domingo, abril 18, 2010
Marx y Leontief
Acumulación de Capital según Rosa Luxemburgo
Los esquemas de reproducción de Marx
Un estudio sobre los esquemas de reproducción del capital social en su conjunto, de Marx, puede leerse en:
http://www.revista.unal.edu.co/index.php/ceconomia/article/view/12061/12673
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William Thompson, datos biográficos
El comentario inicial, las negrillas, citas en bloque y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.
Gerard Stavenhagen (Historia de las Teorías Económicas, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1959) en una de las mejores síntesis que conocemos de las teorías económicas básicas desde el mercantilismo hasta Keynes, dice que Owen era el "maestro" de Thomson, y que partiendo de las teorías de Owen, desarrolló una teoría de la plusvalía, anterior a Marx. En realidad, a partir de este artículo, queda claro, que la teoría de la explotación de Thompson, (¿proviene de relación con los estudios de Ricardo?) cuenta con un pensamiento clasista muy claro y definido y con una concepción comunista del cooperativismo, a diferencia de Owen. Incluso se señala en este artículo que la palabra comunista fué usada por vez primera en el mundo moderno, para distinguir a Thompson y sus seguidores de Owen y los suyos.
Tomado de:
http://es.wikipedia.org/wiki/William_Thompson
William Thompson (Cork, 1775 - Rosscarbery, condado de Cork), 28 de marzo de 1833) fue un político, economista, filósofo y reformador social irlandés, promotor y socio del movimiento cooperativo inglés, cuyas concepciones influyeron en los organizadores de los sindicatos de trabajadores y en Karl Marx.
Vida
Era hijo de uno de los comerciante más prósperos de Cork, Alderman John Thompson, quien fue además alcalde de la ciudad en 1794. William heredó de él en 1814 una finca cerca de Glandore, al occidente de Cork y en vez de aceptar el papel de rentista ausentista, compartió su tiempo con los arrendatarios e invirtió en innovaciones agrícolas, servicios y educación para los niños, tratando de buscar el mejoramiento de la calidad de vida de las familias.
Afectado por problemas de salud desde temprana edad, Thompson se convirtió desde la adolescencia en abstemio y vegetariano. Su muerte fue causada por una afección pulmonar.
Ideas
Estudió con entusiasmo a los escritores del Siglo de las luces, en especial a Condorcet y se inspiró en las ideas de igualdad y democracia de la Revolución francesa, lo cual le ganó el calificativo de "Republicano Rojo".
Thompson simpatizaba con el utilitarismo de Jeremy Bentham, con quien estableció amistad, visitando su casa en 1821 y 1822. Mantuvo correspondencia con David Ricardo, quien influenció notoriamente su pensamiento y escritos. Polemizó en cambio con William Godwin y con las que consideraba "especulaciones mecánicas" de Thomas Malthus. Propuso el concepto de Ciencia Social para sintetizar la combinación de los conocimientos de la Economía Política con el materialismo científico y las concepciones del utilitarismo con una moral racional.
Contribución a la economía política
La polémica con Godwin y Malthus llevó a Thompson a Londres, para realizar una investigación sobre el papel de la distribución en la economía política, publicada en 1824 como Una investigación acerca de los Principios de la Distribución de la Riqueza.[1] Así como a David Ricardo, Thompson había estudiado las obras de los utopistas franceses Charles Fourier, Henri de Saint-Simon y del economista Sismondi.
Thompson defendió la teoría del valor-trabajo propuesta por Ricardo en los Principios de Economía Política.
Sin embargo, él caracterizó como explotación, la apropiación de la parte del león de la plusvalía por el capitalista.
Uno de sus compañeros en el movimiento cooperativo, John Minter Morgan, observó que Thompson fue el primero en acuñar el término "competitivo" para describir el sistema económico existente.
"El libro [de Thompson], sin embargo, revela su propia evolución; habiendo comenzado con reivindicar todo el producto del trabajo, así como la regulación de la distribución, finaliza con su propia conversión al comunismo, que se desprende de la ilimitada distribución."
Feminismo
Thompson criticó la situación de la mujer en la sociedad de su época y conjuntamente con su compañera, Anna Doyle Wheeler, fue autor de La Demanda de la Mitad de la Raza Humana, las Mujeres,[4] cuya redacción iniciaron en respuesta contra un llamamiento a votar únicamente por hombres. Esta obra ha sido traducida al castellano.[5] Por otra parte, a pesar de rechazar las tesis de Malthus sobre la población, Thompson defendió los eventuales beneficios de los métodos anticonceptivos.
Influencia en el movimiento cooperativo
Debate con Robert Owen
Thompson y en general el movimiento cooperativo tienden a ser identificados con el rótulo de "owenismo", pero ello es inexacto. En efecto, aunque sus escritos y los experimentos en New Lanark ayudaron al conjunto del movimiento cooperativo, muchos, Thompson incluido, fueron críticos de las tendencias autoritarias de Owen.
Thompson, además, desconfiaba del coqueteo de Owen con ricos y poderosos patrones y consideraba que los ricos, en tanto clase, nunca podrían estar realmente a favor de cualquier proyecto de emancipación para los trabajadores pobres, pues amenazaría sus privilegios. También expuso que era necesario que los trabajadores, en cualquier comunidad cooperativa, tuvieran seguridad eventual de la propiedad comunitaria. Se ganó gran número de seguidores de estas concepciones en el movimiento cooperativo, y fue para distinguir a estos de los seguidores de Owen que se les asignó el rótulo de "socialistas" o "comunistas"[6]
Influencia sobre Karl Marx
Karl Marx había recorrido la obra de Thompson en una visita a Manchester en 1845 y cita pasajes suyos en Miseria de la Filosofía (1847) y también en El Capital.[7] Sidney y Beatrice Webb llegan a caracterizar a Marx como "el discípulo ilustre" de Thompson y Hodskin, punto de vista que encontró eco en Harold Laski y otros historiadores del socialismo. Uno de ellos, Anton Menger,[8] fue el creador de la categoría "socialistas ricardianos", en la que quedan incluidos, además de Thompson, Thomas Hodgskin, John Grey, Piercy Ravenstone y John Francis Bray, todos los que Marx denominó "la reacción proletaria basada en Ricardo". Sin embargo, es necesario percibir las diferencias entre el comunista Thompson y el socialista de mercado Hodgskin.
Referencias
↑ Thompson, William, An Inquiry into the Principles of the Distribution of Wealth Most Conducive to Human Happiness; applied to the Newly Proposed System of Voluntary Equality of Wealth, (Longman, Hurst Rees, Orme, Brown & Green: London), 1824.
↑ Labour Defended against the Claims of Capital, or the Unproductiveness of Capital Proved with Reference to the Present Combinations among Journeymen, 1825.
↑ Thompson, William, Labour Rewarded. The Claims of Labour and Capital Conciliated: or, How to Secure to Labour the Whole Products of Its Exertions, Londres: Hunt and Clarke, 1827.
↑ Thompson, William, Appeal of One Half the Human Race, Women, Against the Pretensions of the Other Half, Men, to Retain Them in Political, and thence in Civil and Domestic Slavery, (Longman, Hurst Rees, Orme, Brown & Green: London), 1825.
↑ Wheeler, Anna y W. Thompson. La Demanda de la Mitad de la Raza Humana, las Mujeres. Traducción de Ana de Miguel. Granada: Comares, 2001
↑ Carta a "El Magazin Cooperativo", Londres, Noviembre de 1827, citado por OED como primer documento en que se usó "socialista" en vez de "owenista".
↑ El Capital, libro segundo, capítulo XVII
↑ Right to the Whole Produce of Labour,1899
Bibliografía
Connolly, James, 'The first Irish socialist: A forerunner of Marx' in Labour in Irish History, Dublin, 1910; London, 1987.
Dobb, Maurice 1973. Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith: Ideología y teoría. Siglo XXI, 1995. ISBN 968-23-1734-7
Dooley, Dolores, Equality in Community: Sexual Equality in the Writings of William Thompson and Anna Doyle Wheeler, Cork University Press, 1996.
Dooley, Dolores (Ed.), William Thompson: Appeal of One Half of the Human Race, Cork University Press, Cork, 1997.
Pankhurst, Richard, William Thompson (1775 - 1833) Pioneer Socialist, Londres: Pluto Press, 1991.
Thompson, William, Practical Directions for the Speedy and Economical Establishment of Communities on the Principles of Mutual Co-operation, United Possessions and Equality of Exertions and the Means of Enjoyments, Londres: Strange and E. Wilson, 1830.
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Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/William_Thompson"
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lunes, abril 12, 2010
Los Gobiernos, según Aristóteles
Cuando la monarquía o gobierno de uno sólo tiene por objeto el interés general, se le llama comúnmente reinado. Con la misma condición, al gobierno de la minoría, con tal que no esté limitada a un solo individuo, se le llama aristocracia; y se la denomina así, ya porque el poder está en manos de los hombres de bien, ya porque el poder no tiene otro fin que el mayor bien del Estado y de los asociados. Por último, cuando la mayoría gobierna en bien del interés general, el gobierno recibe como denominación especial la genérica de todos los gobiernos, y se le llama república.
Las desviaciones de estos gobiernos son: la tiranía que lo es del reinado{74}; la oligarquía que lo es de la aristocracia; la demagogia que lo es de la república. La tiranía es una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca; la oligarquía tiene en cuenta tan sólo el interés particular de los ricos; la demagogia, el de los pobres. Ninguno de estos gobiernos piensa en el interés general.
La tiranía, como acabo de decir, es el gobierno de uno sólo, que reina como señor sobre la asociación política; la oligarquía es el predominio político de los ricos; y la demagogia, por lo contrario, el predominio de los pobres con exclusión de los ricos.
porque los ricos constituyen en todas partes la minoría, como los pobres constituyen dondequiera la mayoría.
Lo que distingue esencialmente la democracia de la oligarquía, es la pobreza y la riqueza; y donde quiera que el poder esté en manos de los ricos, sean mayoría o minoría, es una oligarquía; y donde quiera que esté en las de los pobres, es una demagogia. Pero no es menos cierto, repito, que generalmente los ricos están en minoría, y los pobres en mayoría; la riqueza pertenece a pocos, pero la libertad a todos. Estas son las causas de las disensiones políticas entre ricos y pobres.
Así la igualdad parece de derecho común, y sin duda lo es, no para todos sin embargo, sino sólo entre iguales; y lo mismo sucede con la desigualdad: es ciertamente un derecho, pero no respecto de todos, sino de individuos que son desiguales entre sí.
Lo que sucede en [99] esto es que los jueces son jueces y partes, y ordinariamente es uno mal juez en causa propia.
Porque unos y otros son expresión de cierta parte del derecho, ya creen que lo son del derecho absoluto: de un lado superiores unos en un punto, en riqueza, por ejemplo, se creen superiores en todo; de otro, iguales otros en un punto, en libertad, por ejemplo, se creen absolutamente iguales.
Pero la asociación política tiene por fin, no sólo la existencia material de todos los asociados, sino también su felicidad y su virtud; de otra manera podría establecerse entre esclavos o entre otros seres que no fueran hombres, los cuales no forman asociación por ser incapaces de felicidad y de libre albedrío.
Pero como la virtud y la corrupción política son las cosas que principalmente tienen en cuenta los que sólo quieren buenas leyes, [100] es claro que la virtud debe ser el primer cuidado de un Estado que merezca verdaderamente este título, y que no lo sea solamente en el nombre.
ciertamente que no por esto se habrá formado con tan vasto recinto una ciudad única, aun suponiendo que todos los en ella encerrados hayan contraído entre sí matrimonio, vínculo que se considera como el más esencial de la asociación civil.
Luego evidentemente la ciudad no consiste en la comunidad del domicilio, ni en la garantía de los derechos individuales, ni en las relaciones mercantiles y de cambio; estas condiciones preliminares son muy indispensables para que la ciudad exista; pero aun suponiéndolas reunidas, la ciudad no existe todavía. La ciudad es la asociación del bienestar y de la virtud, para bien de las familias y de las diversas clases de habitantes, para alcanzar una existencia completa que se basta a sí misma. [101]
Y así la asociación política tiene ciertamente por fin la virtud y la felicidad de los individuos, y no sólo la vida común.
viernes, marzo 26, 2010
Aristóteles: Propiedad y Lucha de Clases
Un estudio sobre la concepción de Aristóteles sobre la propiedad y las clases sociales, puede verse en:
jueves, marzo 25, 2010
La Esclavitud, según Aristóteles
Las negrillas, sangrías y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.
Tomado de:
http://www.filosofia.org/cla/ari/azc03021.htm
Obras de Aristóteles, Política
Patricio de Azcárate
Política · libro primero, capítulo II
De la esclavitud
Ahora que conocemos de una manera positiva las partes diversas de que se compone el Estado, debemos ocuparnos ante todo del régimen económico de las familias, puesto que el Estado se compone siempre de familias.
Los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia misma, que, para ser completa, debe comprender esclavos y hombres libres. Pero como para darse razón de las cosas, es preciso ante todo someter a examen las partes más sencillas de las mismas, siendo las partes primitivas y simples de la familia el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos, deberán estudiarse separadamente estos tres órdenes de individuos, para ver lo que es cada uno de ellos y lo que debe ser.
Ocupémonos desde luego del señor y del esclavo, para conocer a fondo las relaciones necesarias que los unen, y ver al mismo tiempo si podemos descubrir en esta materia ideas que satisfagan más que las recibidas hoy día.
Se sostiene por una parte, que hay una ciencia, propia del señor, la cual se confunde con la del padre de familia, con la del magistrado y con la del rey, de que hemos hablado al principio.
Otros, por lo contrario, pretenden que el poder del señor es contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres y esclavos, no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos; y que por último la esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia{6}.
Se sigue de aquí que, así como las demás artes necesitan, cada cual en su esfera, de instrumentos especiales, para llevar a cabo su obra, la ciencia doméstica debe tener igualmente los suyos. Pero entre los instrumentos, hay unos que son inanimados y otros que son vivos; por ejemplo, para el patrón de una nave, el timón es un instrumento sin vida, y el marinero de proa un instrumento vivo, pues en las artes al operario, se le considera como un verdadero instrumento.
Conforme al mismo principio, puede decirse que la propiedad no es más que un instrumento de la existencia, la riqueza una porción de instrumentos, y el [23] esclavo una propiedad viva; sólo que el operario, en tanto que instrumento, es el primero de todos. Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo{7} o los trípodes de Vulcano{8} «que se iban solos a las reuniones de los dioses»; si las lanzaderas tejiesen por sí mismas; si el arco tocase solo la cítara, los empresarios prescindirían de los operarios, y los señores de los esclavos. Los instrumentos, propiamente dichos, son instrumentos de producción; la propiedad, por lo contrario, es simplemente para el uso.
Además como la producción y el uso difieren específicamente, y estas dos cosas tienen instrumentos que son propios de cada una, es preciso que entre los instrumentos de que se sirven haya una diferencia análoga.
La vida es el uso y no la producción de las cosas, y el esclavo sólo sirve para facilitar estos actos que se refieren al uso.
Propiedad es una palabra que es preciso entender como se entiende la palabra parte: la parte no sólo es parte de un todo, sino que pertenece de una manera absoluta a una cosa distinta que ella misma. Lo mismo sucede con la propiedad; el señor es simplemente señor del esclavo, pero no depende esencialmente de él; el esclavo, por lo contrario, no es sólo esclavo del señor, sino que depende de éste absolutamente. Esto prueba claramente lo que el esclavo es en sí y lo que puede ser. El que por una ley natural no se pertenece a sí mismo, sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que en tanto que hombre se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual. Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza. La razón y los hechos pueden resolver fácilmente estas cuestiones.
La autoridad se enaltece y se mejora tanto cuanto lo hacen los seres que la ejercen o a quienes ella rige. La autoridad vale más en los hombres que en los animales, porque la perfección de la obra está siempre en razón directa de la perfección de los obreros, y una obra se realiza donde quiera que se hallan la autoridad y la obediencia. Estos dos elementos, la obediencia y la autoridad, se encuentran en todo conjunto formado de muchas cosas, que conspiren a un resultado común, aunque por otra parte estén separadas o juntas. Esta es una condición que la naturaleza impone a todos los seres animados, y algunos rastros de este principio podrían fácilmente descubrirse en los objetos sin vida: tal es, por ejemplo, la armonía en los sonidos. Pero el ocuparnos de esto nos separaría demasiado de nuestro asunto.
Por lo pronto el ser vivo se compone de un alma y de un cuerpo, hechos naturalmente aquella para mandar y éste para obedecer.
En los hombres corrompidos o dispuestos a serlo, el cuerpo parece dominar a veces como soberano sobre el alma, precisamente porque su desenvolvimiento irregular es completamente contrario a la naturaleza. Es preciso, repito, reconocer ante todo en el ser vivo la existencia de una autoridad semejante a la vez a la de un señor y la de un magistrado; el alma manda al cuerpo como un dueño a su esclavo; y la razón manda al instinto como un magistrado, como un rey; porque evidentemente no puede negarse, que no sea natural y bueno para el cuerpo el obedecer al alma, y para la parte sensible de nuestro ser el obedecer a la razón y a la parte inteligente.
La igualdad o la dislocación del poder, que se muestra entre estos diversos elementos, sería igualmente funesta para todos ellos. Lo mismo sucede entre el hombre y los demás animales: los animales domesticados valen naturalmente más que los animales salvajes, siendo para ellos una gran ventaja, si se considera su propia seguridad, el estar sometidos al hombre. Por otra parte la relación de los sexos es análoga; el uno es superior al otro; éste está hecho para mandar, aquél para obedecer. [25]
Cuando es uno inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor; porque es esclavo por naturaleza el que puede entregarse a otro; y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro, es el no poder llegar a comprender la razón, sino cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo. Los demás animales no pueden ni aun comprender la razón, y obedecen ciegamente a sus impresiones.
Por lo demás, la utilidad de los animales domesticados y la de los esclavos son poco más o menos del mismo género. Unos y otros nos ayudan con el auxilio de sus fuerzas corporales a satisfacer las necesidades de nuestra existencia. La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace los cuerpos de los hombres libres diferentes de los de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para las obras penosas de la sociedad, y haciendo, por lo contrario, a los primeros incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros, y destinándolos solamente a las funciones de la vida civil, repartida para ellos entre las ocupaciones de la guerra y las de la paz.
Pero lo cierto es que si los hombres fuesen siempre diferentes unos de otros por su apariencia corporal como lo son las imágenes de los dioses, se convendría unánimemente en que los menos hermosos deben ser los esclavos de los otros; y si esto es cierto, hablando del cuerpo, con más razón lo sería hablando del alma; pero es más difícil conocer la belleza del alma que la del cuerpo. Sea de esto lo que quiera, es evidente que los unos son naturalmente libres y los otros naturalmente esclavos; y que para estos últimos es la esclavitud tan útil como justa.
Estas dos opiniones opuestas son sostenidas igualmente por hombres sabios. La causa de este disentimiento y de los motivos alegados por una y otra parte es, que la virtud tiene derecho, como medio de acción, de usar hasta de la violencia, y que la victoria supone siempre una superioridad laudable en ciertos conceptos. Es posible creer por tanto que la fuerza jamás está exenta de todo mérito, y que aquí toda la cuestión estriba realmente sobre la noción del derecho, colocado por los unos en la benevolencia y la humanidad y por los otros en la dominación del más fuerte. Pero estas dos argumentaciones contrarias son en sí igualmente débiles y falsas; porque podría creerse en vista de ambas, tomadas separadamente, que el derecho de mandar como señor no pertenece a la superioridad del mérito.
Hay gentes que, preocupadas con lo que creen un derecho, y una ley tiene siempre las apariencias del derecho, suponen que la esclavitud es justa cuando resulta del hecho de la guerra. Pero se incurre en una contradicción; porque el principio de la guerra misma puede ser injusto, y jamás se llamará esclavo al que no merezca serlo; de otra manera los hombres de más elevado nacimiento podrían parar en esclavos, hasta por efecto del hecho de otros esclavos, porque podrían ser vendidos como prisioneros de guerra. Y así los partidarios de esta opinión{10} tienen el cuidado de aplicar este nombre de esclavos sólo a los bárbaros, no admitiéndose para los de su propia nación. Esto equivale a averiguar lo que se llama esclavitud natural; y esto es precisamente lo que hemos preguntado desde el principio.
Es necesario convenir en que ciertos hombres serían esclavos en todas partes, y que otros no podrían serlo en ninguna. Lo mismo sucede con la nobleza: las personas de que acabamos de [27] hablar, se creen nobles, no sólo en su patria, sino en todas partes; pero por el contrario, en su opinión los bárbaros sólo pueden serlo allá entre ellos; suponen, pues, que tal raza es en absoluto libre y noble, y que tal otra sólo lo es condicionalmente. Así la Helena de Theodecto exclama:
¿Quién tendría el atrevimiento de llamarme esclava
descendiendo yo por todos lados de la raza de los dioses?
Esta opinión viene precisamente a asentar sobre la superioridad y la inferioridad naturales la diferencia entre el hombre libre y el esclavo, entre la nobleza y el estado llano.
Con razón se puede suscitar esta cuestión y sostener que hay esclavos y hombres libres que lo son por obra de la naturaleza; se puede sostener que esta distinción subsiste realmente siempre que es útil al uno el servir como esclavo y al otro el reinar como señor; se puede sostener, en fin, que es justa, y que cada uno debe, según las exigencias de la naturaleza, ejercer el poder o someterse a él.
Esto muestra con mayor evidencia, que el poder del señor y el del magistrado son muy distintos, y que, a pesar de lo que se ha dicho, todas las autoridades no se confunden en una sola: la una recae sobre hombres libres, la otra sobre esclavos por naturaleza; la una, la autoridad doméstica, pertenece a uno sólo, porque toda familia es gobernada por un solo jefe; la otra, la del magistrado, sólo recae sobre hombres libres e iguales.
Uno es señor, no porque sepa mandar, sino porque tiene cierta naturaleza; y por distinciones semejantes es uno esclavo o libre.
Saber emplear a los esclavos constituye la ciencia del señor, que lo es, no tanto porque posee esclavos, cuanto porque se sirve de ellos. Esta ciencia en verdad no es muy extensa ni tampoco muy elevada; consiste tan sólo en saber mandar lo que los esclavos deben saber hacer. Y así, tan pronto como puede el señor ahorrarse este trabajo, cede su puesto a un mayordomo para consagrarse él a la vida política o a la filosofía.
No necesitamos extendernos más sobre lo que teníamos que decir del señor y del esclavo.
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{6} Teopompo, historiador contemporáneo de Aristóteles, refiere (Ateneo, lib. VI, pág. 265) que los Quiotes fueron los que introdujeron la costumbre de comprar los esclavos, y que el oráculo de Delfos, al tener conocimiento de semejante crimen, declaró: que los Quiotes se habían hecho merecedores de la cólera de los dioses. Esto sería una especie de protesta del cielo contra este abuso de la fuerza. S. H., pág. 12.
{7} Platón habla de este talento de Dédalo en el Eutifron y en el Menon.
{8} Iliada, XVIII, 376.
{9} En la guerra del Peloponeso se degollaba a los prisioneros, y lo refiere Tucídides como si fuera el hecho más indiferente. Lib. I, capítulo XXX, lib. II, cap. V.
{10} En la República aconseja Platón a los griegos que no reduzcan a esclavitud a los griegos y sí sólo a los bárbaros.
{11} La cocina de Siracusa tenía gran reputación. Véase el lib. III de la República de Platón.
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martes, marzo 23, 2010
Una joya literaria: la Economía según Sócrates
El diálogo de Sócrates con Critóbulo, sobre la Economía, de la autoría de Jenofonte, traducido del griego al castellano, en 1786 por Ruiz Bamba.
Puede leerse en:
http://books.google.com.sv/books?id=CvJITDHGb_gC&printsec=frontcover&dq=jenofonte+economia&source=bl&ots=Lk41hnKipy&sig=26xremEgAI_P9Fz8iG-9LBtUNRc&hl=es&ei=JGupS9LzHaSltgf749G1BQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=5&ved=0CBQQ6AEwBDgK#v=onepage&q=&f=false
Teoría de Jenofonte
Un estudio sobre la teoría económica y administrativa de Jenofonte, puede verse en:
http://200.16.86.50/digital/33/revistas/blse/lowry3-3.pdf
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