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lunes, abril 17, 2023

Jenofonte y Aristóteles. Referencias.


La relación entre Jenofonte y Aristóteles es un tema que ha interesado a muchos estudiosos de la filosofía antigua. Jenofonte fue un historiador, militar y discípulo de Sócrates, que vivió entre el 430 y el 354 a. C. Aristóteles fue un filósofo, científico y alumno de Platón, que vivió entre el 384 y el 322 a. C. Ambos autores escribieron sobre Sócrates y su pensamiento, pero desde perspectivas diferentes y con fines distintos.

Jenofonte conoció personalmente a Sócrates y lo admiraba como un hombre virtuoso y sabio. Escribió varias obras en las que se refiere a él, como la Apología de Sócrates, el Memorabilia, el Económico y el Banquete. En estas obras, Jenofonte presenta a Sócrates como un maestro de la vida práctica, que enseñaba a sus discípulos cómo ser buenos ciudadanos, esposos, amigos y administradores de sus bienes. Jenofonte no se interesa tanto por los aspectos teóricos o dialécticos de la filosofía socrática, sino por su aplicación a la conducta moral y política.

Aristóteles, en cambio, no conoció directamente a Sócrates, sino que se basó en las fuentes escritas de sus predecesores, especialmente Platón. Escribió una obra titulada Protréptico, que era una exhortación a la filosofía dirigida a su discípulo Teofrasto. En esta obra, Aristóteles cita varias veces a Sócrates y lo elogia como el inventor de la definición y la inducción, dos métodos fundamentales para la ciencia. Aristóteles también critica algunos aspectos de la filosofía socrática, como su identificación entre el bien y el conocimiento, o su negación de la existencia de los universales.

La relación entre Jenofonte y Aristóteles no se limita a sus opiniones sobre Sócrates. También hay puntos de contacto e influencia entre sus propias doctrinas. 

Por ejemplo, Jenofonte fue uno de los primeros autores que trató el tema de la economía doméstica y la agricultura en su obra Económico. Aristóteles retomó este tema en su Política, donde analiza las diferentes formas de administrar los bienes privados y públicos. 

Asimismo, Jenofonte fue un admirador de Ciro el Joven, el príncipe persa que se rebeló contra su hermano Artajerjes II y que murió en la batalla de Cunaxa. Jenofonte escribió una obra llamada Anábasis, en la que narra su participación en la expedición de los Diez Mil mercenarios griegos que acompañaron a Ciro. Aristóteles también se interesó por la figura de Ciro y lo menciona como un ejemplo de rey magnánimo en su Ética a Nicómaco.

jueves, agosto 18, 2022

martes, marzo 16, 2021

Aristóteles y lucha de clases sociales






viernes, marzo 12, 2021

martes, agosto 01, 2017

Aristóteles: Ideas sobre Economía, División del Trabajo y Planificación


Aristóteles, Ética a Nicómano

(...)

Multiplicidad y jerarquía de los bienes 

Pero como hay muchas acciones, artes y ciencias, muchos son también los fines; en efecto, el fin de la medicina es la salud; el de la construcción naval, el navío; el de la estrategia, la victoria; el de la economía, la riqueza. Pero cuantas de ellas están subordinadas a una sola facultad (como la fabricación de frenos y todos los otros arreos de los caballos se subordinan a la equitación, y, a su vez, ésta y toda actividad guerrera se subordinan a la estrategia, y del mismo modo otras artes se subordinan a otras diferentes), en todas ellas los fines de las principales son preferibles a los de las subordinadas, ya que es con vistas a los primeros como se persiguen los segundos. Y no importa que los fines de las acciones sean las actividades mismas o algo diferente de ellas, como ocurre en las ciencias mencionadas. (p. 2)

(...)

Fuente:

jueves, abril 12, 2012

Según Aristóteles

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En Política, según Aristóteles:


GOBIERNO O CONSTITUCIONES:
UNA SOLA PERSONA } MONARQUÍA } REINADO > DESVIACIÓN: TIRANÍA
UNA MINORÍA } ARISTOCRACIA > DESVIACIÓN: OLIGARQUÍA
UNA MULTITUD } REPÚBLICA > DESVIACIÓN: DEMAGOGIA


En Economía, según Aristóteles:

1. Propiedad Privada es superior a la Propiedad Común: Productividad, Cuidado, Regulación, Posesión.
2. Dinero, expresión del comercio. Unidad de cuenta, Medio de Cambio y Medio de Acumulación.
3. Valor de Uso y Valor de Cambio. Economía y Crematística.

Un resumen del pensamiento económico de Aristóteles, puede verse en:
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lunes, abril 12, 2010

Los Gobiernos, según Aristóteles

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Las negrillas, sangrías y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.
Obras de Aristóteles
Política
libro tercero, capítulo V
División de los gobiernos
Siendo cosas idénticas el gobierno y la constitución, y siendo el gobierno señor supremo de la ciudad, es absolutamente preciso que el señor sea o un solo individuo, o una minoría, o la multitud de los ciudadanos. Cuando el dueño único, o la minoría o la mayoría gobiernan consultando el interés general, la constitución es pura necesariamente; cuando gobiernan en su propio interés, sea el de uno sólo, sea el de la minoría, sea el de la multitud, la constitución se desvía del camino trazado por su fin{73}, puesto que, una de dos cosas, o los miembros de la asociación no son verdaderamente ciudadanos o lo son, y en este caso deben tener su parte en el provecho común. [97]
Cuando la monarquía o gobierno de uno sólo tiene por objeto el interés general, se le llama comúnmente reinado. Con la misma condición, al gobierno de la minoría, con tal que no esté limitada a un solo individuo, se le llama aristocracia; y se la denomina así, ya porque el poder está en manos de los hombres de bien, ya porque el poder no tiene otro fin que el mayor bien del Estado y de los asociados. Por último, cuando la mayoría gobierna en bien del interés general, el gobierno recibe como denominación especial la genérica de todos los gobiernos, y se le llama república.
Estas diferencias de denominación son muy exactas. Una virtud superior puede ser patrimonio de un individuo o de una minoría; pero una mayoría no puede designársela por ninguna virtud especial, si se exceptúa la virtud guerrera, la cual se manifiesta principalmente en las masas; como lo prueba el que, en el gobierno de la mayoría, la parte más poderosa del Estado es la guerrera; y todos los que tienen armas son en él ciudadanos.
Las desviaciones de estos gobiernos son: la tiranía que lo es del reinado{74}; la oligarquía que lo es de la aristocracia; la demagogia que lo es de la república. La tiranía es una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca; la oligarquía tiene en cuenta tan sólo el interés particular de los ricos; la demagogia, el de los pobres. Ninguno de estos gobiernos piensa en el interés general.
Es indispensable que nos detengamos algunos instantes a notar la naturaleza propia de cada uno de estos tres gobiernos; porque la materia ofrece dificultades. Cuando observamos las cosas filosóficamente, y no queremos limitarnos tan sólo al hecho práctico, se debe, cualquiera que sea el método que por otra parte se adopte, no omitir ningún detalle ni despreciar ningún pormenor, sino mostrarlos todos en su verdadera luz.
La tiranía, como acabo de decir, es el gobierno de uno sólo, que reina como señor sobre la asociación política; la oligarquía es el predominio político de los ricos; y la demagogia, por lo contrario, el predominio de los pobres con exclusión de los ricos.
Veamos una objeción que se hace a esta última definición. Si la mayoría, dueña del Estado, se compone de ricos, y el gobierno [98] es de la mayoría, se llama demagogia; y, recíprocamente, si da la casualidad de que los pobres, estando en minoría relativamente a los ricos, sean sin embargo dueños del Estado a causa de la superioridad de sus fuerzas, debiendo el gobierno de la minoría llamarse oligarquía, las definiciones que acabamos de dar son inexactas. No se resuelve esta dificultad mezclando las ideas de riqueza y minoría, y las de miseria y mayoría, reservando el nombre de oligarquía para el gobierno en que los ricos, que están en minoría, ocupen los empleos, y el de la demagogia para el Estado en que los pobres, que están en mayoría, son los señores. Porque, ¿cómo clasificar las dos formas de constitución que acabamos de suponer: una en que los ricos forman la mayoría; otra en que los pobres forman la minoría; siendo unos u otros soberanos del Estado?, a no ser que hayamos dejado de comprender en nuestra enumeración alguna otra forma política. Pero la razón nos dice sobradamente, que la dominación de la minoría y de la mayoría son cosas completamente accidentales, ésta en las oligarquías, aquélla en las democracias;
porque los ricos constituyen en todas partes la minoría, como los pobres constituyen dondequiera la mayoría.
Y así las diferencias indicadas más arriba no existen verdaderamente.
Lo que distingue esencialmente la democracia de la oligarquía, es la pobreza y la riqueza; y donde quiera que el poder esté en manos de los ricos, sean mayoría o minoría, es una oligarquía; y donde quiera que esté en las de los pobres, es una demagogia. Pero no es menos cierto, repito, que generalmente los ricos están en minoría, y los pobres en mayoría; la riqueza pertenece a pocos, pero la libertad a todos. Estas son las causas de las disensiones políticas entre ricos y pobres.
Veamos ante todo cuáles son los límites que se asignan a la oligarquía y a la demagogia, y lo que se llama derecho en una y en otra. Ambas partes reivindican un cierto derecho, que es muy verdadero. Pero de hecho su justicia no pasa de cierto punto, y no es el derecho absoluto el que establecen ni los unos ni los otros.
Así la igualdad parece de derecho común, y sin duda lo es, no para todos sin embargo, sino sólo entre iguales; y lo mismo sucede con la desigualdad: es ciertamente un derecho, pero no respecto de todos, sino de individuos que son desiguales entre sí.
Si se hace abstracción de los individuos, se corre el peligro de formar un juicio erróneo.
Lo que sucede en [99] esto es que los jueces son jueces y partes, y ordinariamente es uno mal juez en causa propia.
El derecho limitado a algunos, pudiendo aplicarse lo mismo a las cosas que a las personas, como dije en la Moral, se concede sin dificultad cuando se trata de la igualdad misma de la cosa, pero no así cuando se trata de las personas a quienes pertenece esta igualdad; y esto, lo repito, nace de que se juzga muy mal cuando es uno interesado en el asunto.
Porque unos y otros son expresión de cierta parte del derecho, ya creen que lo son del derecho absoluto: de un lado superiores unos en un punto, en riqueza, por ejemplo, se creen superiores en todo; de otro, iguales otros en un punto, en libertad, por ejemplo, se creen absolutamente iguales.
Por ambos lados se olvida lo capital.
Si la asociación política sólo estuviera formada en vista de la riqueza, la participación de los asociados en el Estado estaría en proporción directa de sus propiedades, y los partidarios de la oligarquía tendrían entonces plenísima razón; porque no sería equitativo que el asociado, que de cien minas sólo ha puesto una, tuviese la misma parte que el que hubiere suministrado el resto, ya se aplique esto a la primera entrega, ya a las adquisiciones sucesivas.
Pero la asociación política tiene por fin, no sólo la existencia material de todos los asociados, sino también su felicidad y su virtud; de otra manera podría establecerse entre esclavos o entre otros seres que no fueran hombres, los cuales no forman asociación por ser incapaces de felicidad y de libre albedrío.
La asociación política no tiene tampoco por único objeto la alianza ofensiva y defensiva entre los individuos, ni sus relaciones mutuas, ni los servicios que pueden recíprocamente hacerse; porque entonces los etruscos y los cartagineses y todos los pueblos unidos mediante tratados de comercio deberían ser considerados como ciudadanos de un solo y mismo Estado, merced a sus convenios sobre las importaciones, sobre la seguridad individual, sobre los casos de una guerra común; aunque cada uno de ellos tiene, no un magistrado común para todas estas relaciones, sino magistrados separados, perfectamente indiferentes en punto a la moralidad de sus aliados respectivos, por injustos y por perversos que puedan ser los comprendidos en estos tratados, y atentos sólo a precaver recíprocamente todo daño.
Pero como la virtud y la corrupción política son las cosas que principalmente tienen en cuenta los que sólo quieren buenas leyes, [100] es claro que la virtud debe ser el primer cuidado de un Estado que merezca verdaderamente este título, y que no lo sea solamente en el nombre.
De otra manera, la asociación política vendría a ser a modo de una alianza militar entre pueblos lejanos, distinguiéndose apenas de ella por la unidad de lugar; y la ley entonces sería una mera convención; y no sería, como ha dicho el sofista Licofron, «otra cosa que una garantía de los derechos individuales, sin poder alguno sobre la moralidad y la justicia personales de los ciudadanos». La prueba de esto es bien sencilla. Reúnanse con el pensamiento localidades diversas, y enciérrense dentro de una sola muralla a Megara y Corinto{75};
ciertamente que no por esto se habrá formado con tan vasto recinto una ciudad única, aun suponiendo que todos los en ella encerrados hayan contraído entre sí matrimonio, vínculo que se considera como el más esencial de la asociación civil.
O si no, supóngase cierto número de hombres que viven aislados los unos de los otros, pero no tanto, sin embargo, que no puedan estar en comunicación; supóngase que tienen leyes comunes sobre la justicia mutua que deben observar en las relaciones mercantiles, pues que son, unos carpinteros, otros labradores, zapateros, etc., hasta el número de diez mil, por ejemplo; pues bien, si sus relaciones se limitan a los cambios diarios y a la alianza en caso de guerra, esto no constituirá todavía una ciudad. ¿Y por qué? En verdad no podrá decirse que en este caso los lazos de la sociedad no sean bien fuertes. Lo que sucede es que cuando una asociación es tal que cada uno sólo ve el Estado en su propia casa, y la unión es sólo una simple liga contra la violencia, no hay ciudad, si se mira de cerca; las relaciones de la unión no son en este caso más que las que hay entre individuos aislados.
Luego evidentemente la ciudad no consiste en la comunidad del domicilio, ni en la garantía de los derechos individuales, ni en las relaciones mercantiles y de cambio; estas condiciones preliminares son muy indispensables para que la ciudad exista; pero aun suponiéndolas reunidas, la ciudad no existe todavía. La ciudad es la asociación del bienestar y de la virtud, para bien de las familias y de las diversas clases de habitantes, para alcanzar una existencia completa que se basta a sí misma. [101]
Sin embargo, no podría alcanzarse este resultado sin la comunidad de domicilio y sin el auxilio de los matrimonios; y esto es lo que ha dado lugar en los Estados a las alianzas de familia, a las fratrias, a los sacrificios públicos y a las fiestas en que se reúnen los ciudadanos. La fuente de todas estas instituciones es la benevolencia, sentimiento que arrastra al hombre a preferir la vida común; y siendo el fin del Estado el bienestar de los ciudadanos, todas estas instituciones no tienden sino a afianzarle. El Estado no es más que una asociación, en la que las familias reunidas por barrios deben encontrar todo el desenvolvimiento y todas las comodidades de la existencia; es decir, una vida virtuosa y feliz.
Y así la asociación política tiene ciertamente por fin la virtud y la felicidad de los individuos, y no sólo la vida común.
Los que contribuyen con más a este fondo general de la asociación tienen en el Estado una parte mayor que los que, iguales o superiores por la libertad o por el nacimiento, tienen, sin embargo, menos virtud política; y mayor también que la que corresponde a aquellos que, superándoles por la riqueza, son inferiores a ellos, sin embargo, en mérito.
Puedo concluir de todo lo dicho, que evidentemente, al formular los ricos y los pobres opiniones tan opuestas sobre el poder, no han encontrado ni unos ni otros más que una parte de la verdad y de la justicia.
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{73} Platón se había anticipado a Aristóteles al probar que el poder sólo debe ejercerse en beneficio de los súbditos. Véase la República, libro I.
{74} Voltaire, al comentar a Montesquieu, dice: la monarquía y el despotismo son dos hermanos que tienen entre sí tanta semejanza, que muchas veces se toma el uno por el otro.
{75} Megara estaba 210 estadios, cerca de ocho leguas, distante de Corinto.
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Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 3, páginas 96-101
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viernes, marzo 26, 2010

Aristóteles: Propiedad y Lucha de Clases

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Un estudio sobre la concepción de Aristóteles sobre la propiedad y las clases sociales, puede verse en:

jueves, marzo 25, 2010

La Esclavitud, según Aristóteles

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Las negrillas, sangrías y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Tomado de:

http://www.filosofia.org/cla/ari/azc03021.htm

Obras de Aristóteles, Política
Patricio de Azcárate

Política · libro primero, capítulo II

De la esclavitud

Ahora que conocemos de una manera positiva las partes diversas de que se compone el Estado, debemos ocuparnos ante todo del régimen económico de las familias, puesto que el Estado se compone siempre de familias.
Los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia misma, que, para ser completa, debe comprender esclavos y hombres libres. Pero como para darse razón de las cosas, es preciso ante todo someter a examen las partes más sencillas de las mismas, siendo las partes primitivas y simples de la familia el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos, deberán estudiarse separadamente estos tres órdenes de individuos, para ver lo que es cada uno de ellos y lo que debe ser.
Tenemos [22] primero la autoridad del señor, después la autoridad conyugal, ya que la lengua griega no tiene palabra particular para expresar esta relación del hombre a la mujer; y, en fin, la generación de los hijos, idea para la que tampoco hay una palabra especial. A estos tres elementos, que acabamos de enumerar, podría añadirse un cuarto, que ciertos autores confunden con la administración doméstica, y que, según otros, es cuando menos un ramo muy importante de ella: la llamada adquisición de la propiedad que también nosotros estudiaremos.

Ocupémonos desde luego del señor y del esclavo, para conocer a fondo las relaciones necesarias que los unen, y ver al mismo tiempo si podemos descubrir en esta materia ideas que satisfagan más que las recibidas hoy día.

Se sostiene por una parte, que hay una ciencia, propia del señor, la cual se confunde con la del padre de familia, con la del magistrado y con la del rey, de que hemos hablado al principio.
Otros, por lo contrario, pretenden que el poder del señor es contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres y esclavos, no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos; y que por último la esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia{6}.
Por otro lado, la propiedad es una parte integrante de la familia; y la ciencia de la posesión forma igualmente parte de la ciencia doméstica, puesto que sin las cosas de primera necesidad, los hombres no podrían vivir y menos vivir dichosos.

Se sigue de aquí que, así como las demás artes necesitan, cada cual en su esfera, de instrumentos especiales, para llevar a cabo su obra, la ciencia doméstica debe tener igualmente los suyos. Pero entre los instrumentos, hay unos que son inanimados y otros que son vivos; por ejemplo, para el patrón de una nave, el timón es un instrumento sin vida, y el marinero de proa un instrumento vivo, pues en las artes al operario, se le considera como un verdadero instrumento.
Conforme al mismo principio, puede decirse que la propiedad no es más que un instrumento de la existencia, la riqueza una porción de instrumentos, y el [23] esclavo una propiedad viva; sólo que el operario, en tanto que instrumento, es el primero de todos. Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo{7} o los trípodes de Vulcano{8} «que se iban solos a las reuniones de los dioses»; si las lanzaderas tejiesen por sí mismas; si el arco tocase solo la cítara, los empresarios prescindirían de los operarios, y los señores de los esclavos. Los instrumentos, propiamente dichos, son instrumentos de producción; la propiedad, por lo contrario, es simplemente para el uso.
Así, la lanzadera produce algo más que el uso que se hace de ella; pero un vestido, una cama, sólo sirven para este uso.

Además como la producción y el uso difieren específicamente, y estas dos cosas tienen instrumentos que son propios de cada una, es preciso que entre los instrumentos de que se sirven haya una diferencia análoga.

La vida es el uso y no la producción de las cosas, y el esclavo sólo sirve para facilitar estos actos que se refieren al uso.
Propiedad es una palabra que es preciso entender como se entiende la palabra parte: la parte no sólo es parte de un todo, sino que pertenece de una manera absoluta a una cosa distinta que ella misma. Lo mismo sucede con la propiedad; el señor es simplemente señor del esclavo, pero no depende esencialmente de él; el esclavo, por lo contrario, no es sólo esclavo del señor, sino que depende de éste absolutamente. Esto prueba claramente lo que el esclavo es en sí y lo que puede ser. El que por una ley natural no se pertenece a sí mismo, sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que en tanto que hombre se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual. Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza. La razón y los hechos pueden resolver fácilmente estas cuestiones.
La autoridad y la obediencia no son sólo cosas necesarias, sino que son eminentemente útiles. Algunos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, [24] unos a obedecer, otros a mandar; aunque en grados muy diversos en ambos casos.

La autoridad se enaltece y se mejora tanto cuanto lo hacen los seres que la ejercen o a quienes ella rige. La autoridad vale más en los hombres que en los animales, porque la perfección de la obra está siempre en razón directa de la perfección de los obreros, y una obra se realiza donde quiera que se hallan la autoridad y la obediencia. Estos dos elementos, la obediencia y la autoridad, se encuentran en todo conjunto formado de muchas cosas, que conspiren a un resultado común, aunque por otra parte estén separadas o juntas. Esta es una condición que la naturaleza impone a todos los seres animados, y algunos rastros de este principio podrían fácilmente descubrirse en los objetos sin vida: tal es, por ejemplo, la armonía en los sonidos. Pero el ocuparnos de esto nos separaría demasiado de nuestro asunto.
Por lo pronto el ser vivo se compone de un alma y de un cuerpo, hechos naturalmente aquella para mandar y éste para obedecer.
Por lo menos así lo proclama la voz de la naturaleza, que importa estudiar en los seres desenvueltos según sus leyes regulares y no en los seres degradados. Este predominio del alma es evidente en el hombre perfectamente sano de espíritu y de cuerpo, único que debemos examinar aquí.

En los hombres corrompidos o dispuestos a serlo, el cuerpo parece dominar a veces como soberano sobre el alma, precisamente porque su desenvolvimiento irregular es completamente contrario a la naturaleza. Es preciso, repito, reconocer ante todo en el ser vivo la existencia de una autoridad semejante a la vez a la de un señor y la de un magistrado; el alma manda al cuerpo como un dueño a su esclavo; y la razón manda al instinto como un magistrado, como un rey; porque evidentemente no puede negarse, que no sea natural y bueno para el cuerpo el obedecer al alma, y para la parte sensible de nuestro ser el obedecer a la razón y a la parte inteligente.
La igualdad o la dislocación del poder, que se muestra entre estos diversos elementos, sería igualmente funesta para todos ellos. Lo mismo sucede entre el hombre y los demás animales: los animales domesticados valen naturalmente más que los animales salvajes, siendo para ellos una gran ventaja, si se considera su propia seguridad, el estar sometidos al hombre. Por otra parte la relación de los sexos es análoga; el uno es superior al otro; éste está hecho para mandar, aquél para obedecer. [25]
Esta es también la ley general, que debe necesariamente regir entre los hombres.
Cuando es uno inferior a sus semejantes, tanto como lo son el cuerpo respecto del alma y el bruto respecto del hombre, y tal es la condición de todos aquellos en quienes el empleo de las fuerzas corporales es el mejor y único partido que puede sacarse de su ser, se es esclavo por naturaleza. Estos hombres, así como los demás seres de que acabamos de hablar, no pueden hacer cosa mejor que someterse a la autoridad de un señor; porque es esclavo por naturaleza el que puede entregarse a otro; y lo que precisamente le obliga a hacerse de otro, es el no poder llegar a comprender la razón, sino cuando otro se la muestra, pero sin poseerla en sí mismo. Los demás animales no pueden ni aun comprender la razón, y obedecen ciegamente a sus impresiones. 
Por lo demás, la utilidad de los animales domesticados y la de los esclavos son poco más o menos del mismo género. Unos y otros nos ayudan con el auxilio de sus fuerzas corporales a satisfacer las necesidades de nuestra existencia. La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace los cuerpos de los hombres libres diferentes de los de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para las obras penosas de la sociedad, y haciendo, por lo contrario, a los primeros incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros, y destinándolos solamente a las funciones de la vida civil, repartida para ellos entre las ocupaciones de la guerra y las de la paz.
Muchas veces sucede lo contrario, convengo en ello; y así los hay que no tienen de hombres libres más que el cuerpo, como otros sólo tienen de tales el alma.
Pero lo cierto es que si los hombres fuesen siempre diferentes unos de otros por su apariencia corporal como lo son las imágenes de los dioses, se convendría unánimemente en que los menos hermosos deben ser los esclavos de los otros; y si esto es cierto, hablando del cuerpo, con más razón lo sería hablando del alma; pero es más difícil conocer la belleza del alma que la del cuerpo. Sea de esto lo que quiera, es evidente que los unos son naturalmente libres y los otros naturalmente esclavos; y que para estos últimos es la esclavitud tan útil como justa.
Por lo demás, difícilmente podría negarse que la opinión contraria encierra alguna verdad. La idea de esclavitud puede entenderse de dos maneras. Puede uno ser reducido a esclavitud y permanecer en ella por la ley, siendo esta ley una convención [26] en virtud de la que el vencido en la guerra se reconoce como propiedad del vencedor; derecho que muchos legistas consideran ilegal, y como tal le estiman muchas veces los oradores políticos, porque es horrible, según ellos, que el más fuerte, sólo porque puede emplear la violencia, haga de su víctima un súbdito y un esclavo{9}.

Estas dos opiniones opuestas son sostenidas igualmente por hombres sabios. La causa de este disentimiento y de los motivos alegados por una y otra parte es, que la virtud tiene derecho, como medio de acción, de usar hasta de la violencia, y que la victoria supone siempre una superioridad laudable en ciertos conceptos. Es posible creer por tanto que la fuerza jamás está exenta de todo mérito, y que aquí toda la cuestión estriba realmente sobre la noción del derecho, colocado por los unos en la benevolencia y la humanidad y por los otros en la dominación del más fuerte. Pero estas dos argumentaciones contrarias son en sí igualmente débiles y falsas; porque podría creerse en vista de ambas, tomadas separadamente, que el derecho de mandar como señor no pertenece a la superioridad del mérito.

Hay gentes que, preocupadas con lo que creen un derecho, y una ley tiene siempre las apariencias del derecho, suponen que la esclavitud es justa cuando resulta del hecho de la guerra. Pero se incurre en una contradicción; porque el principio de la guerra misma puede ser injusto, y jamás se llamará esclavo al que no merezca serlo; de otra manera los hombres de más elevado nacimiento podrían parar en esclavos, hasta por efecto del hecho de otros esclavos, porque podrían ser vendidos como prisioneros de guerra. Y así los partidarios de esta opinión{10} tienen el cuidado de aplicar este nombre de esclavos sólo a los bárbaros, no admitiéndose para los de su propia nación. Esto equivale a averiguar lo que se llama esclavitud natural; y esto es precisamente lo que hemos preguntado desde el principio.

Es necesario convenir en que ciertos hombres serían esclavos en todas partes, y que otros no podrían serlo en ninguna. Lo mismo sucede con la nobleza: las personas de que acabamos de [27] hablar, se creen nobles, no sólo en su patria, sino en todas partes; pero por el contrario, en su opinión los bárbaros sólo pueden serlo allá entre ellos; suponen, pues, que tal raza es en absoluto libre y noble, y que tal otra sólo lo es condicionalmente. Así la Helena de Theodecto exclama:

¿Quién tendría el atrevimiento de llamarme esclava
descendiendo yo por todos lados de la raza de los dioses?
Esta opinión viene precisamente a asentar sobre la superioridad y la inferioridad naturales la diferencia entre el hombre libre y el esclavo, entre la nobleza y el estado llano.
Equivale a creer que de padres distinguidos salen hijos distinguidos, del mismo modo que un hombre produce un hombre y que un animal produce un animal. Pero cierto es que la naturaleza muchas veces quiere hacerlo, pero no puede.
Con razón se puede suscitar esta cuestión y sostener que hay esclavos y hombres libres que lo son por obra de la naturaleza; se puede sostener que esta distinción subsiste realmente siempre que es útil al uno el servir como esclavo y al otro el reinar como señor; se puede sostener, en fin, que es justa, y que cada uno debe, según las exigencias de la naturaleza, ejercer el poder o someterse a él.
Por consiguiente la autoridad del señor sobre el esclavo es a la par justa y útil; lo cual no impide que el abuso de esta autoridad pueda ser funesto a ambos. El interés de la parte es el del todo; el interés del cuerpo es el del alma; el esclavo es una parte del señor, es como una parte viva de su cuerpo, aunque separada. Y así, entre el dueño y el esclavo, cuando es la naturaleza la que los ha hecho tales, existe un interés común, una recíproca benevolencia; sucediendo todo lo contrario, cuando la ley y la fuerza por sí solas han hecho al uno señor y al otro esclavo.

Esto muestra con mayor evidencia, que el poder del señor y el del magistrado son muy distintos, y que, a pesar de lo que se ha dicho, todas las autoridades no se confunden en una sola: la una recae sobre hombres libres, la otra sobre esclavos por naturaleza; la una, la autoridad doméstica, pertenece a uno sólo, porque toda familia es gobernada por un solo jefe; la otra, la del magistrado, sólo recae sobre hombres libres e iguales.
Uno es señor, no porque sepa mandar, sino porque tiene cierta naturaleza; y por distinciones semejantes es uno esclavo o libre.
Pero sería posible educar a los señores en la ciencia que deben practicar ni más [28] ni menos que a los esclavos, y en Siracusa ya se ha practicado esto último, pues por dinero se instruía allí a los niños, que estaban en esclavitud, en todos los pormenores del servicio doméstico. Podríase muy bien extender sus conocimientos y enseñarles ciertas artes, como la de preparar las viandas{11} o cualquiera otra de este género, puesto que unos servicios son más estimados o más necesarios que otros, y que, como dice el proverbio, hay diferencia de esclavo a esclavo y de señor a señor. Todos estos aprendizajes constituyen la ciencia de los esclavos.
Saber emplear a los esclavos constituye la ciencia del señor, que lo es, no tanto porque posee esclavos, cuanto porque se sirve de ellos. Esta ciencia en verdad no es muy extensa ni tampoco muy elevada; consiste tan sólo en saber mandar lo que los esclavos deben saber hacer. Y así, tan pronto como puede el señor ahorrarse este trabajo, cede su puesto a un mayordomo para consagrarse él a la vida política o a la filosofía.
La ciencia del modo de adquirir, de la adquisición natural y justa, es muy diferente de las otras dos de que acabamos de hablar; ella participa algo de la guerra y de la caza.

No necesitamos extendernos más sobre lo que teníamos que decir del señor y del esclavo.

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{6} Teopompo, historiador contemporáneo de Aristóteles, refiere (Ateneo, lib. VI, pág. 265) que los Quiotes fueron los que introdujeron la costumbre de comprar los esclavos, y que el oráculo de Delfos, al tener conocimiento de semejante crimen, declaró: que los Quiotes se habían hecho merecedores de la cólera de los dioses. Esto sería una especie de protesta del cielo contra este abuso de la fuerza. S. H., pág. 12.

{7} Platón habla de este talento de Dédalo en el Eutifron y en el Menon.

{8} Iliada, XVIII, 376.

{9} En la guerra del Peloponeso se degollaba a los prisioneros, y lo refiere Tucídides como si fuera el hecho más indiferente. Lib. I, capítulo XXX, lib. II, cap. V.

{10} En la República aconseja Platón a los griegos que no reduzcan a esclavitud a los griegos y sí sólo a los bárbaros.

{11} La cocina de Siracusa tenía gran reputación. Véase el lib. III de la República de Platón.
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miércoles, marzo 04, 2009

Para un contexto del pensamiento económico aristotélico

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Dimensiones de la vida de Aristóteles, como filósofo, que son necesarias para contextualizar su pensamiento económico. Destaca el hecho de que se dan referencias de Aristóteles como precursor del método inductivo, basado en la experimentación y no en la especulación como el método deductivo.

Las negrillas y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio.

Tomado de:


Aristóteles

Aristóteles, nació en Estagira, Macedonia, el año 384 a. de J.C. y murió en 322 a. de J.C.

Fue discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno.

Creó su "Liceo" que fue tan prestigioso como la "Academia".

Su filosofía se caracteriza por ser un movimiento filosófico y científico basado en la experimentación.

Concepción revolucionaria. En un panorama filosófico denominado por la ciencia del mundo exterior y la cosmología, creó un concepto de la sociedad, de la realidad y del hombre totalmente diferente. Enfatizó la transformación de su sociedad política porque afianzó la libertad democrática en su obra "Las Constituciones de Atenas", contra Filipo de Macedonia, quien reaccionó ordenando su muerte, ya que vislumbró que la democracia terminaría por derrotar al totalitarismo.

En el campo de la metafísica - hasta entonces denominado por Platón - en el que tenía predominio las ideas y por lo tanto el mundo ideal y dialéctico de la lógica y el pensamiento sobre la realidad y la experiencia, él decidió crear bases totalmente diferentes para constituir en ellas la filosofía y la ciencia.

Su gran revolución ideológica la hace precisamente en el campo de la teoría del conocimiento. Contra todos los filósofos que presumían la validez del conocimiento, él dice que sin experimentación no hay verdad.

Aristóteles da realidad a las ideas entendiéndolas como la esencia de las cosas reales - "Nada hay en la mente que no haya estado antes en los sentidos".

Frente a toda metafísica, a la filosofía cosmológica y frente al idealismo metafísico e intelectualista de Platón, la posición de Aristóteles no puede ser más radicalmente distinta.

Por la fuerza de su ingenio trascendió su época y se proyecto en el siglo XVII y XVIII, época en que su tesis es sostenida por los empiristas británicos John Locke, George Berkeley y Davis Hume, y en cierto modo también Emmanuel Kant, filósofo alemán creador de la filosofía crítica.

Aristóteles inventa el empirismo, pues considera que todas las filosofías y las ciencias tienen que partir de las experiencias, es decir, de todas las sensaciones que nos ofrece el mundo de la percepción y del conocimiento sensible.

Redescubre la experiencia y la erige en base del conocimiento verdadero.

La percepción que había sido desechada como conocimiento impreciso y engañoso es decir, el DOXA, para él es el punto de partida necesario y obligatorio, no sólo de toda la filosofía, sino de todas las ciencias.

El mismo inventó y construyó por primera vez en Occidente casi todas las ciencias naturales más importantes, tales como la física, la química, la geografía y también las ciencias sociales más significativas como la ética, la política y el estudio de la sociedad.

En su obra "Organon", desarrolla una lógica y una epistemología que le permiten perfeccionar y alcanzar el conocimiento científico a la vez demostrativo y convalidadamente verdadero.

Creó su lógica para garantizarse un acceso sólido del conocimiento a la realidad.

Cambió el curso de la filosofía al pensar que las ideas y los pensamientos no eran como lo creyó Platón. Insertó las ideas en el mundo real, tanto las cosas materiales que se ofrecen al conocimiento sensible, como las ideas y conceptos.

Desde entonces las ideas no flotan en vacío ideal sino que existen en las cosas mismas de la realidad.

Al mismo tiempo que fue el creador del "empirismo epistemológico", fue también gestor del "realismo metafísico". Hay una realidad exterior que puede ser accesible al conocimiento empírico.

Aristóteles deja de depender de las ideas y desarrolla su concepción hilemorfista, que consiste en que las esencias o sustancias de las cosas reales tienen una realidad DUAL; ellas son : Materia y Forma y en sus relaciones de unas cosas, causa y/o efecto.

Sobre este concepto de casualidad de : "No hay efecto sin causa" y "todo efecto debe ser proporcionado a su causa", se construirá toda la ciencia antigua, moderna y contemporánea.

Sobre el principio de la relación entre materia y forma, se elaboraron la psicología, la sociología y la política, así como, por supuesto, una nueva antropología filosófica. Para la esencia del hombre, el cuerpo es la materia y la forma es el alma.

Aristóteles es el inventor, en Occidente, del concepto del alma como primer principio, primera fuerza o energía, que da origen a la vida, a la sensación y a la intelección.

La estructura integrada del plano biológico y reflexivo intelectual del hombre de una manera unitaria y teleológica. En virtud de lo cual, todas las partes que constituyen el organismo humano están al servicio supremo, del que éste emplee su finalidad de supervivencia, integridad, perfeccionamiento y desarrollo individual.

En lo primero que define a Dios como la "suprema causa" y el "motor fundamental del Universo".

Entre sus obras principales, además de la metafísica, como teoría de las causas primeras, está su : "De Anima" o "Del Alma", que es el primer tratado científico de la filosofía y de la psicología.

También inventó la lógica o arte y ciencia del pensamiento correcto que distingue los falsos modos de razonar como los Sofismas y los Paralogismos y la falacia comprendida en sus libros.

Fue Aristóteles quien introdujo la denominación de Etica para designar lo concerniente a los principios del bien y del mal; y, de "Filosofía Práctica", para la disciplina que dicta las reglas a que debe someterse la conducta humana.

Según Aristóteles, la virtud es el objeto de la Etica, mientras que la moralidad lo es de la Filosofía Práctica. Hay, no obstante, confusiones posteriores debidas a las traducción; así por ejemplo, CICERON tradujo la palabra griega "ético" a la latina "moralis", y SENECA llamó a la ética "Philisophia Moralis". Desde entonces aparecen con más frecuencia estos tres nombres : Etica, Filosofía Moral y Filosofía Práctica, designando, con leves matices de diferencia, la misma disciplina filosófica. Sin embargo, desde la Antigüedad hasta el presente, la expresión Filosofía Práctica no se refiere exclusivamente a lo ético, sino que abarca también la Política, la Economía y el Derecho.

Aristóteles en su obra "Etica de Nicomaco" hizo la primera exposición sistemática de esta disciplina. Considera como cuestión fundamental la del "supremo bien, o sea un bien que se desea por sí mismo y por el cual, a la vez, se desea todos los demás bienes; todos coinciden en que este supremo bien es la felicidad". Pero ¿en que consiste? . Según Aristóteles, la virtud es un modo de pensar y de sentir que se mantiene en el justo medio entre el exceso y el defecto; este justo medio puede ser conocido por la razón, y quien lo conoce, como el sabio, obra en consecuencia y es feliz; pues, la felicidad no es sino la actividad de la vida conforme a la razón.

Después de Aristóteles, los Estoicos y los Epicúreos siguen la misma ideas con muy leves innovaciones.

Así, los ESTOICOS consideran que la felicidad consiste en la "apatía", o sea el estado de una vida serena, libre de las pasiones que subyugan a los insensatos, y que realizan la acción virtuosa conforme al deber, que es lo mismo que conforme a la razón.

Por su parte los EPICUREOS (Seguidores de Epicuro) sostienen que el supremo bien es la felicidad, pero entendida como placer, es decir como diversión, entretenimiento y satisfacción sin impedimentos. Para lograr la felicidad se necesita mantener la buena salud del cuerpo y una "inquebrantable tranquilidad del alma no estorbada por pasiones ni apetitos"; a esto le llamaron "ataraxia", estado parecido al de la apatía, de los estoicos. También reconocen a la razón como el medio de conseguir la felicidad, y por eso, también el sabio representa el ideal de la conducción moral de la vida.

El CRISTIANISMO introdujo una nueva concepción ética basada en los siguientes principios:

1º.- El hombre tiene la culpa de sus desgracias y sufrimientos;

2.- Todos los hombres son iguales por ser hijos de Dios, quien los creó en un acto de puro amor y, por eso, "amar a Dios y al prójimo como así mismo" es el sentimiento y el deber fundamental;

3º.- La salvación, o dicha eterna, y la perdición, dependen de la libre voluntad del hombre, pues él puede elegir el difícil y angosto sendero de la virtud, la misericordia, la beatitud y la purificación; o el amplio camino del vicio, el placer, el egoísmo, etc. etc., que finalmente conduce a la perdición; y

4º.- Existe un especie de casualidad ética, pues "quien siembre vientos cosecha tempestades".

La novedad de la concepción cristiana consiste principalmente en la importancia básica del sentimiento del amor, del que carecieron la concepciones griegas de la antigüedad, que fueron eminentemente racionalistas, que lucieron el brillo de la razón, pero también su frialdad.

Trabajo realizado por:
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viernes, marzo 07, 2008

Valor de uso y de cambio; comercio y usura


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El descubrimiento central de Aristóteles sobre el valor de uso y el valor de cambio, se encuentra en este extracto. También sus valoraciones sobre la economía natural y la economía artificial, la primera es aceptable y la segunda despreciable, una acrecienta el patrimonio la otra acrecienta el dinero por el dinero mismo.

En:


Política · libro primero, capítulo III

De la adquisición de los bienes

Puesto que el esclavo forma parte de la propiedad, vamos a estudiar, siguiendo nuestro método acostumbrado, la propiedad en general y la adquisición de los bienes.

La primera cuestión que debemos resolver, es si la ciencia de adquirir es la misma que la ciencia doméstica, o si es una rama de ella o sólo una ciencia auxiliar. Si no es más que esto último, ¿lo será al modo que el arte de hacer lanzaderas es un auxiliar del arte de tejer? ¿O como el arte de fundir metales sirve para el arte del estatuario?
Los servicios de estas dos artes subsidiarias son realmente muy distintos: lo que suministra la primera es el [29] instrumento, mientras que la segunda suministra la materia. Entiendo por materia la sustancia que sirve para fabricar un objeto; por ejemplo, la lana de que se sirve el fabricante, el metal que emplea el estatuario.
Esto prueba, que la adquisición de los bienes no se confunde con la administración doméstica, puesto que la una emplea lo que la otra suministra. ¿A quién sino a la administración doméstica pertenece usar lo que constituye el patrimonio de la familia?

Resta saber si la adquisición de las cosas es una rama de esta administración, o si es una ciencia aparte. Por lo pronto, si el que posee esta ciencia debe conocer las fuentes de la riqueza y de la propiedad, es preciso convenir en que la propiedad y la riqueza abrazan objetos muy diversos. En primer lugar puede preguntarse, si el arte de la agricultura, y en general la busca y adquisición de alimentos, están comprendidas en la adquisición de bienes, o si forman un modo especial de adquirir. Los modos de alimentación son extremadamente variados, y de aquí esta multiplicidad de géneros de vida en el hombre y en los animales, ninguno de los cuales puede subsistir sin alimentos; variaciones que son precisamente las que diversifican la existencia de los animales. En el estado salvaje unos viven en grupos, otros en el aislamiento, según lo exige el interés de su subsistencia, porque unos son carnívoros, otros frugívoros y otros omnívoros. Para facilitar la busca y elección de alimentos es para lo que la naturaleza les ha destinado a un género especial de vida. La vida de los carnívoros y la de los frugívoros difieren precisamente en que no gustan por instinto del mismo alimento, y en que los de cada una de estas clases tienen gustos particulares.

Otro tanto puede decirse de los hombres, no siendo menos diversos sus modos de existencia. Unos, viviendo en una absoluta ociosidad, son nómadas que sin pena y sin trabajo se alimentan de la carne de los animales que crían. Sólo que, viéndose precisados sus ganados a mudar de pastos, y ellos a seguirlos, es como si cultivaran un campo vivo. Otros subsisten con aquello de que hacen presa, pero no del mismo modo todos; pues unos viven del pillaje{12}, y otros de la pesca, cuando habitan en las orillas de los estanques o de los lagos, o en las orillas de los [30] ríos o del mar; y otros cazan las aves y los animales bravíos. Pero los más de los hombres viven del cultivo de la tierra y de sus frutos.

Estos son, poco más o menos, todos los modos de existencia, en que el hombre sólo tiene necesidad de prestar su trabajo personal, sin acudir para atender a su subsistencia al cambio ni al comercio: nómada, agricultor, bandolero, pescador o cazador. Hay pueblos que viven cómodamente combinando estos diversos modos de vivir y tomando del uno lo necesario para llenar los vacíos del otro: son a la vez nómadas y salteadores, cultivadores y cazadores, y lo mismo sucede con los demás que abrazan el género de vida que la necesidad les impone.

Como puede verse, la naturaleza concede esta posesión de los alimentos a los animales a seguida de su nacimiento, y también cuando llegan a alcanzar todo su desarrollo. Ciertos animales en el momento mismo de la generación producen para el nacido el alimento que habrá de necesitar hasta encontrarse en estado de procurárselo por sí mismo. En este caso se encuentran los vermíparos{13} y los ovíparos. Los vivíparos llevan en sí mismos, durante un cierto tiempo, los alimentos de los recién nacidos pues no otra cosa es lo que se llama leche. Esta posesión de alimentos tiene igualmente lugar cuando los animales han llegado a su completo desarrollo, y debe creerse que las plantas están hechas para los animales, y los animales para el hombre. Domesticados, le prestan servicios y le alimentan; bravíos, contribuyen, si no todos, la mayor parte, a su subsistencia y a satisfacer sus diversas necesidades, suministrándole vestidos y otros recursos. Si la naturaleza nada hace incompleto, si nada hace{14} en vano, es de necesidad que haya creado todo esto para el hombre.
La guerra misma es en cierto modo un medio natural de adquirir, puesto que comprende la caza de los animales bravíos y de aquellos hombres que, nacidos para obedecer, se niegan a someterse; es una guerra que la naturaleza misma ha hecho legítima.
He aquí, pues, un modo de adquisición natural que forma [31] parte de la economía doméstica, la cual debe encontrárselo formado o procurárselo, so pena de no poder reunir los medios indispensables de subsistencia, sin los cuales no se formarían ni la asociación del Estado ni la asociación de la familia.

En esto consiste, si puede decirse así, la única riqueza verdadera, y todo lo que el bienestar puede aprovechar de este género de adquisiciones, está bien lejos de ser ilimitado, como poéticamente pretende Solón:

«El hombre puede aumentar ilimitadamente sus riquezas.»

Sucede todo lo contrario, pues en esto hay un límite como lo hay en todas las demás artes. En efecto, no hay arte, cuyos instrumentos no sean limitados en número y extensión; y la riqueza no es más que la abundancia de los instrumentos domésticos y sociales.

Existe por tanto evidentemente un modo de adquisición natural, que es común a los jefes de familia y a los jefes de los Estados. Ya hemos visto cuáles eran sus fuentes.

Resta ahora este otro género de adquisición que se llama más particularmente y con razón la adquisición de bienes, y respecto de la cual podría creerse que la fortuna y la propiedad pueden aumentarse indefinidamente.

La semejanza de este segundo modo de adquisición con el primero es causa de que ordinariamente no se vea en ambos más que un solo y mismo objeto. El hecho es, que ellos no son ni idénticos, ni muy diferentes; el primero, es natural, el otro no procede de la naturaleza, sino que es más bien el producto del arte y de la experiencia. Demos aquí principio a su estudio.
Toda propiedad tiene dos usos que le pertenecen esencialmente, aunque no de la misma manera: el uno es especial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede a la vez servir para calzar el pie o para verificar un cambio. Por lo menos puede hacerse de él este doble uso. El que cambia un zapato por dinero o por alimentos con otro que tiene necesidad de él, emplea bien este zapato en tanto que tal, pero no según su propio uso, porque no había sido hecho para el cambio. Otro tanto diré de todas las demás propiedades; pues el cambio efectivamente puede aplicarse a todas, puesto que ha nacido primitivamente entre los hombres de la abundancia en un punto y de la escasez en otro de las cosas necesarias para la vida. Es demasiado claro, que en este sentido la venta no forma en manera alguna parte de la [32] adquisición natural.
En su origen, el cambio no se extendía más allá de las primeras necesidades, y es ciertamente inútil en la primera asociación, la de la familia. Para que nazca, es preciso que el círculo de la asociación sea más extenso.

En el seno de la familia todo era común; separados algunos miembros, se crearon nuevas sociedades para fines no menos numerosos, pero diferentes que los de las primeras, y esto debió necesariamente dar origen al cambio. Este es el único cambio que conocen muchas naciones bárbaras; el cual no se extiende a más que al trueque de las cosas indispensables; como, por ejemplo, el vino que se da a cambio de trigo.
Este género de cambio es perfectamente natural, y no es, a decir verdad, un modo de adquisición, puesto que no tiene otro objeto que proveer a la satisfacción de nuestras necesidades naturales.
Sin embargo, aquí es donde puede encontrarse lógicamente el origen de la riqueza. A medida que estas relaciones de auxilios mutuos se transformaron, desenvolviéndose mediante la importación de los objetos de que se carecía y la exportación de aquellos que abundaban, la necesidad introdujo el uso de la moneda, porque las cosas indispensables a la vida son naturalmente difíciles de transportar.

Se convino en dar y recibir en los cambios una materia, que, además de ser útil por sí misma, fuese fácilmente manejable en los usos habituales de la vida; y así se tomaron el hierro, por ejemplo, la plata, u otra sustancia análoga, cuya dimensión y cuyo peso se fijaron desde luego, y después, para evitar la molestia de continuas rectificaciones, se las marcó con un sello particular, que es el signo de su valor.

Con la moneda, originada por los primeros cambios indispensables, nació igualmente la venta, otra forma de adquisición excesivamente sencilla en el origen, pero perfeccionada bien pronto por la experiencia, que reveló cómo la circulación de los objetos podía ser origen y fuente de ganancias considerables.
He aquí cómo, al parecer, la ciencia de adquirir tiene principalmente por objeto el dinero, y cómo su fin principal es el de descubrir los medios de multiplicar los bienes, porque ella debe crear la riqueza y la opulencia.

Esta es la causa de que se suponga muchas veces, que la opulencia consiste en la abundancia de dinero, como que sobre el dinero giran las adquisiciones y las ventas; y sin embargo, este dinero no es en sí mismo más que una cosa absolutamente vana, no [33] teniendo otro valor que el que le da la ley, no la naturaleza, puesto que una modificación en las convenciones que tienen lugar entre los que se sirven de él, puede disminuir completamente su estimación y hacerle del todo incapaz para satisfacer ninguna de nuestras necesidades.

En efecto, ¿no puede suceder que un hombre, a pesar de todo su dinero, carezca de los objetos de primera necesidad?, y ¿no es una riqueza ridícula aquella cuya abundancia no impide que el que la posee se muera de hambre?{15} Es como el Midas de la mitología que, llevado de su codicia desenfrenada, hizo convertir en oro todos los manjares de su mesa.

Así que con mucha razón los hombres sensatos se preguntan si la opulencia y el origen de la riqueza están en otra parte, y ciertamente la riqueza y la adquisición naturales, objeto de la ciencia doméstica, son una cosa muy distinta.

El comercio produce bienes, no de una manera absoluta, sino mediante la conducción aquí y allá de objetos que son preciosos por sí mismos.

El dinero es el que parece preocupar al comercio, porque el dinero es el elemento y el fin de sus cambios; y la fortuna, que nace de esta nueva rama de adquisición, parece no tener realmente ningún límite.

La medicina aspira a multiplicar sus curas hasta el infinito, y como ella todas las artes colocan en el infinito el fin a que aspiran y pretenden alcanzarlo empleando todas sus fuerzas. Pero, por lo menos, los medios que les conducen a su fin especial son limitados, y este fin mismo sirve a todas de límite.

Lejos de esto, la adquisición comercial no tiene por fin el objeto que se propone, puesto que su fin es precisamente una opulencia y una riqueza indefinidas.

Pero si el arte de esta riqueza no tiene límites, la ciencia doméstica los tiene, porque su objeto es muy diferente. Y así podría creerse a primera vista, que toda riqueza, sin excepción, tiene necesariamente límites. Pero ahí están los hechos para probarnos lo contrario: todos los negociantes ven acrecentarse su dinero sin traba ni término.
Estas dos especies de adquisición tan diferentes, emplean el mismo capital a que ambas aspiran, aunque con miras muy distintas, pues que la una tiene por objeto el acrecentamiento [34] indefinido del dinero, y la otra otro muy diverso; esta semejanza ha hecho creer a muchos, que la ciencia doméstica tiene igualmente la misma extensión, y están firmemente persuadidos de que es preciso a todo trance conservar o aumentar hasta el infinito la suma de dinero que se posee.

Para llegar a conseguirlo, es preciso preocuparse únicamente del cuidado de vivir, sin curarse de vivir como se debe<. No teniendo límites el deseo de la vida, se ve uno directamente arrastrado a desear, para satisfacerle, medios que no tiene.

Los mismos que se proponen vivir moderadamente, corren también en busca de goces corporales, y como la propiedad parece asegurar estos goces, todo el cuidado de los hombres se dirige a amontonar bienes, de donde nace esta segunda rama de adquisición de que hablo.

Teniendo el placer necesidad absoluta de una excesiva abundancia, se buscan todos los medios que pueden procurarla<. Cuando no se pueden conseguir éstos con adquisiciones naturales, se acude a otras, y aplica uno sus facultades a usos a que no estaban destinadas por la naturaleza.

Y así, el agenciar dinero no es el objeto del valor, que sólo debe darnos una varonil seguridad; tampoco es el objeto del arte militar ni de la medicina, que deben darnos, aquél la victoria, ésta la salud; y sin embargo, todas estas profesiones se ven convertidas en un negocio de dinero, como si fuera éste su fin propio, y como si todo debiese tender a él. Esto es lo que tenía que decir sobre los diversos medios de adquirir lo superfluo; habiendo hecho ver lo que son estos medios, y cómo pueden convertirse para nosotros en una necesidad real.

En cuanto al arte que tiene por objeto la riqueza verdadera y necesaria, he demostrado que era completamente diferente del otro, y que no es más que la economía natural, ocupada únicamente con el cuidado de las subsistencias; arte que, lejos de ser infinito como el otro, tiene, por el contrario límites positivos.

Esto hace perfectamente clara la cuestión que al principio proponíamos; a saber, si la adquisición de los bienes es o no asunto propio del jefe de familia y del jefe del Estado. Ciertamente es indispensable suponer siempre la preexistencia de estos bienes.

Así como la política no hace a los hombres, sino que los toma como la naturaleza se los da, y se limita a servirse de ellos; en igual forma a la naturaleza toca suministrarnos los primeros [35] alimentos que proceden de la tierra, del mar o de cualquier otro origen, y después queda a cargo del jefe de familia disponer de estos dones, como convenga hacerlo; así como el fabricante no crea la lana, pero debe saber emplearla, distinguir sus cualidades y sus defectos, y conocer la que puede o no servir.

También podría preguntarse cómo es que mientras la adquisición de bienes forma parte del gobierno doméstico, no sucede lo mismo con la medicina, puesto que los miembros de la familia necesitan tanto la salud como el alimento o cualquier otro objeto indispensable para la vida. He aquí la razón: si por una parte el jefe de familia y el jefe del Estado deben ocuparse de la salud de sus administrados, por otra parte este cuidado compete, no a ellos, sino al médico. De igual modo lo relativo a los bienes de la familia hasta cierto punto compete a su jefe, pero bajo otro no, pues no es él y sí la naturaleza quien debe suministrarlos.

A la naturaleza, repito, compete exclusivamente dar la primera materia. A la misma corresponde asegurar el alimento al ser que ha creado, pues en efecto, todo ser recibe los primeros alimentos del que le transmite la vida; y he aquí por qué los frutos y los animales forman una riqueza natural, que todos los hombres saben explotar.
Siendo doble la adquisición de los bienes, como hemos visto, es decir, comercial y doméstica, ésta necesaria y con razón estimada, y aquélla con no menos motivo despreciada{16}, por no ser natural y sí sólo resultado del tráfico, hay fundado motivo para execrar la usura, porque es un modo de adquisición nacido del dinero mismo, al cual no se da el destino para que fue creado. El dinero sólo debía servir para el cambio, y el interés, que de él se saca, le multiplica, como lo indica claramente el nombre que le da la lengua griega. Los padres en este caso son absolutamente semejantes a los hijos. El interés es dinero producido por el dinero mismo; y de todas las adquisiciones es esta la más contraria a la naturaleza.[36]
———

{12} Como observa Tucídides (lib. I, cap. V), el hacer esto no era una cosa deshonrosa en los primeros tiempos de la Grecia.

{13} Sin duda Aristóteles se refiere a aquellos insectos cuyos huevos son demasiado pequeños para poderse descubrir a simple vista.

{14} Principio de las causas finales de que Aristóteles hace un uso muy frecuente.

{15} Montesquieu observa, que las inmensas cantidades de oro y plata del nuevo mundo no impidieron que España cayera en la miseria, ocasionada por una multitud de causas.

{16} Platón ha explicado con gran claridad y con más moderación que Aristóteles las causas del desprecio en que cayó en general el comercio.
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Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1874, tomo 3, páginas 28-35

La Política, índice


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En:

http://www.filosofia.org/cla/ari/azc03.htm

Aristóteles· Política
Libro I· II· III· IV· V· VI· VII· VIII
Patricio de Azcárate· Obras de Aristóteles· volumen 3· Madrid 1874

Biblioteca Filosófica. Aristóteles. Política. Obras filosóficas de Aristóteles. Obras de Aristóteles, puestas en lengua castellana por D. Patricio de Azcárate, socio correspondiente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas y de la Academia de la Historia. Madrid [1874], Medina y Navarro, Editores. Calle del Rubio, núm. 25. (Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, Rubio 25, Madrid.) 302 páginas.

Índice y sumario

Observaciones acerca del orden en que aparecen colocados los libros de la Política de Aristóteles, 7

La Política

Libro primero
De la sociedad civil. De la esclavitud.
De la propiedad. Del poder domestico
.

Capítulo primero. Origen del Estado y de la sociedad.

La sociedad es un hecho natural. – Elementos de la familia; el marido y la mujer, el señor y el esclavo. – El pueblo se forma mediante la asociación de familias. – El Estado se forma mediante la asociación de pueblos: es el fin de todas las demás asociaciones: el hombre es un ser esencialmente sociable. – Superioridad del Estado sobre los individuos; necesidad de la justicia social, 17

Capítulo II. De la esclavitud.

Opiniones diversas en pro y en contra de la esclavitud: opinión de Aristóteles; necesidad de instrumentos sociales; necesidad y utilidad del poder de la obediencia. – La superioridad y la inferioridad naturales determinan la existencia de los señores de los esclavos: la esclavitud natural es necesaria, justa y útil; el derecho de la guerra no puede fundar la esclavitud. – Ciencia del señor; ciencia del esclavo, 21

Capítulo III. De la adquisición de los bienes.

De la propiedad natural y de la artificial. – Teoría de la adquisición de los bienes; la adquisición de los bienes no afecta directamente a la economía doméstica, que emplea los bienes, pero no los crea. – Diversos modos de adquirir: la agricultura, el pastoreo, la caza, la pesca, la piratería &c. Todos estos modos constituyen la adquisición natural. – El comercio es un modo de adquisición que no es natural; doble valor de las cosas, uso y cambio; necesidad y utilidad de la moneda: la venta; codicia insaciable del comerciante; reprobación de la usura, 28

Capítulo IV. Consideraciones prácticas sobre la adquisición de bienes.

Riqueza natural, riqueza artificial; explotación de los bosques y de las minas como una tercera especie de riqueza. – Autores que han escrito sobre estas materias: Carés de Paros y Apolodoro de Lemnos. – Especulaciones ingeniosas y seguras para adquirir fortuna: especulación de Tales; monopolios utilizados por los particulares y por los Estados, 36

Capítulo V. Del poder doméstico.

Relaciones del marido a la mujer y del padre a los hijos. – Virtudes particulares y generales del esclavo, de la mujer y del hijo. – Diferencia profunda entre el hombre y la mujer: error de Sócrates: trabajos estimables de Gorgias. – Cualidades del obrero. Importancia de la educación de las mujeres y de los hijos, 38

Libro segundo

Examen crítico de las teorías anteriores
y de las principales constituciones


Capítulo primero. Examen de La República de Platón.

Crítica de sus teorías sobre la comunidad de las mujeres y de los hijos. – La unidad política tal como la concibe Platón, es una quimera, y destruiría el Estado, lejos de fortificarle. – Indiferencia que ordinariamente, tienen los asociados respecto de las propiedades comunes; imposibilidad de ocultará los ciudadanos los lazos de familia que los unen; peligros de ignorarlos; crímenes contra naturaleza; indiferencia de unos ciudadanos para con otros. – Condenación absoluta de este sistema, 43

Capítulo II. Continuación del examen de La República de Platón.

Crítica de sus teorías sobre la comunidad de bienes; dificultades generales que nacen de la mancomunidad, cualquiera era que ella sea. – La benevolencia recíproca de los ciudadanos puede, hasta cierto punto, reemplazar la mancomunidad, y vale mas que ella; importancia del sentimiento de propiedad; el sistema de Platón sólo tiene una apariencia seductora; es impracticable, y no tiene las ventajas que su autor dice. – Observaciones críticas sobre la posición excepcional de los guerreros y sobre la perpetuidad de las magistraturas, 49

Capítulo III. Examen del Tratado de las Leyes de Platón.

Relaciones y diferencias entre las Leyes y la República. – Observaciones críticas: el número de guerreros es excesivo, y no se toma en cuenta para nada la guerra exterior; falta de claridad y de precisión en lo relativo a los límites de la propiedad; olvido en lo concerniente al número de hijos; no se advierte en Fidon este vacío; el carácter general de la constitución propuesta en las Leyes es sobre todo oligárquico, como lo prueba el modo de elección los magistrados, 54

Capítulo IV. Examen de la Constitución propuesta por Faleas de Calcedonia.

De la igualdad de bienes; importancia de esta ley política; la igualdad de los bienes lleva consigo la igualdad de educación. – Insuficiencia de este principio. – Faleas nada ha dicho de las relaciones de su ciudad con los Estados vecinos: es preciso extender la igualdad de bienes hasta los muebles, no limitarla a los bienes raíces. – Disposición de Fáleas sobre los artesanos, 58

Capítulo V. Examen de la Constitución ideada por Hipódamo de Mileto.

Análisis de esta constitución; división de las propiedades; edades, tribunal supremo de apelación; recompensa a los inventores de descubrimientos políticos; educación de los huérfanos de los guerreros. – Crítica de la división de las clases y de la propiedad; crítica del sistema propuesto por Hipódamo respecto al tribunal de apelación; cuestión relativa a las innovaciones en materia política; es conveniente dejar de hacer innovaciones, para no debilitar el respeto debido a la ley, 62

Capítulo VI. Examen de la Constitución de Lacedemonia.

Crítica de la organización de la esclavitud en Esparta; vacío de la legislación lacedemoniana respecto a las mujeres. – Desproporción enorme de las propiedades territoriales causada por la imprevisión del legislador; consecuencias fatales. – Defectos en la institución de los éforos; defectos en la institución del senado; defectos en la institución del reinado. – Organización viciosa de las comidas comunes. – Los almirantes tienen demasiado poder. – Esparta, según Platón , sólo ha desarrollado la virtud guerrera. – Organización defectuosa de las rentas públicas, 67

Capítulo VII. Examen de la Constitución de Creta.

Sus relaciones con la constitución de Lacedemonia; admirable posición de Creta; siervos, Cosmos, Senado; la organización de las comidas públicas y comunes es mejor en Creta que en Esparta. – Costumbres viciosas de los cretenses autorizadas por el legislador; desórdenes monstruosos del gobierno cretense, 73

Capítulo VIII. Examen de la Constitución de Cartago.

Su mérito probado por la tranquilidad interior que ha disfrutado y la estabilidad del Estado; analogías entre la constitución de Cartago y la de Esparta. – Defectos de constitución cartaginesa; demasiado poder de las magistraturas; estimación exagerada de la riqueza; acumulación de empleos; la constitución cartaginesa no es bastante fuerte para que el Estado pueda soportar un contratiempo, 76

Capítulo IX. Consideraciones acerca de varios legisladores.

Solon: verdadero espíritu de sus reformas. – Zaleuco, Carondas, Onomacrito; Filolao, legislador de Tebas; ley de Carondas contra los testigos falsos; Dracon, Pitaco, Androdamas, 79

Libro tercero
Del Estado y del ciudadano.
Teoría de los gobiernos y de la soberanía. Del reinado


Capítulo primero. Del Estado y del ciudadano.

Condiciones necesarias para ser ciudadano: el domicilio no basta; el carácter distintivo del ciudadano es la participación en las fusiones de juez y de magistrado: esta definición general varía según los gobiernos, y se aplica principalmente al ciudadano de la democracia; insuficiencia de las definiciones que ordinariamente se dan. – De la identidad del Estado en sus relaciones con los ciudadanos; la identidad del suelo no constituye la identidad del Estado; el Estado varía con la constitución misma, 83

Capítulo II. Continuación del mismo asunto.

La virtud del ciudadano no se confunde con la del hombre privado; el ciudadano está siempre en relación con el Estado. La virtud del individuo es absoluta, sin que las relaciones exteriores la limiten; estas dos virtudes no se confunden en la república perfecta: sólo se dan reunidas en el magistrado digno de mandar; cualidades muy diversas que exigen el mando y la obediencia, bien que el buen ciudadano debe saber igualmente obedecer que mandar; la virtud especialmente propia del mando es la prudencia, 88

Capítulo III. Conclusión del asunto anterior.

Los artesanos no pueden ser ciudadanos en un Estado bien constituido; excepciones diversas a este principio; posición de los artesanos en las aristocracias y en las oligarquías; necesidades a que los Estados deben someterse a veces. – Concepto definitivo del ciudadano, 92

Capítulo IV. División de los gobiernos y de las constituciones.

Idea general y fin del Estado; el amor instintivo de la vida y la sociabilidad en el hombre; el poder, en la comunión política, debe tener siempre por mira el bien de los administrados. según este principio, se dividen los gobiernos en gobiernos de interés general, que son los buenos, y gobiernos de intereses particular, que son los corrompidos, 94

Capítulo V. División de los gobiernos.

Gobiernos puros: reinado, aristocracia, república; gobiernos corrompidos: tiranía, oligarquía, demagogia. – Las objeciones que se hacen a esta división general, se apoyan en hipótesis y no en hechos. – Disentimiento de los ricos y de los pobres sobre la justicia y el derecho políticos; unos y otros ven tan solo una parte de la verdad. – Noción exacta y esencial de la ciudad y de a asociación política que tienen principalmente en cuenta la virtud y la felicidad de los asociados, no tan sólo la vida común. Solución general del litigio entre la riqueza y la pobreza, 96

Capítulo VI. De la soberanía.

El gobierno del Estado puede ser profundamente injusto; pretensiones recíprocas e igualmente inicuas de la mayoría y de la minoría. – Argumentos diversos en favor de la soberanía popular, y enumeración de los objetos a que pueden extenderse; objeciones a estos argumentos y respuesta a estas objeciones. – La soberanía debe residir en las leyes fundadas en la razón; estrecha relación entre las leyes y la constitución, 101

Capítulo VII. Continuación de la teoría de la soberanía.

Para saber a quien pertenece la soberanía, deben tenerse en cuenta las condiciones verdaderamente políticas, y no otras, cualesquiera que ellas sean: la nobleza, la libertad, la fortuna, la justicia, el valor militar, la ciencia, la virtud. – Insuficiencia de las pretensiones exclusivas: la igualdad es, en general, el fin que el legislador debe proponerse a fin de conciliar aquellas, 106

Capítulo VIII. Continuación de la teoría de la soberanía.

Excepción al principio de igualdad en favor del hombre superior; origen y justificación del ostracismo; uso del ostracismo en los gobiernos de todas clases; el ostracismo no es posible en la ciudad perfecta; el Estado debe someterse al hombre superior; apoteosis del genio, 110

Capítulo IX. Teoría del reinado.

De la utilidad o de los peligros de esta forma de gobierno. – Cinco especies diversas de reinado, que debe ser siempre legal: la primera especie no es más que un generalato vitalicio; la segunda es la que tienen ciertos pueblos bárbaros, y se aproxima a la tiranía por lo ilimitado de su poder; la tercera comprende las esimenetías o tiranías voluntarias consentidas por un tiempo más o menos largo; o la cuarta es el reinado de los tiempos heroicos; la quinta, en fin, es aquella en que el rey es dueño absoluto del poder a la manera que lo es el padre en el seno de la familia, 112

Capítulo X. Continuación de la teoría del reinado.

Las cinco especies pueden reducirse a dos principales. – Del reinado absoluto: vale más encomendar el poder a un sólo individuo que a las leyes hechas por ciudadanos ilustrados y hombres de bien. – Argumentos en pro y en contra del reinado absoluto; la aristocracia es muy preferible; causas que han producido el establecimiento y después la ruina de los reinados. – La sucesión hereditaria del poder real no es admisible. – De la fuerza pública puesta a disposición del reinado, 115

Capítulo XI. Conclusión de la teoría del reinado.

Superioridad de la ley; aun cuando ésta disponga siempre de una manera general, vale más que el poder arbitrario de un individuo; auxiliares precisos de que el monarca ha de servirse siempre para poder ejercer la autoridad; condenación en general del reinado absoluto. Única excepción en favor del genio. – Fin de la teoría del reinado, 118

Capítulo XII. Del gobierno perfecto o de la aristocracia, 122

Libro cuarto
Teoría general de la ciudad perfecta


Capítulo primero. De la vida perfecta.

Teoría de la república perfecta. Indagación preliminar de la vida mas perfecta; división de los bienes de que el hombre puede gozar; bienes exteriores bienes del alma: superioridad de estos últimos; la felicidad está siempre en proporción de la virtud; los hechos y la razón lo prueban, 125

Capítulo II. De la felicidad con relación al Estado.

¿La felicidad tiene los mismos elementos cuando se trata del Estado que cuando del individuo? Ventajas e inconvenientes de la dominación; ejemplos diversos de algunos pueblos que siempre la han ambicionado; condenación de este sistema político; la conquista no debe ser la aspiración de la ciudad, 128

Capítulo III. De la vida política.

Examen de las opiniones que recomiendo proscriben la vida política; la actividad es el verdadero fin de la vida, lo mismo para los individuos que para el Estado; la verdadera actividad es la del pensamiento, que prepara y rige los actos exteriores, 131

Capítulo IV. De la extensión que debe tener el Estado.

De la extensión que el Estado perfecto debe tener; hay límites que no deber traspasarse; aunque no se deba fijar un número exacto de ciudadanos, es preciso que sea tal, que pueda bastar a todas las necesidades de la vida común, y no sea tan excesivo que puedan los ciudadanos evitar la vigilancia de la autoridad: peligros de una excesiva población, 133

Capítulo V. Del territorio del estado perfecto.

Condiciones militares que debe reunir: la ciudad debe de ser marítima; medios seguros de sacar partido de la proximidad del mar; peligros de la preocupación exclusiva del comercio marítimo; Precauciones que el legislador debe tomar para que las relaciones marítimas no perjudiquen al buen orden de la ciudad, 135

Capítulo VI. De las cualidades naturales que deben tener los ciudadanos en la república perfecta

Caracteres diversos de los pueblos según el clima; diversidad de sus instituciones políticas. – Superioridad incontestable de la raza griega; un pueblo debe tener a la vez inteligencia y valor; papel notable que desempeña el corazón en la vida humana, 137

Capítulo VII. De los elementos indispensables a la existencia de la ciudad.

Son de seis especies: subsistencias, artes, armas, rentas públicas, sacerdocio, y gestión de los intereses generales y decisión de los juicios; sin estos elementos la ciudad no puede subsistir ni ser independiente, 139

Capítulo VIII. Elementos políticos de la ciudad.

Reducción de los mismos a dos en el gobierno perfecto; son ciudadanos únicamente los que empuñan las armas y tienen derecho a votar en la asamblea pública; exclusión de todos los artesanos; los bienes raíces deben pertenecer sólo a los ciudadanos; entre los ciudadanos, las armas deben confiarse a la juventud; las funciones públicas, a los de edad madura, y el sacerdocio a los ancianos, 141

Capítulo IX. Antigüedad de ciertas instituciones políticas.

Antigüedad de la división en castas y de las comidas en común; ejemplos del Egipto y de la Italia: de la división de la propiedad en la república perfecta; de la elección de esclavos, 143

Capítulo X. De la situación de la ciudad.

Condiciones que debe procurarse que tenga: la salubridad, las aguas; de las fortificaciones de la ciudad; necesita de murallas que sirvan de auxiliar al valor de sus habitantes; falsas teorías que se han expuesto sobre este punto; los progresos del arte de sitiar exigen que las ciudades sepan defenderse con tanta habilidad como la que pueda emplearse en el ataque, 145

Capítulo XI. De los edificios públicos y de la policía.

De los edificios consagrados al culto en la república perfecta; las comidas en común; de los magistrados; de las plazas públicas y de los gimnasios; de la policía de la ciudad; la policía rural debe organizarse poco más o menos de la misma manera, 148

Capítulo XII. De las cualidades que los ciudadanos deben tener en la república perfecta.

Condiciones generales de la felicidad; influencia de la naturaleza, de los hábitos y de razón; unión necesaria de estos tres elementos para constituir la felicidad del individuo y de la ciudad; es preciso que se dan reunidos en la ciudad perfecta, 149

Capítulo XIII. De la igualdad y de la diferencia entre los ciudadanos en la ciudad perfecta.

Subordinación natural según las diversas edades. – Las ocupaciones de la paz constituyen la vida verdadera de la ciudad; es preciso saber emplear convenientemente el tiempo de sobra; la cultura de la razón debe ser el principal objeto que se han de proponer el hombre en la vida y el legislador en la educación e los ciudadanos, 152

Capítulo XIV. De la educación de los hijos en la ciudad perfecta.

Cuidados que el legislador debe tomar en lo relativo a la generación; de la edad de los esposos; osos; condiciones indispensables para que la unión sea lo que debe de ser peligros de las uniones demasiado precoces; cuidados que deben tenerse con las mujeres en cinta; abandono de los hijos cuando son deformes o numerosos; el aborto; castigo de la infidelidad conyugal, 157

Capítulo XV. De la educación durante la primera infancia.

Cuidados higiénicos; ejercicios corporales. Debe evitarse el roce con los esclavos; debe proscribirse toda palabra o acción deshonesta delante de los niños; importancia de las primeras impresiones. – De cinco a siete años los niños deben asistir a las lecciones sin tomar parte en ellas; hay que distinguir dos épocas en punto a la educación; de los siete años a la pubertad; de la pubertad a los veintiún años, 161

Libro quinto
De la educación en la ciudad perfecta


Capítulo primero. Condiciones de la educación.

Importancia capital de esta cuestión; la educación debe de ser pública; diversidad de opiniones sobre los objetos que la educación debe comprender, generalmente si bien se está de acuerdo sobre el fin que debe proponerse, 165

Capítulo II. Cosas que debe comprender la educación.

Cosas que deben ser objeto de ella: las letras, la gimnástica, la música y el dibujo; límites en que debe encerrarse el estudio para los hombres libres. Del lugar que en otro tiempo ocupó la música en la educación; es una ocupación propia de los momentos de ocio, 166

Capítulo III. De la gimnástica como elemento de la educación.

De la utilidad de la gimnástica excesos cometidos en este punto por algunos gobiernos; no debe intentarse hacer que los ciudadanos sean atletas ni guerreros feroces; sólo debe procurarse dar al cuerpo robustez y destreza y al espíritu valor generoso; la experiencia de diversos pueblos basta para fijar con certidumbre los limites en que conviene encerrar la gimnástica; edad en que debe el hombre dedicarse a ella, 169

Capítulo IV. De la música como elemento de educación.

De la música; no todos están de acuerdo acerca de la naturaleza y utilidad de la música; si es un puro pasatiempo, se le puede obtener lo mismo oyendo a artistas de profesión que ejercitándose uno mismo; análisis de las diversas objeciones que se hacen al estudio de la música, 171

Capítulo V. Continuación de lo relativo a la música.

La música no es un mero placer; puede ejercer un gran influjo sobre las almas; diversos hechos que lo prueban; diferencia entre la música y las demás artes, particularmente la pintura; siendo incontestable el poder moral de la música, es preciso hacerla entrar en la educación; en este sentido es en el que es útil, 173

Capítulo VI. Continuación de lo relativo a la música.

Conviene que los niños practiquen la música; ventajas de esta ejecución; límites en que debe encerrarse se elección de instrumentos; no todos deben admitirse; proscripción de la flauta; diversas fases porque ha pasado el estudio de este instrumento; ha sido condenado por la misma Minerva, si hemos de dar crédito a la fábula, 176

Capítulo VII. Continuación de lo relativo a la música.

Elección de las armonías y de los ritmos, que deben entrar en la educación de los niños; los cantos son de tres especies: moral, animado, apasionado; los primeros son los que casi exclusivamente deben constituir esta enseñanza; el modo dórico es sobre todo el conveniente; crítica de lo dicho por Platón, 178

Libro sexto
De la democracia y de la oligarquía.
De los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial

Capítulo primero. De los deberes del legislador.

No debe limitarse el legislador a conocer el mejor gobierno posible; debe saber también mejorar en la práctica los elementos actuales de que puede disponer; de aquí nace para él la necesidad de conocer las diversas especies de constituciones y las leyes especiales que son esenciales a cada una de ellas, 183

Capítulo II. Resumen de lo precedente e indicación de lo que sigue.

Subordinación de los malos gobiernos; matices diversos de la democracia y de la oligarquía; la teoría de las revoluciones deberá ser la conclusión de esta obra, 185

Capítulo III. Relación de las constituciones con los elementos sociales.

La diferencia de constituciones nace de la diferencia misma de los elementos sociales; la pobreza y la riqueza dan origen a dos formas principales de constituciones, la democracia y la oligarquía. – Carácter esencial de la una y de la otra; el número no es su condición capital; es la fortuna. – Enumeración de las partes necesarias del Estado; crítica del sistema de Platón; todas las funciones sociales pueden acumularse; sólo la pobreza y la riqueza no pueden reunirse en las mismas manos, 187

Capítulo IV. Especies diversas de democracia.

Sus caracteres y sus causas; son cinco. – Influencia desastrosa de los demagogos en las democracias en que la ley ha cesado de ser soberana; tiranía del pueblo extraviado por sus aduladores, 192

Capítulo V. Especies diversas de oligarquía.

Son éstas cuatro. – Influencia general de las costumbres sobre la naturaleza del gobierno. – De las causas de las diversas especies de democracia y de oligarquía. – Examen de las formas de gobierno distintas de la democracia y de la oligarquía. – Algunas palabras sobre la aristocracia, 194

Capítulo VI. Idea general de la república.

Sus relaciones con la democracia. – Elementos que el Estado debe combinar: la libertad y la riqueza constituyen principalmente la república, mezclándose de diversos modos. – Relaciones de la república con la aristocracia, 198

Capítulo VII. Más sobre la república.

La república es una combinación de la oligarquía y de la democracia; medios diversos de hacer esta combinación. – Carácter de una verdadera república; ejemplo tomado del gobierno de Lacedemonia; la república debe sostenerse sólo por el amor de los ciudadanos, 200

Capítulo VIII. Breves consideraciones sobre la tiranía.

Sus relaciones con el reinado y la monarquía absoluta; siempre es un gobierno fundado en la violencia, 202

Capítulo IX. Continuación de la teoría de la república propiamente dicha.

Excelencia política de la clase media; diversas cualidades sociales que solamente ella presenta: es la verdadera base de la república. Esta forma de gobierno se encuentra raras veces, 203

Capítulo X. Principios generales aplicables a estas diversas especies de gobiernos.

Calidad y cantidad de los ciudadanos que gozan de derechos políticos; es necesario combinar con equidad los diversos elementos del Estado, y dar a cada cual su parte; ardides de la oligarquía; ardides contrarios de la democracia reglas que deben seguirse respecto de los pobres. Consideraciones históricas; Consideraciones históricas importancia creciente de la infantería procedente de las filas del pueblo, 207

Capítulo XI. Teoría de los tres poderes en cada clase de gobierno: poder legislativo.

Teoría de los tres poderes: legislativo o de la asamblea general, ejecutivo o de los magistrados, y judicial o de las tribunales. Organización del poder legislativo sus formas diversas en la democracia y en la oligarquía. De las sentencias judiciales encomendadas a la decisión de la asamblea general vicios del sistema actual, 211

Capítulo XII. Del poder ejecutivo.

De la organización de las magistraturas. Dificultades de esta cuestión idea general del magistrado su carácter distintivo diferencia en este respecto entre los grandes Estados y los pequeños: en los unos se pueden dividir las magistraturas en los otros es preciso con frecuencia reunirlas en una sola mano. Las magistraturas versan con las constituciones diferentes combinaciones según las cuales se pueden establecer los electores; los elegibles modo de nombramiento matices diversos según las diversas constituciones, 214

Capítulo XIII. Del poder judicial.

De la organización de los tribunales su personal sus atribuciones su modo de formación; especies diversas de tribunales; nombramiento de los jueces; formas distintas según la diversidad de constituciones, 220

Libro séptimo
De la organización del poder en la democracia
y en la oligarquía


Capítulo primero. De la organización del poder en la democracia.

Consecuencias que se desprenden del principio de la democracia; aplicaciones más o menos completas que pueden hacerse. Carácter de la democracia la libertad del turno en el poder y de la independencia absoluta de las acciones individuales como consecuencia de aquella organización especial del poder en la democracia; la asamblea general; el Senado; retribución de los funcionarios; de la igualdad democrática, 223

Capítulo II. Organización del poder en la democracia: continuación.

El pueblo agricultor es el más acomodado para la democracia; instituciones que convienen al mismo; leyes hechas en algunos Estados para favorecer la agricultura. De los Pueblos pastores. – De la demagogia extrema; medios propios de la misma, 228

Capítulo III. Continuación de lo relativo a la organización del poder en la democracia.

Condiciones necesarias para la duración de las democracias: no exagerar las consecuencias del Principio democrático; evitar la opresión de los ricos y las confiscaciones en Provecho del tesoro público; procurar proporcionar al pueblo un bienestar general. Medios empleados por algunos gobiernos, 232

Capítulo IV. De la organización del poder en las oligarquías.

Las bases son generalmente las opuestas a las de la democracia; condiciones diversas del censo. La administración de las oligarquías exige mucha prudencia, porque su principio es malo; necesidad del orden debido; relación de las diversas formas o grados de la oligarquía con la composición del ejercito. – Los oligarcas deben hacer ciertos gastos; faltas que cometen las más de las oligarquías, 234

Capítulo V. De las diversas magistraturas indispensables o útiles a la ciudad.

Objetos a que se aplican estas magistraturas: el mercado la limpieza y mantenimiento de calles y caminos & c.; los campos; las rentas del Estado; los actos y contratos; la ejecución de las sentencias; los negocios militares; el ajuste de las cuentas públicas; presidencia de la asamblea general; el culto religioso y civil; inspección de las mujeres y de los jóvenes. Fin de la teoría sobre la organización del Poder, 236

Libro octavo
Teoría general de las revoluciones


Capítulo primero. Procedimientos de las revoluciones.

Teoría de las revoluciones; su lugar en esta obra; causa general de la diversidad de constituciones: la necesidad de igualdad mal comprendida. – Procedimientos generales de las revoluciones; se dirigen ya a las cosas, ya a las personas. – De la igualdad positiva y de la igualdad proporcional; la república tiene en especial probabilidades de estabilidad, 243

Capítulo II. Causas diversas de las revoluciones.

Disposición de los espíritus; fin de las revoluciones; circunstancias determinantes; estas circunstancias son muy complejas; el ansia de riquezas y de honores, el insulto, el miedo, el desprecio, el aumento desproporcionado de una clase las cábalas, a negligencia, las causas imperceptibles, la diversidad de origen. Citas históricas en apoyo de estas consideraciones, 246

Capítulo III. Continuación de la teoría precedente.

Las causas verdaderas de las revoluciones son siempre muy graves, pero la ocasión puede ser fútil; la igualdad de los partidos produce muchas veces las revoluciones; procedimientos empleados ordinariamente por los revolucionarios, 251

Capítulo IV. De las causas de las revoluciones en las democracias.

El carácter turbulento de los demagogos es la más común, como lo prueba la historia. De los demagogos que son al mismo tiempo jefes del ejército; peligros que tiene el reunir grandes atribuciones en una misma mano; utilidad y ventaja del voto por fracciones en lugar del voto en masa, 254

Capítulo V. De las causas de las revoluciones en las oligarquías.

División entre los mismos oligarcas: los que se ven excluidos del poder se sublevan, y a veces se hacen demagogos; conducta de los oligarcas que no saben conservar su propia fortuna; causas de las revoluciones en la oligarquía en tiempo de guerra; violencias de unos oligarcas contra otros; circunstancias accidentales. – Las oligarquías y las democracias se convierten raras veces en los gobiernos contrarios, 256

Capítulo VI. De las causas de las revoluciones en las aristocracias.

Minoría demasiado limitada de los miembros del gobierno; infracción del derecho constitucional; influencia de los dos partidos contrarios, que exageran su principio; fortuna excesiva de los principales ciudadanos; causas imperceptibles; causas exteriores de destruccion. Fin de la teoría de las revoluciones en los Estados republicanos, 260

Capítulo VII. Medios generales de conservación y de prosperidad, en los Estados democráticos, oligárquicos y aristocráticos.

Respeto a las leyes; franqueza en las cosas políticas; corta duración de las funciones; inspección activa ejercida por todos los ciudadanos; revisión frecuente del censo; precauciones que deben tomarse contra las notabilidades políticas; inspección de las costumbres de los ciudadanos; integridad de los funcionarios públicos; concesión de los empleos poco importantes al pueblo; amor de la mayoría de los ciudadanos a la constitución; moderación en el ejercicio del poder; esmero en lo relativo a la educación pública, 263

Capítulo VIII. De las causas de revolución y de conservación en las monarquías.

Diferencia entre el rey y el tirano; las causas de revolución en las monarquías son idénticas en parte a las de las repúblicas; conspiraciones contra las personas y contra el poder; insultos hechos por los tiranos; influencia del miedo y sobre todo del desprestigio; conspiraciones tramadas por el deseo de la gloria; ataques exteriores contra la tiranía; ataques de sus propios partidarios; causas de ruina para el reinado; peligros de la sucesión hereditaria, 271

Capítulo IX. De los medios de conservación en los Estados monárquicos.

El reinado se salva por la moderación. Las tiranías tienen dos sistemas muy diferentes para sostenerse: la violencia unida a la astucia y la buena administración; examen del primer sistema: sus vicios; examen del segundo sistema: sus ventajas; retrato del tirano; duración de las diversas tiranías; datos históricos, 278

Capítulo X. Crítica de la teoría de Platón sobre las revoluciones.

Errores cometidos por Platón con relación al orden en que se suceden más comúnmente los diversos gobiernos; Platón ha reducido a límites demasiado estrechos la cuestión, 286
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Nota sobre esta edición digital (mayo de 2005)
Esta edición del texto en español de la Política de Aristóteles, en versión de Patricio de Azcárate, que ofrece libremente por internet el Proyecto Filosofía en español, se ha realizado directamente a partir de un ejemplar de la edición impresa, Madrid 1874. Se hace figurar entre corchetes el número y el lugar donde continúa el texto en cada página de esa edición impresa. Se han renumerado correlativamente las 203 notas puestas al texto de Aristóteles (que en la versión impresa van referidas a cada página). Se reproduce con la mayor fidelidad el texto ofrecido por Azcárate, en el que sólo se ha españolizado su forma de transcribir algunos nombres clásicos. Para cuanto tiene que ver con la ordenación de los libros en esta edición y otras circunstancias remitimos al lector al informe:

Versiones de la Política de Aristóteles en español desde 1509
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Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1874, tomo 3, portada y páginas 289-301