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lunes, abril 17, 2023

Jenofonte y Aristóteles. Referencias.


La relación entre Jenofonte y Aristóteles es un tema que ha interesado a muchos estudiosos de la filosofía antigua. Jenofonte fue un historiador, militar y discípulo de Sócrates, que vivió entre el 430 y el 354 a. C. Aristóteles fue un filósofo, científico y alumno de Platón, que vivió entre el 384 y el 322 a. C. Ambos autores escribieron sobre Sócrates y su pensamiento, pero desde perspectivas diferentes y con fines distintos.

Jenofonte conoció personalmente a Sócrates y lo admiraba como un hombre virtuoso y sabio. Escribió varias obras en las que se refiere a él, como la Apología de Sócrates, el Memorabilia, el Económico y el Banquete. En estas obras, Jenofonte presenta a Sócrates como un maestro de la vida práctica, que enseñaba a sus discípulos cómo ser buenos ciudadanos, esposos, amigos y administradores de sus bienes. Jenofonte no se interesa tanto por los aspectos teóricos o dialécticos de la filosofía socrática, sino por su aplicación a la conducta moral y política.

Aristóteles, en cambio, no conoció directamente a Sócrates, sino que se basó en las fuentes escritas de sus predecesores, especialmente Platón. Escribió una obra titulada Protréptico, que era una exhortación a la filosofía dirigida a su discípulo Teofrasto. En esta obra, Aristóteles cita varias veces a Sócrates y lo elogia como el inventor de la definición y la inducción, dos métodos fundamentales para la ciencia. Aristóteles también critica algunos aspectos de la filosofía socrática, como su identificación entre el bien y el conocimiento, o su negación de la existencia de los universales.

La relación entre Jenofonte y Aristóteles no se limita a sus opiniones sobre Sócrates. También hay puntos de contacto e influencia entre sus propias doctrinas. 

Por ejemplo, Jenofonte fue uno de los primeros autores que trató el tema de la economía doméstica y la agricultura en su obra Económico. Aristóteles retomó este tema en su Política, donde analiza las diferentes formas de administrar los bienes privados y públicos. 

Asimismo, Jenofonte fue un admirador de Ciro el Joven, el príncipe persa que se rebeló contra su hermano Artajerjes II y que murió en la batalla de Cunaxa. Jenofonte escribió una obra llamada Anábasis, en la que narra su participación en la expedición de los Diez Mil mercenarios griegos que acompañaron a Ciro. Aristóteles también se interesó por la figura de Ciro y lo menciona como un ejemplo de rey magnánimo en su Ética a Nicómaco.

domingo, abril 18, 2021

Jenofonte, una reseña de El Económico

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Un artículo sobre El Económico de Jenofonte.
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"Jenofonte: Económico

Diálogo de tipo socrático que aborda tres temas fundamentales: la situación de la mujer en Atenas, la esclavitud y el arte de la agricultura.

Es difícil precisar una fecha de composición para esta obra, pues sus referencias históricas son demasiado antiguas para formar un término post quem, y su estilo es similar al de sus obras de madurez. En general se admite que fue escrito durante el retiro de Jenofonte en Escilunte, pero bien podría ser posterior.

La obra está dividida en dos partes de diferente extensión, en función de los interlocutores de Sócrates: Critóbulo, hijo de Critón, que también aparece en el Banquete y los Recuerdos; e Iscómaco. Éste último es el que se muestra como una autoridad en la casa y en la organización del campo y de la agricultura. Se trata, por tanto, del propio Jenofonte, vuelto de la guerra y volcado hacia su propia finca.

Tanto su inicio como su final resultan abruptos, y la obra puede agruparse junto a los diálogos misceláneos que forman el tercer libro de Recuerdos. Hay algunas repeticiones, así como contradicciones, pero lo importante no es su doctrina, ni tampoco su valor literario, sino la luz que proyecta sobre la vida íntima de Jenofonte, sus aficiones y objetivos. Escribe con un entusiasmo contagioso y muestra su maestría en un estilo y una dicción fáciles, aunque utiliza en exceso el mismo modelo de oración, la misma fórmula, e incluso la misma palabra.

Ésta es la estructura de la obra:

Los seis primeros capítulos (I-VI) forman un largo preámbulo a la conversación que se cuenta con Iscómaco. En ella dialogan Sócrates y Critobulo, tratando diversos temas que, tomados tangencialmente, serán necesarios para la organización de la hacienda, como abandonar los vicios y malas actitudes, cuidar de los esclavos, educar convenientemente a la mujer y propiciarse a los dioses. Básicamente la idea puede expresarse en que «las mismas cosas son bienes para quien sabe utilizar cada una de ellas y no son bienes para quien no sabe utilizarlas». Finalmente, Sócrates se dispone a relatar su encuentro con Iscómaco, que ocupará el resto de la obra.

Los siguientes cuatro capítulos (VII-X) abogan por los derechos de la mujer, y trazan el primer retrato conocido de la «perfecta casada». La mujer de Iscómaco llegó a su casa con sólo quince años, educada simplemente para ser discreta; él enseguida se preocupa por hacerle partícipe del trabajo de la casa (una repartición de tareas según las aptitudes supuestamente otorgadas por la naturaleza o la divinidad), comparando sus deberes con los de la abeja reina. Siguen diversos ejemplos para resaltar la necesidad del orden: «cuando la divinidad provoca una tempestad en el mar, no es posible ni buscar lo que se necesita ni entregar lo que no está preparado».

El capítulo XI se dedica a la labor del propietario: plegarias, ejercicio, vigilancia sobre las tareas, moderación en el comer, etc.

Luego se dedican tres capítulos (XII-XIV) a la esclavitud, planteando el problema de la existencia real de una esclavitud agraria. Esto no refleja la situación del campesino medio ateniense (que prefería tomar peones a esclavos, debido a que no existían grandes latifundios y el suelo obligaba al barbecho), sino la de un propietario de un terreno fértil y rico. El trato hacia los esclavos es humanitario (aunque son comparados con animales en lo que respecta a su educación), y estos capítulos se ocupan en su mayor parte de la educación del capataz, que era un esclavo más escogido.

Los siguientes cinco capítulos (XV-XIX) se dedican a la agricultura, aunque no de forma exhaustiva: el arado de las tierras (XVI), la siembra temprana o tardía (XVII), la siega, la trilla y la bielda (XVIII), y el cultivo de árboles frutales, la viña, el olivo y la higuera (XIX).

Los capítulos finales se encargan de resaltar el hecho comentado al inicio, sobre la preocupación por el campo y la previsión. «Si un hombre no conoce ningún oficio lucrativo ni está dispuesto a ser labrador, es evidente que o se propone vivir del robo, la rapiña o la mendicidad, o está completamente loco».

En su tiempo, este tipo de tratados parece haber estado en boga, existiendo una obra con el mismo título de Antístenes, y un tomo Sobre la economía de Aristóteles. Gracias a los estoicos, llegó a autores romanos como Catón o Escipión el Africano. Cicerón lo tradujo al latín siendo muy joven; Plinio, Plutarco y otros autores también citan a Jenofonte."

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miércoles, marzo 01, 2017

Sócrates como economista


Jenofonte, El Económico, algunos fragmentos


--- Dime, Critobulo, preguntó, ¿es acaso la administración de una casa el nombre de un saber, como la medicina, la herrería y la carpintería? — Yo creo que sí, respondió Critobulo.

(...)

—¿Puede entonces el entendido en ese arte, dijo Sócrates, aunque no tenga bienes personalmente, recibir un sueldo por administrar una hacienda, como lo recibiría por construir una casa?
— Sí, ¡por Zeus!, dijo Critobulo, y ganaría un buen sueldo si al hacerse cargo de una hacienda fuera capaz de cubrir gastos, hacer economías y acrecentar la propiedad.

(...)

—Entonces estamos de acuerdo en esto, que la flauta es un bien si se vende, pero no lo es si no se vende y se posee sin saber hacer uso de ella.
 — Nuestra conversación avanza muy a propósito de lo convenido, Sócrates, pues dijimos que un bien es lo que beneficia. La flauta no es un bien si no se vende, pues no sirve para nada. En cambio, si se vende, es un bien

(...)

—Siempre que sepa venderla, pues si la vende a cambio de algo que no sepa utilizar, ni siquiera vendida es un bien, según tu propio razonamiento.
— Me parece que estás diciendo, Sócrates, que ni siquiera el dinero es un bien si no se sabe utilizar.

(...)

--- Sin embargo acordamos que, aunque no se tuviera riqueza, había una ciencia de la administración. En ese caso, ¿qué impide que tú la conozcas?
— ¡Por Zeus!, lo mismo que le impediría a un individuo saber tocar la flauta si no tuviera una y nadie le permitiera aprender en la suya. Es lo mismo que me ocurre a mí con la administración.

(...)

--- Tienes razón, Critobulo, pues los llamados oficios manuales están desacreditados y, lógicamente, tienen muy mala fama en nuestras ciudades, ya que dañan el cuerpo de los trabajadores y oficiales, obligándoles a permanecer sentados y a pasar todo el día a la sombra, y alguno de ellos incluso a estar siempre junto al fuego.

(...)

 — Te he contado esto, Critobulo, continuó Sócrates, haciéndote ver que ni siquiera los muy afortunados pueden prescindir de la agricultura. Da la impresión, en efecto, que esta ocupación es al mismo tiempo un motivo de placer, un medio para acrecentar la hacienda y una forma de entrenar el cuerpo para poder hacer cuanto corresponde a un hombre libre.

(...)

 --- Estuvo muy acertado el que dijo que la agricultura era la madre y la nodriza de las demás artes, pues si la agricultura florece, prosperan también las otras artes, pero cuando la tierra se ve obligada a mantenerse yerma, se marchitan casi sin excepción las restantes artes, tanto en la tierra como en el mar.

(...)

Las negrillas son para efectos de estudio. EH.




martes, marzo 23, 2010

Una joya literaria: la Economía según Sócrates

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El diálogo de Sócrates con Critóbulo, sobre la Economía, de la autoría de Jenofonte, traducido del griego al castellano, en 1786 por Ruiz Bamba.

Puede leerse en:

http://books.google.com.sv/books?id=CvJITDHGb_gC&printsec=frontcover&dq=jenofonte+economia&source=bl&ots=Lk41hnKipy&sig=26xremEgAI_P9Fz8iG-9LBtUNRc&hl=es&ei=JGupS9LzHaSltgf749G1BQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=5&ved=0CBQQ6AEwBDgK#v=onepage&q=&f=false

Teoría de Jenofonte

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Un estudio sobre la teoría económica y administrativa de Jenofonte, puede verse en:

http://200.16.86.50/digital/33/revistas/blse/lowry3-3.pdf
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miércoles, marzo 05, 2008

Jenofonte según Diógenes Laercio

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Las negrillas, sangrías y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

BIOGRAFÍA DE JENOFONTE

Tomado de:

http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Diogenes-Laercio/Vida-Filosofos-Ilustres-Jenofonte.htm

1. Jenofonte, hijo de Grilo, nació en Erquia, pueblo del territorio de Atenas. Fue muy vergonzoso y hermoso de cuerpo en sumo grado. Dicen que habiéndolo encontrado Sócrates en una callejuela, atravesó el báculo y lo detuvo. Preguntóle donde se vendían las cosas comestibles, y habiéndoselo dicho, le preguntó de nuevo: «¿Dónde se forman los hombres buenos y virtuosos?». A lo cual, como Jenofonte no le satisficiese de inmediato, añadió Sócrates: «Sígueme y lo sabrás». Desde entonces fue discípulo de Sócrates. Fue el primero que publicó en forma de Comentarios las cosas que antes sólo se referían de palabra, siendo también el primer filósofo que escribió Historia.

2. Refiere Aristipo en el libro IV de las Delicias antiguas que Jenofonte amaba a Clinias y hablaba así: «Con más gusto miro a Clinias que a todas las demás cosas bellas que tienen los hombres; nada me molestaría ser ciego para todas las cosas, con tal que gozase de la vista de Clinias; aflíjome de noche y cuando duermo, porque no lo veo; doy mil gracias al día y al sol porque me muestran a Clinias» (108).

Hízose muy amigo de Ciro en la forma siguiente: tenía un amigo beocio llamado Proxeno, discípulo de Gorgias Leontino y familiar de Ciro, en cuya compañía estaba en Sardes. Escribió éste a Jenofonte, que estaba en Atenas, una carta en la que le decía le sería muy útil hacerse amigo de Ciro.

Jenofonte mostró la carta a Sócrates y le pidió consejo; pero éste lo envió a Delfos a fin de que hiciese lo que el oráculo le dijese.

Pasó a Delfos; mas no preguntó a Apolo si le convenía ir a ver a Ciro, sino el cómo lo había de ejecutar. Sócrates le reprendió la astucia; pero fue del parecer hiciese el viaje. Llegado a verse con Ciro, le supo captar la voluntad de tal manera, que se le hizo tan amigo como el mismo Proxeno. Por lo cual nos dejó escrito cuanto pasó en la subida y regreso de Ciro.

3. Fue mortal enemigo de Memnón de Farsalia, el cual, en la subida de Ciro, era conductor de las tropas extranjeras. Objetábale, entre otras cosas, que seguía amores superiores a su calidad. También afeó a cierto Apolonio por llevar agujeros en las orejas. Después de la subida de los persas, la rotura del Ponto y el quebrantamiento de la alianza por Seto, rey de los odrisos, se retiró Jenofonte a Asia a estar con Agesilao, rey de los lacedemonios; llevóle muchas tropas de Ciro para que militasen en su ejército, se puso todo en su obediencia, y fue su mayor amigo. Con esta ocasión, pareciendo a los atenienses que estaba de parte de los lacedemonios, lo condenaron a destierro. Pasó después a Éfeso y entregó en depósito a Megabizo, sacerdote de Diana, la mitad del oro que traía hasta que volviese; pero si no volvía, mandó se hiciese con él una estatua de la diosa y se la dedicase. Con la otra mitad envió dones a Delios.

Habiendo Agesilao sido llamado a Grecia para hacer la guerra a los tebanos, pasó Jenofonte con él a Grecia, dándole víveres los lacedemonios. Finalmente, separado de Agesilao, se fue al territorio de Elea, cerca de la ciudad de Escilunte.

4. Iban con él, como dice Demetrio de Magnesia, cierta mujercilla llamada Filesia y dos hijos, Grilo y Diodoro, según escribe Dinarco en el libro Del repudio contra Jenofonte; los cuales dos hijos fueron llamados Geminos (109). Habiendo Megabizo viajado a Escilunte por causa de ciertas festividades públicas, recobrando Jenofonte su dinero, compró y dedicó a la diosa unos campos por los cuales corre el río Selinus, del mismo nombre que el que pasa por Éfeso.
Entreteníase en la caza, convidando a comer a los amigos y escribiendo sobre historia.
Dinarco refiere que los lacedemonios le dieron habitación y tierras. Dícese también que Filópidas de Esparta le envió en don diferentes esclavos traídos de Dardania para que se sirviese de ellos en lo que gustase. Que después, habiendo venido los elienses con ejército a Escilunte, destruyeron la posesión de Jenofonte por tardar los lacedemonios en venir a la defensa. Entonces los hijos de Jenofonte huyeron ocultamente con algunos esclavos y se fueron a Lepreo. Igualmente Jenofonte, que primero se retiró a Elis; después pasó a Lepreo, donde estaban sus hijos, y con ellos a Corinto, donde se estableció.

5. Habiendo por entonces resuelto los atenienses dar auxilio a los lacedemonios, envió Jenofonte a sus hijos a Atenas para que militasen bajo las órdenes de los lacedemonios; habían estudiado la disciplina militar en Esparta, según escribe Diocles en las Vidas de los filósofos. Diodoro volvió de aquella jornada sin haber hecho cosa memorable, y tuvo después un hijo del mismo nombre que su hermano. Pero Grilo murió en ella peleando valerosamente entre la caballería, siendo general de ésta Cefisodoro, y Agesilao de la infantería, como dice Éforo en el libro XXV de sus Historias. La batalla fue junto a Mantinea. Murió también en ella Epaminondas, capitán de los tebanos. Dicen que Jenofonte estaba a la sazón haciendo un sacrificio, con corona en la cabeza, y tenida la noticia de la muerte del hijo, se quitó la corona; pero sabido que había muerto peleando valerosamente, se la volvió a poner. Algunos dicen que ni aun lloró; sí que solamente dijo: «Yo ya sabía lo había engendrado mortal».

6. Aristóteles dice hubo muchísimos que escribieron elogios y el epitafio de Grilo, en parte por congraciarse con el padre. Y Hermipo dice, en la Vida de Teofrasto, que aun Sócrates escribió encomios de Grilo; lo cual indujo a Timón a censurarlo con los versos siguientes:

Dos, o tres, o más libros (110)
enfermos y sin fuerza ha publicado,
en todo parecidos a las obras
de Jenofonte y Esquines, ineptas
para persuadir cosa ninguna.

Ésta fue la vida de Jenofonte. Floreció hacia el año IV de la Olimpíada XCIV. Subió con Ciro, siendo arconte Jeneneto, un año antes de la muerte de Sócrates. Murió el año primero de la Olimpíada CV (según escribe Estesiclides Ateniense en la Descripción de los arcontes y vencedores en los juegos olímpicos), siendo arconte Calidemide, en cuyo tiempo reinaba en Macedonia Filipo, hijo de Amintas. Su muerte fue en Corinto, como dice Demetrio de Magnesia, siendo ya de edad avanzada. Fue Jenofonte un varón en todo bueno: aficionado a los caballos y a la caza, e inteligente en la táctica, según consta de sus escritos. Fue pío, dado a los sacrificios, muy práctico en conocer las víctimas y celoso imitador de Sócrates.

7. Escribió más de cuarenta libros, que algunos dividen con variedad. La Subida de Ciro está escrita no con prefacio a toda la obra, sino con proemios particulares a cada libro. Los demás escritos son: La institución de Ciro, Los hechos memorables de los griegos, Los comentarios, El banquete,
La económica,
Acerca de los caballos, De la caza, Del cargo del general de caballería, La apología de Sócrates, De la semilla, Hierón, o sea, Sobre el gobierno tiránico, El Agesilao y, finalmente, Sobre las repúblicas de los atenienses y lacedemonios; bien que Demetrio de Magnesia dice que esta obra no es de Jenofonte. Dícese que poseyendo él solo los libros de Tucídides y habiendo podido suprimirlos, no lo ejecutó; antes bien, los publicó para gloria de aquél. Llamábanlo la Musa ática por la dulzura de su locución, y por esto había algunos celos entre él y Platón, como diremos cuando tratemos de éste.

8. Mis epigramas a Jenofonte son éstos:

No sólo pasó a Persia Jenofonte
por la amistad de Ciro,
sino por caminar por la ardua vía
que a los dioses conduce.
Escribiendo las glorias de los griegos
su socrático ingenio nos demuestra.

Y este otro a su muerte:

Si por los ciudadanos
de Cécrope y de Cranao, Jenofonte,
desterrado te miras,
sin más causa que ser de Ciro amigo,
ya la hospital Corinto te recibe,
y estableces en ella tu morada.

Me acuerdo haber leído que floreció hacia la Olimpiada LXXXIX (111), con los otros discípulos de Sócrates. Istro dice fue desterrado por decreto de Eubelo, y que por sentencia del mismo se le alzó el destierro.

9. Hubo siete Jenofontes. El primero, éste de que hemos tratado. El segundo fue ateniense, hermano del Nicostrato que compuso el poema La Teseide, el cual, entre otras cosas, escribió la Vida de Epaminondas y de Pelópidas. El tercero, médico de Cóo. El cuarto, uno que escribió la Historia de Aníbal. El quinto trató De los portentos fabulosos. El sexto fue de Paros y escultor célebre. Y el séptimo, poeta de la comedia antigua (112).

(108) Este pasaje lo trae el mismo Jenofonte en su Convite, con poquísima diferencia; y es notable que Laercio vaya a buscarlo a Aristipo.
(109) A saber, Cástor y Pólux.
(110) Άσθενιχή τε λόγων δυάς ή τριχς, etc. Logos puede significar argumento, razón, discurso, razonamiento, palabra, disertación, oración, libro, etc.
(111) Arriba, donde dijo Laercio que floreció hacia la Olimpíada XCIV, debió seguir la opinión común y recibida. Aquí da a entender que había quien discrepaba en algo. Bien puede decirse que un hombre florece en sabiduría dentro de unos quince años.
(112) La comedia griega tuvo tres estados: Antigua o Primitiva, la cual representaba hechos verdaderos, y los actores tomaban los nombres y circunstancias de los mismos sujetos entre quienes pasó el caso, que nunca era fingido. Así, en ella se motejaban personalmente y se satirizaban unos a otros, dándose en rostro con sus errores, defectos y descuidos públicos y ocultos, aun entre personas respetables. Esta demasiada libertad de los poetas, tan agradable al populacho, tenía acobardados a todos, sin atreverse a tomar parte en los negocios públicos, por cuya razón Alcibíades prohibió el nombrar a nadie en la escena. Esta prohibición produjo otra especie de comedia que llamaron Media, en la cual eran verdaderos los hechos, y las personas fingidas. De ambas especies compuso comedias Aristófanes, porque en su tiempo se prohibió la Primitiva. Finalmente, porque todavía los asuntos verdaderos se solían aplicar con facilidad a personas señaladas que los habían manejado, aunque no se nombrasen, y la libertad de poetas y actores era excesiva, inventó Menandro la tercera especie de comedia llamada Nueva, en la cual fue todo fingido, hechos y personas
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Economía según Jenofonte

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La obra de Jenofonte, Economía, la hemos encontrado solamente en inglés en:

http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0212;query=chapter%3D%231;layout=;loc=Ec.%202.1
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