tengamos otro motivo para encomiar a alguien que no sea el mismo por el cual alabamos un armario.
En segundo lugar, si se reflexiona, se descubrirá que el provecho de cualquier disposición de ánimo rara vez constituye la primera causa de nuestra aprobación, y que el sentimiento aprobatorio siempre implica un sentido de lo propio muy distinto a la percepción de lo útil. Fácil es observar esto en relación con todas aquellas cualidades que, como virtuosas, reciben nuestra aprobación, tanto con las que conforme a esa doctrina se consideran originalmente útiles a nosotros mismos, como con las que se estiman a causa de la utilidad para los otros.

Las cualidades más útiles para nosotros son,

en primer lugar, la razón en grado superior y en el entendimiento, que nos capacitan para discernir las consecuencias remotas de todos nuestros actos y prever el provecho o perjuicio que con probabilidad pueda resultar de ellos; y,

en segundo lugar, el dominio de sí mismo, que permite abstenernos del placer del momento o soportar el dolor de hoy, a fin de obtener un mayor placer o evitar un dolor más grande en lo futuro. En la unión de esa dos cualidades consiste la virtud de la prudencia, de todas las virtudes la más útil al individuo.


En relación a la primera de esa cualidades, ya se ha advertido antes que la razón en grado superior y el entendimiento, motivan, en cuanto tales, nuestra aprobación como cosa justa y debida y exacta, y no meramente como útil y provechosa.

Es en las ciencias más abstrusas, particularmente en las altas matemáticas, donde los mayores y más admirables esfuerzos de la razón humana se han desplegado; pero el provecho de esas ciencias, para el individuo o para el público, no es obvio y requiere una demostración que no siempre es fácilmente comprendida.

No fue, por tanto, su utilidad lo que primero las hizo acreedoras a la admiración pública. Poco se insistía en esa cualidad, hasta que fue forzoso contestar de algún modo los reproches de quienes, no gustando de tan sublimes especulaciones, se esforzaban en despreciarlas por inútiles.



Y del mismo modo, aprobamos el dominio de sí mismo, que sirve para refrenar nuestros apetitos presentes, a fin de poder satisfacerlos mejor en otra ocasión, tanto bajo el aspecto de propiedad, como bajo el de utilidad.



Cuando obramos de ese modo, los sentimientos que dirigen nuestra conducta parece que coinciden exactamente con los del espectador. Este no experimente la incitación de nuestros apetitos presentes; para él, el placer que vamos a disfrutar de aquí a una semana o un año, es igualmente importante que el que vamos a disfrutar en este momento.

Por lo tanto, cuando acontece que en beneficio del presente sacrificamos el futuro, nuestro comportamiento le parece absurdo y en alto grado extravagante, y queda incapacitado para compartir los principios que la norman.

Por lo contrario, cuando nos abstenemos de gozar un placer presente, a fin de asegurar un mayor placer por venir, cuando nos comportamos como si el objeto remoto nos interesase tanto como el que de un modo inmediato apremia los sentidos, como nuestros efectos corresponden exactamente a los suyos, no puede menos que aprobar nuestro comportamiento, y como sabe por experiencia que muy pocos son capaces de ese dominio de sí mismo, mira nuestra conducta con no poca extrañeza y admiración. De ahí surge esa alta estimación con que los hombres consideran naturalmente la firme perseverancia en el ejercicio de la frugalidad, industria y consagración, aunque no vaya dirigido a otro fin que la adquisición de fortuna. La denodada firmeza de la persona que así conduce y que, para obtener una grande, aunque remota ventaja, no solamente renuncia a todo placer presente, sino soporta los mayores trabajos tanto mentales como corporales, necesariamente impone nuestra aprobación. La perspectiva de su interés y felicidad que parece ordenar su conducta, cuadra exactamente con la idea que naturalmente nos hemos formado de ella. Existe la más perfecta correspondencia entre sus sentimientos y los nuestros, y, al mismo tiempo, por lo que enseña la experiencia de la común flaqueza de la naturaleza humana, es una correspondencia que razonablemente no era de esperarse. No solamente aprobamos, pues, sino hasta cierto punto admiramos su conducta y la tenemos como merecedora de no escaso aplauso. Es precisamente la consciencia de esta merecida aprobación y estima lo único capaz de sostener al agente en la observancia de una conducta de ese estilo. El placer que hemos de disfrutar de aquí a diez años nos interesa tan poco en comparación con el que podamos saborear hoy, la pasión que el primero despierta es, naturalmente, tan débil en comparación con la violenta emoción que el segundo tiende a provocar, que jamás el uno podría compensar el otro, a no ser por el sustento de ese sentido de propiedad, de esa consciencia de merecer la estimación y aprobación de todo el mundo al conducirnos de un modo y a no ser porque nos convertimos, al conducirnos del otro, en objetos propios de su desprecio y escarnio.
Humanidad, justicia, generosidad y espíritu público, son las cualidades de mayor utilidad para los demás. Más atrás se ha explicado en qué consiste la propiedad de la humanidad y justicia; ahí se mostró hasta qué punto nuestra estimación y aprobación de esas cualidades dependen de la conformidad entre los efectos del agente y los de los espectadores.
La propiedad de la generosidad y del espíritu público se funda en el mismo principio que en el caso de la justicia. La generosidad es distinta de la humanidad. Esas dos cualidades que a primera vista parecen tan semejantes, no siempre pertenecen a la misma persona. La humanidad es virtud propia de la mujer; la generosidad, del hombre. El bello sexo, que por lo común tiene mucha más ternura que el nuestro, rara vez tiene igual generosidad. La legislación civil sabe que las mujeres pocas veces hacen donaciones de alguna consideración. La humanidad consiste meramente en el exquisito sentimiento hacia el prójimo, que el espectador abriga respecto del sentimiento de las personas principalmente afectadas, de tal modo que llora sus penas, resiente sus injurias y festeja sus éxitos. Los actos más humanos no exigen abnegación ni dominio sobre sí mismo, ni un gran esfuerzo del sentido de la apropiado. Consisten simplemente en hacer lo que esa exquisita simpatía por sí solo nos incita a llevar a cabo. Otra cosa es la generosidad. Jamás se es generoso sino cuando de algún modo preferimos otra persona a nosotros mismos, y sacrificamos algún grande e importante interés propio a otro igual interés de un amigo o de alguien que es nuestro superior. Quien renuncia a las pretensiones a un empleo, codiciado objeto de su ambición, sólo porque se imagina que los servicios de otro le dan mejor derecho; quien expone la vida para defender la de su amigo que estima más valiosa que la suya, éstos, en ambos casos, no obran por humanidad o porque sientan con mayor exquisitez lo que toca a la otra persona que lo que a ellos concierne. Ambos consideran esos opuestos intereses, no a la luz de lo que a ellos naturalmente pueda parecerles, sino de aquélla en que a los otros aparecen. Para cualquier circunstante, el éxito o conservación de esta otra persona puede, en justicia, ser de mayor interés que el éxito o conservación suyos; pero es imposible que así sea para ellos. Por lo tanto, cuando en interés de esta otra persona sacrifican la propia, es que acomodan sus sentimientos a los del espectador, y por un esfuerzo de magnanimidad actúan de conformidad con la opinión que ellos saben deberá naturalmente ser la de un tercero cualquiera. El soldado que sacrifica su vida para salvar la de su oficial, quizá resultaría muy poco afectado por la muerte de éste si ocurriese sin culpa suya, y cualquier pequeña desgracia que le hubiese acaecido quizá hubiera provocado en él un dolor más vivo. Pero cuando se esfuerza por obrar de tal modo que merezca el aplauso y obligue al espectador imparcial a penetrar en los motivos de su conducta, siente que, para todo el mundo menos para él. su propia vida es una bagatela comparada con la de su oficial, y que al sacrificar la una por la otra, está obrando muy propiamente y conforme a lo que sería la natural comprensión de cualquier circunstante imparcial.
Y acontece lo mismo en los casos en que se hace gala de un excesivo espíritu público. Cuando un joven oficial expone la vida para aumentar los dominios de su soberano en una insignificancia, no es porque, para él, la adquisición de ese nuevo territorio sea algo más deseable que la conservación de su propia vida. Para él, su vida es infinitamente más valiosa que la conquista de un reino entero por el Estado a quien presta sus servicios. Mas al establecer la comparación entre ambas cosas, prescinde del punto de vista normal para él, y acepta el de la nación por la que está guerreando. Para ésta, es de la mayor importancia el éxito de la empresa y de poca consecuencia la muerte de un individuo particular. Cuando el oficial hace suyo este punto de vista, inmediatamente comprende que difícilmente puede ser pródigo en demasía de su propia sangre, si, derramándola, contribuye a tan alto fin. El heroísmo de su conducta consiste, debido al sentido del deber y de lo que es propio, en ahogar el más fuerte de todos los impulsos naturales. Muchos son los honrados ingleses a quienes en lo particular les dolería más la pérdida de una guinea que la pérdida de Menorca, pero que, sin embargo, mil veces preferirían, en caso de estar en su poder la defensa de esa fortaleza, sacrificar la vida antes de verla caer por su culpa en manos del enemigo. Cuando el primer Bruto condujo a sus propios hijos al cadalso porque había conspirado contra la naciente libertad de Roma, sacrificó lo que, de haberlo consultado tan sólo consigo mismo, resultaría ser el afecto más fuerte en aras del más débil. Normalmente, Bruto debió sentir en mucho mayo grado la muerte de sus hijos que todos los posibles males que habría padecido Roma por falta de tan egregio ejemplo. Pero él los miró, no con los ojos de su padre, sino como los de un ciudadano romano. Tan estrechamente compartió los sentimientos propios de esta condición, que en nada tuvo el lazo que los unía a sus hijos; y para un ciudadano romano, los hijos de Bruto, puestos en la balanza con el menor de los intereses públicos de Roma, resultaban cosa despreciable. En éste, como en todos los demás casos de la misma especie, nuestra admiración está fundada, no tanto en la utilidad cuanto en lo insólito, y de ahí deriva la grandiosa, noble y sublime propiedad de tales actos. Ciertamente, cuando consideramos esa utilidad comprendemos que les comunica una belleza adicional que nos los hace aún más recomendables a nuestra aprobación; pero tal belleza es principalmente perceptible a los hombres reflexivos y especulativos, y en manera alguna es la cualidad que primero recomienda esos actos a los naturales sentimientos del núcleo de los hombres.
Conviene advertir que la parte en que la aprobación obedece a la percepción de la belleza de lo útil, no tiene relación alguna con los sentimientos ajenos. Por lo tanto, si fuese factible que una persona llegase a la edad adulta en total incomunicación social, sus actos, a pesar de todo, podrían serle agradables o desagradables, según tendiesen hacia su felicidad o desventaja. Podría percibir cierta belleza de esa especie en la prudencia, en la templanza y en la buena conducta, y una deformidad en el comportamiento opuesto; podría, en un caso, considerar su propio temperamento y carácter con esa especie de satisfacción con que acostumbramos ver una bien dispuesta máquina, o en el otro, con esa especie de disgusto e insatisfacción con que contemplamos un aparato embarazoso y torpe. Sin embargo, como estas percepciones son meramente cuestión de gusto y participan de la debilidad y fragilidad de las percepciones de esa especie —sobre cuya exactitud se funda lo que con propiedad se llama el gusto-, es muy probable que quien se encontrase en su solitaria y desdichada condición, no les prestaría gran atención. Y aun cuando se le ocurriesen, en modo alguno le afectarían de la misma manera antes de su incorporación a la sociedad que a consecuencia de esa incorporación. La sola idea de su propia deformidad no le ocasionaría una interna postración de bochorno, ni la consciencia de la opuesta belleza le produciría la exaltación de un secreto triunfo del alma. La noción de merecer recompensa, en un caso, no lo llenaría de júbilo, ni, en el otro caso, temblaría ante la perspectiva de un merecido castigo. Todos los sentimientos de esa clase implican la noción de otro sujeto que es el juez natural de la persona que los experimenta, y solamente por simpatía con los laudos de este árbitro de su conducta, puede concebir, ya sea el triunfo de la propia abalanza, ya que la vergüenza de la condenación de sí mismo.

De los sistemas de filosofía moral
De los diversos sistemas que se han elaborado respecto del principio aprobatorio

Introducción

La cuestión más importante en Filosofía Moral, después de la indagación acerca de la naturaleza de la virtud, es la relativa al principio aprobatorio, al poder o facultad mentales que hacen que ciertos caracteres nos resulten agradables o desagradables, nos obligan a preferir determinada manera de comportamiento a otra manera distinta, nos conducen a calificar de buena a la una y de mala a la otra y nos llevan a considerar; a la primera, como un objeto digno de aprobación, de honra y recompensa; de culpa, censura y castigo, a la segunda.
Se han dado tres explicaciones diferentes de ese principio aprobatorio. Según algunos, se aprueban o reprueban las propias acciones, así como las de los otros, solamente por amor a sí mismo o por cierto reconocimiento de su propensión a hacernos felices o desgraciados; según otros, la razón, aquella facultad que nos permite distinguir entre lo verdadero y lo falso, es la que habilita para distinguir entre lo conveniente e inconveniente, tanto en los actos como en los efectos; según otros, esa distinción depende totalmente de un inmediato sentimiento y una emoción, y obedece a la satisfacción o aversión que nos inspira la contemplación de ciertos actos y emociones.

El amor a sí mismo, la razón y el sentimiento, por lo tanto, son los tres diferentes orígenes que se han señalado al principio aprobatorio.



Pero antes de que proceda a examinar estas distintas doctrinas, debo advertir que la elucidación de esa segunda cuestión, aunque de la mayor importancia especulativa, no tiene ninguna en la práctica. La cuestión relativa a la naturaleza de la virtud, necesariamente influye en nuestra noción del bien y del mal en muchos casos particulares. La relativa al principio aprobatorio, no puede tener el mismo efecto. Examinar de qué artificio o mecanismo interior proceden esas diversas nociones y sentimientos, es asunto de mera curiosidad filosófica.

De los sistemas que derivan el principio aprobatorio del amor a si mismo


No todos los que explican el principio aprobatorio por el amor a sí mismos lo hacen de la misma manera, y hay bastante confusión e inexactitud en los diversos sistemas. Según Mr. Hobbes y muchos de los que el siguen, 1 el hombre se ve impulsado a refugiarse en la sociedad, no por ningún amor natural hacia sus semejantes, sino porque, faltándole la colaboración de los otros, es incapaz de subsistir holgadamente y al abrigo de todo peligro. Por este motivo, la sociedad se convierte en una necesidad para él, y cuanto propenda al sostén y bienestar sociales, es considerado como cosa remotamente fomenta su propio interés; por lo contrario, todo aquellos que amenaza con perturbar o destruir la sociedad, lo considera en cierta medida dañino y pernicioso a sí mismo. La virtud es el gran sostén y el vicio el gran perturbador de la sociedad humana. La primera, por lo tanto, es aceptable, y el segundo ofensivo para todos los hombres, puesto que de la una prevé la prosperidad y del otro la ruina y confusión de todo lo que tan necesario es para la comodidad y seguridad de su existencia.
Que la propensión de la virtud a fomentar, y del vicio a perturbar el orden social —cuando es examinada la cosa con calma y filosóficamente-, refleje una gran belleza sobre la una y una gran deformidad sobre el otro, es punto que, como ya lo he advertido anteriormente, no puede ser aducido en esta cuestión. La sociedad humana, considerada desde cierto punto de vista abstracto y filosófico, se nos presenta como una inmensa máquina cuyos ordenados y armoniosos movimientos producen innúmeros efectos agradables. Y así como en cualquier otra bella y noble máquina producida por el arte humano, de todo aquello que propendiese a facilitar sus movimientos haciéndolos parejos y fáciles derivaría cierta belleza a causa de ese efecto, y, por lo contrario, todo aquello que propendiese a obstruccionarlos desagradaría por ese motivo; así la virtud, que, como quien dice, es el fino acabado del engranaje social, forzosamente agrada, mientras que el vicio, cual vil orín que lo hace trepidar y rechinar, necesariamente ofende. Esta explicación, pues, del origen del principio aprobatorio o reprobatorio, en cuanto lo deriva de un respeto al orden social, se entronca con aquel principio que concede belleza a la utilidad y que ya expliqué en ocasión anterior; y de ahí es donde esta doctrina saca toda esa plausibilidad que posee. Cuando esos autores describen las innumerables ventajas que la vida culta y social tiene sobre la salvaje y solitaria; cuando se extienden sobre la necesidad de la virtud y el orden como sostenes de la primera, y demuestran cuán infaliblemente propende el predominio del vicio y desobediencia a las leyes a implantar de nuevo la segunda, el lector se siente fascinado con la novedad y magnificencia del paisaje que ponen ante su vista: claramente ve una nueva belleza en la virtud, y una nueva deformidad en el vicio que nunca antes había advertido, y, por lo general, tan encantado está con el descubrimiento, que por rareza se detiene a reflexionar en que si antes no había reparado en esta visión política, es imposible que sea el fundamento de la aprobación y reprobación con que siempre ha estado acostumbrado a considerar aquellas diversas cualidades.
Por otra parte, cuando esos autores derivan del amor a sí mismo el interés que sentimos por el bienestar social y el aprecio que por ese motivo testimoniamos a la virtud, no quieren decir que cuando en esta época aplaudimos la virtud de Catón y abominamos de la infamia de Catilina, nuestros sentimientos sean inducidos de la noción del beneficio que podamos recibir del uno, ni del menoscabo que soportemos a causa del otro. La forma como, según estos filósofos, apreciamos al virtuoso personaje y culpamos al desordenado, no es entendiendo que la prosperidad y el trastorno sociales en aquellas remotas edades y naciones sean influyentes sobre nuestra felicidad o desdicha presentes. Jamás pensaron que nuestros sentimientos estuviesen influidos por el posible beneficio o perjuicio que supusiéramos redundaría en nosotros, bajo el supuesto de haber vivido en aquellas lejanas edades y países; o bien, influidos por los que podrían redundar en nosotros, al pensar que en nuestra vida encontraríamos personas semejantes. En suma, la idea con que esos autores andaban a tientas, pero que no pudieron dilucidar, era esa su simpatía indirecta que experimentaron hacia quienes reciben el beneficio o sufren el perjuicio proveniente de la índole tan opuesta de esos personajes, y eso era lo que confusamente señalaban cuando afirmaron que era la idea del provecho o del sufrimiento lo que incitaba nuestro beneplácito o indignación, sino el concepto o imaginación del posible provecho o sufrimiento en el caso de tener que actuar en compañía de semejantes asociados.
Sin embargo, la simpatía no puede, en modo alguno, considerarse un principio egoísta. Cuando simpatizo con vuestra aflicción o vuestra indignación, puede sostenerse, ciertamente, que mi emoción se funda en amor a mí mismo, porque surge de ese hacer mío vuestro caso, de ese ponerme en vuestra situación y de ahí concebir lo que sentiría en tales circunstancias. Empero, aunque con mucha propiedad se dice que la simpatía surge de un cambio imaginario de situaciones con la persona principalmente afectada, con todo, tal cambio imaginario no se supone que me acontezca a mí, en mi propia persona y carácter, sino en la persona con quien simpatizo. Cuando me conduelo de la muerte de tu hijo, no considero, a fin de poder compartir tu aflicción, lo que yo, persona determinada por mi carácter y profesión, sufriría si tuviese un hijo, sino que considero lo que sufriría si en verdad yo fuera tú, y no solamente cambio contigo de circunstancias, sino de personas y sujetos. Mi aflicción, pues, es enteramente por tu causa y en absoluto por la mía. Por lo tanto, no es en nada egoísta. ¿Cómo puede considerarse que sea pasión egoísta aquella que no responde a algo que ni siquiera en la imaginación me ha acontecido ni que se refiera a mí en propia persona y carácter, sino que en todo atañe a lo que a ti concierne? Un hombre muy bien puede simpatizar con una parturienta, aunque es imposible que se imagine sufriendo en su persona los dolores del parto. De cualquier modo, esta doctrina de la naturaleza humana que deriva todos los sentimientos y afectos del amor a sí mismo, y que tanto ruido ha metido en el mundo, pero que, hasta donde alcanzo, jamás ha sido cabal y distintamente explicada, me parece que ha salido de una confusa y falsa interpretación del mecanismo de la simpatía.

De los sistemas que hacen de la razón el principio de la aprobación

Es bien sabido que fue doctrina de Mr. Hobbes que el estado de naturaleza es un estado bélico, y que con anterioridad a la institución del gobierno civil no es posible la existencia entre los hombres de una vida social segura y pacífica. Por tanto, la conservación del orden social, según él consiste en sostener las instituciones políticas, y destruirlas es tanto como dar fin a ese orden social.

Mas la existencia del gobierno civil depende de la obediencia que se presta al supremo magistrado. En el preciso momento en que pierde su autoridad, todo gobierno ha cesado. Del mismo modo, pues, que la propia conservación enseña a los hombres a encomiar todo aquello que tienda al fomento del bienestar social y a censurar lo que promete lesionarlo, así ese mismo principio les debería enseñar, si en pensamiento y palabra fuesen consecuentes, a encomiar en toda ocasión la obediencia al magistrado civil y a censurar toda desobediencia y rebeldía. Las nociones mismas de lo laudable y censurable debieran ser idénticas a las de obediencia y desobediencia. Por tanto, las leyes del magistrado civil debieran ser consideradas como las últimas y absolutas normas de lo justo e injusto, del bien y del mal.

Al propagar estas ideas, Mr. Hobbes admitió que su intención fue la de sujetar la conciencia de los hombres de un modo inmediato al poder civil y no al eclesiástico, en cuya turbulencia y ambición aprendió a ver, por el ejemplo de su propia época, la causa principal de los desordenes sociales. Por este motivo su doctrina era particularmente ofensiva a los teólogos, quienes, a su vez, no anduvieron cortos en dar rienda suelta con mucha rudeza y encono a la indignación que sentían en su contra.

Igualmente ofensiva resultó esa doctrina a los buenos moralistas, puesto que implicaba que no había una diferencia de naturaleza entre el bien y el mal, que éstos eran valores mudables y variables y que dependían de la simple voluntad arbitraria del magistrado civil. Por lo tanto, esta manera de explicar las cosas fue objeto de ataques procedentes de todas partes y con toda clase de armas: por juiciosas razones, así como por rabiosas peroratas.
Para poder refutar una doctrina tan odiosa, hacía falta demostrar que, con anterioridad a toda legislación o institución positiva, la mente estaba dotada por naturaleza de una facultad mediante la cual podía distinguir en determinados actos y afectos, las cualidades de lo bueno, lo laudable y lo virtuoso, y, en otros, las de lo malo, lo censurable y lo vicioso.
Con justicia advirtió el Dr. Cudworth 1 que la ley no podía ser la causa primera de esos distingos, puesto que, bajo el supuesto de tal ley, necesariamente, o bien era debido obedecerla e indebido desobedecerla, o bien indiferentes el que la obedeciésemos o desobedeciésemos. Aquella ley cuya obediencia o desobediencia, por nuestra parte, era indiferente, no podía, sin duda, ser la causa de aquellos distingos; pero tampoco podía serlo la ley a la que era debido obedecer e indebido desobedecer, porque hasta en este caso iban implicadas como previas las nociones o ideas de lo bueno y lo malo, y las de ser la obediencia a la ley conforme a la idea de lo bueno y la desobediencia a la de lo malo.
Puesto que la mente posee, con prioridad toda la ley, una noción de esos distingos, parece necesaria consecuencia que esa noción procede de la razón, que es la que indica la diferencia entre el bien y el mal, así como lo hace entre la verdad y el error; y esta conclusión, verdadera en cierto sentido, aunque demasiado precipitada en otro, fue más fácilmente aceptada en esa época en que la ciencia abstracta de la naturaleza humana estaba en pañales, y antes de que las distintas facultades mentales hubiesen sido cuidadosamente examinadas y diferenciadas las unas a las otras. En los días en que se ventilaba con gran calor y vehemencia esta controversia con Mr. Hobbes, no se había pensado en ninguna otra facultad de donde se supiese que tales ideas podían originarse. Por estos años, pues, vino a ser doctrina en boga que la esencia de la virtud y del vicio no consistía en la conformidad o inconformidad de las acciones humanas con la ley de un superior, sino en la conformidad o inconformidad con la razón, que de este modo fue considerada como primera causa y principio de la aprobación y reprobación.
En cierto sentido, es verdad que la virtud consiste en una conformidad con la razón, y con mucha justicia puede considerarse a esta facultad, en alguna medida, como causa y principio de la aprobación y la reprobación y de todo sano juicio relativo al bien y al mal.

Es la razón la que descubre esas reglas generales de justicia según las cuales debemos normar nuestros actos, y por esta misma facultad formamos esas más vagas e indeterminadas ideas de lo que es prudente, de lo que es decoroso, de lo que es generoso y noble, ideas que siempre nos acompañan y a cuya conformidad procuramos modelar, en la medida en que mejor podemos, el tenor de nuestra conducta.

Las sentencias morales generalmente admitidas se forma, como toda máxima general, por la experiencia y la inducción. Advertimos en una gran variedad de casos particulares lo que agrada o desagrada a nuestras facultades morales, lo que ellas aprueban o desaprueban, y de esta experiencia establecemos por inducción esas reglas generales. Más la inducción siempre ha sido considerada como una operación de la razón, y por eso se dice con mucha propiedad que de la razón proceden todas esas sentencias generales e ideas. Estas, en gran parte, norman nuestros juicios morales, los cuales serían sumamente inciertos y precarios si dependiesen totalmente de algo tan expuesto a variar como son las inmediatas emociones y sentimientos, que los diversos estados de salud y humor son capaces de alterar de un modo tan esencial. Por lo tanto, como nuestros mejores fundados juicios relativos a lo bueno y a lo malo se norman por máximas e ideas obtenidas por una inducción de la razón, puede, con mucha propiedad, decirse de la virtud que consiste en una conformidad con la razón, y, hasta este extremo, puede considerarse a esa facultad como causa y principio de aprobación y reprobación.
Pero aunque, ciertamente, la razón es la fuente de las reglas generales éticas y de todos los juicios morales que por esas reglas formamos, es completamente absurdo e ininteligible suponer que las percepciones primarias de lo bueno y malo procedan de la razón, hasta en aquellos casos particulares de cuya experiencia se sacan las reglas generales. Estas percepciones primarias, así como toda experiencia en que cualquier regla general se funda, no pueden ser objeto de la razón, sino de un inmediato sentido y emoción.
La manera como se forman las reglas generales éticas, es descubrimiento que en una gran variedad de casos de un modo de conducta constantemente nos agrada de cierta manera, y que, de otro modo, con igual constancia, nos resulta desagradable. Empero, la razón no puede hacer que un objeto resulte por sí mismo agradable o desagradable; la razón sólo puede revelar que tal objeto es medio para obtener algo que sea placentero o no, y de este modo puede hacer que el objeto, por consideración a esa otra cosa, nos resulte agradable o desagradable. Mas nada puede ser agradable o desagradable por sí mismo, que no sea porque así nos lo presenta un inmediato sentido y sensación. Por lo tanto, si en todos los casos particulares necesariamente nos agrada la virtud por ella misma, y si del mismo modo el vicio nos causa aversión, no puede ser la razón, sino un inmediato sentido y sensación, lo que así nos reconcilie con la una y nos extraña del otro.
El placer y el dolor son los principales objetos del deseo y de la aversión; pero éstos no se disciernen racionalmente, sino que se distinguen por medio de un sentido inmediato y una emoción.
Si la virtud, pues, es deseable por sí misma, y si, del mismo modo, el vicio es objeto de aversión, síguese que no puede ser la razón, sino el sentido inmediato y la emoción, lo que distingue esas diferentes cualidades.
Sin embargo, como con justicia puede considerarse que hasta cierto punto la razón es principio de aprobación o reprobación, pensóse, debido a una inadvertencia, que estos sentimientos procedían primariamente de una operación de aquella facultad.

Corresponde al Dr. Hutcheson el mérito de haber sido el primero que distinguiera con cierto grado de precisión, y hasta qué punto puede admitirse que todos los juicios morales proceden de la razón, y hasta que punto se fundan en un sentido inmediato y una emoción. En sus Ilustrations Upon the Moral Sense (ilustraciones sobre el sentido moral) ha explicado esto de un modo tan completo, y, a mi parecer, tan incontestable, que si el asunto todavía provoca controversia, solamente puede imputarlo a falta de atención a lo que este caballero ha escrito, o bien a una supersticiosa adhesión a ciertas formas de expresión, debilidad no poco común entre los sabios, especialmente en materia tan profundamente interesante como la presente, en la que un hombre curioso no siempre está dispuesto a ceder ni siquiera en la justeza de una sola frase a la que ha estado acostumbrado.


De aquellos sistemas que hacen del sentimiento el principio de la aprobación

Los sistemas que hacen del sentimiento el principio de la aprobación, pueden dividirse en dos distintas clases:

I. Según algunos, el principio de la aprobación se funda en un sentimiento de naturaleza peculiar; es un poder especial de percepción que la mente ejerce en presencia de ciertos actos o efectos; algunos de éstos impresionan esa facultad de un modo agradable y otros de una manera desagradable; los primeros quedan marcados con los caracteres del bien de lo laudable y virtuoso; los segundos, con los del mal, lo censurable y vicioso. Tratándose de un sentimiento de naturaleza peculiar, diferente de todos los otros, y como efecto que es de un poder especial de percepción, le dan un nombre particular, llamándole el sentido moral.

II. Según otros, no hay necesidad, para explicar el principio de aprobación, de suponer la existencia de un nuevo poder de percepción del que hasta entonces no se tuviera noticia. Se imaginan que la Naturaleza obra en esto, como en todos los demás casos, con la más rigurosa economía, y que produce multitud de efectos de una sola y misma causa; y la simpatía, potencia de que la que siempre se ha tenido debida cuenta y la de la que la mente está manifiestamente dotada, es piensan, suficientemente para explicar todos los efectos atribuidos a aquella facultad especial.

I. El Dr, Hutcheson 1 se esmeró en probar que el principio de la aprobación no estaba fundado en el amor de sí mismo. También demostró que no podía proceder de una operacional racional. Pensó, pues, que no había otro camino que suponer que se trataba de una facultad de especie peculiar con que la naturaleza dotó a la mente humana, a fin de producir este importante y particular efecto.
habiendo excluido el amor a sí mismo y a la razón, no se le ocurrió que podía haber alguna de las ya conocidas facultades mentales que pudiese en alguna manera satisfacer ese propósito.
Sin embargo, y a pesar de todo el esmero que este ingenioso filósofo ha puesto en probar que el principio de la aprobación se funda en un poder especial de percepción, en cierta forma análogo al de los sentidos externos, hay alguna consecuencia de su doctrina, aceptadas por él, que posiblemente sean consideradas por muchos como refutación suficiente de la misma. Admite 2 que las cualidades que pertenecen a los objetos de un sentido no pueden, sin incurrir en grave despropósito, atribuirse al sentido mismo. ¿Quién ha pensado jamás en hablar de un sentido de ver negro o blanco, de un sentido de oír fuerte abajo, o de un sentido de gustar dulce amargo? y, según, él resulta igualmente absurdo llamar a nuestras facultades morales virtuosas o viciosas, lo moralmente bueno o malo. Estas cualidades pertenecen a los objetos de aquellas facultades, no a las facultades mismas. Si, por lo tanto, hubiera un hombre tan disparatadamente constituido que aceptara la crueldad y la injusticias como las más altas virtudes, y rechazara la equidad y la humanidad como los más despreciables vicios, una mente así constituida podría ciertamente ser considerada como perniciosa, tanto para el individuo como para la sociedad, y asimismo considerada como extraña, sorprendente y en sí desnaturalizada; pero no podría, sin incurrirse en grave despropósito, calificarse de viciosa o moralmente perversa.
Y, sin embargo, ni viésemos a un hombre aclamar una bárbara e inmerecida ejecución que hubiese sido mandada por algún insolente tirano, no nos sentiríamos culpables de grave despropósito al calificar de vicioso y moralmente perverso en alto grado ese comportamiento, a pesar de que sólo fuera la expresión de depravadas facultades morales o de una disparatada aprobación de tan horrible acto, como si fuese noble, magnánimo y excelente. Nuestro corazón, así lo imagino, al ver un espectador como ese, olvidaría momentáneamente su simpatía con el paciente y no sentiría sino horror y aborrecimiento al pensar en criatura tan execrable y vil. Lo detestaríamos aún más que al tirano, quien posiblemente obraba impulsado por las impetuosas pasiones de la envidia, el temor y el resentimiento, y que, por ese motivo, sería más disculpable. Mas los sentimientos del espectador aparecerían por completo inmotivados, y, por lo tanto, más perfecta y absolutamente abominables. No existe perversión de sentimientos o afectos, que nuestro corazón se resistiese más a compartir o que rechazase con más odio e indignación que una de esta especie, y, lejos de considerar semejante constitución mental como algo simplemente extraño o pernicioso y en modo alguno vicioso o moralmente perverso, más bien la consideraríamos como el último y más espantoso extremo de depravación moral.
Por en contrario, los sentimientos morales correctos aparecen de suyo en cierto grado laudables y moralmente buenos. Aquel cuya censura y aplauso en toda ocasión van de acuerdo, con gran exactitud, con el valor o indignidad del objeto, parece merecer, en cierto grado, hasta la aprobación moral. Admiramos la delicada precisión de sus sentimientos morales, ; sirven de guía a nuestros propios juicios, y, debido a su insólita y sorprendente exactitud, hasta provocan nuestra admiración y aplauso. Ciertamente, no podemos estar siempre seguros de que la conducta de una persona como esa corresponda a la precisión y exactitud de sus juicios respecto a la conducta ajena. La virtud requiere hábito y firme propósito, tanto como delicadeza de sentimientos, y, por desgracia, algunas veces faltan esas primeras cualidades ahí donde la segunda se da con la mayor perfección. Sin embargo, esa disposición de la mente, aunque algunas veces vaya acompañada de imperfecciones, es incompatible con todo lo que sea crasamente criminal, y es la cimentación más feliz para construir sobre ella la superestructura de la perfecta virtud. hay muchos hombres bien intencionados que se proponen en serio ejecutar cuanto estiman es de su deber, pero que, a pesar de todo, resultan desagradables a causa de la tosquedad de sus sentimientos morales.
Podría decirse, quizá, aunque el principio de la aprobación no está fundado en un poder de percepción que sea en alguna manera análogo a los sentidos externos, aún podría estar fundado en algún sentimiento especial que respondiese a ese fin particular y a ningún otro. Podría pretenderse que la aprobación y reprobación son un determinado sentir o emoción que surgen en la mente provocados por ciertos sujetos o acciones, y así como el resentimiento podría llamársele sentido de la injuria, o a la gratitud sentido del provecho, así aquéllas podrían muy propiamente recibir el nombre de sentido del bien y del mal, o sea sentido moral.
Pero esta explicación, si bien no está sujeta a las mismas objeciones que la anterior, sí está expuesta a otras igualmente incontestables.

En primer lugar, a pesar de todas las variaciones a que está sujeta una emoción cualquiera, conserva los rasgos generales que la singularizan como emociones de determinada especie, y esos rasgos generales siempre son más conspicuos y notorios que cualquier variación que pudiere experimentar en casos particulares. Así, la ira es una emoción de especie particular, y, consecuentemente, sus rasgos generales siempre son más perceptibles que todas las variantes que puede experimentar en casos particulares. La ira contra un hombre es, sin duda, algo diferente de la ira contra una mujer, y a su vez diferente de la ira contra un niño. En cada uno de estos tres casos la pasión de la ira en general admite distintas, modificaciones según el particular carácter de sus objetos, como el atento observador fácilmente podrá advertir. Pero, a pesar de todo, en todos estos casos predominan los rasgos generales de la pasión. Para distinguir estos rasgos no hace falta una observación sutil; es necesaria, por lo contrario, una atención en extremo delicada para descubrir las variaciones. Todo el mundo advierte aquéllos; casi nadie observa éstas. Por lo tanto, si la aprobación y la reprobación fuesen —como la gratitud y el resentimiento- emociones de una especie particular, distinta de todas las demás, sería esperar que en todas las variaciones que la una y la otra fuesen susceptibles de sufrir, se conservaran claros, manifiestos y fácilmente perceptibles los rasgos generales que las caracterizan como emociones de determinada especie particular. Empero, de hecho, acontece lo contrario. Si nos atenemos a lo que en realidad sentimos cuando en diversas ocasiones aprobamos o reprobamos algo, descubriremos que, con frecuencia, en un caso nuestra emoción es totalmente distinta a la de otro caso, y que no es posible advertir entre ambos ningún rasgo común. Así por ejemplo, la aprobación con que miramos un sentimiento tierno, delicado y humano, es bastante distinta de aquella con que recibimos la impresión de un sentimiento que se nos presenta como admirable, osado y magnánimo. Nuestra aprobación por ambos puede, en diversas ocasiones, ser perfecta y completa; pero uno de ellos nos enternece y el otro nos eleva, y no hay ningún parecido entre las emociones que provocan en nosotros. Ahora bien, según la doctrina que he estado procurando demostrar, tal debe, necesariamente, ser el caso. Como las emociones de la persona a la que aprobamos, en esos dos casos, opuestas la una a la otra, y como nuestra aprobación procede de la simpatía con esa emociones opuestas, lo que sentimos en un caso no puede en nada parecerse a lo que sentimos en el otro. Empero, esto no podría acontecer si la aprobación consistiese en una emoción peculiar que no tuviese nada en común con los sentimientos objeto de la aprobación, sino que surgiese en presencia de esos sentimientos, a la manera como cualquiera otra pasión surge en presencia del objeto que le es propio. Lo mismo puede decirse respecto a la reprobación. El horror que nos inspira la crueldad, en nada se asemeja al desprecio que sentimos hacia lo ruin. Es una especie muy distinta de discordia la que sentimos en presencia de esos dos diferentes vicios, entre nuestro propio parecer y el de la persona cuyos sentimientos y comportamiento observamos.

En segundo lugar, ya he advertido que no solamente las diferentes pasiones o afectos humanos que son motivo de aprobación o reprobación se nos presentan con el carácter de bondad y perversidad morales, sino que también la aprobación conveniente e inconveniente se presenta a nuestros naturales sentimientos con el sello de esas mismas cualidades. En consecuencia, se me ocurre preguntar ¿cómo es que, según esta doctrina, aprobamos o reprobamos la aprobación misma según sea conveniente o inconveniente? A esta pregunta no hay, me imagino, sino una sola contestación que sea razonable. Será necesario decir que, cuando la aprobación con que nuestro prójimo observa la conducta de un tercero, coincide con la nuestra, es que aprobamos su acto aprobatorio y lo tenemos, en cierta medida, por moralmente bueno; y, por lo contrario, cuando no coincide con nuestros propios sentimientos, lo desaprobamos y consideramos, en cierta medida, moralmente perverso. Debe, pues admitirse que, por lo menos en este caso, la coincidencia u oposición de sentimientos entre el observador y la persona observada, es lo que constituye la aprobación o reprobación moral. Y si consiste en eso en un caso, yo pregunto ¿por qué no en todos los demás? ¿Qué objeto tiene imaginar un nuevo poder de percepción para explicar esos sentimientos?
Contra toda explicación del principio aprobatorio que quiera hacerlo depender de un sentimiento peculiar distinto de todos los demás, yo objetaría: que es bien extraño que ese sentimiento, sin duda intencionado por la Providencia para ser el principio rector de la naturaleza humana, hubiese pasado hasta ahora tan inadvertido, al grado de carecer de nombre en todos los idiomas. La designación: sentido moral, es de cuño muy tardío, y todavía no puede considerarse forme parte del idioma inglés. La palabra aprobación, sólo desde hace pocos años es propia para denotar con peculiaridad cosas de esta especie. Propiamente hablando, aprobamos todo aquello que nos satisface completamente: la forma de un edificio, la traza de un máquina, el sabor de un plato de carne. La palabra conciencia no denota primariamente alguna facultad moral que nos permita aprobar o reprobar algo. La conciencia implica, ciertamente, la existencia de alguna facultad de esa especie, y significa propiamente nuestro darnos cuenta de haber obrado conforme o contrariamente a sus mandatos. Ya que el amor, el odio, la alegría, la aflicción, la gratitud, el resentimiento y tantas otras pasiones que se supone están todas sujetas a ese principio, han demostrado ser suficientemente importantes para obtener rótulos que nos las dan a conocer ¿acaso no es sorprendente que la reina de todas ellas hubiese pasado hasta ahora tan poco advertida, que, excepción hecha de unos cuantos filósofos, a nadie le ha parecido aún que valga la pena bautizarla con algún nombre?

Cuando concedemos nuestra aprobación a algún sujeto o a una acción, los sentimientos que experimentamos, según la doctrina que antecede, tienen cuatro orígenes que en cierto sentido son distintos los unos a los otros.

Primero, simpatizamos con los motivos del agente; segundo, compartimos la gratitud de quienes advertimos que su conducta ha sido conforme a las reglas generales por las que esas dos simpatías usualmente actúan, y, por último, cuando consideramos que tales actos forman parte de un sistema de conducta que tiende a fomentar la felicidad del individuo o de la sociedad, tal parece que derivan cierta belleza de esa utilidad, no muy distinta de la que atribuimos a cualquier máquina bien trazada. Una vez desconectado, en cualquier caso particular, todo lo necesariamente debe reconocerse que procede de uno u otro de estos cuatro principios, quisiera saber de buena gana lo que queda de residuo, y sin reservas permitiré que se atribuya ese sobrante al sentido moral o a cualquiera otra facultad privativa, con tal de que alguien determine con toda precisión lo que ese sobrante sea. Quizá fuera de esperarse que, si en verdad existiera esa facultad privativa tal como se supone que lo es el sentido moral, pudiéramos, en algunos particulares, sentirlo separado y desprendido de todos los otros, como con harta frecuencia sentimos en toda su pureza y sin mezcla de otra emoción, la alegría, la aflicción, la esperanza y el temor. Esto, me imagino, ni siquiera puede intentarse. Jamás he oído que se aduzca un ejemplo por el que pueda decirse que esta facultad obra por sí sola y sin mezcla alguna de simpatía o antipatía, de gratitud o resentimiento, de percepción del acuerdo o desacuerdo de cualquier acto con una regla establecida, o, por último, sin mezcla de ese gusto general por la belleza y el orden que, tanto los objetos inanimados como animados, provocan en nosotros.

II. Hay otra doctrina que intenta dar razón, por medio de la simpatía, del origen de nuestros sentimientos morales, pero que es diferente a la que yo me he esforzado por demostrar. Es aquella que hace que la virtud radique en la utilidad, y la que explica el placer con que el espectador reconoce la utilidad de cualquier cualidad, por simpatía con la felicidad de quienes resultan afectados por ella. Esta simpatía es diferente tanto de aquella por la que penetramos en los motivos del agente, como de aquella por la que acompañamos en la gratitud a las personas que resultan beneficiadas por sus actos. Se trata del mismo principio que aquel por el que concedemos nuestra aprobación a una bien trazada máquina. Pero ninguna máquina puede ser objeto de una ni otra de esa dos simpatías últimamente mencionadas. En la cuarta parte de esa disertación ya he dado alguna cuenta de esa doctrina.