Usualmente las negrillas y subrayados son nuestros.

lunes, abril 26, 2010

Economía Matemática

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Las negrillas, sangrías y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Tomado de:

http://mzuluaga.wordpress.com/2006/12/24/economia-matematica/

ECONOMIA MATEMATICA

Por Mario Zuluaga

El uso de la matemática en los análisis económicos data del siglo XIX, Leon Walras (1834-1910), Agustin Cournot, (1801-1877) y William Jevons (1835-1882) fueron de los primeros economistas que hicieron uso sistemático de aquéllas en el estudio de fenómenos económicos.

Ya en ese entonces, aquellos economistas encontraban el uso de la matemática en su novel ciencia como una osadía que daría a su disciplina tintes de rigor científico y respetabilidad.

Veamos lo que decía W.S. Jevons en su obra Teoría de la Economía Política, [1]:

"Muchos objetarán, sin duda, que las nociones de que tratamos en esta ciencia no son susceptibles de medición alguna.

No podemos pesar, ni aforar, ni poner en tubo de ensayo los sentimientos; no existe una unidad de trabajo, sufrimiento o placer.

De esta manera, podría parecer como si una teoría matemática de la economía tuviera que estar necesariamente privada para siempre de datos numéricos.

A esto respondo, en primer lugar, que no hay nada menos indigno de confianza en la ciencia que un espíritu sin curiosidad ni esperanza. En materias de esta índole, aquellos que desesperan son, casi invariablemente, quienes nunca han intentado tener éxito. Podría mostrarse abatido quien hubiera pasado su vida en una tarea difícil, y sin un destello de esperanza; pero la opinión popular contraria a la extensión de la teoría matemática tiende a desalentar de hecho cualquier intento de emprender tareas que, aunque difíciles, un día u otro deben ser realizadas."

Hoy en día casi todos los economistas, en casi todas las universidades del mundo, se sienten muy cómodos y seguros de las conclusiones que sacan de un análisis matemático aplicado a su disciplina. No obstante, existen corrientes importantes de pensamiento económico que consideran la inutilidad de la matemática en la economía, yendo aún más lejos, cuando afirman que la matemática en los análisis económicos conduce a errores insalvables.

Quizás, es la escuela austríaca de economía, los seguidores de Ludwig Von Mises y Friedrich A Von Hayek, los más contundentes contradictores de la economía matemática.

Lawrence Klein, Premio Nobel de Economía de 1980, afirmaba que las contribuciones no matemáticas a la economía son vagas, burdas y torpes.

Esta desproporcionada afirmación nos muestra la animosidad de la discusión entorno al uso de la matemática en la economía.

También, Gérard Debreu, (1921-2004), premio Nobel de Economía de 1983, uno de los más importantes representantes de la economía matemática moderna, afirmaba que el carácter inflexible de la matemática lo llevaba a encontrar supuestos cada vez más débiles y conclusiones cada vez más fuertes que lo condujeran a explicaciones económicas sencillas.

Sin duda alguna los análisis estadísticos de datos son de gran utilidad para los economistas. Conocer el comportamiento de los precios del petróleo, o el café, o cualquier otro bien, en los últimos 50 años ha de ser de una importancia inmensa para sugerir tendencias y variaciones.

Pero una cosa es la estadística y otra muy distinta el análisis matemático.

Con estadísticas podemos descifrar lo que ha acontecido, no lo que acontecerá. Con el análisis matemático pretendemos entender lo que vendrá.

Los economistas quisieran que su ciencia tuviese los rasgos característicos de la física, es decir, desean disponer de teorías que les permitan predecir futuros acontecimientos económicos. Y para ello optan por el uso intensivo de la matemática.

La matemática es quizás la herramienta más rigurosa, seria y difícil de las que dispone la razón humana.

No existe en la historia del pensamiento humano un relato de interacción de conceptos y procedimientos coherentemente articulados, línea a línea, que iguale a una composición matemática.

Un teorema de la matemática no admite fisuras lógicas ni interpretaciones contradictorias.

Sin embargo no sobra advertir que su uso descuidado, o su incomprensión, es fuente inagotable de disparates bellamente presentados.

La enorme mayoría de los pensadores sociales olvidan que la matemática no afirma nada ni se refiere a cosa alguna. Bertrand Russell decía que las Matemáticas pueden ser definidas como aquel tema en el cual ni sabemos nunca lo que decimos ni si lo que decimos es verdadero. Esta frase, que parece peyorativa, encierra un conocimiento profundo de la actividad matemática. La matemática establece relaciones entre objetos y conceptos abstractos sin preguntarse por su valor de verdad absoluto. Cuando en matemáticas decimos que si es verdadera la proposición P entonces también lo es la proposición Q, no estamos diciendo que las proposiciones P y Q son siempre verdaderas, simplemente estamos estableciendo una relación de causalidad entre ellas. Es por ello que todos los teoremas de la matemática empiezan con la partícula condicional si.

En otras palabras, la matemática no va más allá de los principios elementales de la lógica formal (el sentido común, tan escaso entre los ingenieros sociales) Pero lo más peligroso del pensamiento de las ciencias sociales lo advertimos cuando la simbología de la matemática es trasplantada a aquéllas.

Por ejemplo: cuando en el lenguaje coloquial decimos que la dicha (d), concepto benthamiano harto vago, depende o está en función, de la confianza (c), algunos economistas no dudan en escribir que d = F(c), poniendo su concepto en términos de una ecuación matemática. De allí en adelante todo es confusión y disparates. Van más lejos: como la dicha y la desdicha son emociones humanas que se intercalan, no dudan en afirmar que la función F, que no sabemos cómo opera, habrá de ser una aplicación periódica. Algunos, más osados y sin ningún empacho, dirán que su período debe ser 2π, o algo por el estilo. Otros, aún más animados con la matemática, dirán que la desconocida función F ha de ser sen(x) o cos(x), por ejemplo. Una vez construído el monstruo y puesto a circular en el mundo del análisis matemático debemos estar dispuestos a escuchar cualquier cantidad de conclusiones delirantes, mismas que se traducen en recomendaciones, las más de las veces acatadas por gobernantes despistados.

Otro ejemplo importante lo encontramos en las funciones de utilidad.

La utilidad es otro concepto de vaga definición pues aquello que es útil para una persona no lo es para otra; no existe una definición universal de lo que debemos entender por utilidad.

No obstante los economistas escriben u = F(x), en donde x determina la cantidad del bien que causa la utilidad. La función F es desconocida y tampoco tenemos una idea coherente de lo que significa una unidad de utilidad o satisfacción.

Pero ello no es lo más grave, lo más perturbador lo encontramos cuando las parejas (u,F(x)) son representadas en un gráfico continuo en un plano cartesiano, sabiendo que la variable x fluctúa en el conjunto de los números naturales {1,2,3,…} y no en el conjunto de los números reales.

Y van más allá: afirman que la desconocida función F es derivable y que su derivada F´(x), la utilidad marginal, es decreciente. O aún más estruendosamente, que su segunda derivada F´´(x) es negativa.

Tratar de hacer cálculo diferencial e integral en un universo de aplicaciones definidas sobre el conjunto de los números naturales {1,2,3…} es un dislate de mayúsculas proporciones.

Desde el punto de vista de la teoría de la medida, dichas funciones son todas equivalentes a la aplicación nula.

También, creer que conocemos los valores o las “utilidades” de las aplicaciones en los intervalos abiertos (1,2), (2,3),…ctc es auto engañarse, y suponer, además, que dichas aplicaciones son derivables o continuas en aquellos intervalos es pecar contra el sentido común y la economía.

Por ejemplo: supongamos que podemos asignarle unidades de utilidad al bien automóvil, digamos. Sé entonces – lo estoy suponiendo – que conozco la utilidad de 1 automóvil, dos automóviles, tres…ctc. ¿Es razonable pensar que conozco la utilidad de 21/18 de automóvil, o peor aún de π automóviles? (π =3.1416….)

Otro abuso de la simbología matemática en los análisis microeconómicos lo vemos en las curvas de oferta y demanda. Con datos estadísticos se puede establecer cómo se comportó la demanda y la oferta de un determinado bien, más no es posible decidir cómo lo será en el futuro pues el comportamiento humano en materia de elección de preferencias es impredecible. Además de lo anterior, asignarle a las funciones de oferta y demanda propiedades de continuidad y derivabilidad no deja de ser un error intelectual. Una de las grandes preocupaciones de la teoría macroeconómica son los estados de equilibrio; muchos de ellos vienen representados como los puntos estacionarios de sistemas dinámicos; estos puntos representan estados “muertos” en el plano de fases y muy pocas veces representan estados de equilibrio. Es frecuente que dichos puntos sean puntos de ensilladura o repulsores que, más bien, representan puntos de desequilibrio incapaces de describir un escenario económico real.

Son muchos más los ejemplos que podemos poner en los cuales el uso de la simbología matemática se presta para análisis equivocados. Finalmente, pongamos el caso de las funciones de preferencias. La idea es asignarle a cada bien un número real que indique el grado de preferencia del consumidor. Lo esencial aquí es ordenar las preferencias en términos del orden que conocemos para el conjunto de los números reales. La característica de esta relación de orden estriba en la ley de tricotomía y su transitividad. Me explico: dados dos números x e y, uno, y sólo uno, de los tres casos siguientes habrá de cumplirse, x = y, x > y, x <> w y w > z entonces x > z. Pretender que las preferencias del consumidor se comportan con estas reglas es creer que la raza humana se compone de autómatas. Entre dos bienes, un consumidor puede no preferir ninguno, por ejemplo. Entre una galleta y un helado un consumidor puede preferir la galleta, entre el helado y una fruta puede preferir el helado, pero entre la fruta y la galleta puede preferir la fruta. No hay tal transitividad.

Como decía Ludwig Von Mises: La acción humana no es matematizable. Representar las relaciones de la economía a punta de símbolos matemáticos equivale a interpretar la novena sinfonía de Beethoven con el sólo uso de un tambor.

Las tonterías a las que se puede llegar con la aplicación de la matemática en la economía no tienen límites y linda con lo cómico.

El Doctor Antonio Pulido San Román, econometrista de la Universidad Autónoma de Madrid, nos relata en [2] que John Eatwell, economista de la Universidad de Cambridge, afirmaba que si el mundo no es como el modelo, pues peor para el mundo.

Y a fe que ha sido peor para el mundo. También nos relata don Antonio que en una ocasión en la que le reclamó a un economista, recién doctorado de una prestigiosa universidad norteamericana, que el modelo econométrico que proponía era incongruente con la realidad económica española, esto fue lo que recibió por respuesta: …que el problema no estaba en el modelo, que era correcto, sino en que la economía española no funcionaba como debía. ¿Desde cuando viene todo este tumulto de disparates? Pues desde Jevons, quien reclamaba la presencia de los matemáticos en su disciplina.

Los matemáticos, que no les importa la economía pues es una ciencia social alejada de sus preocupaciones profesionales, se han tomado las aulas de las academias de economía, no para aclarar sino para influir.

Los economistas le han abierto sus puertas pues han encontrado en las matemáticas fetiches incuestionables. La bondad de la matemática la encontramos, con derroche de abundancia, en otras disciplinas como la física y las ingenierías, no en las ciencias sociales.

Referencias

[1] William Stanley Jevons Teoría de la Economía Política, SIGMA, El mundo de las Matemáticas, Antología de James R. Newman, vol 3, Grijalbo, 1968.

[2] Antonio Pulido San Román. Posibilidades y limitaciones de la Matemática en la Economía, Cuadernos del fondo de investigación Richard Stone, No 1, Junio de 2002.

[3] Gene Callahan, Logical Economics vs. Mathematical Economics, http://www.mises.org/story/616[4] Gary Galles, The Uses and Abuses of Math, http://blog.mises.org/archives/004665.asp

[5] Robert Wutscher, Foundations in economic methodologies: The use of mathematics by mainstream economics and its methodology by Austrian economics, http://www.mises.org/journals/scholar/Wutscher.pdf
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domingo, abril 18, 2010

Marx y Leontief

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Un examen matermáticamnte formalizado de la teoría del valor trabajo de Marx, a la luz de las concepciones de la matriz insumo producto de Leontief, puede leerse en:

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Acumulación de Capital según Rosa Luxemburgo

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Una visión panorámica de la vida y el aporte de Rosa Luxemburgo a la teoría de la Acumulación del Capital, se puede leer en:

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Los esquemas de reproducción de Marx

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Un estudio sobre los esquemas de reproducción del capital social en su conjunto, de Marx, puede leerse en:

http://www.revista.unal.edu.co/index.php/ceconomia/article/view/12061/12673
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William Thompson, datos biográficos

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El comentario inicial, las negrillas, citas en bloque y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Gerard Stavenhagen (Historia de las Teorías Económicas, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1959) en una de las mejores síntesis que conocemos de las teorías económicas básicas desde el mercantilismo hasta Keynes, dice que Owen era el "maestro" de Thomson, y que partiendo de las teorías de Owen, desarrolló una teoría de la plusvalía, anterior a Marx. En realidad, a partir de este artículo, queda claro, que la teoría de la explotación de Thompson, (¿proviene de relación con los estudios de Ricardo?) cuenta con un pensamiento clasista muy claro y definido y con una concepción comunista del cooperativismo, a diferencia de Owen. Incluso se señala en este artículo que la palabra comunista fué usada por vez primera en el mundo moderno, para distinguir a Thompson y sus seguidores de Owen y los suyos.


Tomado de:

http://es.wikipedia.org/wiki/William_Thompson

William Thompson (Cork, 1775 - Rosscarbery, condado de Cork), 28 de marzo de 1833) fue un político, economista, filósofo y reformador social irlandés, promotor y socio del movimiento cooperativo inglés, cuyas concepciones influyeron en los organizadores de los sindicatos de trabajadores y en Karl Marx.

Vida

Era hijo de uno de los comerciante más prósperos de Cork, Alderman John Thompson, quien fue además alcalde de la ciudad en 1794. William heredó de él en 1814 una finca cerca de Glandore, al occidente de Cork y en vez de aceptar el papel de rentista ausentista, compartió su tiempo con los arrendatarios e invirtió en innovaciones agrícolas, servicios y educación para los niños, tratando de buscar el mejoramiento de la calidad de vida de las familias.

Afectado por problemas de salud desde temprana edad, Thompson se convirtió desde la adolescencia en abstemio y vegetariano. Su muerte fue causada por una afección pulmonar.

Ideas

Estudió con entusiasmo a los escritores del Siglo de las luces, en especial a Condorcet y se inspiró en las ideas de igualdad y democracia de la Revolución francesa, lo cual le ganó el calificativo de "Republicano Rojo".

Thompson simpatizaba con el utilitarismo de Jeremy Bentham, con quien estableció amistad, visitando su casa en 1821 y 1822. Mantuvo correspondencia con David Ricardo, quien influenció notoriamente su pensamiento y escritos. Polemizó en cambio con William Godwin y con las que consideraba "especulaciones mecánicas" de Thomas Malthus. Propuso el concepto de Ciencia Social para sintetizar la combinación de los conocimientos de la Economía Política con el materialismo científico y las concepciones del utilitarismo con una moral racional.

Contribución a la economía política

La polémica con Godwin y Malthus llevó a Thompson a Londres, para realizar una investigación sobre el papel de la distribución en la economía política, publicada en 1824 como Una investigación acerca de los Principios de la Distribución de la Riqueza.[1] Así como a David Ricardo, Thompson había estudiado las obras de los utopistas franceses Charles Fourier, Henri de Saint-Simon y del economista Sismondi.

Thompson defendió la teoría del valor-trabajo propuesta por Ricardo en los Principios de Economía Política.

Sin embargo, él caracterizó como explotación, la apropiación de la parte del león de la plusvalía por el capitalista.

Rechazó la tesis de Malthus y Ricardo según la cual cualquier aumento de los salarios de los trabajadores sólo puede resultar en su miseria posterior, y enfatizó en la naturaleza interesada de esta teoría en favor de los empresarios que reclamaban una legislación que proscribiera los esfuerzos de los trabajadores para elevar sus salarios. Aplicando el principio utilitarista de "el mayor bien para el mayor número" a los esquemas alternativos existentes y posibles de distribución, Thompson abogó por una distribución igualitaria del producto.

Uno de sus compañeros en el movimiento cooperativo, John Minter Morgan, observó que Thompson fue el primero en acuñar el término "competitivo" para describir el sistema económico existente.

La originalidad de esta obra es ampliamente tratada por Max Nettlau, quien declara que

"El libro [de Thompson], sin embargo, revela su propia evolución; habiendo comenzado con reivindicar todo el producto del trabajo, así como la regulación de la distribución, finaliza con su propia conversión al comunismo, que se desprende de la ilimitada distribución."

En 1827 otro "socialista ricardiano", Thomas Hodgskin, publicó El Trabajo Defendido[2] el cual también caracteriza la apropiación de la parte del león de los frutos del trabajo mediante la explotación de los terratenientes y capitalistas, que defraudan a los trabajadores del producto de su trabajo. Sin embargo, Hodgskin proponía como camino hacia la justicia económica para los trabajadores, la reforma del sistema competitivo. Thompson contestó esta propuesta con Trabajo Premiado[3] defendiendo el comunismo cooperativista como camino alternativo.

Feminismo

Thompson criticó la situación de la mujer en la sociedad de su época y conjuntamente con su compañera, Anna Doyle Wheeler, fue autor de La Demanda de la Mitad de la Raza Humana, las Mujeres,[4] cuya redacción iniciaron en respuesta contra un llamamiento a votar únicamente por hombres. Esta obra ha sido traducida al castellano.[5] Por otra parte, a pesar de rechazar las tesis de Malthus sobre la población, Thompson defendió los eventuales beneficios de los métodos anticonceptivos.

Influencia en el movimiento cooperativo

Debate con Robert Owen

Thompson y en general el movimiento cooperativo tienden a ser identificados con el rótulo de "owenismo", pero ello es inexacto. En efecto, aunque sus escritos y los experimentos en New Lanark ayudaron al conjunto del movimiento cooperativo, muchos, Thompson incluido, fueron críticos de las tendencias autoritarias de Owen.

Thompson, además, desconfiaba del coqueteo de Owen con ricos y poderosos patrones y consideraba que los ricos, en tanto clase, nunca podrían estar realmente a favor de cualquier proyecto de emancipación para los trabajadores pobres, pues amenazaría sus privilegios. También expuso que era necesario que los trabajadores, en cualquier comunidad cooperativa, tuvieran seguridad eventual de la propiedad comunitaria. Se ganó gran número de seguidores de estas concepciones en el movimiento cooperativo, y fue para distinguir a estos de los seguidores de Owen que se les asignó el rótulo de "socialistas" o "comunistas"[6]

Estas diferencias llevaron a abrir la confrontación entre Thompson y Owen en el tercer congreso cooperativo llevado a cabo en 1832, en Londres. Owen, quizá desalentado por el fracaso de su intento de comunidad en New Harmony, sostuvo que era necesario esperar a que el Gobierno e inversionistas de la Bolsa de Valores apoyaran e invirtieran en las comunidades en gran escala. Thompson y sus seguidores afirmaron que deberían moverse hacia el establecimiento de comunidades basadas en sus propios recursos. La cuestión no fue resuelta en el congreso porque Thompson no pudo asistir, posiblemente debido a la enfermedad que le causó la muerte 5 meses después.

Influencia sobre Karl Marx

Karl Marx había recorrido la obra de Thompson en una visita a Manchester en 1845 y cita pasajes suyos en Miseria de la Filosofía (1847) y también en El Capital.[7] Sidney y Beatrice Webb llegan a caracterizar a Marx como "el discípulo ilustre" de Thompson y Hodskin, punto de vista que encontró eco en Harold Laski y otros historiadores del socialismo. Uno de ellos, Anton Menger,[8] fue el creador de la categoría "socialistas ricardianos", en la que quedan incluidos, además de Thompson, Thomas Hodgskin, John Grey, Piercy Ravenstone y John Francis Bray, todos los que Marx denominó "la reacción proletaria basada en Ricardo". Sin embargo, es necesario percibir las diferencias entre el comunista Thompson y el socialista de mercado Hodgskin.

Referencias

↑ Thompson, William, An Inquiry into the Principles of the Distribution of Wealth Most Conducive to Human Happiness; applied to the Newly Proposed System of Voluntary Equality of Wealth, (Longman, Hurst Rees, Orme, Brown & Green: London), 1824.
↑ Labour Defended against the Claims of Capital, or the Unproductiveness of Capital Proved with Reference to the Present Combinations among Journeymen, 1825.
↑ Thompson, William, Labour Rewarded. The Claims of Labour and Capital Conciliated: or, How to Secure to Labour the Whole Products of Its Exertions, Londres: Hunt and Clarke, 1827.
↑ Thompson, William, Appeal of One Half the Human Race, Women, Against the Pretensions of the Other Half, Men, to Retain Them in Political, and thence in Civil and Domestic Slavery, (Longman, Hurst Rees, Orme, Brown & Green: London), 1825.
↑ Wheeler, Anna y W. Thompson. La Demanda de la Mitad de la Raza Humana, las Mujeres. Traducción de Ana de Miguel. Granada: Comares, 2001
↑ Carta a "El Magazin Cooperativo", Londres, Noviembre de 1827, citado por OED como primer documento en que se usó "socialista" en vez de "owenista".
↑ El Capital, libro segundo, capítulo XVII
↑ Right to the Whole Produce of Labour,1899

Bibliografía

Connolly, James, 'The first Irish socialist: A forerunner of Marx' in Labour in Irish History, Dublin, 1910; London, 1987.
Dobb, Maurice 1973. Teorías del valor y de la distribución desde Adam Smith: Ideología y teoría. Siglo XXI, 1995. ISBN 968-23-1734-7
Dooley, Dolores, Equality in Community: Sexual Equality in the Writings of William Thompson and Anna Doyle Wheeler, Cork University Press, 1996.
Dooley, Dolores (Ed.), William Thompson: Appeal of One Half of the Human Race, Cork University Press, Cork, 1997.
Pankhurst, Richard, William Thompson (1775 - 1833) Pioneer Socialist, Londres: Pluto Press, 1991.
Thompson, William, Practical Directions for the Speedy and Economical Establishment of Communities on the Principles of Mutual Co-operation, United Possessions and Equality of Exertions and the Means of Enjoyments, Londres: Strange and E. Wilson, 1830.

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Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/William_Thompson"
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lunes, abril 12, 2010

Los Gobiernos, según Aristóteles

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Las negrillas, sangrías y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.
Obras de Aristóteles
Política
libro tercero, capítulo V
División de los gobiernos
Siendo cosas idénticas el gobierno y la constitución, y siendo el gobierno señor supremo de la ciudad, es absolutamente preciso que el señor sea o un solo individuo, o una minoría, o la multitud de los ciudadanos. Cuando el dueño único, o la minoría o la mayoría gobiernan consultando el interés general, la constitución es pura necesariamente; cuando gobiernan en su propio interés, sea el de uno sólo, sea el de la minoría, sea el de la multitud, la constitución se desvía del camino trazado por su fin{73}, puesto que, una de dos cosas, o los miembros de la asociación no son verdaderamente ciudadanos o lo son, y en este caso deben tener su parte en el provecho común. [97]
Cuando la monarquía o gobierno de uno sólo tiene por objeto el interés general, se le llama comúnmente reinado. Con la misma condición, al gobierno de la minoría, con tal que no esté limitada a un solo individuo, se le llama aristocracia; y se la denomina así, ya porque el poder está en manos de los hombres de bien, ya porque el poder no tiene otro fin que el mayor bien del Estado y de los asociados. Por último, cuando la mayoría gobierna en bien del interés general, el gobierno recibe como denominación especial la genérica de todos los gobiernos, y se le llama república.
Estas diferencias de denominación son muy exactas. Una virtud superior puede ser patrimonio de un individuo o de una minoría; pero una mayoría no puede designársela por ninguna virtud especial, si se exceptúa la virtud guerrera, la cual se manifiesta principalmente en las masas; como lo prueba el que, en el gobierno de la mayoría, la parte más poderosa del Estado es la guerrera; y todos los que tienen armas son en él ciudadanos.
Las desviaciones de estos gobiernos son: la tiranía que lo es del reinado{74}; la oligarquía que lo es de la aristocracia; la demagogia que lo es de la república. La tiranía es una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca; la oligarquía tiene en cuenta tan sólo el interés particular de los ricos; la demagogia, el de los pobres. Ninguno de estos gobiernos piensa en el interés general.
Es indispensable que nos detengamos algunos instantes a notar la naturaleza propia de cada uno de estos tres gobiernos; porque la materia ofrece dificultades. Cuando observamos las cosas filosóficamente, y no queremos limitarnos tan sólo al hecho práctico, se debe, cualquiera que sea el método que por otra parte se adopte, no omitir ningún detalle ni despreciar ningún pormenor, sino mostrarlos todos en su verdadera luz.
La tiranía, como acabo de decir, es el gobierno de uno sólo, que reina como señor sobre la asociación política; la oligarquía es el predominio político de los ricos; y la demagogia, por lo contrario, el predominio de los pobres con exclusión de los ricos.
Veamos una objeción que se hace a esta última definición. Si la mayoría, dueña del Estado, se compone de ricos, y el gobierno [98] es de la mayoría, se llama demagogia; y, recíprocamente, si da la casualidad de que los pobres, estando en minoría relativamente a los ricos, sean sin embargo dueños del Estado a causa de la superioridad de sus fuerzas, debiendo el gobierno de la minoría llamarse oligarquía, las definiciones que acabamos de dar son inexactas. No se resuelve esta dificultad mezclando las ideas de riqueza y minoría, y las de miseria y mayoría, reservando el nombre de oligarquía para el gobierno en que los ricos, que están en minoría, ocupen los empleos, y el de la demagogia para el Estado en que los pobres, que están en mayoría, son los señores. Porque, ¿cómo clasificar las dos formas de constitución que acabamos de suponer: una en que los ricos forman la mayoría; otra en que los pobres forman la minoría; siendo unos u otros soberanos del Estado?, a no ser que hayamos dejado de comprender en nuestra enumeración alguna otra forma política. Pero la razón nos dice sobradamente, que la dominación de la minoría y de la mayoría son cosas completamente accidentales, ésta en las oligarquías, aquélla en las democracias;
porque los ricos constituyen en todas partes la minoría, como los pobres constituyen dondequiera la mayoría.
Y así las diferencias indicadas más arriba no existen verdaderamente.
Lo que distingue esencialmente la democracia de la oligarquía, es la pobreza y la riqueza; y donde quiera que el poder esté en manos de los ricos, sean mayoría o minoría, es una oligarquía; y donde quiera que esté en las de los pobres, es una demagogia. Pero no es menos cierto, repito, que generalmente los ricos están en minoría, y los pobres en mayoría; la riqueza pertenece a pocos, pero la libertad a todos. Estas son las causas de las disensiones políticas entre ricos y pobres.
Veamos ante todo cuáles son los límites que se asignan a la oligarquía y a la demagogia, y lo que se llama derecho en una y en otra. Ambas partes reivindican un cierto derecho, que es muy verdadero. Pero de hecho su justicia no pasa de cierto punto, y no es el derecho absoluto el que establecen ni los unos ni los otros.
Así la igualdad parece de derecho común, y sin duda lo es, no para todos sin embargo, sino sólo entre iguales; y lo mismo sucede con la desigualdad: es ciertamente un derecho, pero no respecto de todos, sino de individuos que son desiguales entre sí.
Si se hace abstracción de los individuos, se corre el peligro de formar un juicio erróneo.
Lo que sucede en [99] esto es que los jueces son jueces y partes, y ordinariamente es uno mal juez en causa propia.
El derecho limitado a algunos, pudiendo aplicarse lo mismo a las cosas que a las personas, como dije en la Moral, se concede sin dificultad cuando se trata de la igualdad misma de la cosa, pero no así cuando se trata de las personas a quienes pertenece esta igualdad; y esto, lo repito, nace de que se juzga muy mal cuando es uno interesado en el asunto.
Porque unos y otros son expresión de cierta parte del derecho, ya creen que lo son del derecho absoluto: de un lado superiores unos en un punto, en riqueza, por ejemplo, se creen superiores en todo; de otro, iguales otros en un punto, en libertad, por ejemplo, se creen absolutamente iguales.
Por ambos lados se olvida lo capital.
Si la asociación política sólo estuviera formada en vista de la riqueza, la participación de los asociados en el Estado estaría en proporción directa de sus propiedades, y los partidarios de la oligarquía tendrían entonces plenísima razón; porque no sería equitativo que el asociado, que de cien minas sólo ha puesto una, tuviese la misma parte que el que hubiere suministrado el resto, ya se aplique esto a la primera entrega, ya a las adquisiciones sucesivas.
Pero la asociación política tiene por fin, no sólo la existencia material de todos los asociados, sino también su felicidad y su virtud; de otra manera podría establecerse entre esclavos o entre otros seres que no fueran hombres, los cuales no forman asociación por ser incapaces de felicidad y de libre albedrío.
La asociación política no tiene tampoco por único objeto la alianza ofensiva y defensiva entre los individuos, ni sus relaciones mutuas, ni los servicios que pueden recíprocamente hacerse; porque entonces los etruscos y los cartagineses y todos los pueblos unidos mediante tratados de comercio deberían ser considerados como ciudadanos de un solo y mismo Estado, merced a sus convenios sobre las importaciones, sobre la seguridad individual, sobre los casos de una guerra común; aunque cada uno de ellos tiene, no un magistrado común para todas estas relaciones, sino magistrados separados, perfectamente indiferentes en punto a la moralidad de sus aliados respectivos, por injustos y por perversos que puedan ser los comprendidos en estos tratados, y atentos sólo a precaver recíprocamente todo daño.
Pero como la virtud y la corrupción política son las cosas que principalmente tienen en cuenta los que sólo quieren buenas leyes, [100] es claro que la virtud debe ser el primer cuidado de un Estado que merezca verdaderamente este título, y que no lo sea solamente en el nombre.
De otra manera, la asociación política vendría a ser a modo de una alianza militar entre pueblos lejanos, distinguiéndose apenas de ella por la unidad de lugar; y la ley entonces sería una mera convención; y no sería, como ha dicho el sofista Licofron, «otra cosa que una garantía de los derechos individuales, sin poder alguno sobre la moralidad y la justicia personales de los ciudadanos». La prueba de esto es bien sencilla. Reúnanse con el pensamiento localidades diversas, y enciérrense dentro de una sola muralla a Megara y Corinto{75};
ciertamente que no por esto se habrá formado con tan vasto recinto una ciudad única, aun suponiendo que todos los en ella encerrados hayan contraído entre sí matrimonio, vínculo que se considera como el más esencial de la asociación civil.
O si no, supóngase cierto número de hombres que viven aislados los unos de los otros, pero no tanto, sin embargo, que no puedan estar en comunicación; supóngase que tienen leyes comunes sobre la justicia mutua que deben observar en las relaciones mercantiles, pues que son, unos carpinteros, otros labradores, zapateros, etc., hasta el número de diez mil, por ejemplo; pues bien, si sus relaciones se limitan a los cambios diarios y a la alianza en caso de guerra, esto no constituirá todavía una ciudad. ¿Y por qué? En verdad no podrá decirse que en este caso los lazos de la sociedad no sean bien fuertes. Lo que sucede es que cuando una asociación es tal que cada uno sólo ve el Estado en su propia casa, y la unión es sólo una simple liga contra la violencia, no hay ciudad, si se mira de cerca; las relaciones de la unión no son en este caso más que las que hay entre individuos aislados.
Luego evidentemente la ciudad no consiste en la comunidad del domicilio, ni en la garantía de los derechos individuales, ni en las relaciones mercantiles y de cambio; estas condiciones preliminares son muy indispensables para que la ciudad exista; pero aun suponiéndolas reunidas, la ciudad no existe todavía. La ciudad es la asociación del bienestar y de la virtud, para bien de las familias y de las diversas clases de habitantes, para alcanzar una existencia completa que se basta a sí misma. [101]
Sin embargo, no podría alcanzarse este resultado sin la comunidad de domicilio y sin el auxilio de los matrimonios; y esto es lo que ha dado lugar en los Estados a las alianzas de familia, a las fratrias, a los sacrificios públicos y a las fiestas en que se reúnen los ciudadanos. La fuente de todas estas instituciones es la benevolencia, sentimiento que arrastra al hombre a preferir la vida común; y siendo el fin del Estado el bienestar de los ciudadanos, todas estas instituciones no tienden sino a afianzarle. El Estado no es más que una asociación, en la que las familias reunidas por barrios deben encontrar todo el desenvolvimiento y todas las comodidades de la existencia; es decir, una vida virtuosa y feliz.
Y así la asociación política tiene ciertamente por fin la virtud y la felicidad de los individuos, y no sólo la vida común.
Los que contribuyen con más a este fondo general de la asociación tienen en el Estado una parte mayor que los que, iguales o superiores por la libertad o por el nacimiento, tienen, sin embargo, menos virtud política; y mayor también que la que corresponde a aquellos que, superándoles por la riqueza, son inferiores a ellos, sin embargo, en mérito.
Puedo concluir de todo lo dicho, que evidentemente, al formular los ricos y los pobres opiniones tan opuestas sobre el poder, no han encontrado ni unos ni otros más que una parte de la verdad y de la justicia.
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{73} Platón se había anticipado a Aristóteles al probar que el poder sólo debe ejercerse en beneficio de los súbditos. Véase la República, libro I.
{74} Voltaire, al comentar a Montesquieu, dice: la monarquía y el despotismo son dos hermanos que tienen entre sí tanta semejanza, que muchas veces se toma el uno por el otro.
{75} Megara estaba 210 estadios, cerca de ocho leguas, distante de Corinto.
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Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 3, páginas 96-101
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viernes, marzo 26, 2010

Aristóteles: Propiedad y Lucha de Clases

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Un estudio sobre la concepción de Aristóteles sobre la propiedad y las clases sociales, puede verse en:

jueves, marzo 25, 2010

La Esclavitud, según Aristóteles

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Las negrillas, sangrías y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Tomado de:

http://www.filosofia.org/cla/ari/azc03021.htm

Obras de Aristóteles, Política
Patricio de Azcárate

Política · libro primero, capítulo II

De la esclavitud

Ahora que conocemos de una manera positiva las partes diversas de que se compone el Estado, debemos ocuparnos ante todo del régimen económico de las familias, puesto que el Estado se compone siempre de familias.
Los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia misma, que, para ser completa, debe comprender esclavos y hombres libres. Pero como para darse razón de las cosas, es preciso ante todo someter a examen las partes más sencillas de las mismas, siendo las partes primitivas y simples de la familia el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos, deberán estudiarse separadamente estos tres órdenes de individuos, para ver lo que es cada uno de ellos y lo que debe ser.
Tenemos [22] primero la autoridad del señor, después la autoridad conyugal, ya que la lengua griega no tiene palabra particular para expresar esta relación del hombre a la mujer; y, en fin, la generación de los hijos, idea para la que tampoco hay una palabra especial. A estos tres elementos, que acabamos de enumerar, podría añadirse un cuarto, que ciertos autores confunden con la administración doméstica, y que, según otros, es cuando menos un ramo muy importante de ella: la llamada adquisición de la propiedad que también nosotros estudiaremos.

Ocupémonos desde luego del señor y del esclavo, para conocer a fondo las relaciones necesarias que los unen, y ver al mismo tiempo si podemos descubrir en esta materia ideas que satisfagan más que las recibidas hoy día.

Se sostiene por una parte, que hay una ciencia, propia del señor, la cual se confunde con la del padre de familia, con la del magistrado y con la del rey, de que hemos hablado al principio.
Otros, por lo contrario, pretenden que el poder del señor es contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres y esclavos, no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos; y que por último la esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia{6}.
Por otro lado, la propiedad es una parte integrante de la familia; y la ciencia de la posesión forma igualmente parte de la ciencia doméstica, puesto que sin las cosas de primera necesidad, los hombres no podrían vivir y menos vivir dichosos.

Se sigue de aquí que, así como las demás artes necesitan, cada cual en su esfera, de instrumentos especiales, para llevar a cabo su obra, la ciencia doméstica debe tener igualmente los suyos. Pero entre los instrumentos, hay unos que son inanimados y otros que son vivos; por ejemplo, para el patrón de una nave, el timón es un instrumento sin vida, y el marinero de proa un instrumento vivo, pues en las artes al operario, se le considera como un verdadero instrumento.
Conforme al mismo principio, puede decirse que la propiedad no es más que un instrumento de la existencia, la riqueza una porción de instrumentos, y el [23] esclavo una propiedad viva; sólo que el operario, en tanto que instrumento, es el primero de todos. Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo{7} o los trípodes de Vulcano{8} «que se iban solos a las reuniones de los dioses»; si las lanzaderas tejiesen por sí mismas; si el arco tocase solo la cítara, los empresarios prescindirían de los operarios, y los señores de los esclavos. Los instrumentos, propiamente dichos, son instrumentos de producción; la propiedad, por lo contrario, es simplemente para el uso.
Así, la lanzadera produce algo más que el uso que se hace de ella; pero un vestido, una cama, sólo sirven para este uso.

Además como la producción y el uso difieren específicamente, y estas dos cosas tienen instrumentos que son propios de cada una, es preciso que entre los instrumentos de que se sirven haya una diferencia análoga.

La vida es el uso y no la producción de las cosas, y el esclavo sólo sirve para facilitar estos actos que se refieren al uso.
Propiedad es una palabra que es preciso entender como se entiende la palabra parte: la parte no sólo es parte de un todo, sino que pertenece de una manera absoluta a una cosa distinta que ella misma. Lo mismo sucede con la propiedad; el señor es simplemente señor del esclavo, pero no depende esencialmente de él; el esclavo, por lo contrario, no es sólo esclavo del señor, sino que depende de éste absolutamente. Esto prueba claramente lo que el esclavo es en sí y lo que puede ser. El que por una ley natural no se pertenece a sí mismo, sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que en tanto que hombre se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual. Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza. La razón y los hechos pueden resolver fácilmente estas cuestiones.
La autoridad y la obediencia no son sólo cosas necesarias, sino que son eminentemente útiles. Algunos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, [24] unos a obedecer, otros a mandar; aunque en grados muy diversos en ambos casos.

La autoridad se enaltece y se mejora tanto cuanto lo hacen los seres que la ejercen o a quienes ella rige. La autoridad vale más en los hombres que en los animales, porque la perfección de la obra está siempre en razón directa de la perfección de los obreros, y una obra se realiza donde quiera que se hallan la autoridad y la obediencia. Estos dos elementos, la obediencia y la autoridad, se encuentran en todo conjunto formado de muchas cosas, que conspiren a un resultado común, aunque por otra parte estén separadas o juntas. Esta es una condición que la naturaleza impone a todos los seres animados, y algunos rastros de este principio podrían fácilmente descubrirse en los objetos sin vida: tal es, por ejemplo, la armonía en los sonidos. Pero el ocuparnos de esto nos separaría demasiado de nuestro asunto.
Por lo pronto el ser vivo se compone de un alma y de un cuerpo, hechos naturalmente aquella para mandar y éste para obedecer.
Por lo menos así lo proclama la voz de la naturaleza, que importa estudiar en los seres desenvueltos según sus leyes regulares y no en los seres degradados. Este predominio del alma es evidente en el hombre perfectamente sano de espíritu y de cuerpo, único que debemos examinar aquí.

En los hombres corrompidos o dispuestos a serlo, el cuerpo parece dominar a veces como soberano sobre el alma, precisamente porque su desenvolvimiento irregular es completamente contrario a la naturaleza. Es preciso, repito, reconocer ante todo en el ser vivo la existencia de una autoridad semejante a la vez a la de un señor y la de un magistrado; el alma manda al cuerpo como un dueño a su esclavo; y la razón manda al instinto como un magistrado, como un rey; porque evidentemente no puede negarse, que no sea natural y bueno para el cuerpo el obedecer al alma, y para la parte sensible de nuestro ser el obedecer a la razón y a la parte inteligente.
La igualdad o la dislocación del poder, que se muestra entre estos diversos elementos, sería igualmente funesta para todos ellos. Lo mismo sucede entre el hombre y los demás animales: los animales domesticados valen naturalmente más que los animales salvajes, siendo para ellos una gran ventaja, si se considera su propia seguridad, el estar sometidos al hombre. Por otra parte la relación de los sexos es análoga; el uno es superior al otro; éste está hecho para mandar, aquél para obedecer. [25]
Esta es también la ley general, que debe necesariamente regir entre los hombres.
Cuando es uno inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor; porque es esclavo por naturaleza el que puede entregarse a otro; y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro, es el no poder llegar a comprender la razón, sino cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo. Los demás animales no pueden ni aun comprender la razón, y obedecen ciegamente a sus impresiones. 
Por lo demás, la utilidad de los animales domesticados y la de los esclavos son poco más o menos del mismo género. Unos y otros nos ayudan con el auxilio de sus fuerzas corporales a satisfacer las necesidades de nuestra existencia. La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace los cuerpos de los hombres libres diferentes de los de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para las obras penosas de la sociedad, y haciendo, por lo contrario, a los primeros incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros, y destinándolos solamente a las funciones de la vida civil, repartida para ellos entre las ocupaciones de la guerra y las de la paz.
Muchas veces sucede lo contrario, convengo en ello; y así los hay que no tienen de hombres libres más que el cuerpo, como otros sólo tienen de tales el alma.
Pero lo cierto es que si los hombres fuesen siempre diferentes unos de otros por su apariencia corporal como lo son las imágenes de los dioses, se convendría unánimemente en que los menos hermosos deben ser los esclavos de los otros; y si esto es cierto, hablando del cuerpo, con más razón lo sería hablando del alma; pero es más difícil conocer la belleza del alma que la del cuerpo. Sea de esto lo que quiera, es evidente que los unos son naturalmente libres y los otros naturalmente esclavos; y que para estos últimos es la esclavitud tan útil como justa.
Por lo demás, difícilmente podría negarse que la opinión contraria encierra alguna verdad. La idea de esclavitud puede entenderse de dos maneras. Puede uno ser reducido a esclavitud y permanecer en ella por la ley, siendo esta ley una convención [26] en virtud de la que el vencido en la guerra se reconoce como propiedad del vencedor; derecho que muchos legistas consideran ilegal, y como tal le estiman muchas veces los oradores políticos, porque es horrible, según ellos, que el más fuerte, sólo porque puede emplear la violencia, haga de su víctima un súbdito y un esclavo{9}.

Estas dos opiniones opuestas son sostenidas igualmente por hombres sabios. La causa de este disentimiento y de los motivos alegados por una y otra parte es, que la virtud tiene derecho, como medio de acción, de usar hasta de la violencia, y que la victoria supone siempre una superioridad laudable en ciertos conceptos. Es posible creer por tanto que la fuerza jamás está exenta de todo mérito, y que aquí toda la cuestión estriba realmente sobre la noción del derecho, colocado por los unos en la benevolencia y la humanidad y por los otros en la dominación del más fuerte. Pero estas dos argumentaciones contrarias son en sí igualmente débiles y falsas; porque podría creerse en vista de ambas, tomadas separadamente, que el derecho de mandar como señor no pertenece a la superioridad del mérito.

Hay gentes que, preocupadas con lo que creen un derecho, y una ley tiene siempre las apariencias del derecho, suponen que la esclavitud es justa cuando resulta del hecho de la guerra. Pero se incurre en una contradicción; porque el principio de la guerra misma puede ser injusto, y jamás se llamará esclavo al que no merezca serlo; de otra manera los hombres de más elevado nacimiento podrían parar en esclavos, hasta por efecto del hecho de otros esclavos, porque podrían ser vendidos como prisioneros de guerra. Y así los partidarios de esta opinión{10} tienen el cuidado de aplicar este nombre de esclavos sólo a los bárbaros, no admitiéndose para los de su propia nación. Esto equivale a averiguar lo que se llama esclavitud natural; y esto es precisamente lo que hemos preguntado desde el principio.

Es necesario convenir en que ciertos hombres serían esclavos en todas partes, y que otros no podrían serlo en ninguna. Lo mismo sucede con la nobleza: las personas de que acabamos de [27] hablar, se creen nobles, no sólo en su patria, sino en todas partes; pero por el contrario, en su opinión los bárbaros sólo pueden serlo allá entre ellos; suponen, pues, que tal raza es en absoluto libre y noble, y que tal otra sólo lo es condicionalmente. Así la Helena de Theodecto exclama:

¿Quién tendría el atrevimiento de llamarme esclava
descendiendo yo por todos lados de la raza de los dioses?
Esta opinión viene precisamente a asentar sobre la superioridad y la inferioridad naturales la diferencia entre el hombre libre y el esclavo, entre la nobleza y el estado llano.
Equivale a creer que de padres distinguidos salen hijos distinguidos, del mismo modo que un hombre produce un hombre y que un animal produce un animal. Pero cierto es que la naturaleza muchas veces quiere hacerlo, pero no puede.
Con razón se puede suscitar esta cuestión y sostener que hay esclavos y hombres libres que lo son por obra de la naturaleza; se puede sostener que esta distinción subsiste realmente siempre que es útil al uno el servir como esclavo y al otro el reinar como señor; se puede sostener, en fin, que es justa, y que cada uno debe, según las exigencias de la naturaleza, ejercer el poder o someterse a él.
Por consiguiente la autoridad del señor sobre el esclavo es a la par justa y útil; lo cual no impide que el abuso de esta autoridad pueda ser funesto a ambos. El interés de la parte es el del todo; el interés del cuerpo es el del alma; el esclavo es una parte del señor, es como una parte viva de su cuerpo, aunque separada. Y así, entre el dueño y el esclavo, cuando es la naturaleza la que los ha hecho tales, existe un interés común, una recíproca benevolencia; sucediendo todo lo contrario, cuando la ley y la fuerza por sí solas han hecho al uno señor y al otro esclavo.

Esto muestra con mayor evidencia, que el poder del señor y el del magistrado son muy distintos, y que, a pesar de lo que se ha dicho, todas las autoridades no se confunden en una sola: la una recae sobre hombres libres, la otra sobre esclavos por naturaleza; la una, la autoridad doméstica, pertenece a uno sólo, porque toda familia es gobernada por un solo jefe; la otra, la del magistrado, sólo recae sobre hombres libres e iguales.
Uno es señor, no porque sepa mandar, sino porque tiene cierta naturaleza; y por distinciones semejantes es uno esclavo o libre.
Pero sería posible educar a los señores en la ciencia que deben practicar ni más [28] ni menos que a los esclavos, y en Siracusa ya se ha practicado esto último, pues por dinero se instruía allí a los niños, que estaban en esclavitud, en todos los pormenores del servicio doméstico. Podríase muy bien extender sus conocimientos y enseñarles ciertas artes, como la de preparar las viandas{11} o cualquiera otra de este género, puesto que unos servicios son más estimados o más necesarios que otros, y que, como dice el proverbio, hay diferencia de esclavo a esclavo y de señor a señor. Todos estos aprendizajes constituyen la ciencia de los esclavos.
Saber emplear a los esclavos constituye la ciencia del señor, que lo es, no tanto porque posee esclavos, cuanto porque se sirve de ellos. Esta ciencia en verdad no es muy extensa ni tampoco muy elevada; consiste tan sólo en saber mandar lo que los esclavos deben saber hacer. Y así, tan pronto como puede el señor ahorrarse este trabajo, cede su puesto a un mayordomo para consagrarse él a la vida política o a la filosofía.
La ciencia del modo de adquirir, de la adquisición natural y justa, es muy diferente de las otras dos de que acabamos de hablar; ella participa algo de la guerra y de la caza.

No necesitamos extendernos más sobre lo que teníamos que decir del señor y del esclavo.

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{6} Teopompo, historiador contemporáneo de Aristóteles, refiere (Ateneo, lib. VI, pág. 265) que los Quiotes fueron los que introdujeron la costumbre de comprar los esclavos, y que el oráculo de Delfos, al tener conocimiento de semejante crimen, declaró: que los Quiotes se habían hecho merecedores de la cólera de los dioses. Esto sería una especie de protesta del cielo contra este abuso de la fuerza. S. H., pág. 12.

{7} Platón habla de este talento de Dédalo en el Eutifron y en el Menon.

{8} Iliada, XVIII, 376.

{9} En la guerra del Peloponeso se degollaba a los prisioneros, y lo refiere Tucídides como si fuera el hecho más indiferente. Lib. I, capítulo XXX, lib. II, cap. V.

{10} En la República aconseja Platón a los griegos que no reduzcan a esclavitud a los griegos y sí sólo a los bárbaros.

{11} La cocina de Siracusa tenía gran reputación. Véase el lib. III de la República de Platón.
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martes, marzo 23, 2010

Una joya literaria: la Economía según Sócrates

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El diálogo de Sócrates con Critóbulo, sobre la Economía, de la autoría de Jenofonte, traducido del griego al castellano, en 1786 por Ruiz Bamba.

Puede leerse en:

http://books.google.com.sv/books?id=CvJITDHGb_gC&printsec=frontcover&dq=jenofonte+economia&source=bl&ots=Lk41hnKipy&sig=26xremEgAI_P9Fz8iG-9LBtUNRc&hl=es&ei=JGupS9LzHaSltgf749G1BQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=5&ved=0CBQQ6AEwBDgK#v=onepage&q=&f=false

Teoría de Jenofonte

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Un estudio sobre la teoría económica y administrativa de Jenofonte, puede verse en:

http://200.16.86.50/digital/33/revistas/blse/lowry3-3.pdf
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jueves, febrero 18, 2010

Veblen, nota biográfica

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Las negrillas, separación y supresión de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Tomado de:

http://www.eumed.net/cursecon/economistas/Veblen.htm

Thorstein B. Veblen (1857-1929)

Principal figura de la escuela del Institucionalismo Americano, Thorstein Bunde Veblen fue un filósofo, sociólogo y economista altamente controvertido.

Nació en Wisconsin de padres de origen noruego. Estudia en el Carleton College y las universidades John Hopkins, Cornell y Yale, en la que obtiene el doctorado en 1884. Veblen trabaja en las universidades de Chicago (de donde será expulsado por mantener relaciones sexuales con alumnas), Stanford (de la que le fuerzan a irse por su actitud crítica hacia los hombres de negocio) y Missouri, sin que en ningún caso puede superar el nivel de profesor auxiliar. Fuertemente crítico con el "stablishment", fue elegido, sin embargo por sus colegas de profesión para la presidencia de la American Economic Association.

(...)

Obras

"Kant's Critique of Judgement", 1884, Journal of Speculative Philosophy
"Some Neglected Points in the Theory of Socialism", 1891, Annals of AAPSS
"Bohm-Bawerk's Definition of Capital and the Source of Wages" , 1892, QJE.
"The Overproduction Fallacy", 1892, QJE
"The Food Supply and the Price of Wheat", 1893, JPE
"The Army of the Commonweal", 1894, JPE
"The Economic Theory of Women's Dress", 1894, Popular Science Monthly
"Review of Karl Marx's Poverty of Philosophy", 1896, JPE
"Review of Werner Sombart's Socializmus", 1897, JPE
"Review of Gustav Schmoller's Uber einige Grundfragen der Socialpolitik", 1898, JPE
"Review of Turgot's Reflections", 1898, JPE
"Why is Economics Not an Evolutionary Science?" , 1898, QJE.
"The Beginnings of Ownership" , 1898, American Journal of Sociology .
"The Instinct of Workmanship and the Irksomeness of Labor" , 1898, American Journal of Sociology . (copy)
"The Barbarian Status of Women" , 1898, American Journal of Sociology .
The Theory of the Leisure Class: an economic study of institutions, 1899 - Copy (1) ; (2)
"The Preconceptions of Economic Science", Part 1 (1899),Part 2 (1899) , Part 3 (1900), QJE;
"Industrial and Pecuniary Employments", 1901, Publications of the AEA
"Gustav Schmoller's Economics", 1901, QJE
"Arts and Crafts", 1902, JPE
"Review of Werner Sombart's Der moderne Kapitalismus", 1903, JPE
"Review of J.A. Hobson's Imperialism", 1903, JPE
"An Early Experiment in Trusts", 1904, JPE
"Review of Adam Smith's Wealth of Nations", 1904, JPE
Theory of Business Enterprise , 1904 - Copy (1), (2)
"Credit and Prices", 1905, JPE
"The Place of Science in Modern Civilization", 1906, American J of Sociology
"Professor Clark's Economics", 1906, QJE
"The Socialist Economics of Karl Marx and His Followers", Part 1 (1906), Part 2 (1907), QJE
"Fisher's Capital and Income" , 1907, Political Science Quarterly .
"The Evolution of the Scientific Point of View", 1908, University of California Chronicle
"On the Nature of Capital", 1908, QJE
"Fisher's Rate of Interest" , 1909, Political Science Quarterly .
"The Limitations of Marginal Utility" , 1909, JPE.
"Christian Morals and the Competitive System", 1910, International J of Ethics
"The Mutation Theory and the Blond Race", 1913, Journal of Race Development
"The Blond Race and the Aryan Culture", 1913, Univ of Missouri Bulletin
The Instincts of Worksmanship and the State of the Industrial Arts, 1914.
"The Opportunity of Japan", 1915, J of Race Development
Imperial Germany and the Industrial Revolution, 1915.
An Inquiry into the Nature of Peace and the Terms of its Perpetuation, 1917.
"On the General Principles of a Policy of Reconstruction", 1918, J of the National Institute of Social Sciences
"Passing of National Frontiers", 1918, Dial
"Menial Servants during the Period of War", 1918, Public
"Farm Labor for the Period of War", 1918, Public
"The War and Higher Learning", 1918, Dial
"The Modern Point of View and the New Order", 1918, Dial
The Higher Learning In America: A Memorandum On the Conduct of Universities By Business Men , 1918 - (1) .
The Vested Interests and the Common Man , 1919
"The Intellectual Pre-Eminence of Jews in Modern Europe", 1919, Political Science Quart
"On the Nature and Uses of Sabotage", 1919, Dial
"Bolshevism is a Menace to the Vested Interests", 1919, Dial
"Peace", 1919, Dial
"The Captains of Finance and the Engineers", 1919, Dial
"The Industrial System and the Captains of Industry", 1919, Dial
The Place of Science in Modern Civilization and other essays, 1919.
"Review of J.M.Keynes's Economic Consequences of the Peace , 1920, Political Science Quarterly
The Engineers and the Price System, 1921. (PDF version)
Absentee Ownership and Business Enterprise in Recent Times: the case of America, 1923.
"Economic theory in the Calculable Future", 1925, AER
Essays in Our Changing Order, 1927.
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Liberalismo

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Las negrillas, citas en bloque, separación y supresión de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Liberalismo
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Liberalismo"

El liberalismo es un sistema filosófico, económico y político, que promueve las libertades civiles pero se niega aceptar la libertad colectiva; se opone a cualquier forma de despotismo, suscitando a los principios republicanos, siendo la corriente en la que se fundamentan la democracia representativa y la división de poderes.

Aboga principalmente por:

El desarrollo de las libertades individuales y, a partir de ésta, el progreso de la sociedad.

El establecimiento de un Estado de Derecho, donde todas las personas sean iguales ante la ley, sin privilegios ni distinciones, en acatamiento con un mismo marco mínimo de leyes.

(...)

Características

Sus características principales son:

El individualismo, que considera al individuo primordial, como persona única y en ejercicio de su plena libertad, por encima de todo aspecto colectivo.

La libertad como un derecho inviolable que se refiere a diversos aspectos: libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, de prensa, etc., cuyo único límite consiste en la libertad de los demás, y que debe constituir una garantía frente a la intromisión del gobierno en la vida de los individuos.

El principio de igualdad entre las personas, entendida en lo que se refiere a diversos campos jurídico y político. Es decir, para el liberalismo, todos los ciudadanos son iguales ante la ley y ante el Estado.

El derecho a la propiedad privada como fuente de desarrollo e iniciativa individual, y como derecho inalterable que debe ser salvaguardado y protegido por la ley.

El establecimiento de códigos civiles, constituciones, e instituciones basadas en la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y en la discusión y solución de los problemas por medio de asambleas y parlamentos.

La Tolerancia Religiosa.

Liberalismo social, económico y político

El liberalismo social defiende la no intromisión del Estado o de los colectivos en la conducta privada de los ciudadanos y en sus relaciones sociales, existiendo plena libertad de expresión y religiosa, así como los diferentes tipos de relaciones sociales consentidas, morales, etc.

Esta no intromisión permitiría la legalización del consumo de drogas, la libertad de paso, la no regulación del matrimonio por parte del Estado (es decir, éste se reduciría a un contrato privado como otro cualquiera, pudiendo ser, por tanto, contratado por cualquier tipo de pareja), la liberalización de la enseñanza, etc.

Por supuesto, en el liberalismo hay multitud de corrientes que defienden con mayor o menor intensidad diferentes propuestas.

El liberalismo económico defiende la no intromisión del Estado en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, impulsando la reducción de impuestos a su mínima expresión y eliminando cualquier regulación sobre comercio, producción, etc.

La no intervención del Estado asegura la igualdad de condiciones de todos los individuos, lo que permite que se establezca un marco de competencia perfecta, sin restricciones ni manipulaciones de diversos tipos. Esto significa neutralizar cualquier tipo de beneficencia pública, como ser aranceles, subsidios, etc

El liberalismo político inspiró la organización del Estado de Derecho dentro del marco de la democracia liberal durante el siglo XIX, vigente en gran parte de los Estado-Nación actuales. Sus elementos principales son el poder de los ciudadanos como voluntad general de poder gubernamental y la elección de sus representantes de manera libre y soberana. El Estado de Derecho como marco jurídico e institucional resguarda las libertades y los derechos de las personas..

Liberalismo benthamiano

Una división menos famosa pero más rigurosa es la que distingue entre el liberalismo predicado por Jeremías Bentham y el defendido por Wilfredo Pareto. Esta diferenciación surge de las distintas concepciones que estos autores tenían respecto al cálculo de un óptimo de satisfacción social.

En el cálculo económico se diferencian varias corrientes del liberalismo. En la clásica y neoclásica se recurre con frecuencia a la teoría del Homo oeconomicus, un ser perfectamente racional con tendencia a maximizar su satisfacción. Para simular este ser ficticio, se ideó el gráfico Edgeworth-Pareto, que permitía conocer la decisión que tomaría un individuo con un sistema de preferencias dado (representado en curvas de indiferencia) y unas condiciones de mercado dadas. Es decir, en un equilibrio determinado.

Sin embargo, existe una gran controversia cuando el modelo de satisfacción se ha de trasladar a una determinada sociedad. Cuando se tiene que elaborar un gráfico de satisfacción social, el modelo benthamiano y el paretiano chocan frontalmente.

Según Wilfredo Pareto, la satisfacción que goza una persona es absolutamente incomparable con la de otra. Para él, la satisfacción es una magnitud ordinal y personal, lo que supone que no se puede cuantificar ni relacionar con la de otros. Por lo tanto, sólo se puede realizar una gráfica de satisfacción social con una distribución de la renta dada. No se podrían comparar de ninguna manera distribuciones diferentes.

Por el contrario, en el modelo de Bentham los hombres son en esencia iguales, lo cual lleva a la comparabilidad de satisfacciones, y a la elaboración de una única gráfica de satisfacción social.

En el modelo paretiano, una sociedad alcanzaba la máxima satisfacción posible cuando ya no se le podía dar nada a nadie sin quitarle algo a otro. Por lo tanto, no existía ninguna distribución óptima de la renta. Un óptimo de satisfacción de una distribución absolutamente injusta sería, a nivel social, tan válido como uno de la más absoluta igualdad (siempre que éstos se encontrasen dentro del criterio de óptimo paretiano).

No obstante, para igualitaristas como Bentham, no valía cualquier distribución de la renta. El que los humanos seamos en esencia iguales y la comparabilidad de las satisfacciones llevaba necesariamente a un óptimo más afinado que el paretiano. Este nuevo óptimo, que es necesariamente uno de los casos de óptimo paretiano, surge como conclusión lógica necesaria de la ley de rendimientos decrecientes.

Corrientes de estas concepciones

Estas dos concepciones radicalmente diferentes dividen al liberalismo en dos corrientes:

por un lado, una corriente igualitarista y progresista, abanderada por la teoría de Bentham y, por el otro, aquella otra corriente que no persigue la igualdad, pues considera natural que hombres diversos actuando en función de sus propias motivaciones y empleando libremente los medios de que disponen lleguen a fines diferentes.

Entre los seguidores de Bentham destacan las tesis del social-liberalismo, mientras que de Pareto surgen otras como la escuela austríaca (si bien, para esta última corriente, no es necesario en absoluto basarse en idealizaciones y estudios de equilibrios inexistentes en la realidad. De hecho, dicha escuela considera un auténtico error epistemológico pretender llevar a cabo el estudio de la economía como si se tratara de una ciencia natural . Por tanto, propone un acercamiento distinto, completamente opuesto al de los clásicos y neoclásicos, al liberalismo).

Pensadores liberales

La categoría Liberales agrupa todos los artículos sobre personalidades liberales. La que sigue es sólo una breve relación orientativa de liberales de gran relevancia en la historia de esta corriente intelectual, académica y política.

Filosofía
John Locke
Montesquieu
Voltaire
Rousseau
David Hume
Alexis de Tocqueville
Benjamin Constant
José Ortega y Gasset
Benedetto Croce
Karl Popper
Isaiah Berlin
Raymond Aron
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Robert Nozick
Ayn Rand
Murray Rothbard
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Economía
Richard Cantillon
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Divulgación
Frédéric Bastiat
Henry Hazlitt
Juan Montalvo
Guy Sorman
Johan Norberg
Mauricio Rojas Mullor
Octavio Paz
Carlos Rangel
Jean-François Revel
Marcos Aguinis
Thomas Szasz
Armando Valladares
Thomas Sowell
Álvaro Vargas Llosa
Carlos Alberto Montaner
Jesús Huerta de Soto
José Somoza

Bibliografía

Historia de las ideas liberales
Historia de la teoría política, George Holland Sabine, Fondo de Cultura Económica, 2000. ISBN 950-557-097-X
Historia de la teoría política (tomos 3 a 6), Fernando Vallespín Oña (ed.), Alianza Editorial, 2002. ISBN 978-84-206-7305-9
El liberalismo en occidente: historia en documentos (6 tomos), E.K. Bramsted y K.J. Melhuish (eds.), Unión Editorial, 1982-1984. Tomo 1 ISBN 978-84-7209-151-1
De Lo Político a la política. Liberalismo: El otro límite de la legitimidad. Pablo M. Fernández Alarcón. E-Prints Complutense, Madrid 2005 ISBN 84-669-1876-0
Historia del pensamiento económico (2 tomos), M.N. Rothbard, Unión Editorial, 1999. ISBN 978-84-7209-351-5

Principales obras

Oración fúnebre, Pericles, 430 a. C.
Sobre la República, Cicerón, 50 a. C.
Carta Magna, 1215.
Instrucción de mercaderes, Saravia de la Calle, 1544.
Tratados sobre el gobierno civil, John Locke, 1690.
El espíritu de las leyes, Barón de Montesquieu, 1748.
Un ensayo sobre la naturaleza del comercio en general, Richard Cantillon, 1755.
Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Adam Smith, 1776.
Introducción a los principios de moral y legislación, Jeremy Bentham, 1780.
Fundamentación de la metafísica de la moral, Immanuel Kant, 1785.
El Federalista, James Madison, Alexander Hamilton y John Jay, 1788.
Autobiografía, Benjamin Franklin, 1788.
Reflexiones sobre la Revolución Francesa, Edmund Burke, 1790.
Tratado de economía política: o la producción, distribución, y consumo de la riqueza, Jean-Baptiste Say, 1803.
De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, Benjamin Constant, 1819.
La democracia en América, Alexis de Tocqueville, 1840.
Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, Juan Bautista Alberdi, 1854.
Sobre la libertad, John Stuart Mill, 1859.
El hombre contra el Estado, Herbert Spencer, 1884.
Capital e interés, Eugen von Böhm-Bawerk, 1884–1909.
La sociedad del futuro, Gustave de Molinari, 1899.
La rebelión de las masas, José Ortega y Gasset, 1930.
Camino de servidumbre, Friedrich Hayek, 1944.
La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper, 1945.
Sobre el poder, Bertrand de Jouvenel, 1945.
Ética de la sociedad competitiva, Frank Knight, 1946.
La acción humana, Ludwig von Mises, 1949.
La rebelión de Atlas, Ayn Rand, 1957.
Dos conceptos de libertad, Isaiah Berlin, 1958.
La libertad y la ley, Bruno Leoni, 1958.
Una economía humana, Wilhelm Röpke, 1960.
El problema del costo social, Ronald Coase, 1960.
El cálculo del consenso, James M. Buchanan y Gordon Tullock, 1962.
Capitalismo, socialismo y democracia, Joseph Schumpeter, 1962.
Capitalismo y libertad, Milton Friedman, 1962.
La gran depresión americana, Murray Rothbard, 1963.
La maquinaria de la libertad, David Friedman, 1971.
Teoría de la justicia, John Rawls, 1971.
Anarquía, Estado y utopia, Robert Nozick, 1974.
Libertad individual: obras selectas, William Hutt, 1975.
En defensa de la corporación, Robert Hessen, 1979.
Libertad de elegir, Milton Friedman, 1980.
El capital humano, Gary Becker, 1983.
El nacimiento del mundo occidental, Douglass North, 1983.
Teoría de la democracia, Giovanni Sartori, 1987.
El fin de la historia y el último hombre, Francis Fukuyama, 1992.
Propiedad y libertad, Richard Pipes, 1999.
Desarrollo y libertad, Amartya Sen, 1999.
De la subsistencia al intercambio, Peter Bauer, 2000.
Por qué la globalización funciona, Martin Wolf, 2004.
Dando cuenta de los derechos de propiedad, Hernando de Soto, 2006.

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Liberalismo"
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miércoles, febrero 10, 2010

Fernando Carmona, datos biográficos

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El comentario inicial, las negrillas, citas en bloque y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Uno de los aportes metodológicos del Maestro Fernando Carmona, en el análisis económico, puede examinarse en el texto titulado "México: Riqueza y Miseria", escrito conjuntamente con Alonso Aguilar. En lo que recordamos, Aguilar realiza un estudio de Economía Política en la primera parte y en la segunda, Carmona, analiza la Política Económica del México de esta época, en la segunda mitad de la década del 60 del siglo XX. Cómo pasa el tiempo, tan rápidamente.

Carmona utiliza un método de análisis muy ingenioso. En primer lugar, destaca las formulaciones oficiales de la política económica; en segundo lugar las contrasta con datos de la realidad, oficiales o no y en tercer lugar expresa críticamente su posición científica. En realidad es una aplicación del método, combinando inducción y deducción.

Además de sus cualidades como investigador, Carmona fué un ejemplo de modestia, que yo reflexionaría ahora, como de austeridad conciente, la austeridad que posibilita la libertad de pensamiento. Recuerdo dos momentos con él: visitando México como estudiante en el proceso de establecer relaciones entre el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de El Salvador, con el de la UNAM, me ofreció llevarme en su automóvil a mi hotel y me dejó gratamente impresionado que su auto era un viejo modelo; me sentí en una carroza de plata con el Maestro. Años después en el marco del conflicto bélico centroamericano, me impresionó cuando me dijo, con una alegría infantil, que formaba parte de MAFUENIC (Manos Fuera de Nicaragua), una organización que luchaba contra la ingerencia imperial en Nicaragua.

Un legado educativo de Fernando Carmona, me parece, es que un economista debe ser integral, la conducta y la mente deben estar unidas en la consecuencia. Y para serlo, debe evitar ser esclavo del consumismo.

Para recordar, en un primer momento, en esta página al Maestro, reproducimos dos artículos de economistas que lo conocieron.


Tomada de:

http://www.redcelsofurtado.edu.mx/carmona.html

FERNANDO CARMONA DE LA PEÑA

Investigator Emérito desde 1989. Premio Universidad Nacional 1990.

Realizó sus estudios en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM en 1944-48 y la especialización en la Escuela de Economía y Ciencia Política, en Londres, Inglaterra (1949-1951). Profesor-Investigador titular de la UNAM desde 1966.

Se incorporó a la planta docente de la Escuela Nacional de Economía (ENE) en 1957 al Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) en noviembre de 1966.

Ha laborado en diversas instituciones como: Banco de México, Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas (Banobras), la Comisión Nacional de Inversiones, de la Presidencia de la República, la Secretaría de Industria y Comercio y otros. Formó parte de la delegación mexicana a la XIV Asamblea General de la ONU (1959), Fundador del Círculo de Estudios Mexicanos en 1954, del Movimiento de Liberación Nacional en 1961, así como de Estrategia. Revista de Análisis Político en 1974 (publicada hasta 1993) y de la Asociación por la Unidad de Nuestra América en 1995.

Fue el primer director del IIEc de febrero de 1968- marzo 1974. Durante su gestión se crearon la biblioteca “Maestro Jesús Silva Herzog” y la publicación trimestral Problemas del Desarrollo. Revista Latinoamericana de Economía. Es miembro fundador y de número de la Academia Mexicana de Economía Su obra en el IIEc incluye cerca de un centenar de ensayos y artículos en revistas nacionales y extranjeras. Es autor de los libros individuales Dependencia y cambios estructurales (1971), Nicaragua: la estrategia de la victoria (1980) y Una alternativa al neoliberalismo (1993). Es coautor de México: riqueza y miseria (1967), El milagro mexicano (1970), Problemas del capitalismo mexicano (1976), La nacionalización de la banca, crisis y monopolios (1982) y Hagamos cuentas ... con la realidad (1991).

Ha escrito decenas de capítulos de libros y coordinado, colaborado y editado, obras colectivas.

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AL MAESTRO, CON CARIÑO +

Por: Arturo Guillén R. *

La noticia de la muerte del maestro Fernando Carmona de la Peña fue para mí un duro golpe. La noticia me llegó tarde, al regreso de un viaje a Guadalajara, a donde asistí a la reunión de la Asociación de Escuelas de Economía (ANIDIE) y en la cual, por cierto, coincidí con Ramón Martínez Escamilla, investigador de este Instituto, ignorantes ambos del deceso. No pude, por lo tanto, acompañar a Anita Mariño, compañera de trabajo de tantos años y a los compañeros y amigos de Carmona, mis amigos, al funeral, acto con el que los humanos ritualizamos la vida.

Vida intensa y fructífera la del maestro. “Desde hace años – decía Carmona en una entrevista autobiográfica efectuada por Ana Victoria Jiménez – se me llama “maestro Carmona”, y me pregunto en qué medida el título corresponde en verdad al trabajo real y a la vocación de un maestro, regularmente frente a un grupo en un aula” 1 Yo mismo nunca fui alumno de Carmona en un aula, pero fue siempre para mí maestro y seguirá siendo tal. Eso de maestro era una etiqueta que los estudiantes de mi generación colgábamos no a todos nuestros profesores en la Escuela de Economía,
sino a aquéllos – los menos, por cierto -, que no sólo nos enseñaban conceptos o instrumentos útiles para nuestra vida futura, sino que, sobre todas las cosas “decían su verdad” y predicaban con el ejemplo, como era el caso de Carmona,
Alonso Aguilar, Ricardo Torres Gaitán, José Luis Ceceña Gámez, Angel Bassols B., Eduardo Botas Santos, para mencionar sólo a algunos de los más destacados.
Ser maestro con mayúsculas tenía su gracia, sobre todo en un medio como era el México de los sesenta, en pleno esplendor priísta, donde resultaba más fácil doblar el lomo que erguirlo.
Conocí personalmente a Carmona por conducto de Alonso Aguilar en la Editorial Nuestro Tiempo, cuando publiqué allí mi primer libro en 1971. Sin embargo, sus ideas las conocía desde varios años atrás en sus artículos publicados en la Revista Política, en pleno auge de la Revolución Cubana.
Aunque yo me había vuelto “rojillo” desde la preparatoria a finales de los cincuenta, influido por lo que quedaba de los movimientos ferrocarrilero y magisterial de Vallejo, Campa y Othón Salazar, los incisivos artículos de Carmona, Alonso Aguilar, Enrique Cabrera, Jorge Carrión, Víctor Flores Olea, Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero y tantos otros, fueron determinantes, junto con la Revolución Cubana y la creación posterior del Movimiento de Liberación Nacional, en la definición de la vocación antiimperialista de muchos de los jóvenes de esa época.
Nuestro querido maestro tuvo un origen modesto. En su juventud entró a trabajar al Banco de México como mozo; pronto fue adscrito al departamento de Estudios Económicos, donde ascendió rápidamente hasta convertirse en ayudante del Director General, Don Rodrigo Gómez. Su estancia en el banco central, coincidió con sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Economía.

Carmona como otros mexicanos de su generación, es heredero del nacionalismo revolucionario, cuya raíz es la Revolución Mexicana y que se encarna es personajes como Lázaro Cárdenas, Narciso Bassols y Jesús Silva Herzog (no Flores, como acostumbraba rectificar el maestro Carmona). En la Escuela de Economía, como el mismo lo relata, se convirtió en un profundo cardenista, aunque su rompimiento con el sistema aún no se producía.

“Aunque no fui el único - reconoce en su entrevista autobiográfica – incurrí en ‘pecado’ al estrenarme como ciudadano y votar por primera vez en mi vida en 1946 por Miguel Alemán, el candidato presidencial del PRM, el partido oficial todavía con la sigla cardenista (...) frente a Ezequiel Padilla, que había sido el reaccionario secretario de relaciones exteriores de Avila Camacho. Pero después de la siguiente elección presidencial que terminó en la represión a los henriquistas, como tantos otros mexicanos ya no volví a votar; sabía que era inútil, que ahí no se iba a expresar ninguna voluntad popular, no sólo por el fraude y la represión sino por el control vertical de los campesinos, del sindicalismo centrado en la CTM (...) “ 2

Su pensamiento evoluciona del nacionalismo al marxismo, durante su estancia en Londres para efectuar estudios de posgrado, no sólo por su trabajo académico en la London School of Economics, sino por sus contactos extra-académicos, amistades inglesas y de otros países, como lo reconoce en su autobiografía 3. Al regresar a México en 1951, aunque se reincorpora al sector público, despliega una intensa actividad, política y académica, independiente (la revista Indice, el Círculo de Estudios Mexicanos, la Revista Política, el Comité por la Paz, el Movimiento de Liberación Nacional)
junto a Alonso Aguilar Monteverde, quien a partir de ese momento sería su compañero inseparable en diversos esfuerzos políticos.
En 1963 se titula como licenciado en economía y al año siguiente gana un concurso para una plaza de investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, entonces dependiente de la Escuela Nacional de Economía.
“Ahí - recuerda Carmona- podría cumplir mi vocación y el gusto por la investigación que se había definido en mí. Podría ganarme la vida modestamente, pero sin la constante contradicción entre mis convicciones y mi trabajo profesional, como me había ocurrido durante un trayecto de casi tres lustros (...) (En la Universidad) “he podido desplegar vocación y convicciones, sin vivir sometido a quienes a menudo no respeto y cuyos valores no puedo compartir” 4
A partir de su incorporación al Instituto, la actividad del Maestro Carmona se desenvuelve en tres frentes: las tareas de investigación; su actuación como funcionario universitario dentro del IIEC; y un intenso trabajo político-ideológico en la Editorial Nuestro Tiempo y en el Grupo Estrategia. En la aventura política de Estrategia coincidimos centenares de hombres y mujeres, con la intención de construir una organización de izquierda independiente, basada en una interpretación rigurosa de la realidad nacional e internacional y capaz de influir, junto con otras fuerzas y organizaciones, en la transformación democrática de México. En esa tarea nuestro homenajeado, Alonso Aguilar y Jorge Carrión fueron los motores principales. Por razones que no viene al caso discutir aquí, ese esfuerzo político se debilitó y se aisló - muchos fuimos abandonando el barco en distintas estaciones - y terminó fracasando en su intención política organizativa. No fracasó, en cambio, como molde forjador de ciudadanos conscientes y comprometidos. La mayoría de los compañeros que militaron allí siguen comprometidos, en la academia o en su vida profesional, con las mejores causas nacionales y populares. Por lo que a mí respecta, la relación de tantos años con Aguilar, Carmona, Carrión y demás compañeros fue fundamental en mi proceso de formación como investigador y ciudadano.

La obra de Carmona cubre un amplio espectro de libros individuales, libros colectivos, artículos especializados, multitud de artículos periodísticos, ponencias, etc., imposibles de analizar e incluso de listar en un acto de homenaje como el presente. Entre sus trabajos más importantes se encuentran: El drama de América Latina. El caso de México (1964), su tesis de licenciatura, publicada como libro por Cuadernos Americanos; Tres culturas en agonía (1969) sobre el movimiento estudiantil de 1968, que Carmona defendió honrosamente en su delicada posición de director universitario; El milagro mexicano (1970), con Aguilar M, Jorge Carrión y el Dr. Montaño, trabajo pionero en la crítica del llamado desarrollo estabilizador, junto con México, riqueza y miseria (1971) en coautoría con Alonso Aguilar; Dependencia y cambios estructurales (1971); La nacionalización de la banca, la crisis y los monopolios (1982); México, el curso de una larga crisis (1987); Una alternativa al neoliberalismo (1993).

Los temas principales en su obra fueron muchos, tanto en el campo económico, como en el social y político: la dependencia, el desarrollo y el subdesarrollo, el imperialismo, la crisis, la política económica, el papel del estado, el capital extranjero, la estructura social, la educación y tantas más. El espacio de sus preocupaciones académicas y políticas: América Latina y, por sobretodo, México. Sus influencias intelectuales de lo más amplias en tratándose de un lector insaciable. Nunca se me borrará de la mente su por el llamada “papeloteca” en su casa de Tacubaya, donde solía trabajar entre un laberinto de libros, revistas y periódicos del piso al techo, y donde podía uno pasarse largas horas con él, platicador incorregible, mientras devoraba sus inseparables Del Prado.

Aparte de los clásicos del marxismo, eran referencias cercanas suyas los trabajos de Baran, Sweezy, Huberman y Magdoff, del pensamiento latinoamericano, no solo de los cepalinos y de la teoría de la dependencia, sino de los próceres de nuestra historia. No existe casi libro o artículo que no incluya epígrafes o citas, cuidadosamente seleccionadas, de Martí, Bolívar, Juárez, Zapata, Guevara y cuantos más. Muchos, incluyendo al que habla, tratamos de aprenderle ese estilo. 5 Una influencia obvia en su obra es la de Alonso Aguilar Monteverde, con quién compartió tareas académicas y políticas por, se dice rápido, medio siglo. Con “el amigo Alonso” me dijo varias veces con modestia el maestro Carmona, me une una larga relación en la que siempre he ocupado la posición de “segundo violín”.

No fue el querido maestro, un investigador interesado especialmente en las cuestiones teóricas, mucho menos en la teoría económica tradicional. Refiriéndose a sus tiempos de estudiante, recuerda que:

“algunas de las materias fundamentales como teoría económica, me parecían tediosas, repetitivas y abstractas, no referidas directa y concretamente a la realidad que nos circundaba de inflación acelerada, en un país atrasado y de enormes contrastes sociales, involucrado en la guerra con la cual algunos prosperaban rápidamente” 6

Le importaba sí, conocer y aplicar una teoría capaz de reflejar y de explicar la realidad en su amplia dimensión económica, social y política,
de ahí su adhesión a la economía política, ahora tan atacada neoliberales
deseosos de convertir nuestras universidades públicas en un espejo deformado del ITAM.
“Aprendí – decía Carmona- que una teoría sin una correspondencia correcta con la realidad no va lejos; pero el sólo recuento empírico de hechos sin un adecuado fundamento teórico, lleva casi siempre al pragmatismo mecanicista y al empirismo reduccionista, a simplificar la realidad al extremo de ignorar lo decisivo. Que el estudio empírico es un elemento de la formación de la ciencia, pero no es la ciencia, y que no se pueden entender cabalmente los problemas económicos y la orientación de las políticas económicas, sin incluir, como a mi juicio sólo lo permite la economía política, una dosis de interdisciplinariedad para analizar procesos sociales simultáneos que no siempre, y más bien casi nunca, son sincrónicos en los terrenos políticos, culturales e ideológicos con los estrictamente económicos” 7
Durante sus últimos años un tema le obsesionó: la necesidad de construir una estrategia de desarrollo alternativa, convencido de que no bastaba con la crítica al modelo neoliberal sino que era necesario y posible buscar opciones distintas, lo cual significaba necesariamente un cambio en el bloque en el poder, así como de cambios en la correlación política de fuerzas internacional. Como planteaba en uno de sus últimos libros:

“La destrucción y el deterioro económico acumulado en la planta productiva y en la infraestructura es inmenso y los estragos causados por las políticas neoliberales a millones de compatriotas, en algunos casos son irreversibles y, en todos, se requieren años para revertir el proceso a partir del momento en que desde un nuevo poder y con un Estado muy diverso del actual, se logre un nuevo cambio de calidad al instaurar un apolítica económica abocada a la creación rápida de empleos, el aumento consistente de los salarios reales y de la productividad, el impulso y reestructuración del proceso de acumulación de capital y de la planta agrícola e industrial, los sistemas de educación, salud, vivienda y otros servicios básicos.
No se puede abrigar ilusiones de que esta diferente política económica se decida desde arriba, desde el bloque de fuerzas dominante que, al contrario, usa todos los recursos del poder para consolidar los cambios que le favorecen y la política que ha puesto en vigor, no obstante el gran cúmulo de contradicciones, descontento y agravios en casi todas nuestras naciones” 8
El desempeño de Fernando Carmona como funcionario universitario fue relevante. Actor decisivo en la autonomía del IIEC, constructor de sus cimientos y de su institucionalidad; estableció, antes que existieran becas y SNI, criterios para la admisión y promoción del personal académico; fundador de la revista Problemas del Desarrollo, cuya edición cuidaba hasta el extremo. “Indice y la Revista Estudios del Banco Nacional Hipotecario – recordaba el maestro- me pusieron en contacto con el trabajo de imprenta, que desde un primer momento y hasta la fecha, me parece fascinante ¡Cómo me agrada el olor a tinta y papel, el accionar de los linotipos de ayer y aun de las computadoras de hoy, y el trabajo de los formadores y prensistas!” 9 Decenas de números de Estrategia y de Problemas del Desarrollo pasaron por sus manos.

No olvidaré nunca que fue el maestro Carmona, cuando era director del Instituto, quien me alentó y convenció de incorporarme al mismo como investigador en 1974, a mi regreso de un curso de posgrado en Polonia. Con ello, dejé con gusto mi vida de funcionarito medio de Bancomer, en ese entonces “banco de las ideas modernas” de Espinosa Yglesias, donde un tufo represivo velado se había cebado contra aquéllos que habíamos participado en el movimiento estudiantil de 1968 y que manteníamos posiciones públicas progresistas. En fin tantos recuerdos del paso de Carmona por el Instituto: su institucionalidad, su respeto por la vida democrática, su trato cordial no sólo con los académicos sino con los administrativos, al punto que no recuerdo un solo compañero que se quejara del trato del maestro, sí, en cambio, el cariño que le profesaban Doña Meche, Juanita, Don Angel y tantos más.

Con la muerte de Fernando Carmona perdimos no solamente a un investigador y un economista de valía, sino perdimos a un hombre honrado y honesto que debe ser un ejemplo para todos nosotros;
perdimos, sobre todo, a un luchador social que desde su trinchera, que fue la pluma, supo ser congruente siempre con su posición de hombre de izquierda. Su obra será un referente obligado de los jóvenes de hoy y de las generaciones futuras.

Notas
+ Texto presentado en el homenaje a Fernando Carmona de la Peña organizado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM el 29 de noviembre de 2001.
* Profesor - Investigador Titular de T.C. del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Jefe del Area de Economía Política. México, D.F. E-mail: grja@xanum.uam.mx

1Fernando Carmona de la Peña. México, país de ilusiones. La brega por la economía política. México, 1998.
2 Ibid. p. 69.
3 Ibid. p. 85-89
4 Ibid. p.113
5 En su libro El drama de América Latina explica Carmona la intención de sus epígrafes. “podrá observarse – señalaba- que los epígrafes con los cuales inicio cada de las secciones del presente ensayo, están tomados de la obra de pensadores y hombres de acción mexicanos que en su mayoría consagraron sus vidas a la lucha contra los privilegios de minorías enquistadas y por la cabal independencia de nuestra Patria. Con ello he querido subrayar algo que en México es ya un verdadero lugar común: la lucha revolucionaria iniciada con la guerra de independencia dista de haber concluido, a pesar de todos los cambios y efectivos progresos alcanzados – gracias a los duros sacrificios de nuestro pueblo – a lo largo ya más de ciento cincuenta años” . El drama de América Latina. El caso de México. México, 1964, Cuadernos Americanos. P. 17
6 Ibid. México, un país... ob.cit. p. 57
7 Ibid. p. 89.
8 Fernando Carmona. Una alternativa al neoliberalismo. México, 2ª. ed, 1995. Edit. Nuestro Tiempo. p. 120-121
9 México, un país... Ob.cit. p.109.
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