Usualmente las negrillas y subrayados son nuestros.

viernes, abril 18, 2008

Teoría Matemática de la Riqueza Social

Texto completo en línea y en francés de León Walras:

Teoría Matemática de la Riqueza Social en:

http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k57413

jueves, abril 17, 2008

De la División del Trabajo


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Las negrillas, citas en bloque y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Adam Smith

LIBRO PRIMERO

De las causas del progreso en las facultades productivas del trabajo, y del modo como un producto se distribuye naturalmente entre las diferentes clases del pueblo

CAPÍTULO I

DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO

El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige, por doquier, parecen ser consecuencia de la división del trabajo.

Los efectos de la división del trabajo en los negocios generales de la sociedad se entenderán más fácilmente considerando la manera como opera en algunas de las manufacturas.

Generalmente se cree que tal división es mucho mayor en ciertas actividades económicas de poca importancia, no porque efectivamente esa división se extreme más que en otras actividades de importancia mayor, sino porque en aquellas manufacturas que se destinan a ofrecer satisfactores para las pequeñas necesidades de un reducido número de personas, el número de operarios ha de ser pequeño, y los empleados en los diversos pasos o etapas de la producción se pueden reunir generalmente en el mismo taller y a la vista del espectador.

Por el contrario, en aquellas manufacturas destinadas a satisfacer los pedidos de un gran número de personas, cada uno de los diferentes ramos de la obra emplea un número tan considerable de obreros, que es imposible juntados en el mismo taller.

Difícilmente podemos abarcar de una vez, con la mirada, sino los obreros empleados en un ramo de la producción. Aun cuando
en las grandes manufacturas la tarea se puede dividir realmente en un número de operaciones mucho mayor que en otras manufacturas más pequeñas, la división del trabajo no es tan obvia
y, por consiguiente, ha sido menos observada.

Tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia, pero a cuya división del trabajo se ha hecho muchas veces referencia: la de fabricar alfileres.

Un obrero que no haya sido adiestrado en esa clase de tarea (convertida por virtud de la división del trabajo en un oficio nuevo) y que no esté acostumbrado a manejar la maquinaria que en él se utiliza (cuya invención ha derivado, probablemente, de la división del trabajo), por más que trabaje, apenas podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar más de veinte.

Pero dada la manera como se practica hoy día la fabricación de alfileres, no sólo la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también constituyen otros tantos oficios distintos.

Un obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero está ocupado en limar el extremo donde se va a colocar la cabeza: a su vez la confección de la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los alfileres, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos en el papel. En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda dividido de esta manera en unas dieciocho operaciones distintas, las cuales son desempeñadas en algunas fábricas por otros tantos obreros diferentes, aunque en otras un solo hombre desempeñe a veces dos o tres operaciones. He visto una pequeña fábrica de esta especie que no empleaba más que diez obreros, donde, por consiguiente, algunos de ellos tenían a su cargo dos o tres operaciones. Pero a pesar de que eran pobres y, -por lo tanto, no estaban bien provistos de la maquinaria debida, podían, cuando se esforzaban, hacer entre todos, diariamente, unas doce libras de alfileres. En cada libra había más de cuatro mil alfileres de tamaño mediano. Por consiguiente, estas diez personas podían hacer cada día, en conjunto, más de cuarenta y ocho mil alfileres, cuya cantidad, dividida entre diez, correspondería a cuatro mil ochocientas por persona.

En cambio
si cada uno hubiera trabajado separada e independientemente, y ninguno hubiera sido adiestrado en esa clase de tarea, es seguro que no hubiera podido hacer veinte, o, tal vez, ni un solo alfiler al día; es decir, seguramente no hubiera podido hacer la doscientas cuarentava parte, tal vez ni la cuatro-mil-ochocientos-ava parte de lo que son capaces de confeccionar en la actualidad gracias a la división y combinación
de las diferentes operaciones en forma conveniente.

En todas las demás manufacturas y artes los efectos de la división del trabajo son muy semejantes a los de este oficio poco complicado, aun cuando en muchas de ellas el trabajo no puede ser objeto de semejante subdivisión ni reducirse a una tal simplicidad de operación.

Sin embargo, la división del trabajo, en cuanto puede ser aplicada, ocasiona en todo arte un aumento proporcional en las facultades productivas del trabajo.

Es de suponer que la diversificación de numerosos empleos y actividades económicas en consecuencia de esa, ventaja.
Esa separación se produce generalmente con más amplitud en aquellos países que han alcanzado un nivel más alto de laboriosidad y progreso,
pues generalmente es obra de muchos, en una sociedad culta, lo que hace uno solo, en estado de atraso
.

En todo país adelantado, el labrador no es más que labriego y el artesano no es sino menestral. Asimismo, el trabajo necesario para producir un producto acabado se reparte, por regla general, entre muchas manos. ¿Cuántos y cuán diferentes oficios no se advierten en cada ramo de las manufacturas de lino y lana, desde los que cultivan aquella planta o cuidan el vellón hasta los bataneros y blanqueadores, aprestadores y tintoreros?
La agricultura, por su propia naturaleza, no admite tantas subdivisiones del trabajo, ni hay división tan completa de sus operaciones como en las manufacturas.
Es imposible separar tan completamente la ocupación del ganadero y del labrador, como se separan los oficios del carpintero y del herrero. El hilandero generalmente es una persona distinta del tejedor; pero la persona que ara, siembra, cava y recolecta el grano suele ser la misma. Como la oportunidad de practicar esas distintas clases de trabajo va produciéndose con el transcurso de las estaciones del año es imposible que un hombre esté dedicado constantemente. a una sola tarea.
Esta imposibilidad de hacer una separación tan completa de los diferentes ramos de labor en la agricultura es quizá la razón de por qué el progreso de las aptitudes productivas del trabajo en dicha ocupación no siempre corre parejas con los adelantos registrados en las manufacturas.

Es verdad que las naciones más opulentas superan por lo común a sus vecinas en la agricultura y en las manufacturas, pero generalmente las aventajan más en éstas que en aquélla.

Sus tierras están casi siempre mejor cultivadas,
y como se invierte en ellas más capital y trabajo, producen más,
en proporción a la extensión y fertilidad natural del suelo.

Ahora bien, esta superioridad del producto raras veces. excede considerablemente en proporción al mayor trabajo empleado y a los gastos más cuantiosos en que ha incurrido.

En la agricultura, el trabajo del país rico no siempre es mucho más productivo que el del pobre o, por lo menos, no es tan fecundo como suele serlo en las manufacturas.
El grano del país rico, aunque la calidad sea la misma, no siempre es tan barato en el mercado como el de un país pobre.
El trigo de Polonia, en las mismas condiciones de calidad, es tan barato como el de Francia, a pesar de la opulencia y adelantos de esta última nación. El trigo de Francia, en las provincias trigueras, es tan bueno y tiene casi el mismo precio que el de Inglaterra, la mayor parte de los años, aunque en progreso y riqueza aquel país sea inferior a éste. Sin embargo, las tierras de pan llevar de Inglaterra están mejor cultivadas que las de Francia, y las de esta nación, según se afirma, lo están mejor que las de Polonia.

Aunque un país pobre, no obstante la inferioridad de sus cultivos, puede competir en cierto modo con el rico en la calidad y precio de sus granos, nunca podrá aspirar a semejante competencia en las manufacturas, si éstas corresponden a las circunstancias del suelo, del clima y de la situación de un país próspero.

Las sedas de Francia son mejores y más baratas que las de Inglaterra, porque la manufactura de la seda, debido a los altos derechos que se pagan actualmente en la importación de la seda en rama, no se adapta tan bien a las condiciones climáticas de Inglaterra como a las de Francia. Pero la quincallería y las telas de lana corrientes de Inglaterra son superiores, sin comparación, a las de Francia, y mucho más baratas en la misma calidad. Según informaciones, en Polonia escasea la mayor parte de las manufacturas, con excepción de las más rudimentarias de utensilios domésticos, sin las cuales ningún país puede existir de una manera conveniente.
Este aumento considerable en la cantidad de productos que un mismo número de personas puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres circunstancias distintas:

primera, de la mayor destreza de cada obrero en particular;

segunda, del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde al pasar de una ocupación a otra, y por último,

de la invención de un gran número de máquinas, que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos.
En primer lugar, el progreso en la destreza del obrero incrementa la cantidad de trabajo que puede efectuar, y la división del trabajo, al reducir la tarea del hombre a una operación sencilla, y hacer de ésta la única ocupación de su vida, aumenta considerablemente la pericia del operario.

Un herrero corriente, que nunca haya hecho clavos, por diestro que sea en el manejo del martillo, apenas hará al día doscientos o trescientos clavos, y aun éstos no de buena calidad. Otro que esté acostumbrado a hacerlos, pero cuya única o principal ocupación, no sea ésa, rara vez podrá llegar a fabricar al día ochocientos o mil, por mucho empeño que ponga en la tarea. Yo he observado varios muchachos, menores de veinte años, que por no haberse ejercitado en otro menester que el de hacer clavos, podían hacer cada uno, diariamente, más de dos mil trescientos, cuando se ponían a la obra. Hacer un clavo no es indudablemente una de las tareas más sencillas. Una misma persona tira del fuelle, aviva o modera el soplo, según convenga, caldea el hierro y forja las diferentes partes del clavo, teniendo que cambiar el instrumento para formar la cabeza. Las diferentes operaciones en que se subdivide el trabajo de hacer un alfiler o un botón de metal son, todas ellas, mucho más sencillas y, por lo tanto, es mucho mayor la destreza de la persona que no ha tenido otra ocupación en su vida. La velocidad con que se ejecutan algunas de estas operaciones en las manufacturas excede a cuanto pudieran suponer quienes nunca lo han visto, respecto a la agilidad de que es susceptible la mano del hombre.

En segundo lugar, la ventaja obtenida al ahorrar el tiempo que por lo regular se pierde, al pasar de una clase de operación a otra, es mucho mayor de lo que a primera vista pudiera imaginarse.

Es imposible pasar con mucha rapidez de una labor a otra, cuando la segunda se hace en sitio distinto y con instrumentos completamente diferentes. Un tejedor rural, que al mismo tiempo cultiva una pequeña granja, no podrá por menos de perder mucho tiempo al pasar del telar al campo y del campo al telar. Cuando las dos labores se pueden efectuar en el mismo lugar, se perderá indiscutiblemente menos tiempo; pero la pérdida, aun en este caso, es considerable.

No hay hombre que no haga una pausa, por pequeña que sea, al pasar la mano de una ocupación a otra.

Cuando comienza la nueva tarea rara vez está alerta y pone interés; la mente no está en lo que hace y durante algún tiempo más bien se distrae que aplica su esfuerzo de una manera diligente. El hábito de remolonear y de proceder con indolencia que, naturalmente, adquiere todo obrero del campo, las más de las veces por necesidad -ya que se ve obligado a mudar de labor y de herramientas cada media hora, y a emplear las manos de veinte maneras distintas al cabo del día-, lo convierte, por lo regular, en lento e indolente, incapaz de una dedicación intensa aun en las ocasiones más urgentes. Con independencia, por lo tanto, de su falta de destreza, esta causa, por sí sola, basta a reducir considerablemente la cantidad de obra que seda capaz de producir.

En tercer lugar, y por último, todos comprenderán cuánto se facilita y abrevia el trabajo si se emplea maquinaria apropiada.

Sobran los ejemplos, y así nos limitaremos a decir que la invención de las máquinas que facilitan y abrevian la tarea, parece tener su origen en la propia división del trabajo.
El hombre adquiere una mayor aptitud para descubrir los métodos más idóneos y expeditos, a fin de alcanzar un propósito, cuando tiene puesta toda su atención en un objeto, que no cuando se distrae en una gran variedad de cosas.
Debido a la división del trabajo toda su atención se concentra naturalmente en un solo y simple objeto.
Naturalmente puede esperarse que uno u otro de cuantos se emplean en cada una de las ramas del trabajo encuentre pronto el método más fácil y rápido de ejecutar su tarea, si la naturaleza de la obra lo permite. Una gran parte de las máquinas empleadas en esas manufacturas, en las cuales se halla muy subdividido el trabajo, fueron al principio invento de artesanos comunes, pues hallándose ocupado cada uno de ellos en una operación sencilla, toda su imaginación se concentraba en la búsqueda de métodos rápidos y fáciles para ejecutarla. Quien haya visitado con frecuencia tales manufacturas habrá visto muchas máquinas interesantes inventadas por los mismos obreros, con el fin de facilitar y abreviar la parte que les corresponde de la obra. En las primeras máquinas de vapor había un muchacho ocupado, de una manera constante, en abrir y cerrar alternativamente la comunicación entre la caldera y el cilindro, a medida que subía o bajaba el pistón.
Uno de esos muchachos, deseoso de jugar con sus camaradas, observó que atando una cuerda en la manivela de la válvula, que abría esa comunicación con la otra parte de la máquina, aquélla podía abrirse y cerrarse automáticamente, dejándole en libertad de divertirse con sus compañeros de juegos. Así, uno de los mayores adelantos que ha experimentado ese tipo de máquinas desde que se inventó, se debe a un muchacho ansioso de economizar su esfuerzo.

Esto no quiere decir, sin embargo, que todos los adelantos en la maquinaria hayan sido inventados por quienes tuvieron la oportunidad de usarlas. Muchos de esos progresos se deben al
ingenio de los fabricantes, que han convertido en un negocio particular la producción de máquinas,
y algunos otros proceden de los llamados filósofos u hombres de especulación,
cuya actividad no consiste en hacer cosa alguna sino en observarlas todas y, por esta razón, son a veces capaces de combinar o coordinar las propiedades de los objetos más dispares.
Con el progreso de la sociedad, la Filosofía y la especulación se convierten, como cualquier otro ministerio, en el afán y la profesión de ciertos grupos de ciudadanos. Como cualquier otro empleo, también ése se subdivide en un gran número de ramos diferentes, cada uno de los cuales ofrece cierta ocupación especial a cada grupo o categoría de filósofos. Tal subdivisión de empleos en la Filosofía, al igual de lo que ocurre en otras profesiones, imparte destreza y ahorra mucho tiempo. Cada uno de los individuos se hace más experto en su ramo, se produce más en total y la cantidad de ciencia se acrecienta considerablemente.
La gran multiplicación de producciones en todas las artes, originadas en la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa opulencia universal que se derrama hasta las clases inferiores del pueblo.
Todo obrero dispone de una cantidad mayor de su propia obra, en exceso de sus necesidades, y como cualesquiera otro artesano, se halla en la misma situación, se encuentra en condiciones de cambiar una gran cantidad de sus propios bienes por una gran cantidad de los creados por otros; o lo que es lo mismo, por el precio de una gran cantidad de los suyos. El uno provee al otro de lo que necesita, y recíprocamente, con lo cual se difunde una general abundancia en todos los rangos de la sociedad.

Si observamos las comodidades de que disfruta cualquier artesano o jornalero, en un país civilizado y laborioso, veremos cómo excede a todo cálculo el número de personas que concurren a procurarle aquellas satisfacciones, aunque cada uno de ellos sólo contribuya con una pequeña parte de su actividad. Por basta que sea, la chamarra de lana, pongamos por caso, que lleva el jornalero, es producto de la labor conjunta de muchísimos operarios. El pastor, el que clasifica la lana, el cardador, el amanuense, el tintorero, el hilandero, el tejedor, el batanero, el sastre, y otros muchos, tuvieron que conjugar sus diferentes oficios para completar una producción tan vulgar. Además de esto ¡cuántos tratantes y arrieros no hubo que emplear para transportar los materiales de unos a otros de estos mismos artesanos, que a veces viven en regiones apartadas del país! ¡Cuánto comercio y navegación, constructores de barcos, marineros, fabricantes de velas y jarcias no hubo que utilizar para conseguir los colorantes usados por el tintorero y que, a menudo, proceden de los lugares más remotos del mundo! ¡Y qué variedad de trabajo se necesita para producir las herramientas del más modesto de estos operarios! Pasando por alto maquinarias tan complicadas como el barco del marinero, el martinete del forjador y el telar del tejedor, consideraremos solamente qué variedad de labores no se requieren para lograr una herramienta tan sencilla como las tijeras, con las cuales el esquilador corta la lana. El minero, el constructor del horno para fundir el mineral ,el fogonero que alimenta el crisol, el ladrillero, el albañil, el encargado de la buena marcha del horno, el del martinete, el forjador, el herrero, todos deben coordinar sus artes respectivas para producir las tijeras. Si del mismo modo pasamos a examinar todas las partes del vestido y del ajuar del obrero, la camisa áspera que cubre sus carnes, los zapatos que protegen sus pies, la cama en que yace, y todos los diferentes artículos de su menaje, como el hogar en que prepara su comida, el carbón que necesita para este propósito -sacado de las entrañas de la tierra, y acaso conducido hasta allí después de una larga navegación y un dilatado transporte terrestre-, todos los utensilios de su cocina, el servicio de su mesa, los cuchillos y tenedores, los platos de peltre o loza, en que dispone y corta sus alimentos, las diferentes manos empleadas en preparar el pan y la cerveza, la vidriera que, sirviéndole abrigo y sin impedir la luz, le protege del viento y de la lluvia, con todos los conocimientos y el arte necesarios para preparar aquel feliz y precioso invento, sin el cual apenas se conseguiría una habitación confortable en las regiones nórdicas del mundo, juntamente con los instrumentos indispensables a todas las diferentes clases de obreros empleados en producir tanta cosa necesaria; si nos detenemos, repito, a examinar todas estas cosas y a considerar la variedad de trabajos que se emplean en cualquiera de ellos, entonces nos daremos cuenta de que
sin la asistencia y cooperación de millares de seres humanos, la persona más humilde en un país civilizado no podría disponer de aquellas cosas que se consideran las más indispensables y necesarias.
Realmente, comparada su situación con el lujo extravagante del grande, no puede por menos de aparecérsenos simple y frugal; pero con todo eso, no es menos cierto que las comodidades de un príncipe europeo no exceden tanto las de un campesino económico y trabajador, como las de éste superan las de muchos reyes de África, dueños absolutos de la Vida y libertad de diez mil salvajes desnudos.

Tomado de:


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viernes, abril 11, 2008

Una nota sobre la Riqueza de las Naciones

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Si pudiéramos expresar con nuestra propias palabras la lógica de la Riqueza de las Naciones, diríamos que es una obra:

1. Que explica que la riqueza es creada por el trabajo y su división, que potencializa el uso de la tecnología, la colaboración humana, economiza tiempo, especializa el conocimiento y la destreza y en consecuecia eleva la productividad.

2. Que sostiene que el proceso del trabajo y su división arranca con la acumulación de capital que pone en funcionamiemto el mismo trabajo.

3. La acumulación de capital no obedece a una meditada y bien intencionada acción de producir riqueza que genere bienestar social. El ser humano busca su propio bienestar y sin proponérselo y al hacerlo genera bienestar para toda la sociedad.

4. Son muchas las teorias sobre la riqueza y la intencionalidad humana, que es necesario valorar.

5. Es necesario separar lo que constituye la renta de toda la sociedad de lo que constituye la renta del Estado.
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miércoles, abril 02, 2008

Otra nota biográfica de Petty

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William Petty (1623-1687)

Sir William Petty fue un médico, poeta, científico, estadístico y economista inglés. Estudió medicina en las Universidades de Utrecht, Amsterdam, Paris y Oxford. En París fue alumno de T. Hobbes. Enseñó Anatomía en Oxford.

Sus escritos de carácter económico reflejan su visión anatómica como profesional de la medicina. Considera el sistema económico un cuerpo que necesita ser medido para poder ser conocido. Sus esfuerzos por la cuantificación de magnitudes económicas lo convierten en el precursor de la contabilidad nacional. Apartándose del mercantilismo dominante en su época, anticipa muchas de las ideas de los clásicos. Destaca la importancia económica de la división del trabajo. Propone medir el valor en base al trabajo. Considera que el intercambio está sometido a leyes naturales a las que es inútil oponerse y que los precios vuelven siempre a su nivel natural.

Estas fueron sus palabras:

"Una población escasa es realmente pobre. Una nación con ocho millones de habitantes será más del doble de rica que otra igualmente extensa pero que no tenga más que cuatro millones, pues los gobernantes -que constituyen la carga principal- pueden ocuparse lo mismo de un número mayor o menor de individuos".

(William Petty, The Growth Increase and Multiplication of Mankind, 1681)

Obras:

Treatise on Taxes and Contributions
The Political Anatomy of Ireland
Quantulumcunque Concerning Money
The Growth Increase and Multiplication of Mankind

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Nota biográfica de William Petty

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PETTY, WILLIAM (1623-1687):

Economista inglés, uno de los fundadores de la economía política clásica burguesa. Los intereses científicos de Petty presentaban variadas facetas: en 1647 inventó una máquina de copiar; en 1649, obtuvo el grado de doctor en física; en 1651 el título de profesor de anatomía y música. Era un gran terrateniente. Petty actuó como ideólogo de la burguesía triunfante, llegada al poder después de la revolución burguesa en el país.

Las principales obras de Petty dedicadas a la economía política son: “Tratado de los impuestos y contribuciones’’ (1662), “Palabras a un prudente” (1664), “Anatomía política de Irlanda” (1672), “Aritmética política’’ (1676) y otros.

En un principio, sus trabajos contenían ideas mercantilistas, mas en sus obras posteriores, particularmente en “Algunas palabras sobre el dinero’’ (1682), desaparecieron las últimas huellas de sus concepciones mercantilistas.

Petty inició el paso del análisis centrado en la esfera de la circulación al análisis del proceso de producción. Toma de las ciencias naturales el método que aplica en economía política y lo complementa con el análisis matemático y estadístico.

Fue el primero en formular la teoría de que el valor tiene su origen en el trabajo. 

Diferenciaba el valor interno, denominado por él “valor natural”, del precio de mercado o, según su terminología, “precio político”. 

Petty determinaba el valor por el trabajo invertido y establecía una dependencia matemática de la magnitud del valor respecto a la productividad del trabajo. Empleaba dos medidas para estimar la magnitud del valor: la tierra y el trabajo, considerando que el trabajo es el padre de la riqueza, y la tierra, su madre.

La incomprensión de la doble naturaleza del trabajo y de la mercancía impidió a Petty descubrir por completo la esencia del dinero. Sin embargo, veía en el dinero el equivalente general e hizo un análisis de algunas de las funciones del dinero. 

Al examinar las categorías de salario, ganancia y renta del suelo, planteó el problema referente a la división de la jornada de trabajo en tiempo necesario y tiempo adicional. 

Definía la renta como forma universal de la plusvalía, la cual aparecía como renta del suelo y como renta en dinero (interés). 

Petty fue el primer economista que habló de la teoría de la renta diferencial. 

También era científica su manera de enfocar la cuestión del precio de la tierra. 

Las concepciones de Petty sobre los problemas de la economía política reflejaban la tendencia a subordinar la economía del país al capital industrial, pese a considerar como perfectamente lógico que el Estado interviniera en la regulación de la economía nacional.

Tomado de:

Diccionario de Economía Política de Borísov, Zhamin y Makárova

http://www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/p/Petty.htm
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lunes, marzo 31, 2008

Un esquema para entender la Tabla Económica de Quesnay

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[FISIOCRATAS+3.gif]
Esquema para explicar la Tabla Económica de Quesnay.
Los números indican Miles de Millones de unidades monetarias que expresan el tipo y "valor" e las transacciones entre clases sociales.

1. Los fisiócratas y especialmente Francois Quesnay, son la referencia histórica de la teoría moderna de la Economía Política. Fueron los primeros en sostener la teoría del valor trabajo, solamente que aplicado a la tierra. Por ello la clase productiva para ellos eran los arrendatarios de la tierra, agrupando, en un solo concepto, nos parece, a arrendatarios, campesinos y trabajadores de la agricultura.

2. El esquema arranca con la producción de 5 mil millones de la clase productiva. Estos 5 mil se dividen en 3 mil en forma de producto agrícola y 2 mil en forma de dinero.


3. 2 mil en forma de dinero se van en concepto de renta de la tierra hacia la clase rentista.

4. Los 3 mil de producto: 1 mil para rentistas en forma de alimentos, 1 mil en forma de materias primas para la clase estéril. Estéril (artesanos e industriales en un solo "saco") en el sentido de que solamente produce su propio equivalente y no genera excedente.

5. La clase rentista gasta 1 mil en alimentos y retorna este dinero a la clase productiva y compra 1 mil en productos manufacturados a la clase estéril.


6. La clase estéril compra 1 mil en materias primas a la clase productiva con el dinero (1 mil) que le ha pagado la clase rentista por productos manufacturados. Esos mil, los usa la clase productiva para comprar productos manufacturados (herramientas y otros) a la clase esteril y esta, a su vez, compra a la clase productiva alimentos por ese mismo valor.

Aquí se completa un ciclo de "circulación perfecta", entre las tres clases sociales: los 1 mil que la clase productiva entregó a la clase rentista en forma de renta y esta a la clase estéril para comprar productos manufacturados, retornan a su origen cuando la clase estéril compra 1 mil en materias primas a la clase productiva.

Para los fisiócratas la circulación imperfecta se da solamente entre dos clases sociales.

7. En el esquema no salen las cuentas cabales, si lo observamos con ojos de Economía Política contemporánea. Por ejemplo, como anotó Marx, el producto que circula no son 9 sino 7, que es el nuevo valor creado por la clase productiva y la clase estéril; no se oberva la creación de valor en la clase estéril, en la manufactura. Y quedan muchas preguntas y observaciones algunas de las cuales, como dejamos dicho, las hizo el mismo Marx en su Historia Crítica de las Teorías de la Plusvalía.


8. Pero queda claro que Quesnay fué el primero en hacer una especie de matriz insumo producto de la economía de su época, contablemente coherente y que su preocupación era cómo la riqueza se distribuía y producía entre diversas clases sociales.


Tómense estas notas como una primera aproximación a un esquema para explicar la Tabla Económica.


Otro esquema simplificado para entender la Tabla Económica se encuentra en:

http://cspoliticassantabarbara.wordpress.com/tabla-economica/

En este esquema se destacan con originalidad y digo, con pureza, sin introducir elementos monetarios, las relaciones de transacciones entre las clases sociales y en el caso de los arrendatarios la transacción que se realiza al interior de su propia clase.


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jueves, marzo 27, 2008

Condillac como Sensualista

En esta biografía se destaca la influencia de Condillac en la, podríamos decir, epistemología de las sensaciones:

http://es.wikipedia.org/wiki/Condillac

Tomás Moro: nota biográfica

En esta biografía de Tomás Moro se destaca:

1. El concepto de "parasitismo social". Todavía Moro, consideraba que el trabajo aplicado a la tierra, de los arrendatarios, era la fuente del valor, de la riqueza. El resto de la sociedad vivía de éste trabajo y la nobleza inglesa peor, porque vivía sin trabajar.

2. Teoría de la negatividad de la propiedad privada.

3. Conceptos de relación entre trabajo manual e intelectual, oposición campo y ciudad.

4. Igualdad humana y régimen político.

5. Distribución en base a necesidades. Incluso esto debe analizarse nos parece como un antecedente teórico no del socialismo, sino del comunismo.

Se enfatiza en Moro como un Socialista Utópico. Y al recordar su biografía, se encuentra una situación trágicamente consecuente de la dicotomía histórica entre poder político y poder científico, resuelta a lo Sócrates, con el sacrificio del científico.


En:

http://www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/m/Moro.htm

MORO, TOMÁS (1478-1535):

Pensador y humanista inglés, uno de los fundadores del socialismo utópico. Jurista por su formación. Ocupó altos cargos en el gobierno inglés, entre ellos el de Lord Canciller. Fue decapitado por negarse a reconocer al rey Enrique VIII como jefe de la Iglesia. En su “Libro de oro, tan útil como festivo, sobre la mejor organización del Estado y sobre la nueva Isla de Utopía” (1516), sometió a dura crítica al feudalismo y las relaciones capitalistas que entonces estaban naciendo en Inglaterra.

Condenando el parasitismo de la nobleza inglesa, Moro escribió que ésta, “como los zánganos, vive del trabajo ajeno”, concretamente del trabajo de los arrendatarios, a los que “monda hasta la carne viva” sin la menor compasión.

Veía en la propiedad privada la causa principal de las calamidades sociales.

Escribió que, en el régimen de propiedad privada por más que la sociedad florezca, el hombre muere de hambre “si no se preocupa de si mismo”.

Soñando con una mejor organización de la sociedad, Moro traza en su libro la imagen del régimen socialista ideal del país de Utopía.

En este país impera la igualdad entre los hombres, no existe la propiedad privada, la producción es social, aunque distribuida en talleres independientes (con entrega del producto a los depósitos colectivos), no se da la oposición entre la ciudad y el campo, entre el trabajo físico y el intelectual, los productos se distribuyen según las necesidades, el régimen político es de tipo republicano.

La idea de Moro acerca de un régimen ideal de la sociedad influyó en sentido progresivo sobre la evolución del pensamiento social: en pleno siglo XVI, Moro se asomó al futuro y predijo genialmente algunos de sus rasgos.

jueves, marzo 20, 2008

Marginalismo y sus bases

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La obra cumbre de Jevons, que construye dos pilares del marginalismo:

1. La teoría subjetiva del valor matematizada. Su sistematizador, Carl Menger no la matematizó.

2. Pionero en la aplicación del cálculo diferencial a la economía.

Puede leerse en inglés en:

http://www.econlib.org/LIBRARY/YPDBooks/Jevons/jvnPE.html
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martes, marzo 18, 2008

Crisis Comerciales

El texto completo en francés de las crisis comerciales de Juglar:

http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k83714z

Historia del Pánico

Juglar puso a una de sus obras el sugestivo título de "Breve historia de los pánicos en los Estados Unidos". Juglar es el precursor moderno, del capitalismo en el análisis de los ciclos económicos, Marx es el precursor del análisis de las CRISIS capitalistas. Después de Keynes sabemos que un ciclo puede terminar en una crisis o no o más bien que el comportamiento crítico de la economía capitalista es cíclico.

Nos llama la atención el término "pánico" usado por Juglar pues refleja el contenido social del ciclo económico en su fase recesiva. El pánico significa miedo, terror; el dios griego pan se aparecía en las noches y eso causaba
. (http://etimologias.dechile.net/?pa.nico).

La recesión es como el dios griego pan, con la diferencia que es real, es un hecho social, que ocasiona terror al poner en peligro aspectos vitales de la sociedad, individuales y colectivos. La recesión atenta contra la subsitencia misma del ser humano, al poner en riesgo la existencia de los bienes materiales necesarios para su vida.

Las recesiones son la parte negativa de los ciclos (las expansiones o recuperaciones son la parte positiva) y ocasionan trastornos sociales que bien podrían incluirse en una sociología del miedo. (http://www.noticiasdelsur.com/nota.php?nota=489).

El pánico es una dimensión superlativa del miedo. Se tendría miedo en un primer nivel cuando se presenta un proceso de desaceleración de la economía, pánico en una prolongada recesión y terror en una crisis cuando la economía toca fondo, como en 1930.

Los Estados Unidos de América, son la primera potencia capitalista del mundo, cuyo producto interno bruto solamente es superado por la Unión Europea "en vaca", en conjunto; ha sentido históricamente como nadie estos procesos sociológicos de pánico. Pero en el actual período recesivo existen posibilidades de que la fase depresiva sea más amplia y profunda y probablemente más frecuente pero seguramente más global; solamente atenuada por medidas keynesianas de política monetaria y fiscal.

Recordemos algunos planteamientos de Juglar, con este texto, que desafortunadamente lo hemos encontrado en inglés y no en español:

http://www.gutenberg.org/dirs/etext05/panic10.txt

Un fragmento del compilador, DECOURCY W. THOM, que resumió el libro de Juglar:

"A Crisis or Panic may be defined as a stoppage of the rise of prices:
that is to say, the period when new buyers are not to be found. It is
always accompanied by a reactionary movement in prices.

A panic may be broadly stated as due to overtrading, which causes
general business to need more than the available capital, thus producing
general lack of credit. Its precipitating causes are broadly anything
leading to overtrading:

In the United States they may be classed as follows:

I. PANICS OF CIRCULATION, as in 1857, when the steadily increased
circulation, which had almost doubled in nine years, had rendered it
very easy to grant excessive discounts and loans, which had thus
over-stimulated business, so that the above relapse occurred; or, we may
imagine the converse case, leading to a quicker and even greater
disaster: a sudden and proportionate shrinkage of circulation, which, of
course, would have fatally cut down loans and discounts, and so
precipitated general ruin.

2. A PANIC OF CREDIT, as in 1866, when the failure of Overend, Gurney, &
Co. rendered the whole business world over cautious, and led to a
universal shrinkage of credit. [I take the liberty of adding that it
seems evident to me that such a danger must soon confront us in the
United States, unless our Silver Law is changed, because of a finally
inevitable distrust of the government's ability to keep 67-cent silver
dollars on an equality with 100-cent gold dollars.]

3. PANICS OF CAPITAL, as in 1847, when capital was so locked up in
internal improvements as to prove largely useless.

4. GENERAL TARIFF CHANGES. To the three causes given above the
translator adds a fourth and most important one: Any change in our
tariff laws general enough to rise to the dignity of a new tariff has
with one exception in our history precipitated a panic. This exception
is the tariff of 1846, which was for revenue only, and introduced after
long notice and upon a graduated scale. This had put the nation at large
in such good condition that when the apparently inevitable Decennial
Panic occurred in 1848 recovery from it was very speedy."

(...)

Juglar: referencia biográfica

En:

http://es.wikipedia.org/wiki/Clement_Juglar

Joseph Clement Juglar (1819-1905). Médico y economista francés.

Publicó Las crisis comerciales y su reaparición periódica en Francia, Inglaterra y Estados Unidos (1862), donde demostró que las crisis económicas no son sucesos casuales o debidos a continencias, sino parte de una fluctuación cíclica de la actividad comercial, industrial y financiera y que los períodos de prosperidad y crisis se seguían unos a otros, por lo que se considera el descubridor de los ciclos económicos.

En reconocimiento a su trabajo estadístico, se ha dado su nombre al ciclo medio, de ocho años y medio de duración en promedio, el Ciclo de Juglar, el básico de la actividad económica en el capitalismo.

viernes, marzo 07, 2008

Valor de uso y de cambio; comercio y usura


*
El descubrimiento central de Aristóteles sobre el valor de uso y el valor de cambio, se encuentra en este extracto. También sus valoraciones sobre la economía natural y la economía artificial, la primera es aceptable y la segunda despreciable, una acrecienta el patrimonio la otra acrecienta el dinero por el dinero mismo.

En:


Política · libro primero, capítulo III

De la adquisición de los bienes

Puesto que el esclavo forma parte de la propiedad, vamos a estudiar, siguiendo nuestro método acostumbrado, la propiedad en general y la adquisición de los bienes.

La primera cuestión que debemos resolver, es si la ciencia de adquirir es la misma que la ciencia doméstica, o si es una rama de ella o sólo una ciencia auxiliar. Si no es más que esto último, ¿lo será al modo que el arte de hacer lanzaderas es un auxiliar del arte de tejer? ¿O como el arte de fundir metales sirve para el arte del estatuario?
Los servicios de estas dos artes subsidiarias son realmente muy distintos: lo que suministra la primera es el [29] instrumento, mientras que la segunda suministra la materia. Entiendo por materia la sustancia que sirve para fabricar un objeto; por ejemplo, la lana de que se sirve el fabricante, el metal que emplea el estatuario.
Esto prueba, que la adquisición de los bienes no se confunde con la administración doméstica, puesto que la una emplea lo que la otra suministra. ¿A quién sino a la administración doméstica pertenece usar lo que constituye el patrimonio de la familia?

Resta saber si la adquisición de las cosas es una rama de esta administración, o si es una ciencia aparte. Por lo pronto, si el que posee esta ciencia debe conocer las fuentes de la riqueza y de la propiedad, es preciso convenir en que la propiedad y la riqueza abrazan objetos muy diversos. En primer lugar puede preguntarse, si el arte de la agricultura, y en general la busca y adquisición de alimentos, están comprendidas en la adquisición de bienes, o si forman un modo especial de adquirir. Los modos de alimentación son extremadamente variados, y de aquí esta multiplicidad de géneros de vida en el hombre y en los animales, ninguno de los cuales puede subsistir sin alimentos; variaciones que son precisamente las que diversifican la existencia de los animales. En el estado salvaje unos viven en grupos, otros en el aislamiento, según lo exige el interés de su subsistencia, porque unos son carnívoros, otros frugívoros y otros omnívoros. Para facilitar la busca y elección de alimentos es para lo que la naturaleza les ha destinado a un género especial de vida. La vida de los carnívoros y la de los frugívoros difieren precisamente en que no gustan por instinto del mismo alimento, y en que los de cada una de estas clases tienen gustos particulares.

Otro tanto puede decirse de los hombres, no siendo menos diversos sus modos de existencia. Unos, viviendo en una absoluta ociosidad, son nómadas que sin pena y sin trabajo se alimentan de la carne de los animales que crían. Sólo que, viéndose precisados sus ganados a mudar de pastos, y ellos a seguirlos, es como si cultivaran un campo vivo. Otros subsisten con aquello de que hacen presa, pero no del mismo modo todos; pues unos viven del pillaje{12}, y otros de la pesca, cuando habitan en las orillas de los estanques o de los lagos, o en las orillas de los [30] ríos o del mar; y otros cazan las aves y los animales bravíos. Pero los más de los hombres viven del cultivo de la tierra y de sus frutos.

Estos son, poco más o menos, todos los modos de existencia, en que el hombre sólo tiene necesidad de prestar su trabajo personal, sin acudir para atender a su subsistencia al cambio ni al comercio: nómada, agricultor, bandolero, pescador o cazador. Hay pueblos que viven cómodamente combinando estos diversos modos de vivir y tomando del uno lo necesario para llenar los vacíos del otro: son a la vez nómadas y salteadores, cultivadores y cazadores, y lo mismo sucede con los demás que abrazan el género de vida que la necesidad les impone.

Como puede verse, la naturaleza concede esta posesión de los alimentos a los animales a seguida de su nacimiento, y también cuando llegan a alcanzar todo su desarrollo. Ciertos animales en el momento mismo de la generación producen para el nacido el alimento que habrá de necesitar hasta encontrarse en estado de procurárselo por sí mismo. En este caso se encuentran los vermíparos{13} y los ovíparos. Los vivíparos llevan en sí mismos, durante un cierto tiempo, los alimentos de los recién nacidos pues no otra cosa es lo que se llama leche. Esta posesión de alimentos tiene igualmente lugar cuando los animales han llegado a su completo desarrollo, y debe creerse que las plantas están hechas para los animales, y los animales para el hombre. Domesticados, le prestan servicios y le alimentan; bravíos, contribuyen, si no todos, la mayor parte, a su subsistencia y a satisfacer sus diversas necesidades, suministrándole vestidos y otros recursos. Si la naturaleza nada hace incompleto, si nada hace{14} en vano, es de necesidad que haya creado todo esto para el hombre.
La guerra misma es en cierto modo un medio natural de adquirir, puesto que comprende la caza de los animales bravíos y de aquellos hombres que, nacidos para obedecer, se niegan a someterse; es una guerra que la naturaleza misma ha hecho legítima.
He aquí, pues, un modo de adquisición natural que forma [31] parte de la economía doméstica, la cual debe encontrárselo formado o procurárselo, so pena de no poder reunir los medios indispensables de subsistencia, sin los cuales no se formarían ni la asociación del Estado ni la asociación de la familia.

En esto consiste, si puede decirse así, la única riqueza verdadera, y todo lo que el bienestar puede aprovechar de este género de adquisiciones, está bien lejos de ser ilimitado, como poéticamente pretende Solón:

«El hombre puede aumentar ilimitadamente sus riquezas.»

Sucede todo lo contrario, pues en esto hay un límite como lo hay en todas las demás artes. En efecto, no hay arte, cuyos instrumentos no sean limitados en número y extensión; y la riqueza no es más que la abundancia de los instrumentos domésticos y sociales.

Existe por tanto evidentemente un modo de adquisición natural, que es común a los jefes de familia y a los jefes de los Estados. Ya hemos visto cuáles eran sus fuentes.

Resta ahora este otro género de adquisición que se llama más particularmente y con razón la adquisición de bienes, y respecto de la cual podría creerse que la fortuna y la propiedad pueden aumentarse indefinidamente.

La semejanza de este segundo modo de adquisición con el primero es causa de que ordinariamente no se vea en ambos más que un solo y mismo objeto. El hecho es, que ellos no son ni idénticos, ni muy diferentes; el primero, es natural, el otro no procede de la naturaleza, sino que es más bien el producto del arte y de la experiencia. Demos aquí principio a su estudio.
Toda propiedad tiene dos usos que le pertenecen esencialmente, aunque no de la misma manera: el uno es especial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede a la vez servir para calzar el pie o para verificar un cambio. Por lo menos puede hacerse de él este doble uso. El que cambia un zapato por dinero o por alimentos con otro que tiene necesidad de él, emplea bien este zapato en tanto que tal, pero no según su propio uso, porque no había sido hecho para el cambio. Otro tanto diré de todas las demás propiedades; pues el cambio efectivamente puede aplicarse a todas, puesto que ha nacido primitivamente entre los hombres de la abundancia en un punto y de la escasez en otro de las cosas necesarias para la vida. Es demasiado claro, que en este sentido la venta no forma en manera alguna parte de la [32] adquisición natural.
En su origen, el cambio no se extendía más allá de las primeras necesidades, y es ciertamente inútil en la primera asociación, la de la familia. Para que nazca, es preciso que el círculo de la asociación sea más extenso.

En el seno de la familia todo era común; separados algunos miembros, se crearon nuevas sociedades para fines no menos numerosos, pero diferentes que los de las primeras, y esto debió necesariamente dar origen al cambio. Este es el único cambio que conocen muchas naciones bárbaras; el cual no se extiende a más que al trueque de las cosas indispensables; como, por ejemplo, el vino que se da a cambio de trigo.
Este género de cambio es perfectamente natural, y no es, a decir verdad, un modo de adquisición, puesto que no tiene otro objeto que proveer a la satisfacción de nuestras necesidades naturales.
Sin embargo, aquí es donde puede encontrarse lógicamente el origen de la riqueza. A medida que estas relaciones de auxilios mutuos se transformaron, desenvolviéndose mediante la importación de los objetos de que se carecía y la exportación de aquellos que abundaban, la necesidad introdujo el uso de la moneda, porque las cosas indispensables a la vida son naturalmente difíciles de transportar.

Se convino en dar y recibir en los cambios una materia, que, además de ser útil por sí misma, fuese fácilmente manejable en los usos habituales de la vida; y así se tomaron el hierro, por ejemplo, la plata, u otra sustancia análoga, cuya dimensión y cuyo peso se fijaron desde luego, y después, para evitar la molestia de continuas rectificaciones, se las marcó con un sello particular, que es el signo de su valor.

Con la moneda, originada por los primeros cambios indispensables, nació igualmente la venta, otra forma de adquisición excesivamente sencilla en el origen, pero perfeccionada bien pronto por la experiencia, que reveló cómo la circulación de los objetos podía ser origen y fuente de ganancias considerables.
He aquí cómo, al parecer, la ciencia de adquirir tiene principalmente por objeto el dinero, y cómo su fin principal es el de descubrir los medios de multiplicar los bienes, porque ella debe crear la riqueza y la opulencia.

Esta es la causa de que se suponga muchas veces, que la opulencia consiste en la abundancia de dinero, como que sobre el dinero giran las adquisiciones y las ventas; y sin embargo, este dinero no es en sí mismo más que una cosa absolutamente vana, no [33] teniendo otro valor que el que le da la ley, no la naturaleza, puesto que una modificación en las convenciones que tienen lugar entre los que se sirven de él, puede disminuir completamente su estimación y hacerle del todo incapaz para satisfacer ninguna de nuestras necesidades.

En efecto, ¿no puede suceder que un hombre, a pesar de todo su dinero, carezca de los objetos de primera necesidad?, y ¿no es una riqueza ridícula aquella cuya abundancia no impide que el que la posee se muera de hambre?{15} Es como el Midas de la mitología que, llevado de su codicia desenfrenada, hizo convertir en oro todos los manjares de su mesa.

Así que con mucha razón los hombres sensatos se preguntan si la opulencia y el origen de la riqueza están en otra parte, y ciertamente la riqueza y la adquisición naturales, objeto de la ciencia doméstica, son una cosa muy distinta.

El comercio produce bienes, no de una manera absoluta, sino mediante la conducción aquí y allá de objetos que son preciosos por sí mismos.

El dinero es el que parece preocupar al comercio, porque el dinero es el elemento y el fin de sus cambios; y la fortuna, que nace de esta nueva rama de adquisición, parece no tener realmente ningún límite.

La medicina aspira a multiplicar sus curas hasta el infinito, y como ella todas las artes colocan en el infinito el fin a que aspiran y pretenden alcanzarlo empleando todas sus fuerzas. Pero, por lo menos, los medios que les conducen a su fin especial son limitados, y este fin mismo sirve a todas de límite.

Lejos de esto, la adquisición comercial no tiene por fin el objeto que se propone, puesto que su fin es precisamente una opulencia y una riqueza indefinidas.

Pero si el arte de esta riqueza no tiene límites, la ciencia doméstica los tiene, porque su objeto es muy diferente. Y así podría creerse a primera vista, que toda riqueza, sin excepción, tiene necesariamente límites. Pero ahí están los hechos para probarnos lo contrario: todos los negociantes ven acrecentarse su dinero sin traba ni término.
Estas dos especies de adquisición tan diferentes, emplean el mismo capital a que ambas aspiran, aunque con miras muy distintas, pues que la una tiene por objeto el acrecentamiento [34] indefinido del dinero, y la otra otro muy diverso; esta semejanza ha hecho creer a muchos, que la ciencia doméstica tiene igualmente la misma extensión, y están firmemente persuadidos de que es preciso a todo trance conservar o aumentar hasta el infinito la suma de dinero que se posee.

Para llegar a conseguirlo, es preciso preocuparse únicamente del cuidado de vivir, sin curarse de vivir como se debe<. No teniendo límites el deseo de la vida, se ve uno directamente arrastrado a desear, para satisfacerle, medios que no tiene.

Los mismos que se proponen vivir moderadamente, corren también en busca de goces corporales, y como la propiedad parece asegurar estos goces, todo el cuidado de los hombres se dirige a amontonar bienes, de donde nace esta segunda rama de adquisición de que hablo.

Teniendo el placer necesidad absoluta de una excesiva abundancia, se buscan todos los medios que pueden procurarla<. Cuando no se pueden conseguir éstos con adquisiciones naturales, se acude a otras, y aplica uno sus facultades a usos a que no estaban destinadas por la naturaleza.

Y así, el agenciar dinero no es el objeto del valor, que sólo debe darnos una varonil seguridad; tampoco es el objeto del arte militar ni de la medicina, que deben darnos, aquél la victoria, ésta la salud; y sin embargo, todas estas profesiones se ven convertidas en un negocio de dinero, como si fuera éste su fin propio, y como si todo debiese tender a él. Esto es lo que tenía que decir sobre los diversos medios de adquirir lo superfluo; habiendo hecho ver lo que son estos medios, y cómo pueden convertirse para nosotros en una necesidad real.

En cuanto al arte que tiene por objeto la riqueza verdadera y necesaria, he demostrado que era completamente diferente del otro, y que no es más que la economía natural, ocupada únicamente con el cuidado de las subsistencias; arte que, lejos de ser infinito como el otro, tiene, por el contrario límites positivos.

Esto hace perfectamente clara la cuestión que al principio proponíamos; a saber, si la adquisición de los bienes es o no asunto propio del jefe de familia y del jefe del Estado. Ciertamente es indispensable suponer siempre la preexistencia de estos bienes.

Así como la política no hace a los hombres, sino que los toma como la naturaleza se los da, y se limita a servirse de ellos; en igual forma a la naturaleza toca suministrarnos los primeros [35] alimentos que proceden de la tierra, del mar o de cualquier otro origen, y después queda a cargo del jefe de familia disponer de estos dones, como convenga hacerlo; así como el fabricante no crea la lana, pero debe saber emplearla, distinguir sus cualidades y sus defectos, y conocer la que puede o no servir.

También podría preguntarse cómo es que mientras la adquisición de bienes forma parte del gobierno doméstico, no sucede lo mismo con la medicina, puesto que los miembros de la familia necesitan tanto la salud como el alimento o cualquier otro objeto indispensable para la vida. He aquí la razón: si por una parte el jefe de familia y el jefe del Estado deben ocuparse de la salud de sus administrados, por otra parte este cuidado compete, no a ellos, sino al médico. De igual modo lo relativo a los bienes de la familia hasta cierto punto compete a su jefe, pero bajo otro no, pues no es él y sí la naturaleza quien debe suministrarlos.

A la naturaleza, repito, compete exclusivamente dar la primera materia. A la misma corresponde asegurar el alimento al ser que ha creado, pues en efecto, todo ser recibe los primeros alimentos del que le transmite la vida; y he aquí por qué los frutos y los animales forman una riqueza natural, que todos los hombres saben explotar.
Siendo doble la adquisición de los bienes, como hemos visto, es decir, comercial y doméstica, ésta necesaria y con razón estimada, y aquélla con no menos motivo despreciada{16}, por no ser natural y sí sólo resultado del tráfico, hay fundado motivo para execrar la usura, porque es un modo de adquisición nacido del dinero mismo, al cual no se da el destino para que fue creado. El dinero sólo debía servir para el cambio, y el interés, que de él se saca, le multiplica, como lo indica claramente el nombre que le da la lengua griega. Los padres en este caso son absolutamente semejantes a los hijos. El interés es dinero producido por el dinero mismo; y de todas las adquisiciones es esta la más contraria a la naturaleza.[36]
———

{12} Como observa Tucídides (lib. I, cap. V), el hacer esto no era una cosa deshonrosa en los primeros tiempos de la Grecia.

{13} Sin duda Aristóteles se refiere a aquellos insectos cuyos huevos son demasiado pequeños para poderse descubrir a simple vista.

{14} Principio de las causas finales de que Aristóteles hace un uso muy frecuente.

{15} Montesquieu observa, que las inmensas cantidades de oro y plata del nuevo mundo no impidieron que España cayera en la miseria, ocasionada por una multitud de causas.

{16} Platón ha explicado con gran claridad y con más moderación que Aristóteles las causas del desprecio en que cayó en general el comercio.
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Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1874, tomo 3, páginas 28-35