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viernes, marzo 07, 2008

Indice de Etica a Nicómano

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La Etica a Nicómano, puede leerse en
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Son centrales para la Ciencia Económica, los planteamientos de Aristóteles contenidos en el Libro V, relacionados con la justicia distributiva (así textualmente la llama), la equidad, la igualdad y las funciones de la moneda.

Es determinante observar en el índice el tratamiento, cercano al principio de la contradicción dialéctica de Hegel, las afirmaciones de Aristóteles sobre la "oposición de los contrarios justicia e injusticia". Ha distinguido entre justicia en economía y política y justicia en jurisprudencia. Hemos puesto en negrillas los mencionados elementos.

Índice de la Ética a Nicómano

Moral a Nicómaco
Libro I· II· III· IV· V· VI· VII· VIII· IX· X
Patricio de Azcárate· Obras de Aristóteles· volumen 1· Madrid 1874

Biblioteca Filosófica. Aristóteles. Moral, tomo primero. Moral a Nicómaco. Obras filosóficas de Aristóteles. Obras de Aristóteles, puestas en lengua castellana por D. Patricio de Azcárate, socio correspondiente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas y de la Academia de la Historia. Madrid [1874], Medina y Navarro, Editores. Calle del Rubio, núm. 25. (Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio 25, Madrid.) XXIV + 319 páginas.

Índice y sumario

Vida y obras de Aristóteles, V

Moral a Nicómaco

Libro primero
Teoría del bien y de la felicidad


Capítulo primero. El bien es el fin de todas las acciones del hombre.

Diversidad y subordinación de los fines que nuestra actividad se propone. – Importancia del fin y del bien supremos. – Superioridad de la ciencia política, única que nos los puede dar a conocer; grado de exactitud que se puede exigir de esta ciencia. – La juventud es edad poco a propósito para el estudio de la política, 3

Capítulo II. El fin supremo del hombre es la felicidad.

Diversidad de opiniones sobre la naturaleza de la felicidad; estudio de las más célebres e importantes. – Diferencia de métodos según que se parte de los principios o se sube hasta los mismos. – Cada cual juzga en general de la felicidad por lo que es su vida; al vulgo le basta ir en pos de los placeres; el amor a la gloria es el patrimonio de las naturalezas superiores, así como el amor a la virtud. – Insuficiencia de la virtud para producir por sí sola la felicidad; desprecio de la riqueza, 6

Capítulo III. De la Idea general de la felicidad.

Crítica del sistema de las ideas de Platón. Objeciones diversas; el bien no es uno, puesto que se da en todas las categorías, y que hay muchas ciencias del bien; el bien en sí y el bien se confunden. – Los pitagóricos y Espeusipo. – Distinción de los bienes que son bienes por sí mismos, y de los que sólo lo son a causa de otra cosa; dificultades de esta distinción. – El medio más seguro de conocer el bien es estudiarle en los bienes particulares que el hombre posee y utiliza, 10

Capítulo IV. El bien en cada género de cosas es el fin en vista del cual se hace todo lo demás.

La felicidad es el fin último de todos los actos del hombre; es independiente y perfecta. – La felicidad no se comprende bien sino mediante el conocimiento de la obra propia del hombre. Esta obra es la actividad del alma dirigida por la virtud, 13

Capítulo V. Imperfección inevitable de esta indagación de la felicidad.

El tiempo completará estas teorías; no debe exigirse en todas las cosas una precisión igual. – Importancia de los principios, 17

Capítulo VI. Justificación de la definición de la felicidad dada más arriba.

Para darse bien cuenta de esta definición, es preciso combinarla con los atributos diversos que vulgarmente se dan a la felicidad. – División de los bienes en tres especies: bienes del cuerpo, bienes del alma y bienes exteriores. – La felicidad implica necesariamente la actividad. – La actividad regida por la virtud es la más alta condición de la felicidad del hombre. Sin embargo de esto, los bienes exteriores completan también la felicidad y parecen accesorios indispensables, 18

Capítulo VII. La felicidad no es un efecto del azar; es a la vez un don de los dioses y el resultado de nuestros esfuerzos.

Dignidad de la felicidad comprendida de esta manera. Esta teoría concuerda perfectamente con el fin que se propone la política. – Entre todos los seres animados, sólo el hombre puede ser dichoso, porque es el único capaz de virtud. – No puede decirse que un hombre es dichoso mientras vive y está expuesto a los azares de la fortuna. – ¿Se sienten los bienes y los males después de la muerte?, 21

Capítulo VIII. La virtud es la verdadera felicidad.

No hay necesidad de esperar la muerte de un hombre para decir que es dichoso; la virtud es la que constituye la verdadera felicidad; y no hay nada más seguro en la vida humana que la virtud. – Distinción entre los acontecimientos de nuestra vida, según que son más o menos importantes. – Las pruebas fortifican y apoyan la virtud; el hombre de bien nunca se muestra abatido; serenidad del sabio y constancia de su carácter. – Necesidad de los bienes exteriores hasta cierto punto, 24

Capítulo IX. Influjo del destino de nuestros hijos y de nuestros amigos sobre nosotros.

Es también probable que después de nuestra muerte nos interesemos aún por ellos. Naturaleza de las impresiones que se pueden experimentar después que ha abandonado uno la vida; estas impresiones deben ser muy poco vivas, 27

Capítulo X. La felicidad no merece nuestras alabanzas: merecería más bien nuestro respeto.

Naturaleza relativa y subordinada de las cosas que pueden ser alabadas; no hay alabanzas posibles para las cosas perfectas; sólo cabe admirarlas; teoría ingeniosa de Eudoxio sobre el placer. – La felicidad merece tanto más nuestro respeto, cuanto que es el principio y la causa de los bienes que deseamos al esforzarnos por conseguirla, 28

Capítulo XI. Para darse cuenta de la felicidad es preciso estudiar la virtud que la produce.

La virtud es el objeto principal del hombre de Estado. Para gobernar bien los hombres, es preciso haber estudiado el alma humana. Límites en que debe encerrarse este estudio. – Cita de las teorías que el autor ha expuesto sobre el alma en sus obras exotéricas: dos partes principales en el alma, una irracional, otra dotada de razón. distinción en la irracional de una parte animal y vegetativa, y de otra que sin poseer la razón, puede por lo menos obedecer a esta. – división de las virtudes en intelectuales y morales, 29

Libro segundo
Teoría de la virtud


Capítulo primero. De la distinción de las virtudes en intelectuales y morales. La virtud y el hábito.

La naturaleza sólo nos da disposiciones; nosotros las convertimos en cualidades precisas y determinadas mediante el empleo que hacemos de las mismas. Haciendo esto aprendemos a obrar bien. – Importancia soberana del hábito; es preciso contraer buenos hábitos desde la más tierna infancia, 33

Capítulo II. Un tratado de moral no debe ser una pura teoría, sino ante todo un tratado práctico.

Debe de ser esto cualquiera que sea por otra parte la indecisión inevitable en los pormenores en que debe entrarse. Necesidad de la moderación; todo exceso en más o en menos destruye la virtud y la prudencia, 35

Capítulo III. Inmenso influjo del placer y de la pena en el destino humano y en la virtud.

Para juzgar bien de las cualidades que se poseen, es preciso atender a los sentimientos de placer y de pena que se experimentan después de haber obrado; el hombre de bien se complace en obrar bien; el malo, en obrar mal. – Máxima de Platón. – Inmenso influjo del placer y de la pena sobre el destino humano y sobre la virtud; el uso bueno o malo del placer o de la pena distingue profundamente a los hombres entre sí. – La moral y la política deben ocuparse sobre todo de los placeres y de las penas; también será esto objeto del presente tratado, 37

Capítulo IV. Explicación del principio, según el que se hace uno virtuoso ejecutando actos de virtud.

Diferencia entre la virtud y las artes ordinarias. Tres condiciones se requieren para que un acto sea verdaderamente virtuoso: saber, voluntad, y constancia. La primera condición es la menos importante. – Extraña manera que tienen los más de los hombres de entender la filosofía y la virtud; creen que bastan para esto vanas palabras, 40

Capítulo V. Teoría general de la virtud.

Hay tres elementos principales en el alma: las pasiones, las facultades y los hábitos. Definición de las pasiones y de las facultades. – Las virtudes y los vicios no son pasiones; tampoco son facultades; son hábitos, 41

Capítulo VI. De la naturaleza de la virtud.

Es en toda cosa la cualidad que completa y perfecciona esta misma cosa: virtud del ojo, virtud del caballo. – Definición del medio en matemáticas. El medio moral es más difícil de encontrar; el medio varía individualmente para cada uno de nosotros. – Exceso o defecto en los sentimientos y actos del hombre. – La virtud depende de nuestra voluntad; es en general un medio entre dos vicios. El uno peca por exceso, el otro por defecto. – Excepciones, 43

Capítulo VII. Aplicación de las generalidades que preceden a los casos particulares.

El valor, medio entre la temeridad y la cobardía. – La templanza, medio entre la corrupción y la insensibilidad. – La liberalidad, medio entre la prodigalidad y la avaricia. – La magnificencia. – La grandeza de alma, medio entre la insolencia y la bajeza. – La ambición, medio entre dos excesos que no han recibido nombre especial. – Numerosos vacíos que hay en las lenguas para expresar todos estos diversos matices. – La veracidad, medio entre la fanfarronería y disimulo. – La gracia, medio entre la bufonería y la rusticidad. – La amistad, medio entre la adulación y la aspereza. – La modestia, la imparcialidad, la envidia, la malevolencia, 46

Capítulo VIII. Oposición de los vicios extremos entre sí y con la virtud que ocupa el medio.

Oposición del medio a los dos extremos. Los extremos están más distantes uno de otro que lo están del medio que los separa. – En ciertos casos, uno de los extremos se aproxima más al medio. La temeridad está más cerca del valor que la cobardía; por lo contrario, la insensibilidad está más cerca de la templanza que la relajación. Dos causas de estas diferencias: una procedente de las cosas y otra de nosotros, 51

Capítulo IX. Dificultad de ser virtuoso, y consejos prácticos para serlo.

Deben estudiarse las tendencias naturales que sienta cada cual en sí e inclinarse al extremo contrario; medio de reconocer aquellas; necesidad de resistir al placer. – Insuficiencia de los consejos por precisos que sean; es necesario ejercitarse constantemente en la práctica, 52

Libro tercero
Continuación de la teoría de la virtud. Del valor y de la templanza


Capítulo primero. La virtud sólo puede aplicarse a actos voluntarios.

Definición de lo voluntario y de lo involuntario. – Dos especies de cosas involuntarias, según que se hacen por fuerza o por ignorancia. – Primera especie de cosas involuntarias. Diversos ejemplos de casos de fuerza mayor; acciones mixtas; son siempre en parte voluntarias. – La muerte es preferible a ciertos actos: el Alcmeon de Eurípides. – Definición general de lo voluntario y de lo involuntario. El placer y el bien no ejercen sobre nosotros un imperio irresistible. Con frecuencia es más justo culparse a sí propio que no a las causas exteriores, 55

Capítulo II. Continuación del mismo asunto: segunda especie de cosas involuntarias.

Las cosas involuntarias por ignorancia; dos condiciones; deben ir seguidas por el dolor y el arrepentimiento. – Es preciso distinguir entre obrar por ignorancia y obrar sin saber lo que se hace. – Ejemplos diversos. – Definición del acto voluntario; las acciones inspiradas por la pasión y el deseo no son involuntarias, 58

Capítulo III. Teoría de la preferencia moral o intención.

No se la puede confundir, ni con el deseo, ni con la pasión, ni con la voluntad, ni con el pensamiento; relaciones y diferencias de la intención con todas estas cosas. – La preferencia moral puede confundirse con la deliberación que precede a nuestras resoluciones, 61

Capítulo IV. De la deliberación.

La deliberación sólo puede recaer sobre cosas que están en nuestro poder; no hay deliberación posible respecto de las cosas eternas, ni en las ciencias exactas; sólo hay deliberación en las cosas oscuras y dudosas. – La deliberación recae sobre los medios que se deben emplear y no sobre el fin que se desea. Sólo afecta a las cosas que creemos posibles. Descripción del objeto de la deliberación. La preferencia viene después de la deliberación; ejemplo tomado de Homero. – Última definición de la preferencia moral, 63

Capítulo V. El objeto verdadero de la voluntad es el bien.

Explicación de esta teoría; dificultades de los sistemas según los que el hombre aspira al verdadero bien o sólo aspira al bien aparente. – Ventaja del hombre virtuoso; sólo el sabe encontrar la verdad en todos los casos, 67

Capítulo VI. La virtud y el vicio son voluntarios.

Refutación de una teoría contraria; el ejemplo de los legisladores y las penas que consignan en sus códigos prueban claramente que creen que las acciones de los hombres son voluntarias. – Respuesta a algunas objeciones contra la teoría de la libertad. Nosotros disponemos de nuestros hábitos; y a nosotros toca regirlos para evitar que nos arrastren al mal. – El deseo del bien no es efecto de una disposición puramente natural: resulta del hábito, que nos prepara a ver las cosas bajo cierto aspecto. – Resumen de todas las teorías anteriores; indicación de las que van a exponerse, 68

Capítulo VII. Del valor.

Es un medio entre el miedo y la temeridad. – Lo que se teme en general son los males. distinción de los males; hay unos que se deben temer y otros que es preciso saber despreciar; sólo deben temerse los males que proceden de nosotros. – El verdadero valor es el que se muestra en los mayores peligros y enfrente de los males más temibles; el mayor peligro es el peligro de la muerte en los combates. Belleza de una muerte gloriosa, 73

Capítulo VIII. De los objetos temibles.

Diferencias según los individuos; reglas generales que impone la razón; definición del verdadero valor. – Excesos y defectos relativos al valor; los celtas; el hombre temerario; el fanfarrón; el cobarde. – Relaciones del valor con la temeridad y con la cobardía. – El suicidio no es una prueba de valor. – Resumen, 74

Capítulo IX. Especies diversas de valor.

Hay cinco principales: – 1ª El valor cívico; los héroes de Homero; soldados que obedecían por temor a sus jefes: – 2ª El valor de la experiencia; ventajas de los soldados aguerridos; los soldados son muchas veces menos bravos que los simples ciudadanos; batalla de Hermaeum: – 3ª El valor de la cólera; efectos de la cólera; si a la par se puede reflexionar, se convierte en verdadero valor: – 4ª El valor que procede de la confianza que se tiene en el buen éxito; intrepidez y sangre fría en los peligros imprevistos: – 5ª El valor de la ignorancia, desaparece delante del verdadero peligro, 77

Capítulo X. Estimación del valor.

El valor es siempre muy penoso, y por esta causa merece tanta estimación. – Los atletas. – La virtud en general exige sacrificios y dolorosos esfuerzos. – Fin de la teoría del valor, 81

Capítulo XI. De la templanza.

Sólo se aplica a los placeres del cuerpo y no a todos. – No puede haber intemperancia en los placeres de la vista y del oído; sólo la hay indirectamente en los placeres del olor. – La intemperancia afecta más particularmente al sentido del gusto, y en general al del tacto; ejemplo de Filoxenes de Erix. – Carácter degradante y brutal de la intemperancia; no goza, ni aun mediante el tacto, más que en ciertas partes del cuerpo, 82

Capítulo XII. Más sobre la templanza.

Deseos naturales y generales; deseos particulares y facticios. Se peca raras veces en punto a deseos naturales; se peca las más a causa de las pasiones particulares, entregándose a ellas en condiciones poco convenientes. – La templanza en los dolores es más difícil de definir que la templanza en los placeres. – La insensibilidad respecto a los placeres es muy rara y no es propia del hombre. – Retrato del hombre verdaderamente templado, 84

Capítulo XIII. Comparación de la intemperancia con la cobardía.

La intemperancia parece que es más voluntaria, porque no es otra cosa que el resultado del placer que el hombre busca naturalmente. – Intemperancia y desorden de los niños; es preciso que el hombre someta sus deseos a la razón, como el niño debe someterse a las órdenes de su preceptor. – Fin de la teoría de la templanza, 87

Libro cuarto
Análisis de las diferentes virtudes


Capítulo primero. De la liberalidad.

Su definición; la prodigalidad, la avaricia. Caracteres generales de la liberalidad; virtudes accesorias que ella supone. – La liberalidad debe graduarse por la fortuna del que da. – El liberal no siente excesivamente la pérdida de dinero; es dispuesto para los negocios. – La prodigalidad es mucho menos reprensible que la avaricia, por más que produzca algunas veces los mismos efectos. – La avaricia es incurable; grados diversos de la avaricia, 89

Capítulo II. De la magnificencia.

Su definición; su diferencia de la liberalidad. Defecto y exceso relativos a la magnificencia. – Cualidades del magnífico; sus designios; su manera de hacer las cosas. – Gastos en que se ejercita más especialmente la magnificencia; gastos públicos, gastos privados. – Exceso en la magnificencia: fausto grosero y sin gusto. – Defecto en la magnificencia : mezquindad, 96

Capítulo III. De la magnanimidad.

Definición. Los dos vicios opuestos: pequeñez de alma y vanidad presuntuosa. – El magnánimo no tiene otro norte que el honor; es el más virtuoso de los hombres. – Moderación del magnánimo en todos los grados de fortuna; con las ventajas de una gran posición se desenvuelve la magnanimidad. – Elevación y grandiosidad del magnánimo; su valor, su desinterés, su independencia, su lentitud y su indolencia, su franqueza, su gravedad silenciosa, sus maneras. – El hombre sin grandeza de alma. El necio vanidoso, 100

Capítulo IV. Del justo medio entre la ambición excesiva y la completa indiferencia respecto de la gloria.

No tiene nombre especial; es a la magnanimidad lo que la liberalidad a la magnificencia: Sentido equívoco de la palabra ambicioso, tomada ya en buen sentido, ya en malo. – El justo medio carece de nombre en muchos casos, 106

Capítulo V. De la mansedumbre, medio entre la irascibilidad y la indiferencia.

Descripción de la dulzura y de los dos extremos contrarios. Del carácter irascible; los hombres irascibles se irritan pronto y se calman pronto; con los atrabiliarios sucede todo lo contrario. – Dificultad de fijar con precisión los límites en que debe encerrarse la cólera, 107

Capítulo VI. Del espíritu sociable.

El hombre amable y el hombre que quiere complacer con demasía. La disposición media en este carácter se aproxima a la amistad. – El hombre que quiere agradar debe manifestar firmeza en ciertos casos y hacer sufrir también cuando sea necesario; sabe asimismo tratar las gentes según su posición. – Defectos opuestos a este carácter; la disposición media en este género no ha recibido nombre especial, 110

Capítulo VII. De la veracidad y de la franqueza.

Es un medio entre la vana jactancia, que hace que se suponga uno con cualidades que no tiene, y la reserva, que hace que se rebajen las que se tienen. – Carácter del verídico: detesta la mentira y la evita así en las cosas pequeñas como en las grandes. – El fanfarrón y el charlatán; sus motivos diversos. – Carácter reservado o irónico; Sócrates; la ironía, cuando es moderada, es digna de estimación y graciosa, 112

Capítulo VIII. Del donaire en el decir.

El hombre de buen tono sabe guardar un justo medio entre el bufón, que sólo se propone hacer reír, y el hombre de humor áspero que de nada se ríe. – Límites de la gracia de buen género; ejemplo tomado de la comedia antigua y de la nueva; regla por que se rige siempre el hombre bien educado. – Resumen, 114

Capítulo IX. Del pudor y de la vergüenza.

Es más bien una afección corporal que una virtud; sólo cuadra bien a la juventud. Más tarde, la vergüenza, que consiste en ruborizarse por lo que se hace, no puede nunca darse en el hombre de bien, el cual no hace jamás cosa mala. – La vergüenza indica por otra parte un sentimiento de honradez, 116

Libro quinto
Teoría de la justicia


Capítulo primero. Definición de la justicia.

Oposición general de los contrarios, y en especial de estos dos contrarios: lo justo y lo injusto. – Sentido diverso en que puede tomarse la palabra justicia. – Relaciones de la justicia con la legalidad y con la igualdad. – La justicia se refiere sobre todo a los demás; no es puramente individual; de aquí una diferencia entre ella y la virtud, con la que se confunde muchas veces, 119

Capítulo II. Distinción que debe hacerse entre la justicia o la injusticia y la virtud o el vicio. Especies de justicia.

La justicia es una especie de virtud distinta de la virtud en general, como la parte es distinta del todo. – Es preciso distinguir igualmente la justicia o la injusticia tomadas en general de la justicia o la injusticia en un caso particular. – La justicia de las acciones está de ordinario de acuerdo con su legalidad. – Es preciso distinguir dos especies de justicia; justicia distributiva, política y social; justicia legal y reparadora. Las relaciones de unos ciudadanos con otros son de dos especies, voluntarias e involuntarias, 123

Capítulo III. Primera especie de justicia.

La justicia distributiva o política se confunde con la igualdad. Lo justo es un medio como lo igual. La justicia supone necesariamente cuatro términos: dos personas que se comparan y dos cosas que se atribuyen a las personas. Pero es preciso tener en cuenta el mérito relativo de las personas, que es lo difícil. – La justicia distributiva puede representarse por medio de una proporción geométrica, en la que los cuatro términos están entre sí en las relaciones fijadas por los matemáticos, 126

Capítulo IV. Segunda especie de justicia.

Justicia legal y reparadora. La ley no debe tener en cuenta las personas; debe tender únicamente a restablecer la igualdad entre la pérdida causada al uno y el provecho que haya sacado el otro en aquellas relaciones que no son voluntarias. Esta especie de justicia es como a manera de una proporción aritmética. demostración gráfica. – Resumen de la teoría general de la justicia, 128

Capítulo V. La reciprocidad o el talión no puede ser la regla de la justicia.

Error de los Pitagóricos. – La reciprocidad proporcional de los servicios es el lazo de unión en la sociedad. Regla del cambio: papel de la moneda en todas las transacciones sociales. La función de la moneda, medida común de todo, es puramente convencional. – Definición general de la justicia y de la injusticia, 131

Capítulo VI. De los caracteres y condiciones de la injusticia y del delito.

Puede cometerse un crimen sin ser uno absolutamente criminal. – De la justicia social y política; del magistrado civil; su elevada función; su noble recompensa. – El derecho del padre y del amo o señor no puede confundirse con el derecho político; hay una especie de justicia política entre marido y mujer, 135

Capítulo VII. Distinción de lo natural y de lo puramente legal en la justicia social y en el derecho civil y político.

Las cosas naturales, sin ser inmutables, están sin embargo menos sujetas a cambios que las leyes humanas. En el fondo de cada disposición particular de la ley hay principios generales que no cambian. – Distinción del delito especial y de lo injusto en general, 137

Capítulo VIII. De la intención como elemento necesario del delito y de la injusticia.

Los actos involuntarios, o impuestos por una fuerza superior, no son actos culpables. De la premeditación; la cólera excusa en parte las acciones que bajo su influjo se cometen. – De las faltas que pueden perdonarse; de las faltas imperdonables, 139

Capítulo IX. Refutación de algunas definiciones de la injusticia.

Error de Eurípides. La injusticia que se hace es siempre voluntaria; la que se sufre, realmente no lo es nunca. Respuesta a algunas objeciones. Definición más completa de la injusticia. – No puede uno hacerse injusticia a sí mismo; Glauco y Diómedes. En un repartimiento inicuo, el culpable es el que lo hace y no el que lo acepta. – De los deberes del juez. – Dificultad y grandeza de la justicia. Clase especial de seres que pueden practicarla. Es una virtud esencialmente humana, 142

Capítulo X. De la equidad.

Relaciones y diferencias entre ella y la justicia. La equidad en ciertos casos está por encima de la justicia misma tal como la ley la determina. La ley necesariamente debe emplear fórmulas generales, que no pueden aplicarse a todos los casos particulares; la equidad repara y completa la ley. – Definición del hombre equitativo, 146

Capítulo XI. Imposibilidad de que sea uno realmente injusto para consigo mismo.

Del suicidio. La sociedad tiene razón en condenarlo; es un crimen para con ella. – Vale más sufrir una injusticia que cometerla. – Explicación de esta opinión, según la que puede uno ser injusto para consigo mismo: una parte del alma puede ser injusta con una de las otras partes. – Fin de la teoría de la justicia, 148

Libro sexto
Teoría de las virtudes intelectuales


Capítulo primero. De las virtudes intelectuales en general.

Necesidad de dar más precisión a las teorías precedentes; insuficiencia de las reglas generales. – Para explicar debidamente las virtudes intelectuales, se necesita hacer un estudio exacto del alma. En la razón hay dos partes distintas: una relativa a la ciencia y a los principios eternos e inmutables, la otra que delibera y calcula sobre las cosas contingentes. Destino diverso que tienen en el alma del hombre la sensación, la inteligencia y el instinto; la libre preferencia del alma, ilustrada por la razón, es siempre el principio del movimiento. La preferencia y la deliberación no se aplican nunca sino a lo venidero, 151

Capítulo II. De los medios que tiene el alma para alcanzar la verdad. De la ciencia.

El alma tiene cinco medios de alcanzar la verdad: el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y la inteligencia. – De la ciencia; definición de la ciencia; lo que se sabe no puede saberse de otra manera que como se sabe; el objeto de la ciencia es necesario, inmutable, eterno; la ciencia se funda en principios indemostrables, que da la inducción, y sobre los cuales se apoya el silogismo para sacar una conclusión, cierta, pero menos evidente que ellos. – Cita de los Analíticos, 154

Capítulo III. Del arte.

Definición del arte: es el resultado de la facultad de producir y no del acto propiamente dicho; sólo se aplica a las cosas contingentes, que pueden existir o no existir. La razón verdadera dirige el arte; y la inhabilidad es dirigida por una razón falsa, 155

Capítulo IV. De la prudencia.

Definición de la prudencia; sólo se aplica a las cosas contingentes; en qué se diferencia del arte y de la ciencia. Ejemplo de Pericles. Lamentable influjo de las emociones del placer y del dolor sobre la prudencia y conducta del hombre. – La prudencia, una vez adquirida, no se pierde jamás, 157

Capítulo V. De la ciencia y de la inteligencia.

La inteligencia, el entendimiento, es la facultad que conoce directamente los principios indemostrables. – La sabiduría o la perfecta habilidad debe ser considerada como el más alto grado de la ciencia: se eleva por encima de los bienes humanos y de los intereses personales: Fidias, Policleto, Anaxágoras, Tales. – La prudencia, que es esencialmente práctica, debe conocer ante todo los pormenores y los hechos particulares, 159

Capítulo VI. Relaciones de la prudencia con la ciencia política.

Aquella sólo se refiere al individuo, y rige como conviene sus intereses personales. El interés del individuo no puede separarse del de la familia y del Estado. – La juventud no puede tener prudencia, porque sólo se adquiere mediante una larga experiencia. – La prudencia no puede confundirse con la ciencia; se aproxima más a la sensación, 162

Capítulo VII. De la deliberación.

Carácter de la sabia deliberación; difiere de la ciencia; supone siempre una indagación y un cálculo; tampoco es obra del azar ni de la simple opinión. – Definición de la sabia deliberación; es un juicio recto aplicado a lo que es verdaderamente útil; puede ser absoluta o especial, 164

Capítulo VIII. De la inteligencia o comprensión y de la ininteligencia.

La inteligencia no se confunde con la ciencia ni con la opinión; se aplica a los mismos objetos que la prudencia; se manifiesta sobre todo en la rapidez para aprender y comprender las cosas. – Del buen sentido, 166

Capítulo IX. Fin a que tienden todas las virtudes intelectuales.

Se refieren todas a las acciones, es decir, a los términos inferiores y últimos. En general son dones de la naturaleza y no pueden adquirirse. Se producen y se aumentan con la edad. – Importancia que debe darse a los consejos de los hombres experimentados y de los ancianos, 167

Capítulo X. De la utilidad práctica de las virtudes intelectuales.

Comparación de la sabiduría con la prudencia. La sabiduría no tiene por fin especial la felicidad; la prudencia ilustra al hombre sobre los medios de llegar a la felicidad; pero en realidad no le hace más capaz de tenerla. La sabiduría y la prudencia contribuyen, sin embargo, a la felicidad del hombre, así como la virtud al señalar un fin loable a sus esfuerzos. – De la habilidad en el régimen de la vida; sus relaciones con la prudencia; no hay prudencia sin virtud, 169

Capítulo XI. De las virtudes naturales.

Las virtudes, que debemos a la naturaleza, no son hablando con propiedad virtudes, en tanto que no las hemos ilustrado por la razón ni fortificado mediante un hábito voluntario. Teoría de Sócrates, en parte verdadera y en parte falsa, sobre la naturaleza de la virtud. – La virtud no puede confundirse con la razón; pero sin razón no hay virtud. La prudencia es por otra parte inferior a la sabiduría, 171

Libro séptimo
Teoría de la intemperancia y del placer


Capítulo primero. Nuevo objeto de estudio. El vicio, la intemperancia y la brutalidad.

La virtud contraria a la brutalidad es un heroísmo casi divino; dicho de los espartanos. Método que debe seguirse en estas nuevas indagaciones: exponer ante todo los hechos y las opiniones más generalmente recibidos; y después discutir las cuestiones controvertibles. – De la templanza y de la firmeza en el sufrimiento, 175

Capítulo II. Explicación de la intemperancia.

Uno es intemperante sabiendo que lo es. – Refutación de Sócrates, el cual sostiene que el vicio es resultado de la ignorancia; objeciones contra esta teoría. – Grados diversos de la templanza y de la intemperancia, según los casos. El Neoptolemo de Sófocles; peligro de los sofismas. – De la intemperancia absoluta y general. – Fin de las cuestiones preliminares sobre la intemperancia, 177

Capítulo III. De la ignorancia del intemperante.

La intemperancia, ¿se aplica a todo o sólo a los actos de cierto orden? Evidentemente la falta es mucho más grave cuando se comete conociéndola. – Explicación del error en que cae el intemperante; puede conocer la regla general, aunque no conocerla ni aplicarla en el caso particular de que se trate. – El silogismo del acto; el intemperante sólo conoce el último término y no el término universal. – Justificación definitiva de las teorías de Sócrates, que cree que el hombre hace el mal por ignorancia, 180

Capítulo IV. Especies de placeres y de penas con relación a la intemperancia.

¿Qué debe entenderse por la intemperancia tomada de una manera absoluta? – Especies diversas de placeres y de penas; placeres necesarios nacidos de las necesidades del cuerpo; placeres voluntarios. – La intemperancia y la templanza se refieren sobre todo a los goces corporales. – Distinción entre los deseos que son legítimos y laudables y los que no lo son; en los deseos de esta primera especie sólo es reprensible el exceso: Niobé, Sátiro. – La intemperancia y la templanza corresponden a la incontinencia y a la sobriedad, 184

Capítulo V. De las cosas que son naturalmente agradables y de las que se hacen tales mediante el hábito.

Gustos monstruosos y feroces; ejemplos diversos; gustos ridículos y malignos; no puede decirse que estos gustos sean prueba de intemperancia. – La intemperancia tomada en un sentido absoluto es lo opuesto a la sobriedad, 187

Capítulo VI. La intemperancia en la cólera es menos culpable que la intemperancia en los deseos.

El deseo está más desnudo de razón aún que la cólera. Ejemplos diversos. – Tres clases de placeres; la condición de los brutos no es tan baja como la del hombre degradado por el vicio, 190

Capítulo VII. Diversas disposiciones de los individuos relativamente a la templanza y a la incontinencia.

Carácter propio del hombre incontinente; su definición. – La violencia de los deseos hace las faltas más excusables. – Definición de la molicie. – La intemperancia puede tener dos causas, el arrebato o la molicie. Diferencia entre estas dos causas, 192

Capítulo VIII. Comparación de la intemperancia con el espíritu de incontinencia.

La intemperancia es menos culpable; no es reflexiva; es intermitente. La incontinencia, por lo contrario, es una perversidad profunda. – Retrato del intemperante, 195

Capítulo IX. El hombre templado sólo obedece a la recta razón.

La terquedad tiene alguna relación con el dominio de sí misma: motivos comunes de la terquedad. Del cambio de opinión; se puede cambiar de opinión solamente por motivos laudables; ejemplo de Neoptolemo. – La templanza se encuentra entre la insensibilidad, que rechaza los placeres más lícitos, y el desarreglo completo que hace perder el dominio de si mismo. – Relaciones de la templanza con la sobriedad; sus diferencias, 197

Capítulo X. La prudencia y la intemperancia son incompatibles.

Otro retrato del intemperante. – La intemperancia natural es más difícil de curar que la intemperancia que es resultado del hábito. – Resumen de las teorías sobre la intemperancia, 199

Capítulo XI. Naturaleza del placer.

Importa al filósofo, que estudia la ciencia política, conocer a fondo la naturaleza del placer y del dolor. – ¿Es el placer un bien? ¿Es el bien supremo? Argumentos en sentido diverso sobre esta cuestión. – De las especies y de las causas del placer. Respuesta a las diversas objeciones hechas contra el placer. El hombre prudente evita los placeres que no son absolutamente placeres, y que van acompañados de una mezcla de dolor, 201

Capítulo XII. Opiniones comúnmente seguidas sobre el dolor y el placer.

Error de Espeusipo. – Relaciones del placer con la felicidad; peligros de una excesiva prosperidad. La felicidad es el desenvolvimiento completo de todas nuestras facultades; y la actividad es por sí misma un verdadero placer, 204

Capítulo XIII. De los placeres del cuerpo.

Falsas teorías en esta materia; no deben proscribirse los placeres del cuerpo absolutamente; pero es preciso reducirlos a los límites dentro en los cuales son necesarios. – Causa del error que hace que se tomen los placeres del cuerpo por únicos placeres; son muchas veces un consuelo en medio de nuestros disgustos. La juventud. Los temperamentos melancólicos. – Naturaleza del hombre; necesidad del cambio que lleva consigo. Sólo Dios en su perfección no muda jamás. El hombre malo tiene gusto en cambiar sin cesar. – Fin de la teoría del placer, 207

Libro octavo
Teoría de la amistad


Capítulo primero. Caracteres generales de la amistad.

Es necesaria para la vida del hombre; su importancia individual: su importancia política. – La amistad es tan honrosa como necesaria. – Teorías diversas sobre la amistad y el amor. Explicaciones físicas: Eurípides, Heráclito, Empedocles. La amistad y el amor deben estudiarse en el hombre, 211

Capítulo II. Del objeto de la amistad.

El bien; el placer y el interés son las tres únicas causas que pueden dar lugar a la amistad. – Del gusto que se experimenta por las cosas inanimadas. – Benevolencia recíproca pero ignorada. Para ser verdaderamente amigos, es preciso conocerse y saber directamente el bien que se desean el uno al otro, 213

Capítulo III. Especies de amistad.

La amistad reviste el carácter de los motivos que la inspiran; y como ellos es de tres especies: por interés, por placer y por virtud. – Fragilidad de las dos primeras especies de amistad; los ancianos sólo aman por interés; y los jóvenes por placer. Amistades pasajeras de la juventud. – La amistad por virtud es la más perfecta y la más sólida. Pero también es la más rara; sólo se forma con el tiempo, y debe ser igual de una y otra parte, 215

Capítulo IV. Comparación de las tres especies de amistad.

Las amistades por interés duran lo que dura el interés mismo; las amistades por placer pasan generalmente con la edad; la amistad por virtud es la única que merece verdaderamente el nombre de amistad; y la única que resiste a la calumnia. – Las otras sólo son amistades en cuanto se parecen a esta, bajo ciertos puntos de vista, 218

Capítulo V. Distinción de la disposición moral y del acto mismo con relación a la amistad.

Puede ser uno sinceramente amigo sin ejercer actos de amistad: efectos de la ausencia. – Los ancianos y los de carácter rudo y austero son poco inclinados a la amistad. – La vida común es sobre todo el fin y la señal de la verdadera amistad. Alejamiento de los ancianos y de las personas de mal humor de la vida común: no por eso su afección puede ser menos verdadera, 220

Capítulo VI. La verdadera amistad no se extiende a más de una persona.

Las relaciones muy numerosas no pueden ser profundas. – La amistad por placer se aproxima más a la verdadera que la amistad por interés. – Amistades de los ricos: tienen amigos muy diversos; la verdadera amistad es muy rara respecto de ellos. – Resumen sobre las dos especies inferiores de amistad, 222

Capítulo VII. De la amistad o afección respecto de los superiores.

El padre y el hijo: el marido y la mujer; el magistrado y los ciudadanos. – Para que la amistad nazca y subsista, es preciso que la distancia entre las personas no sea muy grande; relación de los hombres con los dioses. – Cuestión sutil que esta consideración suscita, 223

Capítulo VIII. En general se prefiere ser amado a amar.

Papel del adulador. – De la causa que motiva el que se busque la consideración de los hombres que ocupan un alto puesto. – Ejemplo del amor materno. – La reciprocidad de afecto es principalmente sólida cuando se funda en el mérito especial de cada uno de los amigos; relación entre gentes desiguales. – Ridículo en que caen los amantes. – Relaciones entre los contrarios; no tienden el uno hacia el otro, sino que tienden al justo medio, 225

Capítulo IX. Relaciones de la justicia y de la amistad bajo todas sus formas.

Leyes generales de las asociaciones, cualesquiera que ellas sean. Todas las asociaciones particulares no son más que partes de la gran asociación política. Cada cual concurre en el Estado al interés común, que es el fin de la asociación general. – Fiestas solemnes; sacrificios, banquetes; origen de las fiestas sagradas, 227

Capítulo X. Consideraciones generales sobre las diversas formas de gobiernos.

Reinado, aristocracia, timocracia o república. Divisiones de estas tres formas: la tiranía, la oligarquía, la demagogia. – Sucesión de las diversas formas políticas. – Comparación de los diferentes gobiernos con las diversas asociaciones que presenta la familia. – Relaciones del padre a los hijos; poder paterno entre los persas; relaciones del marido a la mujer; relaciones de los hermanos entre sí, 229

Capítulo XI. Relación entre los sentimientos de amistad y de justicia bajo todas las formas de gobierno.

Los reyes, pastores de los pueblos. – Beneficios de la asociación paterna. La afección del marido por la mujer es aristocrática; la de los hermanos entre sí es timocrática. – La tiranía es la forma política en la que no hay, ni afección, ni justicia; la democracia es la forma en que se encuentran más estas cualidades, 231

Capítulo XII. De las afecciones de familia.

De la ternura de los padres para con sus hijos y de los hijos para sus padres; la primera es en general más viva que la otra. – Afección de los hermanos entre sí: motivos en que se apoya. – Afección conyugal: los hijos son un lazo más entre los esposos. – Relaciones generales de justicia entre los hombres, 233

Capítulo XIII. De las quejas y reclamaciones con relación a las distintas clases de amistad.

Las quejas y las reclamaciones no son de temer en las amistades por virtud; son más frecuentes en las amistades por placer; se producen sobre todo en las relaciones por interés. – Dos especies de relaciones interesadas: una puramente moral, otra legal. – De las reglas que deben seguirse en el justo reconocimiento y pago de las deudas o de las obligaciones que se han contraído. – ¿Debe medirse el valor de un servicio por la utilidad del que se aprovechó de él, o por la generosidad del que lo hizo? Diferentes sentimientos del favorecido y del bienhechor. – Superioridad de las amistades por virtud, 235

Capítulo XIV. De los disentimientos en las relaciones en que uno de los dos es superior.

Cada cual saca de la amistad lo que puede sacar; el uno, el honor; el otro, el provecho. – De los honores públicos. – De las relaciones en las que es imposible al hombre hacer todo lo que debe. – Veneración debida a los dioses y a los padres. – Relaciones del padre con el hijo, 239

Libro noveno
Teoría de la amistad. Continuación


Capítulo primero. De las causas de desavenencia en las relaciones en que los amigos no son iguales.

Equivocaciones recíprocas. – El que ha hecho el primer servicio, ¿deberá ser el que fije la tasa de la remuneración? Proceder de Protágoras y de los sofistas. – Veneración profunda que debe tenerse a los maestros que nos han enseñado la filosofía. – Leyes de algunos Estados en que las transacciones voluntarias no dan lugar a acciones jurídicas, 241

Capítulo II. Distinciones y límites de los deberes según las personas.

Delicadeza de estas cuestiones. Reglas generales; excepciones; casos particulares. – Deberes para con los padres, los amigos, los hermanos, los conciudadanos; deberes para con la ancianidad. – Consideraciones que deben tenerse en cuenta en todo caso, 244

Capítulo III. Rompimiento de la amistad.

Diversas causas que pueden producirlo. No hay motivo para quejarse a no ser que uno haya sido engañado con un afecto fingido. – Hipótesis en que uno de los amigos se hace vicioso; no debe romperse la amistad mientras no se pierda la esperanza de corregirlo. – Hipótesis en que uno de los amigos se hace más virtuoso; no debe este romper la amistad absolutamente, y debe guardar siempre alguna consideración al recuerdo del pasado, 246

Capítulo IV. El amigo de sí mismo y el amigo de los demás. Retrato del hombre bueno y del malo.

La amistad que se tiene con los demás procede de la amistad que se tiene consigo mismo. No puede uno amarse a sí mismo sino en cuanto se considera hombre de bien. – Retrato del hombre de bien; está en paz consigo mismo, porque hace el bien exclusivamente en vista del bien. La vida está para él llena de dulzura. – Relaciones de la amistad y del egoísmo. Retrato del hombre malo; sus desórdenes interiores; discordias de su alma; odio a la vida; horror de sí mismo. – El suicida. – Ventajas de la virtud, 248

Capítulo V. De la benevolencia.

Difiere de la amistad y de la inclinación. – Puede recaer sobre desconocidos y es muy superficial. – Influencia del aspecto en la persona en la amistad y el amor. – Cómo la benevolencia puede convertirse en amistad. – Motivo más común de la benevolencia, 250

Capítulo VI. De la concordia.

Se aproxima a la amistad. – No debe confundírsela con la conformidad de opiniones. – Admirables efectos de la concordia en los Estados; es la amistad civil. – Efectos desastrosos de las discordias: Eterocles y Polinice. – La concordia sólo es posible entre hombres de bien. – Los malos están perfectamente en desacuerdo a causa de su desenfrenado egoísmo, 252

Capítulo VII. Del beneficio.

El bienhechor ama en general más que el favorecido. – Falsas explicaciones de este hecho singular. Indebida comparación con las deudas; Epicharmo. Explicación particular de Aristóteles. – Amor de los artistas por sus obras; amor de los poetas por sus versos. – El beneficiado es en cierta manera la obra del bienhechor. – El placer activo superior al placer pasivo. – Hay complacencia en el bien que se hace; y se estima tanto más cuanto más trabajo ha costado. – Afecto más vivo de las madres para con sus hijos, 253

Capítulo VIII. Del egoísmo o amor propio.

El hombre malo sólo piensa en sí mismo: el hombre de bien sólo piensa en hacer el bien, sin tener en cuenta su propio interés. – Sofisma para justificar el egoísmo. Es preciso distinguir lo que se entiende por esta palabra. egoísmo reprensible y vulgar. El egoísmo que consiste en ser más virtuoso y más desinteresado que todo el mundo es muy laudable. – Sacrificio en obsequio de los amigos y de la patria; desdén de las riquezas. pasión excesiva por el bien y por la gloria, 255

Capítulo IX. Sobre si hay necesidad de amigos en la prosperidad.

Argumentos en diversos sentidos. – ¿Hay más necesidad de amigos en la desgracia que en la prosperidad? – El hombre de bien no puede vivir solitario; tiene necesidad de hacer el bien a sus amigos y de ver sus acciones virtuosas: cita de Theognis. Es obrar virtuosamente contemplar a sus amigos; sentir que se obra y se vive en el seno de sus amigos es un vivísimo placer, el cual sólo se consigue en la intimidad. – El hombre dichoso debe tener amigos virtuosos como él, 258

Capítulo X. Del número de amigos.

Amigos por interés deben tenerse pocos; porque no se puede servir a todos; amigos por placer basta un corto número de ellos; amigos por virtud deben tenerse sólo los que se puedan amar con intimidad; este número siempre es muy limitado. – El amor, que es el exceso del afecto, sólo se dirige a un sólo ser. – Las amistades ilustres no han tenido nunca lugar sino entre dos; pero puede amarse a muchos de sus conciudadanos, 262

Capítulo XI. ¿Cuándo son más necesarios los amigos, en la prosperidad o en la desgracia?

Razones en ambos sentidos: la presencia de los amigos y su simpatía alivian nuestras penas y aumentan nuestra felicidad. – Se debe ser muy parco en llamar a los amigos cuando a uno le ocurre algún disgusto o desgracia, e ir espontáneamente en busca de ellos cuando sufren. – Se debe mostrar poca impaciencia en exigirles servicios, pero tampoco rehusarlos obstinadamente. – Resumen, 264

Capítulo XII. Dulzuras de la intimidad.

La amistad es como el amor; es preciso que los amigos se vean. – Ocupaciones comunes que sirven para aumentar la intimidad. – Los malos se corrompen mutuamente. – Los buenos se mejoran con su trato recíproco. – Fin de la teoría de la amistad, 266

Libro décimo
Del placer y de la verdadera felicidad


Capítulo primero. Del placer.

Es el sentimiento mejor apropiado a la especie humana; inmensa importancia del placer en la educación y en la vida. – Teorías contrarias sobre el placer; tan pronto se dice que es un bien como que es un mal. – Utilidad de concordar nuestra conducta con las máximas que profesamos, 267

Capítulo II. Examen de las teorías antes indicadas sobre la naturaleza del placer.

Eudoxio le suponía el soberano bien, porque todos los seres lo buscan y lo desean. Eudoxio autorizaba sus teorías en el perfecto régimen de su conducta. – Argumentos tomados de la naturaleza del dolor; todos los seres huyen de él. – Opinión de Platón. – Solución particular de Aristóteles. – Lo que todos los seres buscan debe ser un bien. – El argumento tomado de los contrarios no es bueno, porque el mal puede ser lo contrario de otro mal. – Refutación de algunos otros argumentos. – El placer no es una simple cualidad; tampoco es un movimiento; tampoco es la satisfacción de una necesidad. – Los placeres vergonzosos no son verdaderos placeres. – Indicación de algunas soluciones. – Resumen: el placer no es el soberano bien; hay placeres que se desean, 268

Capítulo III. Nueva teoría del placer.

Refutación de algunas otras teorías; el placer no es ni un movimiento ni una generación sucesiva. – Especies diferentes del movimiento. Todos los movimientos en general son incompletos, y jamás son perfectos en un momento dado de la duración. – El placer es un todo indivisible, cualquiera que sea el instante de la duración en que se le observe, 273

Capítulo IV. Continuación de la teoría del placer.

El acto más completo es el que se hace en las mejores condiciones. – El placer completa y perfecciona el acto, cuando el objeto que siente y el objeto sentido están en las condiciones apetecidas. – El placer no puede ser continuo como no lo es tampoco la pena; debilidad humana. – Gusto de la novedad. – El hombre ama el placer, porque ama la vida. Estrecho enlace del placer con la vida, 275

Capítulo V. Diferentes clases de placeres.

Nace de la diferencia de los actos. – Se goza tanto más cuanto más placer se tiene en hacer las cosas. Los placeres propios de las cosas; los placeres extraños; los unos perturban a los otros, porque no pueden hacerse dos cosas a la vez. Ejemplo de los espectadores en el teatro y de sus distracciones. – Placeres del pensamiento; placeres de los sentidos. – El placer varía según los seres, y hasta de un individuo a otro en una misma especie. – La virtud debe de ser la medida de los placeres, 277

Capítulo VI. Rápida recapitulación de la teoría de la felicidad.

No es una simple manera de ser. Es un acto libre e independiente, sin otro fin que el mismo y conforme a la virtud. – La felicidad no puede confundirse con las diversiones y los placeres; la diversión no puede ser el fin de la vida: los jóvenes, los tiranos. – Máxima excelente de Anacarsis. – La diversión no es más que un reposo y una preparación para el trabajo. – La felicidad es un asunto extremadamente serio, 281

Capítulo VII. Continuación de la recapitulación de las teorías sobre la felicidad.

El acto del entendimiento constituye el acto más conforme a la virtud, y por consiguiente el más dichoso; puede ser el más continuo. – Placeres admirables de la filosofía. – Independencia absoluta del entendimiento y de la ciencia; tienen en sí mismos su propio fin; calma y paz profunda del entendimiento. Turbaciones de la política y de la guerra. El entendimiento es un principio divino en el hombre. – Superioridad infinita de este principio; grandeza del hombre; la felicidad consiste en el ejercicio de la inteligencia, 283

Capítulo VIII. Superioridad de la felicidad intelectual.

El segundo grado de la felicidad es el ejercicio de otra virtud, que no sea la sabiduría. La virtud moral se relaciona a veces con las cualidades físicas del cuerpo, y se une muy bien con la prudencia. – Superioridad de la felicidad intelectual. No depende casi en nada de las cosas exteriores. – La virtud consiste a la vez en la intención y en los actos. – La perfecta felicidad es un acto de pura contemplación. Ejemplo de los dioses. Es injuriarles el atribuirles otra actividad que la del pensamiento. – Ejemplo contrario de los animales; no tienen felicidad, porque no piensan. – La felicidad está en proporción del pensamiento y de la contemplación, 286

Capítulo IX. Relación de la felicidad con el bienestar exterior.

La felicidad supone un cierto bienestar exterior; pero este bienestar es muy limitado. – La posición más modesta no es incompatible ni con la virtud ni con la felicidad. – Opinión de Solon; opinión de Anaxágoras. No debe darse crédito a las teorías cuando no se conforman con los hechos. – Grandeza del sabio; es el amigo de los dioses; es el único dichoso, 289

Capítulo X. Importancia de las teorías y de la práctica.

Opinión de Theognis. – La razón sólo habla a los menos. Sólo mediante el temor del castigo puede ser dirigida y corregida la multitud. – Influjo de la naturaleza; necesidad de una buena educación; sólo la ley puede ordenarla. Sabios consejos dados al legislador por Platón. – Empleo simultáneo de la práctica y de la fuerza. Sólo la ley tiene poder para mandar eficazmente. – Educación pública; educación particular; utilidad de las reglas generales y de la ciencia; la experiencia. – Papel admirable del legislador. – Oficio poco útil y poco honroso de los sofistas que enseñan la política. Esta es indispensable. Los estudios teóricos sobre las constituciones pueden ser de alguna utilidad. – Colección de constituciones. – Relación de la política con la moral; anuncio de la Política de Aristóteles como continuación de su moral, 290

Nota sobre esta edición digital (septiembre de 2005)

Esta edición del texto en español de la Moral a Nicómaco de Aristóteles, en versión de Patricio de Azcárate, que ofrece libremente por internet el Proyecto Filosofía en español, se ha realizado directamente a partir de un ejemplar de la edición impresa, Madrid 1874. Se hace figurar entre corchetes el número y el lugar donde continúa el texto en cada página de esa edición impresa. Se han renumerado correlativamente las 210 notas puestas al texto de Aristóteles (que en la versión impresa van referidas a cada página). Se reproduce con la mayor fidelidad el texto ofrecido por Azcárate.

Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org

Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1874, tomo 1, portada y páginas 299-318
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sábado, julio 07, 2007

Aristóteles: Clases Sociales

Sobre las Clases Sociales
Aristóteles


(I)

En todas las artes y ciencias que no versan sobre una parte, sino que son completas en relación con un género, pertenece a una sola considerar lo que corresponde a cada género.

La gimnasia, por ejemplo, ha de considerar qué ejercicio conviene a qué cuerpo y cual es el mejor, así como qué ejercicio en general es mejor para la mayoría (pues esto es también del resorte de la gimnástica); y a más de esto, si alguno deseare adquirir hábitos físicos y cierto saber inferior al que se requiere para los ejercicios atléticos, estará aún en la competencia del maestro de gimnasia y del entrenador proporcionarle esta capacidad por lo menos.

Y lo mismo vemos que acontece en lo relativo a la medicina, a la construcción de navíos, a la confección de vestidos y en todas las demás artes. Es evidente, por tanto, que a la misma ciencia corresponde considerar cuál es la mejor constitución política y qué carácter debe tener de acuerdo con nuestro ideal si ningún factor externo lo impide, como también cuál es la que puede adaptarse a tal pueblo.

(Para muchos, en efecto, será quizás imposible alcanzar la mejor constitución, de suerte que el legislador y el verdadero político no debe ignorar ni cuál es la mejor en absoluto, ni la mejor dentro de las circunstancias)

(...) deberá considerar el régimen que deriva de un supuesto dado (esto es, ser capaz de examinar, en una constitución dada, cómo pudo surgir desde el principio, y una vez que existe así, de qué modo podría asegurarse su existencia el mayor tiempo posible.

Me refiero, por ejemplo al caso en que una ciudad no esté regida por la constitución mejor, y que aun esté desprovista de las condiciones elementales para ello, ni siquiera por la que es practicable dentro de las circunstancias, sino por una francamente inferior).

Además de todo esto, aún debe conocer la constitución que mejor se ajusta a todas las ciudades, ya que la mayoría de los publicistas en materia constitucional, por más que acierten en los demás puntos, yerran en estos otros de utilidad práctica.

No se ha de considerar, en efecto, sólo la constitución mejor, sino también la que es posible, la que más fácil y más comúnmente puede implantarse en todas las ciudades.

Ahora, en cambio, unos no investigan sino la constitución de extremada perfección y que requiere un conjunto de condiciones complementarias, en tanto que otros proponen alguna forma común, haciendo a un lado las constituciones existentes y limitándose a alabar la espartana o alguna otra.

Mas lo que sería menester es introducir un orden político tal que los ciudadanos pudieran fácilmente acatar y compartir dentro de las circunstancias, porque no es menor hazaña enderezar una constitución que construirla desde el principio, así como no lo es menos reaprender una ciencia que aprenderla desde el principio.

Por lo cual, y además de los conocimientos ya expresados, el político debe ser capaz de subvenir a las constituciones ya existentes, según se dijo también antes.

Ahora bien, esto será imposible si ignora cuántas formas constitucionales hay, pues actualmente hay quienes piensan que existe sólo una especie de democracia y una especie de oligarquía, lo que no es verdad.

De aquí que no deban ocultársele las variedades entre las constituciones, cuántas son y de cuántos modos pueden combinarse. A más de esto, debe discernir con la misma prudencia las leyes mejores de las que pueden adaptarse a cada sistema constitucional, ya que las leyes deben establecerse en vista de las constituciones -y es así como las establecen todos- y no las constituciones en vista de las leyes.

La constitución, en efecto, es la organización de los poderes en las ciudades, de qué manera se distribuyen, y cuál debe ser en la ciudad el poder soberano, así como el fin de cada comunidad, mientras que las leyes, con independencia de los principios característicos de la constitución, regulan el modo como los gobernantes deben gobernar y guardar el orden legal contra los transgresores.

Es pues, manifiesto que aun para el solo propósito de legislar, el político ha de conocer necesariamente las variedades de cada constitución y su número, porque es imposible que las mismas leyes sean convenientes a todas las oligarquías o democracias, si realmente hay varias y no una sola democracia u oligarquía.

(II)

En nuestra primera investigación sobre las formas de gobierno hemos distinguido tres constituciones rectas, a saber, monarquía, aristocracia y república, así como tres desviaciones de ellas, y que son respectivamente: de la monarquía, la tiranía; de la aristocracia, la oligarquía, y de la república, la democracia.

De la aristocracia y de la monarquía hemos hablado ya (puesto que estudiar lo relativo a la mejor constitución es tanto como hablar de las formas designadas con aquellos nombres, ya que cada una de ellas apunta a un sistema constituido de acuerdo con la virtud provista de recursos).

Asimismo hemos distinguido antes en qué difieren entre sí la aristocracia de la monarquía, y cuando debe asumirse la monarquía.

No queda, por tanto, sino discutir la forma constitucional que ha recibido el nombre, común a todas, de república, y después las otras formas: oligarquía, democracia y tiranía.

De estas desviaciones, pues es manifiesto cuál es la peor y cuál es la segunda inmediata a la peor.

En efecto, la desviación de la forma primera y más divina ha de ser necesariamente la peor.

Ahora bien, la monarquía o lo será sólo de nombre y no en realidad, o por necesidad ha de fundarse en la gran superioridad del que reina; y en consecuencia, la tiranía, siendo la peor de las desviaciones, será la que más se aleje del gobierno constitucional. En segundo lugar viene la oligarquía (régimen del cual se aparta mucho la aristocracia), y como la más moderna, la democracia. Uno de nuestros predecesores ha mostrado ya lo mismo, aunque sin atender al mismo principio que nosotros, pues juzgaba que de todos las constituciones puede haber desviaciones buenas, como una buena oligarquía, y así de las demás, y que en este caso la democracia es la peor, pero la mejor, en cambio, cuando las desviaciones son malas.

Nosotros, en cambio, sostenemos ser todas ellas por completo erradas, y que no es correcto decir que hay una forma de oligarquía mejor que otra, sino menos mala. Más dejemos por ahora esta discusión, y distingamos cuántas variedades hay de cada constitución, sobre la base de que hay varias formas tanto de democracia como de oligarquía.

(...) cuál es la forma más común y cuál la más deseable de la mejor constitución; y también, si existe alguna otra aristocracia bien constituida; pero no adaptable a la mayoría de las ciudades, cuál pueda ser. En seguida, cuál de las otras formas es deseable para tal o cual pueblo (pues podría ser que para algunos fuese la democracia más necesaria que la oligarquía, y para otros ésta más bien que aquélla). Después, de qué manera ha de proceder quien desee establecer estas formas de gobierno, digo cada una de las formas así de democracia como de oligarquía. Finalmente, y una vez que hayamos dado concisa cuenta de todo esto en la medida de lo posible, intentaremos descubrir los factores que corrompen o preservan las constituciones, así en común como para cada una en particular, y por qué causas sobre todo se produce todo ello naturalmente.

(III)

La causa de que haya varias formas de gobierno es que en toda ciudad hay cierto número de partes.

En primer lugar vemos que toda ciudad está compuesta de familias; y después, que de este conglomerado unos son necesariamente ricos, otros pobres y otros clase media, y que los ricos están armados y los pobres sin armas. Y también vemos que de la gente del pueblo unos son campesinos, otros comerciantes y otros obreros. Y en la clase superior hay también diferencias tanto por la riqueza como por la magnitud de la propiedad (como por ejemplo en la cría de caballos), que no es fácil que la tengan sino los ricos.

De aquí que en los tiempos antiguos haya habido oligarquías en todas las ciudades cuya fuerza estaba en la caballería, de la cual se servían en las guerras contra sus vecinos, como lo hicieron los eritreos, los calcidios y los magnesios de las orillas del Meandro, y otros muchos pueblos de Asia.
Pero además de las diferencias por la riqueza, están las que se fundan en el nacimiento o en la virtud, y cualquier otra distinción similar, si la hubiere, y que constituye un elemento de la ciudad, como hemos dicho al hablar de la aristocracia (donde distinguimos los elementos necesarios de que consta cada ciudad).

Como quiera, pues, que de estos elementos toman parte unas veces todos ellos en el gobierno de la ciudad, y otras menos o más, es manifiesto que necesariamente habrá una pluralidad de formas de gobierno diferentes específicamente entre sí, toda vez que las partes mismas difieren entre sí específicamente.

La constitución, en efecto, es la organización de los poderes, y éstos se distribuyen por lo general en proporción a la influencia de los que participan en el poder o por alguna igualdad que les sea común, con lo que me refiero, por ejemplo, a la que hay entre los pobres o entre los ricos, o a alguna que sea común a ambas clases.

En consecuencia, debe haber tantas formas de gobierno cuantas sean los ordenamientos que se hagan con arreglo a las superioridades y a las diferencias entre las partes. Según la opinión común, habría sólo dos formas constitucionales, así como de los vientos llamamos a unos vientos del norte y a otros vientos del sur, y los demás no son sino modificaciones de éstos.

Pues así también no habría sino dos constituciones: democracia y oligarquía, ya que la aristocracia se considera como cierta oligarquía, y por tanto se clasifica como una forma de oligarquía, y en cuanto a la llamada república la tienen por una democracia...

Esta es, pues, la opinión habitual y prevalente en los que atañe a las constituciones; pero es más verdadera y mejor la clasificación que nosotros hacemos bien constituidas, y las demás desviaciones, lo serán éstas o de la forma bien combinada o de la mejor constitución, siendo oligárquicas las más tensas y despóticas, y democráticas las más relajadas y suaves.

No debe suponerse...que la democracia es simplemente el régimen en que el pueblo es soberano (pues también en las oligarquías y donde quiera es soberana la mayoría); ni que la oligarquía a su vez sea el régimen en que la soberanía esté en el menor número.

Porque si el número total de ciudadanos fuese de mil trescientos, y de éstos mil fuesen ricos y no dieran participación en el poder a los trescientos pobres, por más que éstos fuesen libres y semejantes en lo demás a aquellos, nadie diría que estuviese este pueblo gobernado democráticamente. Y de manera análoga, si los pobres fuesen pocos, pero más poderosos que los ricos más numerosos, nadie tampoco llamaría a este régimen una oligarquía si los demás ciudadanos, no obstante ser ricos, no participasen de los honores.

Más bien, por tanto, debe decirse que la democracia existe cuando son los libres los que detentan la soberanía, y la oligarquía a su vez cuando la tienen los ricos; pero por mera coincidencia los primeros son muchos y los segundos pocos, porque los libres son muchos y los ricos pocos.

De otro modo, en efecto, si las magistraturas se distribuyen en atención a la estatura, como dicen algunos que se hace en Etiopía, o en proporción a la belleza, habría una oligarquía, dado que es pequeño el número de hombres bellos y de gran estatura. pero estas formas de gobierno no se definen suficientemente por la sola riqueza o la libertad, porque como quiera que hay otros elementos así en la democracia como en la oligarquía, debemos aun hacer la precisión ulterior de que no habrá democracia donde los libres, siendo pocos en número, gobiernen sobre una mayoría de hombres no libres, como en Apolonia del mar Jónico y en Tera (pues en cada una de estas ciudades estaban en los puestos de honor las familias más distinguidas por su nobleza y que primeramente habían poblado estas colonias, y estas eran pocas entre la multitud), ni tampoco, a su vez, habría una democracia si dominaran los ricos sólo por su número, como fue antiguamente en Colofón (donde la mayoría tenía grandes propiedades antes de que viniera la guerra contra los lidios), sino que la democracia existe cuando una mayoría de ciudadanos libres y pobres ejercen la soberanía, y la oligarquía, a su vez, cuando la ejerce una minoría de ricos y nobles.

Hemos dicho antes que hay varias formas de gobierno, y por qué causa. Mas ahora, y partiendo del principio que previamente establecimos, digamos por qué hay más de las mencionadas, y por qué razón. Hemos dado por sentado que toda ciudad tiene no una, sino varias partes. Si nos propusiéramos hacer una clasificación de las especies animales, empezaríamos por definir las propiedades que necesariamente tiene todo animal (como, por ejemplo, ciertos órganos sensoriales, así como un aparato para recibir y digerir el alimento, como la boca y el estómago y órganos locomotrices que cada animal posee).Si no hubiese otras partes necesarias fuera de éstas, pero entre ellas hubiera diferencias (como si, por ejemplo, hubiera varias clases de boca, estómago y órganos sensoriales, así como de partes locomotrices) el número de combinaciones de estas variedades constituiría necesariamente una variedad de especies animales (ya que no es posible para el mismo animal tener varias especies de boca, como tampoco de vidas). De este modo, pues, y así que hubiéramos clasificado todas las combinaciones posibles, éstas arrojarán como resultados las respectivas especies animales, que serán tantas en número cuantas son las combinaciones de las partes necesarias.

Pues de la misma manera clasificaremos las variedades de las formas de gobierno que hemos mencionado, porque las ciudades también están compuestas no de una, sino de muchas partes, como hemos dicho repetidamente.

Una es la masa del pueblo que se ocupa de la alimentación, y que son llamados labradores.

La segunda es la de los llamados obreros , y éste es el grupo dedicado a las artes y oficios sin los cuales es inhabitable la ciudad, siendo unas de estas artes de todo punto necesarias, en tanto que otras contribuyen al lujo o al bienestar.

La tercera es la de los comerciantes (por cuyo término entiendo la clase que se ocupa de comprar y vender, bien sea al por mayor o al menudeo).

La cuarta es la de los jornaleros, y

la quinta es la clase militar, cuya existencia es no menos indispensable que las anteriores si la ciudad no ha de llegar a ser esclava de los invasores; porque seguramente es cosa imposible que pretenda llamarse ciudad a una comunidad esclava por naturaleza, ya que la ciudad es autosuficiente, mientras que no lo es la que ostenta la condición servil.

Por esto es ingenioso, pero no suficiente, el tratamiento que de esta cuestión se hace en la República.

Dice Sócrates, en efecto, que son cuatro los elementos absolutamente indispensable de que consta la ciudad, y los especifica como tejedor, labrador, zapatero y albañil; y luego añade, dado que éstos no se bastan así mismos, el herrero y los que cuidan del ganado necesario, y además el comerciante al por mayor y al menudeo.

Todos estos elementos constituyen la plenitud de la primera ciudad por él proyectada, como si toda ciudad se constituyera en vista de las necesidades de la vida, y no por causa del bien, y como si necesitara tanto de zapateros como de labradores. En cuanto a la clase militar, no la introduje sino hasta que ha crecido el país y hasta que, al entrar en contacto con el de los vecinos, se ve arrastrada la ciudad a la guerra.

Pero aun entre las cuatro clases, o sea cual fuere su número, que integren la comunidad, necesariamente ha de haber alguien que atribuya y determine el derecho; y si postulamos que el alma es parte del viviente más principal que el cuerpo, también habrá que postular que estas clases como la militar, la que desempeña la justicia judicial, y además la clase deliberativa (función que corresponde a la prudencia política) son más partes de la ciudad que aquellas otras que sirven a las necesidades corporales.

Y no hace el caso, para la fuerza del argumento, que estas funciones estén en clases separadas o en las mismas personas, pues a menudo ocurre que los mismos hombres llevan las armas y cultivan la tierra.

En conclusión, pues, y toda vez que tanto éstos como aquéllos han de tenerse como partes de la ciudad, es evidente que la clase militar por lo menos es parte de la ciudad.

La séptima clase, que llamamos de los ricos, es la que con su fortuna sirve a la comunidad.


La octava es la de los funcionarios públicos que sirven en las magistraturas, toda vez que sin magistrados es imposible que exista la ciudad.

Es menester, por tanto, que haya quienes sean capaces de gobernar y prestar estos servicios públicos a la ciudad, bien sea de manera continua o por turno.

Quedan sólo las clases que hemos definido ocasionalmente poco antes a saber la deliberativa y la que juzga sobre los derechos de los litigantes.

Y si estas funciones han de existir en las ciudades, y existir con eficiencia y justicia, menester será que quienes las desempeñen sean hombres dotados de virtud en materia política.

En cuanto a las demás capacidades, en opinión de muchos pueden concurrir en las mismas personas, o sea que los mismos pueden ser guerreros, labradores y artesanos, y también miembros de los cuerpos deliberativo y judicial; y en verdad que todos los hombres pretenden tener virtud y creen ser capaces de desempeñar la mayoría de las magistraturas. Pero lo que es imposible es que los mismos sean a la vez pobres y ricos, y por esto parecen ser éstos por excelencia las partes de la ciudad, es decir los ricos y los pobres. Y por el hecho, además, de ser ordinario los primeros pocos y lo segundos muchos, se presentan estas partes como clases antagónicas dentro de la ciudad, de suerte que una y otra establecen los regímenes políticos con vistas a su respectiva supremacía, y por esto, en fin, se cree que no hay sino dos formas de gobierno, que son democracia y oligarquía.

(IV)

Hemos dicho con antelación que hay muchas formas de gobierno, y por qué causa; y ahora podemos decir que hay varias formas de democracia y de oligarquía, lo cual es asimismo manifiesto por lo que hemos dicho. Hay, en efecto, varias clases así del pueblo como de los llamados notables.

De las clases populares una es la de los campesinos, otra de los obreros y artesanos, otra de los comerciantes dedicados a operaciones de compraventa, y otra la de la gente de mar, y de ésta a su vez los que hacen la guerra marítima, los dedicados al tráfico de mercancías o pasajeros, y los pescadores...Pues además de estas clases, estaría aún la de los jornaleros y la de los que, por su escasez de recursos, no pueden disfrutar ningún ocio, así como la de los que no son libres por parte de padre o madre, y aún podría haber otra clases semejante entre el pueblo. Entre los notables, a su vez, las diferencias se constituyen por la riqueza, el nacimiento, la virtud, la educación y otras cualidades del mismo orden.

La primera forma de democracia es la que recibe este nombre en atención sobre al principio igualitario. La legislación de esta democracia, en efecto, hace consistir la igualdad en que los pobres no tengan preeminencia sobre los ricos, ni una u otra clase tenga la soberanía, sino que ambas estén en el mismo nivel.

Si, como algunos opinan, la libertad, se encuentra principalmente en la democracia, y también la igualdad, esto se realizará más cumplidamente cuando todos participen plenamente del gobierno por igual. Y como el pueblo está en mayoría, y la decisión de la mayoría es soberana, necesariamente será este régimen una democracia.

Otra forma de democracia es aquella en que las magistraturas se distribuyen de acuerdo con los censos tributarios, pero éstos son reducidos, por más que sólo quien posee la necesaria propiedad puede participar en el gobierno, y no participa quien la ha perdido. Otra forma de democracia es aquella en que pueden participar del gobierno todos los ciudadanos cuya ascendencia sea inobjetable, pero, en última instancia, gobierna la ley. Otra forma de democracia consiste en que todos pueden participar de las magistraturas con sólo que sean ciudadanos, pero también gobierna la ley. Otra forma de democracia es en todo como la anterior, excepto que es el pueblo y no la ley el soberano; y esto ocurre cuando los decretos de la asamblea tienen supremacía sobre la ley. Esta situación se produce por obra de demagogos. El demagogo no surge en las democracias regidas por la ley, sino que los mejores de entre los ciudadanos están en el poder; pero los demagogos nacen allí donde las leyes no son soberanas y el pueblo se convierte en un monarca compuesto de muchos miembros, porque los más son soberanos no individualmente, sino en conjunto. Lo que está claro es qué especie de democracia quiere significar Homero al decir que no es bueno el gobierno de muchos, se ésta o aquella en que son muchos los que gobiernan a título singular. Como quiera que sea, un pueblo de esta especie, como si fuese un monarca, trata de gobernar monárquicamente al no sujetarse a la ley y se convierte en un déspota siendo la consecuencia que los aduladores alcancen posiciones honrosas. Un régimen de esta naturaleza es a la democracia lo que la tiranía es a los regímenes monárquicos.

Su espíritu es el mismo, y uno y otro régimen oprimen despóticamente a los mejores ciudadanos, los decretos del pueblo son como los mandatos del tirano; el demagogo en una parte es como el adulador en la otra, y unos y otros tienen la mayor influencia respectivamente: los aduladores con los tiranos, y los demagogos con pueblos de esta especie.

Al referir todos los asuntos al pueblo, son ellos la causa de que los decretos prevalezcan sobre las leyes. Su posición eminente la deben a que si el pueblo es soberano en todo los asuntos, ellos lo son a su vez de la opinión popular porque la multitud les obedece. Y por encima de esto, los que tienen alguna queja contra los magistrados alegan que quien debe juzgar es el pueblo, y éste acepta de buen grado al convite, con lo cual se disuelven todas las magistraturas. Y aun pudiera razonablemente censurarse esta democracia si se dijese que no es verdaderamente una república o gobierno constitucional, porque donde las leyes no gobiernan, no hay república. La ley debe ser en todo suprema, y los magistrados deben únicamente decidir los casos particulares, y esto es lo que debemos tener por república. Así pues, si la democracia es una forma de gobierno constitucional, es manifiesto que una organización de esta especie, en que todo se administra por decretos, no es tampoco una democracia en sentido propio, pues no pueden los decretos ser normas generales.

(V)

Queda por hablar de la república o gobierno constitucional y de la tiranía. Por más que la primera no sea una desviación, como tampoco la aristocracia de que acabamos de hablar, las colocamos sin embargo entre las desviaciones, porque en rigor de verdad son deficientes con respecto a la constitución más recta, y en consecuencia se enumeran con las desviaciones a que ellas mismas dan lugar, según dijimos al principio. En cuanto a la tiranía, es lógico mencionarla en último lugar, porque es el menos constitucional de todos los gobiernos, y nuestra investigación es acerca del gobierno constitucional.

Dada, pues, razón del orden que nos proponemos seguir, nos corresponde ahora mostrar lo que sea la república, cuya significación resultará más claras una vez que se han definido las características de la oligarquía y de la democracia.

La república, en efecto, es, en termino generales, una mezcla de oligarquía y democracia; pero la gente acostumbra llamar repúblicas a las que se inclinan a la democracia, y aristocracias, en cambio, a las que propenden a la oligarquía, en razón de que la cultura y la nobleza se encuentran de preferencia en las clases pudientes, y además porque los ricos parecen tener ya aquellos por cuya posesión los delincuentes incurren en falta.

De aquí que los ricos se les llaman nobles y buenos y distinguidos; y así como la aristocracia tiende de suyo a conferir la preeminencia a los mejores de entre los ciudadanos, así también se extiende el término a las oligarquías, como si se integrasen principalmente de hombres nobles y buenos. Por otra parte, parece imposible que reciba un buen orden legal una ciudad no gobernada por los mejores, sino por los malos, como asimismo que gobiernen los mejores si no hay un buen orden legal. Ahora bien, éste no consiste en tener buenas leyes, sino en obedecerlas; y de aquí que la buena legislación haya de entenderse primero como la obediencia a las leyes establecidas, y segundo como la promulgación de leyes buenas que sean acatadas (pues también es posible obedecer a leyes que sean malas) Y el que las leyes sean buenas, puede ser a su vez de dos maneras: o como las mejores entre las posibles para este pueblo, o como las mejores en absoluto.

La aristocracia, con todo, parece consistir esencialmente en la distribución de los honores de acuerdo con la virtud, pues la virtud es el término definitorio de la aristocracia, como la riqueza lo es de la oligarquía y la libertad de la democracia.

El otro principio, en cambio, de estar a la opinión de la mayoría, se encuentra en todas las constituciones, ya que tanto en la oligarquía como en la aristocracia y en la democracia es suprema la decisión de la mayoría de aquellos que participan en el gobierno. Y si la mayoría de las ciudades reclaman la forma de república, es en razón de que su único fin es la mezcla de ricos y de pobres, de riqueza y libertad (y en casi todas los ricos parecen ocupar el lugar que debía destinar a los de condición noble y virtuosa). En realidad, sin embargo, hay tres cosas que pueden reclamar la igualdad en la ciudad, a saber la libertad, la riqueza y la virtud (pues la cuarta, la nobleza, acompaña a las dos últimas, como quiera que la nobleza es riqueza y virtud hereditarias).

Es claro, por tanto, que a la mezcla de estos dos elementos: ricos y pobres, habrá que llamarla república o gobierno constitucional, y a la de los tres, aristocracia en grado eminente, pero fuera de la que es verdadera y primera.

Queda así, pues, explicado que hay otras formas de gobierno aparte de la monarquía, la democracia y la oligarquía, y cuáles son, y en qué difieren entre sí las aristocracias, y las repúblicas de la aristocracia, siendo además conveniente a las ciudades, y qué persona, y de qué origen, debe establecerse como rey.

En esos libros, además, donde tratamos de la monarquía, distinguimos dos formas de tiranía, a causa de que su naturaleza coincide en cierto modo con la de la monarquía, por ser de acuerdo con la ley ambos gobiernos (a saber los monarcas absolutos que eligen algunos bárbaros y algunos monarcas de esta especie que existieron entre los antiguos griegos, y a quienes llamaban dictadores).

Y aunque había algunas diferencias entre uno y otro régimen, ambos eran por una parte monárquicos en cuanto que el poder singular se ejercía sobre una base legal y con el consentimiento de los súbditos, y tiránicos a causa de que el gobierno era despótico y al arbitrio de quienes lo detentaban. Pero la tercera forma de tiranía, y que es la que sobre todo se entiende por dicho término, es la que corresponde a la monarquía absoluta. Esta tiranía, pues, se da necesariamente cuando hay un poder singular que gobiernan irresponsablemente a sus iguales o superiores, en vista de sus propio interés y no del de los gobernados. Es, por tanto, un gobierno de fuerza porque ningún hombre libre tolera voluntariamente un poder de esta naturaleza.

(...)

(VI)

Veamos ahora cuál es la mejor constitución y la vida mejor para la mayoría de las ciudades y el común de los hombres, no juzgando de acuerdo con un patrón de virtud que esté por encima del hombre medio, o por una educación que requiere dotes naturales y recursos de fortuna, ni con vistas a una constitución a la medida de nuestro deseo, sino con arreglo a un estilo de vida que pueda compartir la mayoría de los hombres, y a una constitución de que pueda participar la mayoría de las ciudades. Porque de las llamadas aristocracias, de que acabamos de hablar, unas caen fuera de las posibilidades de la mayoría de las ciudades, y otras se aproximan a la llamada república, por lo cual debe hablarse de ambas formas como de una sola. Y en verdad que el juicio en todas estas materias proviene de los mismos principios elementales.

Porque si en la Ética nos hemos expresado bien al decir que la vida feliz es la que se vive sin impedimento de acuerdo con la verdad, y que la virtud consiste en el término medio, síguese necesariamente que la vida media será la mejor, esto es, de acuerdo con el término medio al alcance de cada individuo.

Y estos mismos conceptos se aplican necesariamente a la virtud o vicio de la ciudad y de su constitución, porque la constitución es como la vida de la ciudad. En todas las ciudades, pues, hay tres partes o clases de la ciudad; los muy ricos, los muy pobres, y en tercer lugar los intermedios entre unos y otros. Ahora bien, y toda vez que, según se reconoce, lo moderado y lo que está en el medio es lo mejor, es claro que una moderada posesión de bienes de fortuna es la mejor de todas.

Obedecer a la razón es lo más fácil en estas condiciones, mientras que los que son en exceso bellos, fuertes, nobles o ricos, o al contrario de éstos, en exceso pobres o débiles, o grandemente despreciados, difícilmente se dejan guiar por la razón, pues los primeros tórnanse de ordinario insolentes y grandes malvados, y los segundos malhechores y criminales de menor cuantía, y de los delitos uno se cometen por insolencia y otros por maldad.

Y los de la clase media además son los menos inclinados o a rehusar los cargos públicos o a procurarlos con empeño, y una y otra cosa son nocivas a las ciudades.

Y a más de esto, aquellos que son muy superiores en bienes de fortuna, fuerza, riqueza, amigos y otros bienes de este género, ni quieren obedecer ni saben cómo (y esta condición la adquieren desde niños y en su hogar, pues, por la molicie en que vivieron, no contrajeron siquiera hábitos de obediencia en la escuela); y aquellos otros, por su parte, que están en extrema necesidad de los bienes dichos, son demasiado sumisos y apocados.

De aquí, en consecuencia, que estos últimos no sepan mandar, sino ser mandados con mando servil, y que los primeros, a su vez, no sepan obedecer a ninguna autoridad, sino sólo mandar con mando despótico. De esta suerte constitúyese una ciudad de esclavos y señores, pero no de hombres libres, sino de una clase de envidiosos y otra de despreciadores, lo cual es lo más distante de la amistad y de la comunidad política. La comunidad se funda en la amistad, pues entre enemigos no se quieren ni siquiera ir juntos por el mismo camino.

Ciertamente la ciudad aspira a componerse de elementos iguales y semejantes tanto como sea posible. Ahora bien, la clase media, más que otra alguna tiene esta composición. por lo cual la ciudad fundada en dicha clase será la mejor organizada en lo que respecta a los elementos naturales que en nuestro concepto constituyen la ciudad. Y esta clase de ciudadanos es también la que tiene mayor estabilidad en las ciudades, pues ni codician como los pobres los bienes ajenos, ni lo suyo es codiciado por otros como los pobres codician lo de los ricos; y así, por no asechar a otros ni ser a su vez objeto de asechanzas, viven una vida exenta de peligros. Y por esto deseaba con razón Focílides: En muchas cosas los de en medio tienen lo mejor; sea la mía una posición media en la ciudad.

Es manifiesto, por tanto, que la comunidad política administrada por la clase media es la mejor, y que pueden gobernarse bien las ciudades en las cuales la clase media es numerosa y más fuerte, si es posible, que las otras dos clases juntas, o por lo menos que cada una de ellas. pues así, sumándose a cualquiera de ellas, inclina la balanza e impide los excesos de los partidos contrarios.

De aquí que la mayor fortuna para una ciudad consiste en que sus miembros tengan un patrimonio moderado, y suficiente, ya que donde nos poseen en demasía y otros nada, vendrá o la democracia extrema o la oligarquía pura, o bien aún, como reacción contra ambos excesos, la tiranía.

De la democracia más violenta, en efecto, así como de la oligarquía, nace la tiranía, pero con mucha menos frecuencia de las formas de gobierno intermedias y de sus afines. La causa la diremos más tarde al tratar de las revoluciones políticas. que el régimen intermedio es el mejor, es así evidente. Es el único, en efecto, libre de facciones, ya que donde la clase media es numerosa, es ínfima la probabilidad de que se produzcan facciones y disensiones entre los ciudadano. Y por la misma razón las grandes ciudades son las menos expuestas a sediciones, pues en ellas es numerosa la clase media, mientras que en las pequeñas es fácil la división de todos en sólo dos partidos sin dejar nada en medio, y casi todos son o pobres o ricos. Y las democracias son más seguras y de más larga duración que las oligarquías a causa de la clase media (cuyos miembros son más numerosos y participan más de los honores políticos en las democracias que en las oligarquías). Mas cuando falta la clase media y los pobres alcanzan un número extremado sobreviene la adversidad y pronto se arruinan. Como hecho significativo debe tenerse el que los mejores legisladores hayan sido ciudadanos de clase media...

De lo anterior resulta manifiesto por qué la mayor parte de las constituciones son unas democráticas y otras oligárquicas; lo que se debe al hecho de que en ellas es a menudo exigua la clase media, y cualquiera de las otras dos que predomine -sean los que tiene la propiedad, sea el pueblo-, desplaza a la clase media y gobierna para sí la república, y así nace la democracia o la oligarquía. A más de esto, y como se producen disensiones y luchas entre el pueblo y los ricos, si cualquiera de estas facciones llega a dominar a su contraria, no establecerá un gobierno para todos, ni igual, sino que asumirá la dominación política como premio de su victoria, y constituirán unos la democracia y otros la oligarquía...

En conclusión, y debido a estas causas, la forma constitucional intermedia no llega a existir jamás, o raramente en pocos lugares; porque apenas un hombre entre los que antiguamente tuvieron la dirección política pudo ser inducido a otorgar este ordenamiento. Ahora, en cambio, se ha arraigado entre los ciudadanos el hábito de ni siquiera desear la igualdad, sino que o bien procuran dominar o, si son vencidos, soportan el mando. Por lo anterior, se ha puesto de manifiesto cuál es la mejor constitución y por qué causa. Y una vez definida esta forma mejor, no será difícil ver, entre las demás constituciones (puesto que afirmamos haber varias democracias y varias oligarquías) cuál hay que poner en primer lugar, cuál en segundo, y cuál vendría luego por este orden, en razón de ser una mejor y otra peor. La que esté más cerca de la mejor constitución, será siempre y necesariamente superior, e inferior a su vez la que más se aleje del término medio, a no ser que hayamos de juzgar con relación a ciertas circunstancias dadas; y hablo de circunstancias porque a menudo aun siendo otra constitución de suyo preferible, nada impide que a ciertos pueblos les convenga más otra constitución.

Las secciones separadas por números romanos son nuestras en un intento de darle unidad temática a estos extractos de Aristóteles y no reflejan la separación que hizo el sabio griego.

jueves, junio 21, 2007

Diferencia: Economía y Crematística

Problemas conceptuales originales de Economía Política: Diferencia entre los conceptos de Economía y Crematística en Aristóteles

La economía como administración patrimonial (oikos, casa; nomos, encargado) era normal en la época de Aristóteles y era anormal, pero real, el enriquecimiento por el enriquecimiento mismo, el dinero que llama dinero, el pisto que llama pisto, decimos en El Salvador. A esta dimensión del enriquecimiento per se, llama Aristóteles, crematística; con el devenir histórico la crematística vino a ser no solamente normal, sino una necesidad general y básica del capital y del funcionamiento del capitalismo.

Una explicación elemental del concepto de crematística puede verse en:

http://es.wikipedia.org/wiki/Crematística