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viernes, octubre 12, 2007

Stuart Mill: nota biográfica

Las raíces del marginalismo en Economía se encuentran en Bentham con su teoría de la utilidad cuyas bases sistemáticas en Economía Política fueron sentadas por Menger y desarrolladas por Walras, Marshall y Jevons. Los Mill, padre e hijo pueden considerarse los acólitos del utilitarismo pero el hijo, John Stuart no llegó al sacerdocio. Se cuestionó el utilitarismo y creó una teoría de la libertad económica que aceptaba la regulación estatal para garantía misma de la libertad. Así devino Stuart Mill en una especie de puente de dos vías: la del liberalismo y la del socialismo. Recordamos que en alguna obra de Economía Política se ubica a Stuart Mill como el último de los Economistas clásicos, a la par de Smith y Ricardo.

Se dice que Mill, discutía sus planteamientos con su mujer a la que reputaba como una gran pensadora. Y tanto reconoció el aporte de la mujer que adelantándose a su tiempo escribió sobre el sometimiento de las mujeres. A la inversa de Marshall de quien se dice que no reconoció el papel intelectual de su mujer en la creación de su teoría.

Su obra "La Esclavitud Femenina" puede leerse en español en:

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02589516444614584232268/index.htm

Una excelente nota biográfica de Stuart Mill, se encuentra en:


Y la reproducimos:

John Stuart Mill (Londres, 20 de mayo de 1806Aviñón, Francia 8 de mayo de 1873) fue un filósofo, político y economista inglés representante de la escuela económica clásica y teórico del utilitarismo, planteamiento ético propuesto por su padrino Jeremy Bentham, que sería recogido y difundido con profusión por Stuart Mill .

John Stuart Mill nació en Gabriville (Londres). Fue el mayor de los hijos del filósofo e historiador escocés James Mill. Mill fue educado por su padre, con el consejo y la ayuda de Jeremy Bentham y Francis Place. Le dieron una educación extremadamente rigurosa, con una sólida formación en ciencias naturales, historia y literatura clásica, y en la que estuvieron casi totalmente ausentes la metafísica, la religión y la poesía. Fue deliberadamente apartado de los chicos de su misma edad y prácticamente no tuvo más compañeros en su infancia que sus propios hermanos. Su padre, un seguidor de Bentham y un adherente del asociacionismo, tenía como objetivo explícito el crear un genio intelectual que pudiera continuar la causa del utilitarismo y su puesta en práctica tras la muerte de Bentham y la suya propia.

Sus hazañas como niño eran excepcionales. A la edad de tres años le enseñaron el alfabeto griego y largas listas de palabras griegas con sus correspondientes traducciones al inglés. cuando cumplió los cinco años empezó a diseñar aviones. Alrededor de los ocho años ya había leído las fábulas de Esopo, la Anábasis de Jenofonte y todas las obras de Herodoto, en su idioma original; al mismo tiempo ya conocía a Luciano, Diógenes, Isócrates y seis diálogos de Platón. Para entonces ya había leído mucha historia en inglés.

A la edad de ocho años empezó a estudiar latín y álgebra. Fue designado como profesor de los niños más pequeños de su familia. Su principal lectura continuaba siendo la historia, pero estudió también a todos los autores latinos y griegos comúnmente leídos en las escuelas y universidades de aquel entonces. No le enseñaron a escribir en latín ni en griego y nunca fue exactamente un erudito: todo estaba orientado hacia el fin por el cual le hacían leer. A la edad de diez años ya leía a Platón y Demóstenes con facilidad. La Historia de la India de su padre fue publicada en 1818; inmediatamente después, a los doce años, John comenzó el cuidadoso estudio de la lógica escolástica al tiempo que leía los tratados lógicos de Aristóteles en su lengua original. Al año siguiente lo introdujeron en la economía política y el estudio de Adam Smith y David Ricardo.

Pero a los 20 años, en 1826, sufrió una “crisis mental”, descrita detalladamente en su Autobiografía (1873). Se rebeló contra su estricta educación, contra el utilitarismo (aunque sin romper con él), y se abrió a nuevas corrientes intelectuales como el positivismo de Comte, al pensamiento romántico y al socialismo.

Mill trabajó para la Compañía de las Indias Orientales y fue al mismo tiempo miembro del Parlamento por el partido Liberal. Mill abogó por aligerar las cargas sobre Irlanda y básicamente trabajó por lo que él consideró oportuno. En Consideraciones sobre el gobierno representativo, Mill propuso varias reformas del Parlamento y del sistema electoral, especialmente trató las cuestiones de la representación proporcional y la extensión del sufragio. En 1840 inició una fecunda amistad con el psicólogo y filósofo escocés Alexander Bain.
En 1851 Mill se casó con Harriet Taylor (Harriet Taylor Mill) tras 21 años de amistad. Taylor fue una importante influencia sobre su trabajo e ideas tanto durante su amistad como durante su matrimonio. La relación con Harriet Taylor inspiró la defensa de los derechos de las mujeres por parte de Mill.

Aunque no fue profesor universitario, Mill cultivó casi todas las ramas de la filosofía, desde la lógica hasta la teoría política pasando por la ética. En lógica, psicología y teoría del conocimiento, Mill era empirista y positivista. Consideraba que el conocimiento humano tenía su origen y su límite en la experiencia observable. Todo conocimiento parte de las impresiones sensibles de los sujetos y los conceptos más abstractos se forman a partir de las “asociaciones” de impresiones realizadas por la mente., este es el llamado asociacionismo psíquico. Según Mill la inducción es el principio lógico que permite derivar conocimientos universales a partir de la observación de fenómenos particulares. Después de haber observado muchos cisnes blancos particulares podría inducirse el enunciado universal “Todos los cisnes son blancos”. Ahora bien, una gran cantidad no equivale a la totalidad, “muchos” –por más que sean- no puede equipararse a “todos”. De manera que el conocimiento científico es meramente probable, no necesario, como ya indicó en su momento David Hume, a quien Mill sigue en este punto.
Un libro fundamental sobre el concepto de libertad fue Sobre la libertad, acerca de la naturaleza y los límites del poder que puede ser legítimamente ejercido por la sociedad sobre el individuo. Un argumento que Mill desarrolló más que cualquier otro filósofo previo fue el Principio de indemnidad, esto es, que toda persona debería ser libre para comprometerse a realizar las conductas que desee siempre y cuando no dañe a los demás.

Mill habla solamente de la libertad negativa en Sobre la libertad, un concepto formado y bautizado por Isaiah Berlin (1909-1997). Isaiah Berlin sugiere que la libertad negativa es la ausencia o carencia de impedimentos, obstáculos o coerción. Esto contrasta con su otra idea de libertad positiva, la capacidad de comportarse, y la presencia de condiciones para ejercer tal libertad: sea mediante recursos materiales, cierto nivel de ilustración o la oportunidad para la participación política.

El liberalismo político de Mill puede ser considerado un corolario, a veces problemático, de su utilitarismo ético. Igual que este último tiene su fundamento en la experiencia, no en una naturaleza humana abstracta y universal. En efecto, para Mill, la libertad política no es un derecho natural propio de la condición humana como tal. Se trata de un derecho de las sociedades civilizadas que podría ser razonablemente negado en las primitivas. La libertad encuentra su fundamento en el principio de máxima felicidad, pues, en sociedades desarrolladas, la felicidad se realiza en la individualidad y ésta sólo se alcanza a través de la libertad. Así, pues, la libertad del individuo, necesaria para su felicidad, ha de ser preservada ante el poder del estado y sólo debe presentar dos restricciones: no interferir en la libertad de los demás y no incitar a otros al delito.

Así, Mill razonó que el papel del Gobierno es solamente eliminar barreras, tales como leyes, a los comportamientos que no dañen a otros. Crucialmente, sintió que la ofensa no constituía daño, y por tanto apoyó la casi total libertad de expresión, limitándola solo en casos donde la libertad de expresión condujera a un daño directo. Por ejemplo, en su sistema, no se defendería el proferir una incitación airada para atacar a alguien. Mill argumentó que la libertad de expresión era vital para asegurar el progreso, que no podríamos estar seguros nunca de que una opinión silenciada no contenía una parte de verdad. Ingeniosamente, también razonó que incluso las opiniones falsas tienen valor, puesto que refutando las opiniones falsas, los partidarios de las opiniones verdaderas aumentan su confianza en las mismas. Sin la necesidad de defender nuestras creencias, precisó Mill, estas morirían y olvidaríamos por qué las abrazábamos. Esto es, según él, lo que le ocurrió a la Cristiandad.

El individuo condiciona, pues, el poder político. En primer lugar, porque su derecho a la libertad limita el alcance de ese poder. Pero, además, el individuo ha de tener, según Mill, importantes derechos en relación con la constitución del poder político, no sólo con sus límites. Mill considera que la democracia es la mejor forma de gobierno posible porque es el régimen en el que el individuo puede protegerse mejor a sí mismo y porque una constitución democrática favorece más que cualquier otra el temperamento activo y la participación de los ciudadanos. Ahora bien, a raíz de la lectura de La democracia en América de Tocqueville, Mill descubrió que la “democracia pura” presentaba un claro inconveniente: no garantizaba que las mayorías no oprimieran a las minorías. No podía existir una sociedad de plena individualidad –y por lo tanto, felicidad- si los derechos de las minorías no eran suficientemente respetados. Mill veía como una amenaza que mayorías homogéneas, masivas y “desindividualizadas” pudiesen imponerse a minorías más plurales y cualificadas. De modo que a la restricción del poder del estado en relación con el individuo había que añadir la prioridad de los individuos más formados en el ejercicio de la democracia. Mill acababa defendiendo el sufragio censitario. De acuerdo con la célebre frase de Consideraciones sobre el gobierno representativo: “La educación universal debe preceder al sufragio universal”.

Este liberalismo individualista no estaba exento de tensiones dentro del pensamiento de Mill. Por una parte, el principio de máxima felicidad tendía a afirmar la democracia y a restringir libertades que implicaran desigualdades sociales excesivas. Por otra, el principio de libertad individual limitaba el poder del estado y de las mayorías. Ahora bien, conviene recordar que el principio de individualidad se basa en el de utilidad y máxima felicidad y no a la inversa. De manera que, para Mill, la defensa del individuo estaba unida a la exigencia de una sociedad en la que la mayoría alcanzase la condición de individuo. De ahí su enérgica defensa de la educación pública para todos: los padres no podrían ser libres de educar o no a sus hijos, pues esta actitud violaría el principio de felicidad de los hijos. En un país en el que una excesiva natalidad amenazase la distribución de los recursos, el gobierno estaría autorizado a restringir un derecho tan individual y liberal como el del matrimonio. También sería legítima una ley de reducción de las horas de trabajo: más personas (los trabajadores) se beneficiarían de mayor libertad e individualidad. En realidad, en Mill se solapaban liberalismo y socialismo.

Otra obra importante de Mill fue Utilitarismo, que razona sobre la filosofía del Utilitarismo, creada principalmente por Jeremy Bentham, aunque el padre de Stuart, James Mill, también fue partidario de la misma. El Utilitarismo sostiene que las acciones son buenas en proporción a la cantidad de felicidad producida y al número de personas afectadas por la felicidad. La principal innovación al Utilitarismo es la idea de la jerarquía de placeres. Bentham consideró todas las formas de felicidad al mismo nivel, mientras que Mill arguyó que los placeres y desarrollos morales e intelectuales eran superiores a otras formas de placer más físico.

Muchos han apuntado que la doctrina del derecho absoluto a la libertad subrayada en Sobre la libertad y el pragmatismo absoluto del Utilitarismo son difíciles de conciliar. Por ejemplo, bajo un Utilitarismo estricto, la libertad de expresión podría ser violada si se generase más felicidad de esa manera. La mayoría de intentos de poner a salvo estos dos aspectos del pensamiento de Mill se han basado en el Utilitarismo regulado, que es lo que parece que Mill tenía en mente cuando escribió Sobre la libertad.

Mill abogó principalmente por dejar hacer en la economía, pero se mostró dispuesto a aceptar intervenciones, tales como un impuesto sobre el alcohol, si había suficientes motivos utilitarios.

La obra maestra de Mill fue Sistema de la lógica inductiva y deductiva, revisada y editada en numerosas ocasiones. Una influencia primordial para esta obra fue la Historia de las ciencias inductivas (1837) de William Whewell. La reputación de la obra de Mill estriba principalmente en el análisis de la prueba inductiva, que se contrapone a los silogismos aristotélicos, de naturaleza deductiva.

Mill formula cinco métodos de inducción que han pasado a conocerse como los Métodos de Mill:

el método del acuerdo,

el método de la diferencia,

el método común o doble método de acuerdo y diferencia,

el método de residuos

y el de variaciones concominantes.

La característica común de estos métodos, el verdadero método de la investigación científica, es el de la eliminación. El resto de métodos están, por lo tanto, subordinados al método de la diferencia. Otro intento de Mill fue postular una teoría del conocimiento del estilo de John Locke.
Mill fue, sin duda, el gran filósofo de la Inglaterra victoriana. Una sociedad caracterizada por el desarrollo económico, el bienestar material y la comodidad reconocía el valor que tenían para la vida valores como lo mensurable y lo útil. Al mismo tiempo se asistía al esfuerzo de amplios grupos, como los trabajadores o las mujeres, por no quedar al margen de esa prosperidad. Y la aristocracia, satirizada años más tarde en las obras de Wilde o Shaw, miraba con recelo los “excesos” de la democracia, aceptada ya a regañadientes como un destino con el que habría que convivir y que sólo cabía modificar, no eludir. Una vez más se cumplía el diagnóstico del viejo Hegel: la filosofía era el tiempo expresado en conceptos.

Obras:

1843: Un sistema de lógica
1844: Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economía política.
1848: Principios de economía política; con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social.
1859: Sobre la libertad.
1860: Consideraciones sobre el Gobierno Representativo.
1863: El utilitarismo.
1869: El sometimiento de las mujeres (The Subjection of Women).
1873: Autobiografía

1 comentario:

trocologoexisto dijo...

Muito bom o texto sobre o Mill!!!
Obrigada,
Glaucia